jueves, 31 de mayo de 2012

Domingo de Pentecostés Ciclo B 27-05-12

El don más grande es el amor
      La obra de Lucas comprende dos libros. En el primero, el evangelio narra la venida de Jesús y el nacimiento de una pequeña comunidad de discípulos, varones y mujeres, que Jesús reúne alrededor suyo. En el segundo, narra la venida del Espíritu Santo y el aumento paulatino de los miembros de esa comunidad inicial, cuyo destino es ahora llegar a transformar la comunidad humana en toda la tierra (Hech 1, 8). Para Lucas el don del Espíritu Santo es el acontecimiento “fundante” de esta comunidad: alrededor de los apóstoles y asentada sobre su testimonio referente a la resurrección de Jesucristo, una multiforme comunidad de hombres y mujeres recibe el don del Espíritu de Jesús. Éste sería, tal vez, el sentido del número de 120 personas (Hech 1,15), 10 por cada apóstol. nos da Lucas dos signos proféticos acerca de la importancia de este acontecimiento. El primero es el milagro del don de lenguas, que no es la glosolalia de 1cor 14, sino que es un signo profético: la Iglesia será capaz, de ahora en adelante, de anunciar la salvación de Jesús a cada ser humano y de llegar a su corazón. Pedro, en efecto, habla en su lengua, pero sus palabras son recibidas por los presentes en la lengua propia de cada uno. El segundo es la milagrosa unidad íntima que reinaba entre los discípulos con y por la presencia de María (Hech 1, 14; 2, 44-48). Puede ser que el segundo tenga una relación con el primero: la eficacia de esta capacidad universal de diálogo está asegurada por el don de la unidad de los creyentes (Jn 17, 21-23). El pasaje del evangelio complementa bien la narrativa de los Hechos. El don del Espíritu confiere a la comunidad de los que estuvieron con Jesús desde el principio, la misión de ser, Jesús ahora y para todo el mundo, lo que él había sido en la cruz: una fuente inagotable de perdón del pecado.
P. Aldo Ranieri
PRIMERA LECTURA
Hech 2, 1-11

Lectura de los Hechos de los apóstoles.

      Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios".

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 103, 1. 24. 29-31. 34

Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra.

Bendice al Señor, alma mía: 
¡Señor, Dios mío, qué grande eres! 
¡Qué variadas son tus obras, Señor! 
¡La tierra está llena de tus criaturas! 

Si les quitas el aliento, 
expiran y vuelven al polvo. 
Si envías tu aliento, son creados, 
y renuevas la superficie de la tierra.

¡Gloria al Señor para siempre, 
alégrese el Señor por sus obras! 
Que mi canto le sea agradable, 
y yo me alegraré en el Señor. 

LECTURA
1Cor 12, 3-7. 12-13

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.

      Hermanos: Nadie puede decir: "Jesús es el Señor", si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo ?judíos y griegos, esclavos y hombres libres? y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Jn 20, 19-23

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

      Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".

Palabra del Señor.

En español, la homilía de Benedicto XVI, Misa de Pentecostés en San Pedro del Vaticano (27-5-2012)


      Pentecostés es la fiesta de la unión, de la comprensión y de la comunión humana. Todos podemos constatar cómo en nuestro mundo, aun si estamos cada vez más cercanos unos de otros con el desarrollo de los medios de comunicación, y las distancias geográficas parecen desaparecer, la comprensión y la comunión entre las personas muchas veces es superficial y difícil. Permanecen desequilibrios que no rara vez conducen a conflictos; el diálogo entre las generaciones se hace fatigoso y en ocasiones prevalece la contraposición; asistimos a eventos cotidianos en los cuales nos parece que los hombres se están haciendo más agresivos y malhumorados; comprenderse parece demasiado difícil y se prefiere permanecer en el propio yo, en los propios intereses. En esta situación ¿podemos verdaderamente encontrar y vivir aquella unidad de la que tenemos tanta necesidad?

      La narración de Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles, que hemos escuchado en la primera lectura (cfr At 2,1-11), contiene en fondo uno de los últimos grandes frescos que encontramos al inicio del Antiguo Testamento: la antigua historia de la construcción de la Torre de Babel (cfr Gen 11,1-9). Pero ¿qué cosa es Babel? Es la descripción de un reino en el que los hombres han concentrado tanto poder de llegar a pensar en no tener que hacer mas referencia a un Dios lejano y de ser talmente fuertes, de poder construir por sí solos un camino que conduzca al cielo para abrir sus puertas y colocarse en el lugar de Dios. Pero justo en esta situación se verifica algo extraño y singular. Mientras los hombres estaban trabajando juntos para construir la torre, de repente se dieron cuenta que estaban construyendo el uno contra el otro. Mientras trataban de ser como Dios, corrían el peligro de no ser más ni siquiera hombres, porque habían perdido un elemento fundamental del ser personas humanas: la capacidad de ponerse de acuerdo, de entenderse y de actuar juntos.

lunes, 28 de mayo de 2012

Oración al Espíritu Santo para pedir sus dones.



