viernes, 3 de febrero de 2012

Domingo 4° Tiempo Ordinario Ciclo B. 29-01-12

PRIMERA LECTURA
Deut 18, 15-20

Lectura del libro del Deuteronomio

Moisés dijo al pueblo: El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo; lo hará surgir de entre ustedes, de entre tus hermanos, y es a él a quien escucharán. Esto es precisamente lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea, cuando dijiste: "No quiero seguir escuchando la voz del Señor, mi Dios, ni miraré más este gran fuego, porque de lo contrario moriré". Entonces el Señor me dijo: "Lo que acaban de decir está muy bien. Por eso, suscitaré entre sus hermanos un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene. Al que no escuche mis palabras, las que este profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuenta. Y si un profeta se atreve a pronunciar en mi Nombre una palabra que yo no le he ordenado decir, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá".

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 94, 1-2. 6-9

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor.

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor! 

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios, Y nosotros,
el pueblo que él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
"No endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis obras". 

SEGUNDA LECTURA
1Cor 7, 32-35

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto

Hermanos: Yo quiero que ustedes vivan sin inquietudes. El que no tiene mujer se preocupa de las cosas del Señor, buscando cómo agradar al Señor. En cambio, el que tiene mujer se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su corazón está dividido. También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. La mujer casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su marido. Les he dicho estas cosas para el bien de ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es más conveniente y se entreguen totalmente al Señor.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mc 1, 21-28

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

      Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga de ellos un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; " ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y sal de este hombre". El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre.  Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!". Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

Palabra del Señor.




Alocución de S. S. Benedicto XVI

      El Evangelio de este domingo (Mc 1, 21-28) nos presenta a Jesús que –durante el día sábado- predica en la sinagoga de Cafarnaún, la pequeña ciudad en el lago de Galilea en donde vivían Pedro y su hermano Andrés.
A su enseñanza –que suscitaba la maravilla de la gente- sigue la liberación de un “hombre poseído por un espíritu inmundo” (v.23), que reconoce en Jesús el “Santo de Dios”, es decir, el Mesías. 
      
      En poco tiempo, su fama se difunde en toda la región, que Él recorre anunciando el Reino de Dios y sanando todo tipo de enfermo: de palabra y de acción. San Juan Crisóstomo hace observar como el Señor “alterna el discurso en beneficio de los que escuchan, procediendo de los prodigios a las palabras y pasando nuevamente de la enseñanza de su doctrina a los milagros” (Hom. in Matthæum 25, 1: PG 57, 328).


      La palabra que Jesús dirige a los hombres abre inmediatamente el acceso a la voluntad del Padre y a la verdad de sí mismos. No así, en cambio, sucedía a los escribas, que tenían que esforzarse en interpretar las Sagradas escrituras con numerosas reflexiones. Además, a la eficacia de la palabra, Jesús unía aquella de los signos de la liberación del mal. San Atanasio observa que “ordenar a los demonios y expulsarlos nos es una obra humana sino divina”, de hecho, el Señor “alejaba de los hombres toda clase de enfermedades. ¿Quién, viendo su poder… habría aún dudado que Él sea el Hijo, la Sabiduría y la Potencia de Dios? (Oratio de Incarnatione Verbi 18.19: PG 25, 128 BC.129 B). La autoridad divina, no es una fuerza de la naturaleza. Es el poder del amor de Dios que crea el universo y encarnándose en el Hijo Unigénito, bajando en nuestra humanidad, sana el mundo corrupto por el pecado. Romano Guardini escribe:
“Toda la existencia de Jesús es traducción de la potencia en humildad… es la soberanía que se abaja a la forma de siervo” » (Il Potere, Brescia 1999, 141.142).

      A menudo para el hombre la autoridad significa afán de posesión, poder, dominio, suceso. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies a los discípulos (cfr Jn 13,5), que busca el verdadero bien del hombre, que mira las heridas, que es capaz de un amor tan grande de dar la vida, porque es el Amor. En una de sus cartas, santa Catalina de Siena escribe: “Es necesario que nosotros veamos y conozcamos, en verdad, con la luz de la fe, que Dios es el Amor supremo y eterno y no puede querer sino nuestro bien” Ep. 13 in: Le Lettere, vol. 3, Bologna 1999, 206).

      Queridos amigos, el próximo jueves 2 de febrero, celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Invoquemos con fe a María Santísima, para que guíe nuestros corazones para tomar siempre de la misericordia divina, que libera y sana nuestra humanidad, colmándola de toda gracia y bien, con la potencia del amor.

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