domingo, 29 de abril de 2012

Domingo 4° de Pascua 29-04-12


PRIMERA LECTURA
Hech 4, 8-12

Lectura de los Hechos de los apóstoles.

      En aquellos días: Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue sanado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el Nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre lo muertos. Él es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque, en ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos salvarnos".

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 117, 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29

Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor. 
O bien: Aleluya.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, 
porque es eterno su amor! 
Es mejor refugiarse en el Señor 
que fiarse de los hombres; 
es mejor refugiarse en el Señor 
que fiarse de los poderosos. 

Yo te doy gracias porque me escuchaste 
y fuiste mi salvación. 
La piedra que desecharon los constructores 
es ahora la piedra angular. 
Esto ha sido hecho por el Señor 
y es admirable a nuestros ojos. 

¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 
Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: 
Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias; 
Dios mío, yo te glorifico. 
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, 
porque es eterno su amor! 

SEGUNDA LECTURA
1Jn 3, 1-2

Lectura de la primera carta de san Juan.

      Queridos hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Jn 10,11-18

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

      Jesús dijo: "Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.  Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre".

Palabra del Señor.

Resucitó el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se entregó a la muerte por su rebaño. Aleluya.

Saludo del Papa en español tras el Regina Coeli del 29 de abril 2012.

      Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los alumnos de diversos centros escolares de Blanca, Murcia. En el Evangelio de este domingo, Cristo se presenta como el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas. 
   Pidámosle a Él que conceda a su Iglesia abundantes vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras, que ayuden a sus hermanos a acoger su mensaje de salvación. Feliz Domingo.

La Alocución de S. S. Benedicto XVI para el Regina Coeli 4º Domingo Pascua

      Acaba de terminar, en la Basílica de San Pedro, la celebración eucarística en la que he ordenado a nueve presbíteros de la Diócesis de Roma. ¡Rindamos gracias a Dios por este don, signo de su amor fiel y providente para la Iglesia! 

      Estrechémonos espiritualmente a estos sacerdotes novelos y oremos para que acojan plenamente la gracia del Sacramento que los ha conformado a Jesús Sacerdote y Pastor. Oremos para que todos los jóvenes estén atentos a la voz de Dios que interiormente habla a su corazón y los llama a desapegarse de todo para servirlo a Él.

    Con este objetivo está dedicada la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que hoy celebramos. En efecto, el Señor llama siempre, pero tantas veces nosotros no lo escuchamos. Somos distraídos por muchas cosas, por otras voces más superficiales; y además tenemos miedo de escuchar la voz del Señor, porque pensamos que pueda quitarnos nuestra libertad.

      En realidad, cada uno de nosotros es fruto del amor: ciertamente, el amor de los padres, pero, más profundamente, el amor de Dios. Dice la Biblia ¿Se olvida una madre de su criatura? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! (cfr Is 49,15). En el momento en el que me doy cuenta de esto, mi vida cambia: se convierte en respuesta a este amor, más grande que cualquier otro, y así se realiza plenamente mi libertad.

     Los jóvenes que hoy consagro sacerdotes no son diferentes de los demás jóvenes, sino que han sido tocados profundamente por la belleza del amor de Dios, y no han podido evitar de responder con toda su vida. ¿Cómo han encontrado el amor de Dios? Lo han encontrado en Jesucristo: en su Evangelio, en la Eucaristía y en la comunidad de la Iglesia. En la Iglesia se descubre que la vida de cada hombre es una historia de amor. Nos lo muestra claramente la Sagrada Escritura, y nos lo confirma el testimonio de los santos. Es ejemplar la expresión de san Agustín, que en sus Confesiones se dirige a Dios diciendo: “¡Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva! ¡Tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera… Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo… Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera” (Confesiones, Capítulo 10. 27.38). 

      Queridos amigos, oremos por la Iglesia, por cada comunidad local para que sea como un jardín irrigado en el que puedan germinar y madurar todas las semillas de vocación que Dios esparce en abundancia. Oremos para que por doquier se cultive este jardín, en el gozo de sentirse todos llamados, en la variedad de los dones. En particular, que las familias sean el primer ambiente en el que se “respira” el amor de Dios, que da fuerza interior también entre las dificultades y las pruebas de la vida. Quien vive en familia la experiencia del amor de Dios, recibe un don inestimable que lleva fruto a su tiempo. Nos obtenga todo esto la Bienaventurada Virgen María, modelo de acogida libre y obediente a la divina llamada, Madre de cada vocación en la Iglesia.
      
