miércoles, 30 de noviembre de 2011

Domingo 33° Tiempo ordinario Ciclo A 13-11-11


PRIMERA LECTURA
Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31

Lectura del libro de los Proverbios.

Una buena ama de casa, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas. El corazón de su marido confía en ella y no le faltará compensación. Ella le hace el bien, y nunca el mal, todos los días de su vida. Se procura la lana y el lino, y trabaja de buena gana con sus manos. Aplica sus manos a la rueca y sus dedos manejan el huso. Abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente. Engañoso es el encanto y vana la hermosura: la mujer que teme al Señor merece ser alabada. Entréguenle el fruto de sus manos y que sus obras la alaben públicamente.
Palabra de Dios.

SALMO
Sal 127, 1-5

¡Feliz quien ama al Señor!

¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! 
Comerás del fruto de tu trabajo, 
serás feliz y todo te irá bien.

Tu esposa será como una vid fecunda 
en el seno de tu hogar; tus hijos, 
como retoños de olivo alrededor de tu mesa. 

¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! 
¡Que el Señor te bendiga desde Sión 
todos los días de tu vida: 
que contemples la paz de Jerusalén! 

SEGUNDA LECTURA

1Tes 5, 1-6
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.

Hermanos: En cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar. Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Mt 25, 14-30
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. "Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido un solo talento. "Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!". Pero el señor le respondió: "Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes".

Palabra del Señor.


Alocución de Su Santidad Benedicto XVI en el Ángelus del Domingo 13-11-11


La palabra de Dios de este domingo – la penúltima del año litúrgico- nos advierte sobre lo provisorio de la existencia terrena y nos invita a vivirla como una peregrinación, teniendo la mirada, dirigida hacia la meta, hacia aquel Dios que nos ha creado y porque nos hizo para sí, es nuestro último destino, y el sentido de nuestro vivir.

Pasaje obligado para alcanzar esta realidad definitiva es la muerte, seguida del juicio final. El Apóstol Pablo recuerda que “el día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche.” (1 Ts 5,2), esto es sin preaviso. La conciencia del regreso glorioso del Señor Jesús nos anima a vivir en una actitud de vigilancia, esperando su manifestación con la constante memoria de su primera venida.
En la célebre parábola de los talentos –que recuerda el evangelista Mateo (cfr 25,14-30) – Jesús habla de los tres servidores a los cuales el patrón, al momento de partir por un largo viaje, confía sus propios bienes. Dos de ellos se comportan bien, porque hacen fructificar el doble de los bienes recibidos. El tercero en cambio, esconde el dinero recibido en un hoyo. Al regresar a su casa el patrón pide la cuenta a sus servidores de cuanto les había confiado y mientras se complace de los dos primeros, queda desilusionado del tercero. En efecto, ese servidor, que ha escondido el talento sin valorizarlo, hizo mal sus cuentas: se comportó como si su patrón no tendría que regresar más, como si no habría venido el día en que le habría pedido cuentas de su obrar. Con esta parábola, Jesús quiere enseñar a los discípulos a usar bien sus dones: Dios llama a cada hombre a la vida y le entrega los talentos, confiándole al mismo tiempo una misión por cumplir.
Sería de necios pensar que estos dones sean debidos, así como renunciar a emplearlos, sería como no responder al objetivo de la propia existencia. Comentando esta página evangélica, san Gregorio Magno, nota que a nadie el Señor le deja sin el don de su caridad, del amor. Él escribe: “es por esto necesario, hermanos míos, que pongan todo cuidado en la custodia de la caridad, en toda acción que tengan que cumplir” (Homilía sobre los Evangelios 9,6). Y tras haber precisado que la verdadera caridad consiste en el amar tanto a los amigos como a los enemigos, agrega: “si a uno le falta esta virtud, pierde todo bien que tiene, y es privado del talento recibido y será expulsado afuera, en las tinieblas”. (ibidem).
Queridos hermanos, ¡recibamos la invitación a la vigilancia, a la que muchas veces nos llaman las escrituras! Esta es la actitud de quien sabe que el Señor regresará y querrá ver en nosotros los frutos de su amor. La caridad es el bien fundamental que nadie debe dejar de hacer fructificar y sin la cual cualquier otro don es vano (cfr 1 Cor 13,3). Si Jesús nos ha amado al punto de dar su vida por nosotros (cfr 1 Gv 3,16), ¿cómo podremos dejar de amar a Dios con todo nuestro amor y amarnos los unos a los otros de verdadero corazón?(cfr 1 Gv 4,11) Solo practicando la caridad, también nosotros podremos tomar parte de la alegría de nuestro Señor. Que la Virgen María sea nuestra maestra de laboriosa y alegre vigilancia en el camino hacia el encuentro con Dios.
(Traducción del italiano Patricia Ynestroza - RV)