¡Oh Espíritu Santo!, 
llena de nuevo mi alma 
con la abundancia de tus dones y frutos. 
Haz que yo sepa, con el don de Sabiduría
tener este gusto por las cosas de Dios 
que me haga apartar de las terrenas.
Que sepa, con el don del Entendimiento
ver con fe viva la importancia 
y la belleza de la verdad cristiana.
Que, con el don del Consejo
ponga los medios más conducentes 
para santificarme, perseverar y salvarme.
Que el don de Fortaleza 
me haga vencer todos los obstáculos 
en la confesión de la fe 
y en el camino de la salvación.
Que sepa con el don de Ciencia
discernir claramente entre el bien y el mal, 
lo falso de lo verdadero, 
descubriendo los engaños del demonio, 
del mundo y del pecado.
Que, con el don de Piedad
ame a Dios como Padre, 
le sirva con fervorosa devoción 
y sea misericordioso con el prójimo.
Finalmente, que, con el don de Temor de Dios, 
tenga el mayor respeto y veneración 
por los mandamientos de Dios, 
cuidando de no ofenderle jamás con el pecado.
Lléname, sobre todo, de tu amor divino; 
que sea el móvil de toda mi vida espiritual; 
que, lleno de unción, 
sepa enseñar y hacer entender, 
al menos con mi ejemplo, 
la belleza de tu doctrina, 
la bondad de tus preceptos 
y la dulzura de tu amor. 
Amén.

Los cinco minutos de Juan Pablo II



      Después de la resurrección y ascensión de Jesús, los Apóstoles vivieron una profunda experiencia que los transformó: Pentecostés. La venida del Espíritu Santo los convirtió en testigos, infundiéndoles una serena audacia que los impulsó a transmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los animaba. El Espíritu les dio la capacidad de testimoniar a Jesús con toda libertad.


Espíritu de verdad,
que conoces las profundidades de Dios,
memoria y profecía de la Iglesia,
dirige la humanidad para que reconozca
en Jesús de Nazareth el Señor de la gloria,
el Salvador del mundo,
la culminación de la Historia.
¡Ven, Espíritu de amor y de paz!
Amén.


Espíritu de consuelo,
fuente inagotable de gozo y de paz,
suscita solidaridad para con los necesitados,
da a los enfermos el aliento necesario,
infunde confianza y esperanza
en los que sufren,
acrecienta en todos el compromiso
por un mundo mejor.
Amén.


Espíritu de vida,
por el cual el Verbo se hizo carne
en el seno de la Virgen,
mujer del silencio y de la escucha,
haznos dóciles a las muestras de tu amor
y siempre dispuestos a acoger
los signos de los tiempos
que Tú pones en el curso de la historia.


A Tí, Espíritu de amor,
junto con el Padre omnipotente
y el Hijo unigénito, alabanza, honor
y gloria por los siglos de los siglos.
Amén.



sábado, 26 de mayo de 2012

Novena al Espíritu Santo (Día nueve)


Inicio

¡El mundo brilla de alegría!
¡Se renueva la faz de la tierra!
¡Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo!

Lectura bíblica: Rom 8, 11

      Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también sus cuerpos mortales por el mismo Espíritu, que habita en ustedes. Palabra de Dios.

Invocaciones

Celebremos la gloria de Dios, quien, al llegar a su término los cincuenta días de Pascua, en Pentecostés, llenó a los  Apóstoles del Espíritu Santo y, con ánimo gozoso y confiado, supliquémosle diciendo:

Envía tu EspírituSeñor, y renueva el mundo.

Ilumina a todos los hombres con la luz de tu Espíritu y disipa las tinieblas de nuestro mundo, para que el odio se convierta en amor, el sufrimiento en gozo y la guerra en paz.

Envía tu EspírituSeñor, y renueva el mundo.

Fecunda el mundo con tu Espíritu, agua viva que mana de Cristo, para que la tierra entera se vea libre de todo mal.

Envía tu EspírituSeñor, y renueva el mundo.

Concédenos que en nuestras tribulaciones compartamos tus sufrimientos, para que podamos compartir también tu gloria.

