Hoy, miércoles de Ceniza, el Santo Padre ha
dedicado su catequesis de la audiencia general a reflexionar sobre el tiempo de
Cuaresma que acaba de empezar, un itinerario de 40 días que conduce al Triduo
Pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor.
Benedicto XVI recordó a
los 7.500 peregrinos que llenaban el Aula Pablo VI que, en la Iglesia antigua,
la cuaresma era el tiempo en el que los catecúmenos iniciaban su camino de fe y
conversión para recibir el bautismo.
Sucesivamente,
todos los fieles fueron invitados a vivir este periodo de renovación
espiritual. De este modo, “la participación de toda la comunidad en los
diversos pasajes del itinerario cuaresmal subraya una dimensión importante de
la espiritualidad cristiana: gracias a la muerte y resurrección de Cristo, la
redención alcanza no a unos pocos, sino a todos”.
“El
tiempo que precede la Pascua -continuó el Pontífice- es un tiempo de
'metanoia', el tiempo del cambio, del arrepentimiento; el tiempo que identifica
nuestra vida y toda nuestra historia con un proceso de conversión que se pone
en marcha ahora para encontrar al Señor al final de los tiempos”.
La Iglesia
denomina este tiempo “Cuadragésima”, tiempo de cuarenta días, con una
referencia precisa a la Sagrada Escritura, ya que “cuarenta es el número
simbólico con el que el Antiguo y el Nuevo Testamento representan los momentos
principales de la experiencia de fe del Pueblo de Dios. Es una cifra que
expresa el tiempo de la espera, de la purificación, del retorno al Señor, de la
conciencia de que Dios es fiel a sus promesas, (…) un tiempo dentro del que es
preciso decidirse a asumir las propias responsabilidades sin aplazarlas
ulteriormente. Es el tiempo de las decisiones maduras”.
Noé
transcurre 40 días en el arca a causa del diluvio, y luego ha de esperar otros
40 antes de poder bajar a tierra firme. Moisés permanece 40 días en el monte
Sinaí para recoger los Mandamientos. El pueblo hebreo peregrina 40 años por el
desierto, y goza luego de otros 40 de paz bajo el gobierno de los Jueces. Los
habitantes de Nínive hacen 40 días de penitencia para obtener el perdón de
Dios. Cuarenta son también los años de los reinados de Saúl, David y Salomón,
primeros reyes de Israel. En el Nuevo Testamento, Jesús se retira a orar al
desierto durante 40 días antes de iniciar la vida pública, y, después de la
resurrección, instruye a los discípulos durante 40 días antes de ascender al
Cielo.
La
liturgia de la Cuaresma, explicó el Papa, “tiene como fin favorecer un camino
de renovación espiritual -a la luz de esta larga experiencia bíblica- y, sobre
todo, de imitación de Jesús, que en los 40 días que pasó en el desierto nos
enseñó a vencer la tentación con la Palabra de Dios. (…) Jesús se dirige al
desierto para estar en profunda unión con el Padre. Esta dinámica es una
constante en la vida terrena de Jesús, que busca siempre momentos de soledad a
fin de rezar al Padre y permanecer en íntima y exclusiva comunión con Él, para
volver luego en medio de la gente. En este tiempo de 'desierto' (…) Jesús es
asaltado por la tentación y las seducciones del maligno, quien le propone una
vía mesiánica alejada del proyecto de Dios porque pasa a través del poder, el
éxito, el dominio, en lugar de pasar por el amor y el don total en la Cruz”.
Benedicto
XVI señaló que la Iglesia peregrina por el “desierto” del mundo y de la
historia, formado por el aspecto negativo de la realidad: “la pobreza de
palabras de vida y de valores, el secularismo y la cultura materialista, que
encierran a la persona en el horizonte mundano de la existencia sin ninguna
referencia a lo trascendente. En este ambiente, el cielo sobre nosotros es
oscuro, porque está cubierto por las nubes del egoísmo, la incomprensión y el
engaño. No obstante, también para la Iglesia de hoy el tiempo del desierto
puede transformarse en tiempo de gracia, ya que tenemos la certeza de que,
incluso de la roca más dura, Dios puede hacer brotar agua viva que refresca y
restaura”.
Para
terminar, el Santo Padre invitó a los fieles a encontrar durante este periodo
de Cuaresma “nuevo valor para aceptar con paciencia y fe cualquier situación de
dificultad, aflicción y de prueba, sabiendo que el Señor hará surgir de las
tinieblas el nuevo día. Y si somos fieles a Jesús siguiéndolo por el camino de
la Cruz, el claro mundo de Dios, el mundo de la luz, la verdad y la alegría,
nos será dado de nuevo”.
Al
término de la catequesis, Benedicto XVI saludó en varios idiomas a los
peregrinos; hablando en polaco, subrayó que “el ayuno y la oración, la
penitencia y las obras de misericordia” son los principales medios para
preparar la celebración de la Pascua.
Por
otra parte, el Papa dio una bienvenida especial a los fieles del Ordinariado
Personal de Nuestra Señora de Walsingham presentes en el Aula Pablo VI. Este
Ordinariado fue erigido hace poco más de un año, dentro del territorio de
Inglaterra y Gales, para los grupos de sacerdotes y fieles anglicanos que
desean entrar en plena comunión con la Iglesia Católica. La audiencia general
finalizó con la bendición apostólica.
Fuente: Ecclesia Digital
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