Mensaje de María Reina de la Paz 2-11-11



       Cada día 2 del mes, nuestra Madre, la Virgen María, da un mensaje especial al mundo para los que ella llama "mis hijos que no conocen el amor de Dios". Concretamente para todos aquellos que no creen en Dios ni aceptan a Cristo como su Salvador. 


      Queridos hijos, el Padre no los abandona a merced de ustedes mismos. Su Amor es inconmensurable, amor que me conduce a ustedes para ayudarlos a conocerlo para que todos, por medio de mi Hijo, puedan llamarlo con todo el corazón "Padre", y para que puedan ser un pueblo en la familia de Dios. Pero, hijos míos, no olviden que ustedes no están en este mundo sólo para ustedes, y que yo no los estoy llamando aquí sólo para su único beneficio. Los que siguen a mi Hijo piensan en el hermano en Cristo como si se tratase de ellos mismos y no conocen el egoísmo. Por eso, deseo que ustedes sean la luz de mi Hijo, que ustedes iluminen el camino a todos aquellos que no han conocido al Padre, a todos aquellos que deambulan en la tiniebla del pecado, de la desesperación, del dolor y de la soledad, y que con su vida les muestren a ellos el amor de Dios. Estoy con ustedes. Si abren sus corazones los guiaré. Nuevamente los invito a que oren por sus pastores. Gracias.


Comentario


         La pregunta que, dentro de la Iglesia más que fuera de ella, algunos se hacen es: “¿Cómo puede ser que la Virgen venga durante tanto tiempo y repita casi las mismas cosas?”, es un cuestionamiento que parte de la incredulidad o del escepticismo. Quienes, en cambio, desde la fe en estas apariciones, se preguntan “¿Por qué la Santísima Virgen tiene necesidad de aparecer durante tanto tiempo?”, tienen la respuesta en este mensaje que, bien mirado, condensa la historia de la salvación y nuestro propio tiempo. 

Dios no abandona al hombre. Historia de la Salvación. 

         La historia de la salvación es la historia de amor de Dios por la humanidad y por cada hombre en particular. En la plenitud de los tiempos –como dice san Pablo en Gálatas-, es decir cuando el tiempo de la historia del hombre era ya maduro, el Padre envía al Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley (Cf. Gal 4:4). Envía al Hijo al pueblo que dos milenios antes se había escogido y separado para Él, y fue formando por medio de patriarcas y de profetas. Es el pueblo hebreo al que Dios le da la Ley por medio de Moisés, y al que no abandona a pesar de todas las infidelidades cometidas a lo largo de los siglos. Si el pueblo fue infiel Dios es eternamente fiel a su Alianza. Por ello, después de cada apostasía y de cada corrección vuelve Dios a comenzar con un pequeño resto que le ha permanecido fiel. 
         
“Nació de mujer”, dice el Apóstol. El Hijo eterno del Padre asume la humanidad de una joven doncella de aquel pueblo fiel a la Alianza, a la Ley, a su Dios. Es de María que el Hijo recibe no sólo la carne sino el calor, las enseñanzas e instrucción, los cuidados de madre, y que –se puede decir- crece con Él porque ella atesoraba todo en su corazón. “Todo” era lo que ella vivía, desde la concepción de aquel Hijo, a lo largo de toda su vida junto a su Jesús. Todo lo que meditaba y guardaba en el corazón era mucho de lo que por su fe superaba a lo que la razón no alcanzaba a comprender. 
         