Fuente: 

viernes, 27 de abril de 2012

La Imitación de Cristo. Libro 1. Capítulo 3. En esta vida...

4. En esta vida, toda obra, por buena que sea, se junta con alguna imperfección; y todo razonamiento, por profundo que sea, no va exento de oscuridad. Por lo tanto el humilde conocimiento de ti mismo constituye el camino que te llevará más seguramente a Dios que una docta discusión filosófica.
Desde ya la ciencia no es una culpa, y menos todavía el simple conocimiento de las cosas –que es, en sí, un bien y es ordenado por Dios-, pero siempre es preferible la recta conciencia y la vida virtuosa. Muchos se extravían y no producen frutos buenos, o producen muy pocos, porque se preocupan más en adquirir la ciencia que la santidad de vida.

jueves, 26 de abril de 2012

Domingo 3° de Pascua Ciclo B 22-04-12


PRIMERA LECTURA
Hech 3, 13-15. 17-19

Lectura de los Hechos de los apóstoles.

      En aquellos días, Pedro dijo al pueblo: "El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerlo en libertad. Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer. Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados".

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 4, 2. 4. 7. 9

Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro. O bien: Aleluya.

Respóndeme cuando te invoco, 
Dios, mi defensor, 
tú, que en la angustia me diste un desahogo: 
ten piedad de mí y escucha mi oración. 

Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: 
Él me escucha siempre que lo invoco. 
Hay muchos que preguntan: 
"¿Quién nos mostrará la felicidad, 
si la luz de tu rostro, Señor, 
se ha alejado de nosotros?".

Me acuesto en paz 
y en seguida me duermo, 
porque sólo tú, Señor, 
aseguras mi descanso. 

SEGUNDA LECTURA
1Jn 2, 1-5

Lectura de la primera carta de san Juan.

      Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos. El que dice: "Yo lo conozco", y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lc 24, 35-48
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

      Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".  Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".  Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto".

Palabra del Señor

Alocución de S. S. Benedicto XVI

      Queridos hermanos y hermanas: Hoy, tercer Domingo de Pascua, encontramos -en el Evangelio según san Lucas- a Jesús resucitado que se presenta en medio de los discípulos (cfr Lc 24,36), los cuales incrédulos y asustados, piensan que ven un fantasma (cfr Lc 24,37). 

      Escribe Romano Guardini: “El Señor ha cambiado. No vive más como antes. Su existencia… no es comprensible. Y sin embargo es corpórea, incluye… toda su vida vivida, el destino atravesado, la pasión y su muerte. Todo es realidad. Si, cambiada, pero siempre una realidad tangible” (El Señor. Meditaciones sobre la persona y la vida de NS. Jesucristo, Milán 1949, 433). Porque la resurrección no cancela los signos de la cruficixión, Jesús muestra a los apóstoles las manos y los pies. Y para convencerlos, les pide incluso algo de comer. Así los discípulos “le ofrecen una porción de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de ellos” (Lc 24,42-43). San Gregorio Magno comenta que “el pescado asado en el fuego tiene el significado de la pasión de Jesús Mediador entre Dios y los hombres. Él, en efecto, se dignó esconderse en las aguas del género humano, aceptó de ser sometido al lazo de nuestra muerte y fue como puesto al fuego por los dolores que sufrió en el tiempo de la pasión” (Hom. en Evang. XXIV, 5: CCL 141, Turnhout 1999, 201).

      Gracias a estos signos muy reales, los discípulos superan la duda inicial y se abren al don de la fe; y esta fe les permite comprender lo que se ha escrito sobre Cristo “en la ley de Moisés en los Profetas y en los Salmos”(Lc 24,44). Leemos, en efecto, que Jesús “les abrió la mente para comprender las escrituras y les dijo: “Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.  Ustedes son testigos de todo esto.” (Lc 24,45-48). El Salvador nos asegura su presencia real entre nosotros, por medio de la Palabra y de la Eucaristía. Así como los discípulos de Emaús reconocieron a Jesús al partir el pan (cfr Lc 24,35), así también nosotros encontramos al Señor en la Celebración eucarística. A este propósito explica Santo Tomás de Aquino, que “es necesario reconocer según la fe católica, que todo el Cristo esta presente en este sacramento…. Porque jamás la divinidad ha dejado el cuerpo que asumió” (S.Th. III, q. 76, a. 1).

