miércoles, 27 de julio de 2011

Mensaje de María Reina de la Paz 2-07-11


Cada día 2 del mes, nuestra Madre, la Virgen María, da un mensaje especial al mundo para los que ella llama "mis hijos que no conocen el amor de Dios". Concretamente para todos aquellos que no creen en Dios ni aceptan a Cristo como su Salvador. 

         

         "Queridos hijos, hoy los invito a dar un paso difícil y doloroso para alcanzar vuestra unión con mi Hijo. Los invito al completo reconocimiento y confesión de los pecados, a la purificación. Un corazón impuro no puede estar en mi Hijo y con mi Hijo. Un corazón impuro no puede dar un fruto de amor y de unidad. Un corazón impuro no puede llevar a cabo cosas rectas y justas; no es un ejemplo de la belleza del Amor de Dios ante quienes están alrededor suyo y que no han conocido ese amor. Ustedes, hijos míos, se reúnen en torno a mí llenos de entusiasmo, de deseos y de expectativas, y yo imploro al Padre Bueno que, por medio del Espíritu de mi Hijo, ponga la fe en sus corazones purificados. Hijos míos, escúchenme, pónganse en camino conmigo. "

Comentario del Padre Justo Antonio Lofeudo
         
Después de la aparición, Mirjana comentó: “Mientras la Virgen se marchaba, mostró la tiniebla a su lado izquierdo y a su derecho una cruz en una luz dorada”. La vidente lo interpreta como que la Virgen quiso mostrar la diferencia entre un corazón purificado y uno no purificado.

Queridos hijos, hoy los invito a dar un paso difícil y doloroso para alcanzar vuestra unión con mi Hijo.

 
Este comienzo del mensaje nos dice mucho de la seriedad con que debemos tomar lo que nos pide y también de la perentoria necesidad de hacerlo. “Un paso difícil y doloroso”, significa que no podremos tomar lo que sigue a la ligera, porque ya nos está advirtiendo que será arduo llevarlo a cabo. A continuación aclara de qué se trata cuando dice: 

Los invito al completo reconocimiento y confesión de los pecados, a la purificación.

 
Éste es el paso difícil: reconocer el pecado que anida en nosotros y se oculta porque no lo enfrentamos. No queremos enfrentarlo, no queremos romper la imagen que hemos hecho de nosotros mismos.
Leyendo a san Agustín (Sermón 19, 2-3) encuentro una meditación muy a propósito: “No tengamos en modo alguno la presunción de que vivimos rectamente y sin pecado. Lo que atestigua a favor de nuestra vida es el reconocimiento de nuestras culpas. Los hombres sin remedio son aquellos que dejan de atender a sus propios pecados para fijarse en los de los demás. No buscan lo que hay que corregir, sino en qué pueden morder. Y al no poder excusarse a sí mismos, están siempre dispuestos a acusar a los demás…. Busca en tu corazón la ofrenda grata a Dios. El corazón es lo que hay que quebrantar… Para que sea creado el corazón puro, hay que quebrantar antes el corazón impuro”.
Es precisamente lo que, confirmando la aserción del santo, dice a continuación la Santísima Virgen: 

Un corazón impuro no puede estar en mi Hijo y con mi Hijo. Un corazón impuro no puede dar un fruto de amor y de unidad. Un corazón impuro no puede llevar a cabo cosas rectas y justas; no es un ejemplo de la belleza del Amor de Dios ante quienes están alrededor suyo y que no han conocido ese amor.


lunes, 25 de julio de 2011

Domingo 17° Tiempo Ordinario Ciclo A 24-07-11


Primer Libro de los Reyes 3,5.7-12.

        En Gabaón, el Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: "Pídeme lo que quieras".  Y ahora, Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo. Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?".
        Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido, y Dios le dijo: "Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti.

Salmo 119(118),57.72.76-77.127-128.129-130.

El Señor es mi herencia: 
yo he decidido cumplir tus palabras.
Para mí vale más la ley de tus labios 
que todo el oro y la plata.
Que tu misericordia me consuele, 
de acuerdo con la promesa que me hiciste.
Que llegue hasta mí tu compasión, 
y viviré, porque tu ley es toda mi alegría.

Por eso amo tus mandamientos 
y los prefiero al oro más fino.
Por eso me guío por tus preceptos 
y aborrezco todo camino engañoso.
Tus prescripciones son admirables: 
por eso las observo.
La explicación de tu palabra ilumina 
y da inteligencia al ignorante.

Carta de San Pablo a los Romanos 8,28-30.

         Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.

Evangelio según San Mateo 13,44-52. 