Envía tu EspírituSeñor, y renueva el mundo.

Padre nuestro
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros Tu Reino.
Hágase Tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
Amén.

Oración final

Dios todopoderoso y eterno, que has querido que la celebración de la pascua durase simbólicamente cincuenta días y acabase con el día de Pentecostés, te pedimos que los pueblos divididos por el odio y el pecado se congreguen por medio de tu Espíritu y que las diversas lenguas encuentren Hijo, Señor, después de subir al cielo, envió sobre los Apóstoles el Espíritu Santo, para que penetraran en los misterios del Reino; te pedimos que repartas también entre nosotros los dones de este mismo Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.

El Espíritu Santo nos abre a la libertad y a la verdad.

     ¿Dónde y cómo comenzó la misión de los primeros cristianos? Es decir, realizar lo que Jesús les había encomendado: anunciar su Reino y proclamar su Resurrección, tal como rezamos en la misa (anunciamos tu Reino, proclamamos tu Resurrección. ¡Ven Señor Jesús!) 
      ¿Qué relación tiene esto con lo que nos toca hacer a nosotros, los cristianos del tercer milenio, para llevar a cabo esta misma misión? 
      ¿Por qué es tan necesaria la presencia del Espíritu Santo entre nosotros, así como lo fue para los Apóstoles luego de la partida de Jesús?
      Algunas preguntas que podemos hacernos y ver como éstas tienen su respuesta...

      Si retrocedemos unos días en las lecturas de este Tiempo Pascual, que va llegando a su fin, y volvemos al pasaje del Evangelio de Juan que se leyó el miércoles de la sexta semana de Pascua (16 de mayo) dice:

"Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.  Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. 
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes". 

      Me gustaría transcribirles un comentario a este pasaje, extraido de la página El Evangelio del día:


        «La "llave del conocimiento"(Lc 11,52) no es otra cosa que la gracia del Espíritu Santo.  Se da por la fe. Por la iluminación, produce realmente el conocimiento y hasta el conocimiento pleno. Despierta nuestro espíritu encerrado y oscurecido, a menudo con parábolas y símbolos, pero también con afirmaciones más claras... hechas atención en el sentido espiritual de la palabra. Si la llave no es buena, la puerta no se abre. Porque, dice el Buen Pastor, " es a él a quien el portero abre " (Jn 10,3). Pero si la puerta no se abre, nadie entra en la casa del Padre, porque Cristo dijo: "Nadie va al Padre sin pasar por mí" (Jn 14,6).
        Por tanto, es el Espíritu Santo, el primero, que despierta nuestro espíritu y nos enseña lo que concierne al Padre y el Hijo. Cristo nos dice esto también: "Cuando venga, él, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, dará testimonio en mi favor, y os guiará hacia la verdad plena" (Jn 15,26; 16,13). Ved cómo, por el Espíritu o más bien en el Espíritu, el Padre y el Hijo se dan a conocer, inseparablemente...
        Si se llama llave al Espíritu Santo, es porque, por él y en él primero, tenemos el espíritu iluminado. Una vez purificados, somos iluminados por la luz del conocimiento. Somos bautizados desde lo alto, recibimos un nuevo nacimiento y llegamos a ser hijos de Dios, como dice san Pablo: "El Espíritu Santo clama por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8,26). Y todavía más: "Dios derramó su Espíritu en nuestros corazones que grita: ' Abba, Padre'" (Ga 4,6). Es pues él quien nos muestra la puerta, puerta que es luz, y la puerta nos enseña que, aquel que habita en la casa ,es él también luz inaccesible.

      Entendemos entonces que para comprender este misterio en el que intervienen siempre las tres personas de la Trinidad necesitamos la inspiración, la fuerza que viene de lo alto porque no podemos comprender, con nuestra sola inteligencia humana, y creer ciertas cosas si no nos dejamos purificar, invadir, iluminar, influenciar e impulsar por el Espíritu Santo, procedente del amor del Padre y del Hijo. ¿Por qué? Porque la Evangelización y el anuncio del Reino son en primera medida, obra de las mismas personas de la Trinidad. Todo procede de ellos, nosotros somos instrumentos, que, dispuestos a través de la oración y la unión en Cristo, iluminados y fortalecidos por el Espíritu, somos capaces de realizar esta obra. 

     En ese sentido dijo alguna vez Jesús a sus Apóstoles:  "El que permanece en mí, y yo en él da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer." (Jn 15, 5). 