      Queridos amigos, en el tiempo pascual la Iglesia, a menudo, administra la Primera Comunión a los niños. Exhorto, por tanto, a los párrocos, a los padres de familia y a los catequistas que preparen bien esta fiesta de la fe, con gran fervor pero también con sobriedad. “este día permanece justamente impreso en la memoria como el primer momento en el que… se percibe la importancia del encuentro personal con Jesús” (Esort. ap. postsin. Sacramentum caritatis, 19).

     Que la Madre de Dios nos ayude a escuchar con atención la Palabra del Señor y a participar dignamente en la mesa del Sacrificio Eucarístico, para convertirnos en testimonios de la nueva humanidad.” 

Fuente:

miércoles, 25 de abril de 2012

Domingo de la Divina Misericordia 15-04-12


PRIMERA LECTURA
Hech 4, 32-35

Lectura de los Hechos de los apóstoles.

      La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima.  Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 117, 2-4. 16-18. 22-24

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! 

O bien: Aleluya.

Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor! 

"La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas".
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente,
pero no me entregó a la muerte. 

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Éste es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él. 

SEGUNDA LECTURA
1Jn 5, 1-6

Lectura de la primera carta de san Juan.

      Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.  ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Jn 20, 19-31

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

      Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".  Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomás respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Éstos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Palabra del Señor.

Alocución de S. S. Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

      Cada año, al celebrar la Pascua, revivimos la experiencia de los primeros discípulos de Jesús, la experiencia del encuentro con él resucitado: el Evangelio de san Juan dice que lo vieron aparecer en medio de ellos, en el cenáculo, la tarde del mismo día de la Resurrección, «el primero de la semana», y luego «ocho días después» (cf. Jn 20, 19.26). Ese día, llamado después «domingo», «día del Señor», es el día de la asamblea, de la comunidad cristiana que se reúne para su culto propio, es decir la Eucaristía, culto nuevo y distinto desde el principio del judío del sábado. De hecho, la celebración del día del Señor es una prueba muy fuerte de la Resurrección de Cristo, porque sólo un acontecimiento extraordinario y trascendente podía inducir a los primeros cristianos a iniciar un culto diferente al sábado judío.

      Entonces, como ahora, el culto cristiano no es sólo una conmemoración de acontecimientos pasados, y mucho menos una experiencia mística particular, interior, sino fundamentalmente un encuentro con el Señor resucitado, que vive en la dimensión de Dios, más allá del tiempo y del espacio, y sin embargo está realmente presente en medio de la comunidad, nos habla en las Sagradas Escrituras, y parte para nosotros el Pan de vida eterna. A través de estos signos vivimos lo que experimentaron los discípulos, es decir, el hecho de ver a Jesús y al mismo tiempo no reconocerlo; de tocar su cuerpo, un cuerpo verdadero, pero libre de ataduras terrenales.

      Es muy importante lo que refiere el Evangelio, o sea, que Jesús, en las dos apariciones a los Apóstoles reunidos en el cenáculo, repitió varias veces el saludo: «Paz a vosotros» (Jn 20, 19.21.26). El saludo tradicional, con el que se desea el shalom, la paz, se convierte aquí en algo nuevo: se convierte en el don de aquella paz que sólo Jesús puede dar, porque es el fruto de su victoria radical sobre el mal. La «paz» que Jesús ofrece a sus amigos es el fruto del amor de Dios que lo llevó a morir en la cruz, a derramar toda su sangre, como Cordero manso y humilde, «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14). Por eso el beato Juan Pablo II quiso dedicar este domingo después de Pascua a la Divina Misericordia, con una imagen bien precisa: la del costado traspasado de Cristo, del que salen sangre y agua, según el testimonio ocular del apóstol san Juan (cf. Jn 19, 34-37). Pero Cristo ya ha resucitado, y de él vivo brotan los sacramentos pascuales del Bautismo y la Eucaristía: los que se acercan a ellos con fe reciben el don de la vida eterna.

      Queridos hermanos y hermanas, acojamos el don de la paz que nos ofrece Jesús resucitado; dejémonos llenar el corazón de su misericordia. De esta manera, con la fuerza del Espíritu Santo, el Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos, también nosotros podemos llevar a los demás estos dones pascuales. Que nos lo obtenga María santísima, Madre de Misericordia.

Fuente: 

Mensaje Urbi et Orbi de Su Santidad Benedicto XVI 8-04-12


Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero

«Surrexit Christus, spes mea» – «Resucitó Cristo, mi esperanza» (Secuencia pascual).