        El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
        El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.  Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".

Reflexión de S.S. BenedictoXVI. Angelus domingo 24/07/11

        Hoy, en la Liturgia, la lectura del Antiguo Testamento nos presenta la figura del rey Salomón, hijo y sucesor de David. Nos lo presenta al comienzo de su reino, cuando era todavía muy joven. Salomón heredó una tarea muy ardua, y la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros era grande para un joven soberano. En primer lugar, él ofreció a Dios un solemne sacrificio, “mil holocaustos”, dice la Biblia. 
        Entonces el Señor se le apareció en una visión nocturna y prometió concederle aquello que habría pedido en la oración. Y aquí se ve la grandeza de ánimo de Salomón: él no pide una larga vida, ni riquezas, ni la eliminación de los enemigos; en cambio le dice al Señor: “Concede, a tu siervo, un corazón docil para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal” (I Rey 3,9). Y el Señor lo escuchó, así Salomón se hizo famoso en todo el mundo por su sabiduría y la rectitud de sus juicios.
          Por lo tanto, él pidió a Dios que le concediera una “corazón dócil”. 
         ¿Qué significa esta expresión? Sabemos que el “corazón” en la Biblia no indica sólo una parte del cuerpo, sino el centro de la persona, la sede de sus intenciones y de sus juicios. Podríamos decir: la conciencia. Entonces, “corazón dócil” significa una conciencia que sabe escuchar, que es sensible a la voz de la verdad, y por ello, capaz de discernir entre el bien y el mal”. En el caso de Salomón, la petición es motivada por la responsabilidad de guiar a una nación, Israel, el pueblo que Dios ha elegido para manifestar al mundo su designio de salvación. El rey de Israel, por lo tanto, debe tratar de estar siempre en sintonía con Dios, a la escucha de su Palabra, para guiar al pueblo por los caminos del Señor, el camino de la justicia y de la paz. Pero el ejemplo de Salomón es válido para cada hombre. 
         Cada uno de nosotros tiene una conciencia para ser, en cierto sentido, “rey”, es decir, para ejercer la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia, obrando el bien y evitando el mal. La conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz de la verdad, de ser dóciles a sus indicaciones. Las personas llamadas a tareas de gobierno naturalmente tienen una responsabilidad ulterior, y por lo tanto –como enseña Salomón- necesitan aún más de la ayuda de Dios. Pero a cada quien le toca hacer su propia parte, en la situación concreta en la que se encuentre. Una mentalidad equivocada nos sugiere pedir a Dios cosas o favores.
        En realidad, la verdadera cualidad de nuestra vida y de la vida social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de cada quien y de todos de reconocer el bien, separándolo del mal, y de tratar pacientemente de actuarlo. Para ello, pidamos la ayuda de la Virgen María, Sede de la Sabiduría. Su corazón es perfectamente “dócil” a la voluntad del Señor. A pesar de ser una persona humilde y simple, María es una reina a los ojos de Dios, y como tal nosotros la veneramos. Que la Virgen Santa nos ayude también, con la gracia de Dios, a formarnos una conciencia siempre abierta a la verdad y sensible a la justicia, para servir al Reino de Dios.

jueves, 21 de julio de 2011

Jesús, Amigo incondicional y fiel. (Adoración Eucarística.)

     
         Les propongo algo para realizar nuestro encuentro con el amigo con mayúsculas, el que siempre nos espera en el Sagrario: realicemos una visita a Jesús Eucaristía en cuanto tengamos oportunidad, ya que Él es la fuente que renueva todo lo que hay en nosotros y sin Él somos como una caja adornada para contener un regalo, se verá bonita por fuera pero si no le ponemos el regalo adentro seguirá vacía: si nuestra alma no se llena de la presencia de Jesús, estaremos llenos de las cosas del mundo pero no de aquellas que agradan a Dios.
         Cada parroquia tiene sus días y horarios para realizar una hora santa: por lo general los primeros jueves de mes. Será bueno entonces averiguar en que horarios lo realizan en sus parroquias y acudir a este encuentro tan importante como necesario. Aparte de participar en ese día especial, los días jueves (día de la Eucaristía) es el día propicio para hacer este encuentro con el Divino Maestro, aunque no expongan la custodia con el Santísimo Sacramento para realizar adoración. Jesús está siempre allí esperándonos.
        Se trata de ir nosotros a su encuentro cerca del Sagrario. Sepan que en estos momentos de encuentro con Jesús en la intimidad del corazón, mientras oramos se nos conceden gracias especiales. Jesús valora mucho estos momentos de oración con Él quien nos ama pero desea que lo busquemos, nos acerquemos a Él y le hablemos como se habla con un amigo, sin reservas.
        La Virgen María en Medjugorje ha dicho: "Adoren continuamente el Santísimo Sacramento. Yo estoy siempre presente cuando los cristianos están en adoración. Ellos reciben gracias particulares." (15/03/84)

