PRIMERA
LECTURA
Palabra del Señor.
Queridos amigos, el próximo jueves 2 de febrero,
celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, Jornada
Mundial de la Vida Consagrada. Invoquemos con fe a María Santísima, para que
guíe nuestros corazones para tomar siempre de la misericordia divina, que
libera y sana nuestra humanidad, colmándola de toda gracia y bien, con la
potencia del amor.
Fuente:
Deut 18, 15-20
Lectura
del libro del Deuteronomio
Moisés dijo al pueblo:
El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo; lo hará surgir de entre
ustedes, de entre tus hermanos, y es a él a quien escucharán. Esto es
precisamente lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la
asamblea, cuando dijiste: "No quiero seguir escuchando la voz del Señor,
mi Dios, ni miraré más este gran fuego, porque de lo contrario moriré".
Entonces el Señor me dijo: "Lo que acaban de decir está muy bien. Por eso,
suscitaré entre sus hermanos un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en
su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene. Al que no escuche mis palabras,
las que este profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuenta. Y si un
profeta se atreve a pronunciar en mi Nombre una palabra que yo no le he
ordenado decir, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá".
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 94, 1-2. 6-9
Ojalá hoy escuchen la
voz del Señor.
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que
nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole
gracias,
aclamemos con música al
Señor!
¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla
ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro
Dios, Y nosotros,
el pueblo que él
apacienta,
las ovejas conducidas
por su mano.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
"No endurezcan su
corazón como en Meribá,
como en el día de Masá,
en el desierto,
cuando sus padres me
tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis
obras".
SEGUNDA LECTURA
1Cor 7, 32-35
Lectura
de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto
Hermanos: Yo quiero que
ustedes vivan sin inquietudes. El que no tiene mujer se preocupa de las cosas
del Señor, buscando cómo agradar al Señor. En cambio, el que tiene mujer se
preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su
corazón está dividido. También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se
preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el
espíritu. La mujer casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo,
buscando cómo agradar a su marido. Les he dicho estas cosas para el bien de
ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es
más conveniente y se entreguen totalmente al Señor.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Mc 1, 21-28
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús entró en
Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar.
Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene
autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga de ellos un hombre
poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; " ¿Qué quieres de
nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién
eres: el Santo de Dios". Pero Jesús lo increpó, diciendo: "Cállate y
sal de este hombre". El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando
un alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban
unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de
autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!". Y su
fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Alocución de S. S. Benedicto XVI
El Evangelio de este domingo (Mc 1, 21-28) nos presenta a
Jesús que –durante el día sábado- predica en la sinagoga de Cafarnaún, la pequeña ciudad en el lago de Galilea
en donde vivían Pedro y su hermano Andrés.
A su enseñanza –que
suscitaba la maravilla de la gente- sigue la liberación de un “hombre poseído
por un espíritu inmundo” (v.23), que reconoce en Jesús el “Santo de Dios”, es
decir, el Mesías.
En poco tiempo, su
fama se difunde en toda la región, que Él recorre anunciando el Reino de Dios y
sanando todo tipo de enfermo: de palabra y de acción. San Juan Crisóstomo hace
observar como el Señor “alterna el discurso en beneficio de los que escuchan,
procediendo de los prodigios a las palabras y pasando nuevamente de la
enseñanza de su doctrina a los milagros” (Hom. in Matthæum 25, 1: PG 57, 328).
La palabra que Jesús dirige a los hombres abre inmediatamente
el acceso a la voluntad del Padre y a la verdad de sí mismos. No así, en
cambio, sucedía a los escribas, que tenían que esforzarse en interpretar las
Sagradas escrituras con numerosas reflexiones. Además, a la eficacia de la
palabra, Jesús unía aquella de los signos de la liberación del mal. San
Atanasio observa que “ordenar a los demonios y expulsarlos nos es una obra
humana sino divina”, de hecho, el Señor “alejaba de los hombres toda clase de
enfermedades. ¿Quién, viendo su poder… habría aún dudado que Él sea el Hijo, la
Sabiduría y la Potencia de Dios? (Oratio de Incarnatione Verbi 18.19: PG 25,
128 BC.129 B). La autoridad divina, no es una fuerza de la naturaleza. Es el
poder del amor de Dios que crea el universo y encarnándose en el Hijo
Unigénito, bajando en nuestra humanidad, sana el mundo corrupto por el pecado.
Romano Guardini escribe:
“Toda la existencia de Jesús es traducción de la potencia en
humildad… es la soberanía que se abaja a la forma de siervo” » (Il Potere,
Brescia 1999, 141.142).
A menudo para el hombre la autoridad significa afán de
posesión, poder, dominio, suceso. Para Dios, en cambio, la autoridad significa
servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina
para lavar los pies a los discípulos (cfr Jn 13,5), que busca el verdadero bien
del hombre, que mira las heridas, que es capaz de un amor tan grande de dar la
vida, porque es el Amor. En una de sus cartas, santa Catalina de Siena escribe:
“Es necesario que nosotros veamos y conozcamos, en verdad, con la luz de la fe,
que Dios es el Amor supremo y eterno y no puede querer sino nuestro bien” Ep.
13 in: Le Lettere, vol. 3, Bologna 1999, 206).
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