El Hijo vino al mundo para que el mundo se salve. En el plan divino el pueblo judío, aceptando a su Mesías, debía ser el instrumento de salvación de la humanidad. “La salvación viene por los judíos”, le había dicho el Señor a la samaritana. 
         
Jesús comenzó su vida pública llamando a los suyos a la conversión a Dios, mientras apoyaba sus enseñanzas en signos y prodigios, que siglos antes habían sido profetizados como propios del Mesías de Israel. “Anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo”. 
         
Al principio muchos judíos lo reconocieron como el Mesías que debía venir, pero luego, incitados por las autoridades religiosas y por la idea equivocada que tenían de un salvador victorioso, acabaron negándolo. Y nuevamente, sólo un pequeño resto fue fiel. Aunque por miedo, muchos lo abandonaron en el momento de su Pasión. Sólo lo acompañaron su Madre, las mujeres, algunas de las cuales lo seguían desde Galilea, y el discípulo amado del Señor.
         Jesús cumplió su obra de salvación muriendo en la cruz, voluntariamente aceptada porque ese era el designio del Padre. Resucitando destruyó la muerte y nos dio nueva vida.
         La noche antes de su Pasión, fundó la Iglesia al dejarnos la Eucaristía y el sacerdocio.
         La Iglesia nace el Jueves Santo anticipando sacramentalmente el sacrificio redentor del Viernes Santo. 
         
Resucitado envió a sus apóstoles a todo el mundo a proclamar el Evangelio de salvación y a bautizar a las naciones y, como lo había prometido, les dio en Pentecostés, el Espíritu Santo, la fuerza para llevar a cabo la misión y para santificar todas las cosas.
         Así nació la Iglesia de Cristo, y nació con Pedro como cabeza. Aquellos apóstoles, aquellos pastores y los que los sucedieron enseñaron la verdad de la salvación hasta dar el testimonio de sus propias vidas. 
         
Y bautizaron, y perdonaron, y dieron el alimento de vida eterna en cada Eucaristía, y enseñaron la verdadera doctrina contenida en la Palabra y combatieron las herejías, mientras el Espíritu Santo les iba guiando hasta la verdad completa. 
         
Aquellos apóstoles ordenaron nuevos obispos y nuevos presbíteros, iniciando la sucesión de ordenaciones que en dos mil años jamás ha cesado.
         Dios no abandona al hombre. De aquellos inicios la Iglesia se expande por el mundo mostrando su catolicidad, porque en todas partes es misma la enseñanza, mismos los sacramentos, misma la fe, misma la moral. 

martes, 29 de noviembre de 2011

Señor, mi alma tiene sed de Tí. Salmo 63


Domingo 32° Tiempo Ordinario Ciclo A 6-11-11


PRIMERA LECTURA

Sab 6, 12-16

Lectura del libro de la Sabiduría.

La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.

Palabra de Dios.

SALMO

Sal 62, 2-8

Mi alma tiene sed de ti, Señor.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; 
mi alma tiene sed de ti, 
por ti suspira mi carne como tierra sedienta, 
reseca y sin agua. 

Sí, yo te contemplé en el Santuario 
para ver tu poder y tu gloria. 
Porque tu amor vale más que la vida, 
mis labios te alabarán. 

Así te bendeciré mientras viva 
y alzaré mis manos en tu Nombre. 
Mi alma quedará saciada 
como con un manjar delicioso, 
y mi boca te alabará con júbilo en los labios.

Mientras me acuerdo de ti en mi lecho 
y en las horas de la noche medito en ti, 
veo que has sido mi ayuda 
y soy feliz a la sombra de tus alas.

SEGUNDA LECTURA

1Tes 4, 13-18

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él. Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos.

Palabra de Dios.


Comentario

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él.

EVANGELIO

Mt 25, 1-13

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: "El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. Pero éstas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos'. Pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora".

Palabra del Señor.