      Llegue a todos vosotros la voz exultante de la Iglesia, con las palabras que el antiguo himno pone en labios de María Magdalena, la primera en encontrar en la mañana de Pascua a Jesús resucitado. Ella corrió hacia los otros discípulos y, con el corazón sobrecogido, les anunció: «He visto al Señor» (Jn 20,18).   También nosotros, que hemos atravesado el desierto de la Cuaresma y los días dolorosos de la Pasión, hoy abrimos las puertas al grito de victoria: «¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado verdaderamente!».

      Todo cristiano revive la experiencia de María Magdalena. Es un encuentro que cambia la vida: el encuentro con un hombre único, que nos hace sentir toda la bondad y la verdad de Dios, que nos libra del mal, no de un modo superficial, momentáneo, sino que nos libra de él radicalmente, nos cura completamente y nos devuelve nuestra dignidad. He aquí porqué la Magdalena llama a Jesús «mi esperanza»: porque ha sido Él quien la ha hecho renacer, le ha dado un futuro nuevo, una existencia buena, libre del mal. «Cristo, mi esperanza», significa que cada deseo mío de bien encuentra en Él una posibilidad real: con Él puedo esperar que mi vida sea buena y sea plena, eterna, porque es Dios mismo que se ha hecho cercano hasta entrar en nuestra humanidad.

      Pero María Magdalena, como los otros discípulos, han tenido que ver a Jesús rechazado por los jefes del pueblo, capturado, flagelado, condenado a muerte y crucificado. Debe haber sido insoportable ver la Bondad en persona sometida a la maldad humana, la Verdad escarnecida por la mentira, la Misericordia injuriada por la venganza. Con la muerte de Jesús, parecía fracasar la esperanza de cuantos confiaron en Él. Pero aquella fe nunca dejó de faltar completamente: sobre todo en el corazón de la Virgen María, la madre de Jesús, la llama quedó encendida con viveza también en la oscuridad de la noche. En este mundo, la esperanza no puede dejar de hacer cuentas con la dureza del mal. No es solamente el muro de la muerte lo que la obstaculiza, sino más aún las puntas aguzadas de la envidia y el orgullo, de la mentira y de la violencia. Jesús ha pasado por esta trama mortal, para abrirnos el paso hacia el reino de la vida. Hubo un momento en el que Jesús aparecía derrotado: las tinieblas habían invadido la tierra, el silencio de Dios era total, la esperanza una palabra que ya parecía vana.

      Y he aquí que, al alba del día después del sábado, se encuentra el sepulcro vacío. Después, Jesús se manifiesta a la Magdalena, a las otras mujeres, a los discípulos. La fe renace más viva y más fuerte que nunca, ya invencible, porque fundada en una experiencia decisiva: «Lucharon vida y muerte / en singular batalla, / y, muerto el que es Vida, triunfante se levanta». Las señales de la resurrección testimonian la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, de la misericordia sobre la venganza: «Mi Señor glorioso, / la tumba abandonada, / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja».

      Queridos hermanos y hermanas: si Jesús ha resucitado, entonces –y sólo entonces– ha ocurrido algo realmente nuevo, que cambia la condición del hombre y del mundo. Entonces Él, Jesús, es alguien del que podemos fiarnos de modo absoluto, y no solamente confiar en su mensaje, sino precisamente en Él, porque el resucitado no pertenece al pasado, sino que está presente hoy, vivo. Cristo es esperanza y consuelo de modo particular para las comunidades cristianas que más pruebas padecen a causa de la fe, por discriminaciones y persecuciones. Y está presente como fuerza de esperanza a través de su Iglesia, cercano a cada situación humana de sufrimiento e injusticia.

      Que Cristo resucitado otorgue esperanza a Oriente Próximo, para que todos los componentes étnicos, culturales y religiosos de esa Región colaboren en favor del bien común y el respeto de los derechos humanos. En particular, que en Siria cese el derramamiento de sangre y se emprenda sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la reconciliación, como auspicia también la comunidad internacional. Y que los numerosos prófugos provenientes de ese país y necesitados de asistencia humanitaria, encuentren la acogida y solidaridad que alivien sus penosos sufrimientos. Que la victoria pascual aliente al pueblo iraquí a no escatimar ningún esfuerzo para avanzar en el camino de la estabilidad y del desarrollo. Y, en Tierra Santa, que israelíes y palestinos reemprendan el proceso de paz.