      Esto mismo se aplica a la importancia del Espíritu Santo en medio de la comunidad de aquellos que seguimos a Jesús: la Iglesia. Somos los Apóstoles de los últimos tiempos, y hoy como ayer necesitamos de los dones del Espíritu Santo si queremos que la obra de Jesús se realice en nosotros y en aquellos a los cuales nos toca anunciarlo. 

      Ahora, si vamos hacia atrás en el tiempo, en el plan de Dios y vemos con un poco más de atención, ¿desde dónde podemos ver la obra del Espíritu Santo actuando para que se lleve a cabo lo que el Padre dispuso desde la eternidad? Todo comenzó con el Anuncio del Ángel a la Virgen María: "El Espíritu Santo descenderá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra." 
      
      La obra de Dios excede lo puramente humano, aquello que podemos realizar con nuestras solas fuerzas o nuestra voluntad. ¿Por qué debemos recordar esto? Porque necesitamos un corazón humilde, como el de la Virgen María, que sea capaz de aceptar lo que Dios dispone para que su obra se lleve a cabo. Nuevamente lo dicho antes, somos instrumentos de Dios y mientras aceptemos su intervención y oremos continuamente al Espíritu, nuestra obra evangelizadora prosperará, de modo que no quede en un puro activismo. 

      Otro momento importante en el cuál se ve la acción del Espíritu Santo es en el bautismo de Jesús en el río Jordán, luego del cual se retira al desierto por espacio de 40 días para orar, ayunar y prepararse a realizar la misión para la cuál había venido al mundo: "Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días."

     Al comenzar su misión se dirigió a Galilea, el evangelista san Lucas hace referencia a esto diciendo: "Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan."

     Luego el mismo Jesús diría que lo que decía la Escritura se refería a sí mismo y a su misión: "Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción.
Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres,
a anunciar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.

     A los Apóstoles les dijo:  "Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir".

      La inspiración siempre viene de arriba, de lo alto y pone en boca del profeta y del misionero aquello que debe decir para dar testimonio de su fe.
      Posteriormente Jesús resucitado, se les había aparecido durante 40 días para confirmarlos en la fe pero llegaba la hora decisiva en que los Apóstoles saldrían finalmente para cumplir con su misión.
Días antes a ese gran acontecimiento ocurría esto: (imaginemos esta escena de un pasaje del libro de los Hechos)
      "Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días».  Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?». Él les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra»."   




    Pueden escuchar, de la obra Hechos de los Apóstoles, el momento en que Jesús recuerda la promesa a sus Apóstoles de la venida del Espíritu Santo. Los Apóstoles, aún sin tener el Espíritu santo en ellos, piensan que llega el momento en que la situación de Israel por fin cambiará, pero no era Israel lo que cambiaría, sino el interior de sus alma y corazones, que ya no volverían a sentir la prudencia humana y estarían dispuestos a llevar la verdad del Evangelio a todos los pueblos y a hablar de Cristo sin temor, con toda libertad.



     La imagen más clara de la real importancia de la intervención del Espíritu Santo está en lo ocurrido a los Apóstoles y la Virgen María cuando se hallaban rezando en el Cenáculo de Jerusalén en espera de la promesa de Jesús. Se hallaban ocultos y temerosos de lo que les ocurriese si los encontraban, por ser seguidores de Jesús, pero no se apartaban de allí porque a pesar de su temor, en su corazón esperaban en oración la llegada del Paráclito, aquel que los llenaría del fuego divino y hablaría a través de ellos, lanzándolos a la evangelización.




   Al Pentecostés judío sucede el Pentecostés cristiano. Así se cumple el anuncio profético: «Derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres» (Jl. 3. 1). Este bautismo «en el Espíritu Santo» (Lc. 3. 16) es el acta de nacimiento de la Iglesia, el Pueblo de la Nueva Alianza. La fuerza arrolladora de ese Espíritu –simbolizada en el «viento» impetuoso y en las «lenguas de fuego»– renueva todas las cosas y convierte a los Apóstoles en «testigos» decididos de la Buena Noticia de Jesucristo muerto y resucitado.
Al comienzo, la acción evangelizadora se limita a Jerusalén. Sus primeros destinatarios son los miembros del Pueblo elegido. A ellos Pedro les recuerda en su segundo discurso: «Ante todo para ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que cada uno se aparte de sus iniquidades» (3. 26). Con ellos se forma la primera comunidad cristiana, cuyo rasgo distintivo es el profundo sentido de comunión fraternal (2. 42-47; 4. 32-37). Esta comunidad no aparece todavía desvinculada del Judaísmo y sólo poco a poco, bajo la acción del Espíritu, irá adquiriendo su propia identidad.
Sin embargo, pronto surgen tensiones entre los creyentes de origen palestinense y los provenientes del mundo griego (6. 1-6). Contra estos últimos, en particular, se desata una violenta persecución por parte de las autoridades religiosas de Jerusalén. El factor desencadenante de esta persecución es el discurso de Esteban, uno de los siete «auxiliares» de los Apóstoles, pronunciado ante el Sanedrín (6. 8 - 7. 53). Su martirio provoca la primera expansión misionera de la Iglesia más allá de las fronteras de Israel. La conversión de Pablo (9. 1-19) y el bautismo de un centurión pagano (10. 1-48) son dos momentos decisivos de esa apertura, que anticipa y prepara la evangelización del mundo no judío.