¡Ya viene el esposo! ¿Cómo lo recibimos?
Hoy terminamos el año litúrgico con la fiesta de Cristo, Rey del universo. Las lecturas son inspiradas a una pregunta clave de los discípulos a Jesús: “Dinos cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo” (24, 3). Jesús responde con una parábola dirigida a un grupo muy selecto de personas, muchachas no casadas. Hay varias cosas que no son claras. Estamos en un ambiente de bodas, y sin embargo, el lugar central no lo ocupa el novio o la novia, sino... el aceite.
Evidentemente un símbolo, pero ¿de qué? Además, las compañeras no esperan a la novia, sino al novio. El novio llega a la hora que se le antoja, cosa muy incómoda para gente normal. Es excesiva la exigencia de puntualidad: si llegas tarde, se te cierra la puerta en la cara y la sanción es terrible “no tengo nada que ver con ustedes” (7,21-23). En relación al aceite, un grupo de las muchachas son definidas “precavidas”, pensaron que podía no alcanzar. De ser así, el otro grupo sería tildado de “presumidas”. Lo que tienen en común es que todas se quedaron dormidas. El final de la parábola (v. 13) 
Invita a “estar despierto” y no dormirse, es decir las condena a todas. El sueño es muchas veces una manera de hablar de la muerte o, como aquí, quedarse sin hacer nada. Lo cierto es que aún con lo poco de aceite que le quedaba, algunas pudieron entrar. ¿Qué será este aceite? Su sentido simbólico lo da la primera lectura: ¡era tan fácil de conseguir! hasta a la medianoche te lo podían vender, pero es tan necesario para entrar en esas bodas.
P. Aldo Ranieri

Fuente: San Pablo. Liturgia

Sencillo y escondido. Padre Eduardo Meana


Señor, mi corazón no está engreído
mis ojos no pretenden ser soberbios
no voy por un camino de grandeza
sencillo y escondido es mi sendero.
    
No busco maravillas ni prodigios
pues me conozco y sé que soy pequeño
mantengo el corazón en paz contigo
y mi alma está tranquila y en silencio.

SEÑOR TE REVELASTE COMO PADRE
DESDE MI PEQUEÑEZ YO TE CONTEMPLO.

Un niño en el regazo de su madre
parece mi alma dentro de mi pecho
pues tú le das respuesta a mis temores
trayendo la certeza de lo eterno.

Un niño en los brazos de su padre
descansa y se abandona sin recelos
así también me basta tu presencia
para colmar en mi alma todo anhelo.

                                                                                                          



Domingo 31° Tiempo Ordinario 30-10-11


PRIMERA LECTURA

Mal 1, 14--2, 2. 8-10

Lectura de la profecía de Malaquías

Yo soy un gran Rey, dice el Señor de los ejércitos, y mi Nombre es temible entre las naciones. ¡Y ahora, para ustedes es esta advertencia, sacerdotes! Si no escuchan y no se deciden a dar gloria a mi Nombre, dice el Señor de los ejércitos, Yo enviaré sobre ustedes la maldición. Ustedes se han desviado del camino, han hecho tropezar a muchos con su doctrina, han pervertido la alianza con Leví, dice el Señor de los ejércitos. Por eso Yo los he hecho despreciables y viles para todo el pueblo, porque ustedes no siguen mis caminos y hacen acepción de personas al aplicar la Ley. ¿No tenemos todos un solo Padre? ¿No nos ha creado un solo Dios? ¿Por qué nos traicionamos unos a otros, profanando así la alianza de nuestros padres?
Palabra de Dios.

SALMO

Sal 130, 1-3

Señor, guarda mi alma en la paz junto a ti.

Mi corazón no se ha enorgullecido, Señor, 
ni mis ojos se han vuelto altaneros. 
No he pretendido grandes cosas 
ni he tenido aspiraciones desmedidas.

No, yo aplaco y modero mis deseos: 
como un niño tranquilo en brazos de su madre, 
así está mi alma dentro de mí.
Espere Israel en el Señor, 
desde ahora y para siempre. 

SEGUNDA LECTURA

1Tes 1, 5; 2, 7-9. 13

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica

Hermanos: Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes. Fuimos tan condescendientes, como una madre que alimenta y cuida a sus hijos. Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos. Recuerden, hermanos, nuestro trabajo y nuestra fatiga cuando les predicamos la Buena Noticia de Dios, trabajábamos día y noche para no serles una carga. Nosotros, por nuestra parte, no cesamos de dar gracias a Dios, porque cuando recibieron la Palabra que les predicamos, ustedes la aceptaron no como palabra humana, sino como lo que es realmente, como Palabra de Dios, que actúa en ustedes, los que creen.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Mt 23, 1-12

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar "mi maestro" por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. El mayor entre ustedes será el que los sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla, será elevado.