      Que el Señor, vencedor del mal y de la muerte, sustente a las comunidades cristianas del Continente africano, las dé esperanza para afrontar las dificultades y las haga agentes de paz y artífices del desarrollo de las sociedades a las que pertenecen.

      Que Jesús resucitado reconforte a las poblaciones del Cuerno de África y favorezca su reconciliación; que ayude a la Región de los Grandes Lagos, a Sudán y Sudán del Sur, concediendo a sus respectivos habitantes la fuerza del perdón. Y que a Malí, que atraviesa un momento político delicado, Cristo glorioso le dé paz y estabilidad. Que a Nigeria, teatro en los últimos tiempos de sangrientos atentados terroristas, la alegría pascual le infunda las energías necesarias para recomenzar a construir una sociedad pacífica y respetuosa de la libertad religiosa de todos sus ciudadanos.
Feliz Pascua a todos.

Fuente: La Santa Sede

Domingo de Pascua Ciclo B 08-04-12


PRIMERA LECTURA
Hech 10, 34. 37-43

Lectura de los Hechos de los Apóstoles.

      Pedro, tomando la palabra, dijo: "Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección. Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre?

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 117, 1-2. 16-17. 22-23

Éste es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.
O bien: Aleluya, Aleluya, Aleluya.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡Es eterno su amor! 

La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor. 

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos. 

SEGUNDA LECTURA
Col 3, 1-4

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas.

      Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Por que ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios.   Cuando se manifieste Cristo, que es la vida de ustedes, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.

Palabra de Dios.

Secuencia

Cristianos,
ofrezcamos al Cordero pascual
nuestro sacrificio de alabanza.
El Cordero ha redimido a las ovejas:
Cristo, el inocente,
reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la vida
se enfrentaron en un duelo admirable:
el Rey de la vida estuvo muerto,
y ahora vive.
Dinos, María Magdalena,
¿qué viste en el camino?
He visto el sepulcro del Cristo viviente
y la gloria del Señor resucitado.
He visto a los ángeles,
testigos del milagro,
he visto el sudario
y las vestiduras.
Ha resucitado Cristo,
mi esperanza,
y precederá a los discípulos en Galilea.
Sabemos que Cristo resucitó realmente;
tú, Rey victorioso,
ten piedad de nosotros.

EVANGELIO
Jn 20, 1-9

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto?�. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.


Palabra del Señor.



Reflexión



El sepulcro mostró que él resucito
      Entró algo desconfiado Pedro en la casa del oficial romano, ya que la llamada de ese pagano no le convencía. Después quedó asombrado. Ahora habla calmo, firme y seguro. Había empezado a comprender que Jesús no pertenecía sólo al pueblo judío, sino a toda la humanidad, entonces anuncia a los paganos la Buena Nueva de la Paz, como lo hará Pablo más tarde (Ef 2, 14), pero con la autoridad del testigo: “nosotros, que hemos comido y bebido con él”, expresión común en el Primer Testa- mento para indicar la familiaridad que nace de la vida compartida y que autoriza a ser testigo digno de fe (Éx 24, 11). Jesús se había manifestado resucitado sólo a sus discípulos. Lo vieron, fue una experiencia sólida, de carne y hueso, pero también trascendente, difícil de entender. Jesús era el mismo, pero su cuerpo y su presencia eran diferentes; era él, pero no era la vida de antes la que ahora percibían en él. En el pasaje del evangelio, Juan insiste en un contraste: su ventaja sobre Pedro. “Corrió por delante más rápido, llegó primero vio y creyó”, parece insinuar que Pedro entró primero sí, pero no entendió lo que vio. Juan respeta la primacía de Pedro, pero se abre inmediatamente a la comprensión del misterio. Era el “discípulo amado”. El sudario, signo de la corrupción con que la muerte desfigura el rostro del ser humano, estaba plegado y separado, es decir dominado y eliminado. Para Lázaro no fue así, cuando salió del sepulcro (11, 44), todavía le tapaba la cara. Desconcierta la frase que sigue: “Todavía no habían entendido”, porque acaba de decir que “creyó”, acción que seguiría a un comprender. Juan creyó por lo que vio, pero era el testimonio de las Escrituras lo que todavía les faltaba comprender.
P. Aldo Ranieri
Fuente: San Pablo

¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! ¡Aleluya!



Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con Nueva Alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla y,
muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?

A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles
parte en tu victoria santa.