Solemnidad.
Blanco. Octava de Navidad.
Año Nuevo. Jornada mundial de la Paz.
“Al afirmar el dogma de María Madre de Dios, Dios mismo queda al
descubierto no como una idea desencarnada, un ideal de santidad extra-mundana,
una eternidad separada de la historia, sino como la Vida originaria que se
encarna por María en la carne concreta de la historia. Por eso, buscar a Dios
es descubrir su presencia en la misma historia y realidad humana, en los
acontecimientos que va realizando dentro de la historia. Esto es lo que
manifiesta el Concilio de Éfeso (año 431) con el dogma cristiano de la
Theotokos (en griego: la que pare a Dios o alumbradora de Dios), dogma que nos
lleva más allá de todo intento espiritualista” (Clara Temporelli, "María,
mujer de Dios y de los pobres", Ed. San Pablo).
Antífona
Te saludamos, santa Madre de Dios, porque diste al
mundo al Rey que gobierna para siempre el cielo y la tierra.
O bien: cf. Is 9, 1. 5; Lc
1, 33
Hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha
nacido el Señor; él será llamado Dios admirable, Príncipe de la paz, Padre para
siempre, y su reino no tendrá fin.
Oración colecta
Dios nuestro, que por la fecunda virginidad de María
otorgaste a los hombres la salvación eterna, concédenos experimentar la
intercesión de aquella por quien recibimos al Autor de la vida, Jesucristo, tu
Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por
los siglos de los siglos.
1ª
Lectura Núm 6, 22-27
Lectura del libro de los Números.
El Señor dijo a
Moisés: “Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los
israelitas. Ustedes les dirán: ‘Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el
Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te
descubra su rostro y te conceda la paz’. Que ellos invoquen mi nombre sobre los
israelitas, y yo los bendeciré”.
Palabra de Dios.
Comentario
Dios quiere hacer brillar su rostro luminoso ante toda
la humanidad. Su presencia es la que nos asegura la paz. Con las palabras del
salmo de hoy, pidamos a Dios que su bendición llegue a todos los pueblos y que
su Espíritu Santo mueva a aquellos que aún no lo conocen.
Salmo 66, 2-3.
5-6. 8
R. El Señor tenga piedad y nos bendiga.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su
rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio
y su victoria
entre las naciones. R.
Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a
los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.
El Señor tenga
piedad y nos bendiga. R.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor;
que todos los
pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de
la tierra. R.
2ª
Lectura Gál 4, 4-7
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los cristianos de Galacia.
Hermanos:
Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una
mujer y sujeto a la ley, para redimir a los que estaban sometidos a la ley y
hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios
infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios
llamándolo: ¡Abbá!, es decir: ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y
por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.
Palabra de Dios.
Comentario
Todo el tiempo de la Navidad nos hace reflexionar
sobre el modo en que Dios asume nuestra humanidad: nacido de mujer, nacido bajo
la ley. Esta realidad nuestra, concreta, terrenal, palpable, es la que queda
consagrada por la encarnación del Hijo de Dios.
Aleluya Heb
1, 1-2
Aleluya. Después de haber hablado a nuestros padres
por medio de los profetas, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su
Hijo. Aleluya.
Evangelio Lc 2, 16-21
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas.
Los pastores
fueron rápidamente adonde les había dicho el ángel del Señor, y encontraron a
María, a José y al recién nacido acostado en un pesebre. Al verlo, contaron lo
que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban, quedaron
admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas
cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y
glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio
que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño
y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el ángel
antes de su concepción.
Palabra del Señor.
Comentario
Para la antropología bíblica, el corazón representa lo
más íntimo de cada ser. Es el lugar de las decisiones, que conjuga la
inteligencia y los sentimientos. Allí, en lo más íntimo, donde se juegan las
opciones profundas de vida, allí María guarda todo lo que viene de Dios.
Oración sobre las
ofrendas
Dios nuestro, que con tu bondad comienzas y
perfeccionas toda obra buena, concede que, así como nos alegramos en la fiesta
de Santa María, Madre de Dios, al celebrar la aurora de la salvación, podamos
también gozar de la plenitud de tu gracia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de
comunión Heb 13, 8
Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para
siempre.
Oración después de la comunión
Señor y Dios nuestro, hemos recibido con alegría los
sacramentos celestiales; te pedimos que nos ayuden a alcanzar la vida eterna a
cuantos nos gloriamos de proclamar a María, siempre Virgen, Madre de tu Hijo y
Madre de la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fuente: San Pablo
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Vuelven hoy a la mente las palabras con las que Isabel pronunció su bendición sobre la Virgen Santa: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1,42-43).
Esta bendición está en continuidad con la bendición sacerdotal
que Dios había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a
todo el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro
sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te
conceda la paz» (Nm 6,24-26). Con la celebración de la solemnidad
de María, la Santa Madre de Dios, la Iglesia nos recuerda que María es
la primera destinataria de esta bendición. Se cumple en ella, pues
ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como
María, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo
puedan contemplar.
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