Palabra del Señor.


Somos hermanos


      En la lectura de Malaquías, un profeta del 450 a.C., el Señor aparece amargado por la traición de los sacerdotes del Tem plo: no hablaban de Él a su pueblo. Dios se presenta como “El Señor de los ejércitos”, una expresión que, en hebreo, más que hacer una guerra, significa: “el que tiene el absoluto poder de enrolar ser vidores para su reino”. Para eso los había elegido Dios, pero ellos no se sentían par tícipes de una gran empresa. Despreciaban la “alianza con Leví”, es decir el compromiso de Dios de estar siempre en medio de su pueblo.     El Señor la había definido: “Alianza de sal” (Núm 18, 19), tan bien sazonada que no se podía echar a perder y, sin embargo, esos sacerdotes lograban corromperla. Mateo va en la misma dirección de Malaquías, pero más que desacreditar a los dirigentes judíos, quiere proponer pautas de con ducta para los dirigentes de la comunidad cristiana y lo hace en dos momentos: el primero, negativo, es una invectiva contra los fariseos, para que los dirigentes apren dan lo que no deben hacer; en el segundo, po sitivo, es notable la correlación del término “maestro”, no con la pala bra “discípu los”, sino con “hermanos”. Tal vez Jeremías nos ayuda a entender, cuando dice: “pondré mi Ley en su interior... y no tendrán que adoctrinarse unos a otros..., pues todos ellos me conocerán” (Jer 3134). ¿Será una alusión a la obra del Espíritu (Jn 14, 26)? La palabra “doctores” deriva de un verbo que quiere decir: “conducir, guiar”. Es Jesús, el Mesías, quien, junto con los creyentes, los que fueron enrolados en sus huestes, conduce hacia una nueva humanidad. Si la comuni dad cristiana es entonces el lugar de la presencia de la Trinidad, los dirigentes no se desubiquen.



P. Víctor M. Fernández, ssp.

Mensaje de la Reina de la Paz 25-10-11


      ¡Queridos hijos! Los miro y en sus corazones

no veo alegría. Hoy deseo darles la alegría del 

Resucitado para que Él los guíe y los abrace con su 

amor y con su ternura. 

Los amo y oro continuamente por su conversión 

ante mi Hijo Jesús. ¡Gracias por haber respondido a 

mi llamado!


Comentario

No podemos negar que muchas son las razones que encontramos en la vida para no tener esa alegría del corazón, a la que alude nuestra Madre en este mensaje.
         Comprobamos y comprendemos que hay motivos de sobra para oscurecer o quitar la alegría de una persona. ¡Cuántas preocupaciones se padecen por situaciones estrictamente personales y cuántas angustias y tristezas también se sufren por causas externas, de las que las personas no pueden deshacerse! 
         El origen de esta falta de alegría, que a veces puede derivar en depresión, debe buscarse en el distanciamiento de Dios o de quien la padece o del entorno en el que vive. Se pierde la alegría sea por el pecado propio sea por las consecuencias del ajeno. 
         Son muchos, sobre todo en las nuevas generaciones, quienes experimentan un constante vacío existencial y ello se manifiesta en la pérdida del gusto por la vida.
         Recientemente, le escuché a un sacerdote -fundador de una fraternidad cuyo centro es Cristo Eucaristía y que acoge a jóvenes con severos problemas de droga, alcohol, depresión- contar acerca de uno de aquellos jóvenes a quien había asistido hasta su fallecimiento. Antes de morir le decía el joven con mucha paz: “muero vivo”. Toda su vida había estado en la droga, en todo tipo de vicio y pecado, era consciente que había vivido muerto y ahora, que moría, moría vivo porque había conocido a Jesús. Había este muchacho encontrado al Salvador y la muerte física era ya para él el paso a la vida, a la vida plena de felicidad junto a su Señor y Redentor. 
         El distanciamiento de Dios, vivir como si Él no existiese, con una vida en situación de constante pecado provoca primero tristeza y lleva luego a la desesperación. 
         La falta de alegría consecuencia del pecado se extiende a otros porque es parte del mal, que se agranda como mancha de aceite sobre el agua. Es el caso, por ejemplo de padres que ven al hijo ir por rumbos de perdición. La situación se vuelve mucho más dramática cuando no son personas de fe y al sentirse impotentes no saben qué hacer, a quién recurrir para rescatar al hijo y volverlo al camino de la vida. 