  Les dejo aquí dos tracks más de esta hermosa obra, Hechos de los Apóstoles. Escuchamos el discurso de Pedro



la Comunidad



y el martirio de San Esteban

 

 Recuerden, necesitamos orar siempre al Espíritu Santo, en cada momento del día: al iniciar la jornada, al disponernos a realizar nuestro trabajo diario. Al emprender una misión y cada vez que debamos dirigirnos a la gente para transmitir el evangelio, porque sabemos que sin Él nuestra obra es estéril. 


Aprendamos a agradecer por nuestra jornada y el trabajo realizado. 
Algo más, siempre ofrezcamos todo aquello que hagamos, por medio de las manos de la Virgen María, quien siempre estuvo presente entre los Apóstoles, pues no hacemos esto para nosotros mismos. Como instrumentos de Cristo y de María ofrecemos a los demás aquello que nos viene de sus manos y volvemos a ofrecérselo a ellos, porque nada es nuestro, todo es obra suya, cumplida a través de nuestras manos.
 Pidamos a María, Madre de la Evangelización, que ruegue y nos conceda la gracia de mantenernos unidos a su Hijo y llenos de su Espíritu siempre.


Fuente: 

El Evangelio del día
Evangelio de San Lucas
Hechos de los Apóstoles
Musical Hechos de los Apóstoles

viernes, 25 de mayo de 2012

Novena al Espíritu Santo (Día ocho)


Inicio

¡El mundo brilla de alegría!
¡Se renueva la faz de la tierra!
¡Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo!

Lectura bíblica: Jn 16, 12-13

      Todavía, tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él les hará conocer toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará las cosas futuras. Palabra de Dios.

Invocaciones

Glorifiquemos a Cristo, que ha subido al cielo para enviar el   Espíritu Santo sobre sus Apóstoles, y digámosle suplicantes:

Envíanos, Señor, tu Espíritu.

Señor Jesucristo, que has sido glorificado a la derecha del Padre, envíanos el Espíritu prometido para que nos veamos revestidos de su fortaleza.

Envíanos, Señor, tu Espíritu.

Tú que quieres que tu discípulos sean prudentes como la serpiente y sencillos como palomas, enséñanos por tu Espíritu la verdadera prudencia y sencillez.

Envíanos, Señor, tu Espíritu.


Concédenos que en nuestras tribulaciones compartamos tus sufrimientos, para que podamos compartir también tu gloria.

Envíanos, Señor, tu Espíritu.

Padre nuestro
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros Tu Reino.
Hágase Tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
Amén.

Oración final

Tu Hijo, Señor, después de subir al cielo, envió sobre los Apóstoles el Espíritu Santo, para que penetraran en los misterios del Reino; te pedimos que repartas también entre nosotros los dones de este mismo Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.

jueves, 24 de mayo de 2012

Novena al Espíritu Santo (Día siete)


Inicio

¡El mundo brilla de alegría!
¡Se renueva la faz de la tierra!
¡Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo!

Lectura bíblica: 1 Cor 2, 9-10

      Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu, y el Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios. Palabra de Dios


Ven Espíritu Consolador. Aleluya, aleluya.

Invocaciones

Bendigamos a Cristo, que nos prometió enviar el Espíritu Santo Espíritu que procede del Padre, y supliquémosle diciendo:

Señor, danos tu Espíritu.

Concédenos vivir de tu Espíritu para ser de verdad miembros vivos de tu cuerpo.

Señor, danos tu Espíritu.

Cólmanos de alegría y paz en nuestra fe, hasta que rebosemos de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.

Señor, danos tu Espíritu.

Padre nuestro
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros Tu Reino.
Hágase Tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
Amén.

Oración final

Derrama, Señor, sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio de ti con nuestras obras. Por Jesucristo, nuestro Señor.