Nada más perfecto que el amor



Con la gracia de Dios sí se puede.

¿Qué hacer para dejar atrás el pecado?


Por Mauricio I. Pérez

Yo te amo, Señor, mi fortaleza. Salmo 18 (17)





Yo te amo, Señor, mi fortaleza,
mi roca, mi baluarte, mi liberador;
la peña en que me amparo, mi
escudo y mi fuerza, mi Salvador.

EN EL TEMPLO SE ESCUCHO MI VOZ, 
CLAME POR TI EN MI ANGUSTIA;
EXTENDISTE TU MANO Y NO CAI, 
TU PODER DEL ENEMIGO ME LIBRO.

Las olas de la muerte me envolvían, 
me aguardaba la ruina, pero el Señor venció. 
Tú eres la Luz que me ilumina, 
quien abre mis caminos. 
Tú eres mi Dios.

Cuando yo invoqué Tu Nombre,
con mano poderosa me salvó Tu amor. 
Son perfectos tus caminos,
tus manos me sostienen.
Tú eres mi Rey.



Domingo 30° Tiempo ordinario Ciclo A 23-10-11


PRIMERA LECTURA

Éx 22, 20-26

Lectura del libro del Éxodo

Éstas son las normas que el Señor dio a Moisés: No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás, porque ustedes fueron extranjeros en Egipto. No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si les haces daño y ellos me piden auxilio, Yo escucharé su clamor. Entonces arderá mi ira, y Yo los mataré a ustedes con la espada; sus mujeres quedarán viudas, y sus hijos huérfanos. Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si él me invoca, Yo lo escucharé, porque soy compasivo.

Palabra de Dios.

SALMO

Sal 17, 2-4. 47. 51

Yo te amo, Señor, mi fortaleza.

Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. 

Mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos. 

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación!
Él concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido. 

SEGUNDA LECTURA

1Tes 1, 5-10

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.

Hermanos: Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes. Y ustedes, a su vez, imitaron nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la Palabra en medio de muchas dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y Acaya. En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto. Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó de entre los muertos y que nos libra de la ira venidera.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Mt 22, 34-40

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?". Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".

Palabra del Señor.


HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI 
Plaza de San Pedro
Domingo 23 de octubre de 2011




Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:

Nuestra liturgia dominical se enriquece hoy por varios motivos de acción de gracias y de súplica a Dios. En efecto, mientras celebramos con toda la Iglesia la Jornada mundial de las misiones —cita anual que quiere despertar el impulso y el compromiso por la misión—, alabamos al Señor por tres nuevos santos: el obispo Guido María Conforti, el sacerdote Luis Guanella y la religiosa Bonifacia Rodríguez de Castro. Con alegría dirijo mi saludo a todos los presentes, en particular a las delegaciones oficiales y a los numerosos peregrinos que han venido para festejar a estos tres discípulos ejemplares de Cristo.

La Palabra del Señor, que acaba de resonar en el Evangelio, nos ha recordado que toda la ley divina se resume en el amor. El evangelista san Mateo narra que los fariseos, después de que Jesús respondiera a los saduceos dejándolos sin palabras, se reunieron para ponerlo a prueba (cf. 22, 34-35). Uno de estos interlocutores, un doctor de la ley, le preguntó: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?» (v. 36). A esa pregunta, decididamente insidiosa, Jesús responde con total sencillez: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero» (vv. 37-38). 

De hecho, la exigencia principal para cada uno de nosotros es que Dios esté presente en nuestra vida. Como dice la Escritura, él debe penetrar todos los estratos de nuestro ser y llenarlos completamente: el corazón debe saber de él y dejarse tocar por él; e igualmente el alma, las energías de nuestro querer y decidir, como también la inteligencia y el pensamiento. Es poder decir, como san Pablo: «No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2, 20).

Inmediatamente después, Jesús añade algo que, en verdad, no había preguntado el doctor de la ley: «El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39). Al declarar que el segundo mandamiento es semejante al primero, Jesús da a entender que la caridad hacia el prójimo es tan importante como el amor a Dios. De hecho, el signo visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar al mundo el amor de Dios es al amor a los hermanos. ¡Cuán providencial resulta entonces el hecho de que precisamente hoy la Iglesia señala a todos sus miembros tres nuevos santos que se dejaron transformar por la caridad divina y según ella moldearon su vida. En situaciones distintas y con diversos carismas, amaron al Señor con todo el corazón y al prójimo como a sí mismos «llegando a ser así un modelo para todos los creyentes» (cf. 1 Ts 1, 7).

El Salmo 17, que se acaba de proclamar, invita a abandonarse con confianza en manos del Señor, que tuvo «misericordia de su ungido» (cf. v. 51). Esta actitud interior guió la vida y el ministerio de san Guido María Conforti. Desde que, en su niñez, tuvo que vencer la oposición de su padre para entrar en el seminario, dio muestras de un carácter firme al seguir la voluntad de Dios, al corresponder en todo a la caritas Christi que, en la contemplación del Crucificado, lo atraía a sí. Sintió una fuerte urgencia de anunciar este amor a quienes no habían recibido aún su anuncio, y el lema «Caritas Christi urget nos» (cf. 2 Co 5, 14) sintetiza el programa del Instituto misionero que fundó cuando tenía sólo treinta años: una familia religiosa puesta totalmente al servicio de la evangelización bajo el patrocinio del gran apóstol de Oriente san Francisco Javier. San Guido María fue llamado a vivir este impulso apostólico en el ministerio episcopal primero en Rávena y luego en Parma: con todas sus fuerzas se dedicó al bien de las almas a él encomendadas, sobre todo de las que se habían alejado del camino del Señor. Su vida estuvo marcada por numerosas pruebas, algunas de ellas graves. 

Supo aceptar todas las situaciones con docilidad, acogiéndolas como indicaciones del camino trazado para él por la divina Providencia; en todas las circunstancias, incluso en las derrotas más mortificantes, supo reconocer el designio de Dios, que lo guiaba a edificar su Reino sobre todo en la renuncia a sí mismo y en la aceptación diaria de su voluntad, con un abandono confiado cada vez más pleno. Él fue el primero en experimentar y testimoniar lo que enseñaba a sus misioneros, o sea, que la perfección consiste en hacer la voluntad de Dios, siguiendo el ejemplo de Jesús crucificado. San Guido María Conforti mantuvo fija su mirada interior en la cruz, que dulcemente lo atraía a sí; al contemplarla veía abrirse de par en par el horizonte del mundo entero, descubría el «urgente» deseo, escondido en el corazón de todo hombre, de recibir y acoger el anuncio del único amor que salva.

El testimonio humano y espiritual de san Luis Guanella es para toda la Iglesia un don especial de gracia. Durante su existencia terrena vivió con valentía y determinación el Evangelio de la caridad, el «gran mandamiento» que también hoy la Palabra de Dios nos ha recordado. Gracias a la profunda y continua unión con Cristo, en la contemplación de su amor, don Guanella, guiado por la divina Providencia, se hizo compañero y maestro, consuelo y alivio de los más pobres y los más débiles. El amor de Dios animaba en él el deseo del bien para las personas que le habían sido encomendadas, en la realidad de su vida diaria. Prestaba solícita atención al camino de cada uno, respetando sus tiempos de crecimiento y cultivando en el corazón la esperanza de que todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, al gustar la alegría de ser amado por él —Padre de todos—, puede sacar y dar a los demás lo mejor de sí mismo. Hoy queremos alabar y dar gracias al Señor porque en san Luis Guanella nos ha dado un profeta y un apóstol de la caridad. En su testimonio, tan lleno de humanidad y de atención a los últimos, reconocemos un signo luminoso de la presencia y de la acción benéfica de Dios: el Dios —como resonó en la primera lectura— que defiende al forastero, a la viuda, al huérfano, al pobre que debe dejar en prenda su manto, su único abrigo para cubrir su cuerpo por la noche (cf. Ex 22, 20-26). Que este nuevo santo de la caridad sea para todos, especialmente para los miembros de las Congregaciones que fundó, un modelo de profunda y fecunda síntesis entre contemplación y acción, como él mismo la vivió y practicó. Toda su historia humana y espiritual la podemos sintetizar en las últimas palabras que pronunció en su lecho de muerte: «In caritate Christi». Es el amor de Cristo lo que ilumina la vida de todo hombre, revelando cómo en la entrega de sí a los demás no se pierde nada, sino que se realiza plenamente nuestra verdadera felicidad. Que san Luis Guanella nos obtenga crecer en la amistad con el Señor para ser en nuestro tiempo portadores de la plenitud del amor de Dios, para promover la vida en todas sus manifestaciones y condiciones, y para hacer que la sociedad humana llegue a ser cada vez más la familia de los hijos de Dios.

En la segunda lectura hemos escuchado un pasaje de la primera carta a los Tesalonicenses, un texto que usa la metáfora del trabajo manual para describir la labor evangelizadora y que, en cierto modo, puede aplicarse también a las virtudes de santa Bonifacia Rodríguez de Castro. Cuando san Pablo escribe la carta, trabaja para ganarse el pan; parece evidente, por el tono y los ejemplos empleados, que es en el taller donde él predica y encuentra sus primeros discípulos. Esta misma intuición movió a santa Bonifacia, que desde el inicio supo aunar su seguimiento de Jesucristo con el esmerado trabajo cotidiano. Faenar, como había hecho desde pequeña, no era sólo un modo para no ser gravosa a nadie, sino que suponía también tener la libertad para realizar su propia vocación, y le daba al mismo tiempo la posibilidad de atraer y formar a otras mujeres, que en el obrador pueden encontrar a Dios y escuchar su llamada amorosa, discerniendo su propio proyecto de vida y capacitándose para llevarlo a cabo. Así nacen las Siervas de San José, en medio de la humildad y sencillez evangélica, que en el hogar de Nazaret se presenta como una escuela de vida cristiana. El Apóstol continúa diciendo en su carta que el amor que tiene a la comunidad es un esfuerzo, una fatiga, pues supone siempre imitar la entrega de Cristo por los hombres, no esperando nada ni buscando otra cosa que agradar a Dios. Madre Bonifacia, que se consagra con ilusión al apostolado y comienza a obtener los primeros frutos de sus afanes, vive también esta experiencia de abandono, de rechazo precisamente de sus discípulas, y en ello aprende una nueva dimensión del seguimiento de Cristo: la cruz. Ella la asume con el aguante que da la esperanza, ofreciendo su vida por la unidad de la obra nacida de sus manos. La nueva santa se nos presenta como un modelo acabado en el que resuena el trabajo de Dios, un eco que llama a sus hijas, las Siervas de San José, y también a todos nosotros, a acoger su testimonio con la alegría del Espíritu Santo, sin temer la contrariedad, difundiendo en todas partes la Buena Noticia del reino de los cielos. Nos encomendamos a su intercesión, y pedimos a Dios por todos los trabajadores, sobre todo por los que desempeñan los oficios más modestos y en ocasiones no suficientemente valorados, para que, en medio de su quehacer diario, descubran la mano amiga de Dios y den testimonio de su amor, transformando su cansancio en un canto de alabanza al Creador.

«Te amo, Señor, mi fortaleza». Así, queridos hermanos y hermanas, hemos aclamado con el Salmo responsorial. De ese amor apasionado a Dios son signo elocuente estos tres nuevos santos. Dejémonos atraer por su ejemplo, dejémonos guiar por sus enseñanzas, para que toda nuestra vida se transforme en testimonio de auténtico amor a Dios y al prójimo. Que nos obtenga esta gracia la Virgen María, la Reina de los santos, y también la intercesión de san Guido María Conforti, de san Luis Guanella y de santa Bonifacia Rodríguez de Castro. Amén.

Fuente: La Santa Sede