Dijo el Santo Cura de Ars:

        "¡Cuan consoladores y suaves son los momentos pasados con este Dios de bondad! ¿Estás dominado por la tristeza? Ven un momento a sentarte a sus pies, y quedarás consolado. ¿Eres despreciado del mundo?   Ven aquí y hallarás un amigo que jamás quebrantará la fidelidad. ¿Te sientes tentado? Aquí es donde vas a hallar las armas más seguras y terribles para vencer a tu enemigo. ¿Temes el juicio formidable que a tantos santos ha hecho temblar? Aprovéchate del tiempo en que tu Dios es Dios de misericordia y es tan fácil conseguir el perdón. ¿Estás oprimido por la pobreza? Ven aquí, donde hallarás a un Dios inmensamente rico, que te dirá que todos sus bienes son tuyos, no en este mundo sino en el otro".

         La Madre Teresa nos dice que necesitamos estar cerca de Jesús para poder transmitirlo a los demás, por lo tanto es necesario tener esa hora santa en la cual podamos hacer ese encuentro con Jesús Eucaristía en el cual recibamos las gracias necesarias para luego poder anunciarlo a los demás, para poder ver en nuestro prójimo al mismo Jesús y por amor a Jesús amar a quienes nos rodean, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestro lugar de encuentro con nuestros hermanos en la comunidad parroquial.

        Dice además la Madre Teresa: Como no podemos ver a Cristo no podemos expresarle nuestro amor, pero a nuestro prójimo sí lo vemos y podemos hacer por él lo que nos gustaría hacer por Cristo, si fuera visible.

        Por lo tanto se hace necesario el encuentro con Jesús mediante la Adoración Eucarística, que transforma a quien se deja inundar por Él en el silencio de la oración. Sobre todo es importante realizar la oración desde lo profundo del corazón y no sólo pedir por mis necesidades sino también pedir que Él me ilumine a través del Espíritu Santo para conocer la voluntad de Dios para mi vida, qué desea Dios de mi y también rezar por aquellos que sé necesitan de mi oración.

Visita de amistad.

Preparación.

        Los verdaderos amigos saben compartir lo que viven y sienten, con total sinceridad y transparencia.    ¿Tienes algún proyecto entre manos que quieras compartir conmigo? Cuéntamelo todo minuciosamente.  ¿Qué te preocupa? ¿Qué deseas? ¿Qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo...? ¿Qué desearías hacer por ellos?
        ¿No desearías hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho y que viven, tal vez, alejados de mí?
        Dime que cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente y con qué medio cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y te ayudaré a entender el por qué de ese fracaso.   ¿No quieres pedirme alguna gracia especial para tí? Soy tu amigo incondicional y fiel. No lo olvides: Estoy siempre contigo y camino todo el tiempo a tu lado.

Lectura bíblica.
         
        Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. (Jn. 15,15)

Momento de silencio

Oración.

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

                                                        San Ignacio de Loyola 

Si lo desean pueden descargar o imprimir el texto de la visita desde esta caja de Box.net.





Fuente: 

* Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado.  
* Tú me das el amor.  Madre Teresa de Calcuta


Canto de adoración - Veni Sancte Spiritus 
 

lunes, 18 de julio de 2011

Domingo 16° Tiempo Ordinario 17-07-11

Libro de la Sabiduría 12,13.16-19. 

        Porque, fuera de ti, no hay otro Dios que cuide de todos, a quien tengas que probar que tus juicios no son injustos; porque tu fuerza es el principio de tu justicia, y tu dominio sobre todas las cosas te hace indulgente con todos.
       Tú muestras tu fuerza cuando alguien no cree en la plenitud de tu poder, y confundes la temeridad de aquellos que la conocen.
        Pero, como eres dueño absoluto de tu fuerza, juzgas con serenidad y nos gobiernas con gran indulgencia, porque con sólo quererlo puedes ejercer tu poder.
      Al obrar así, tú enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser amigo de los hombres y colmaste a tus hijos de una feliz esperanza, porque, después del pecado, das lugar al arrepentimiento.

Salmo 86(85),5-6.9-10.15-16a. 

Tú, Señor, eres bueno e indulgente, 
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria, escucha la voz de mi súplica!
Todas las naciones que has creado 
vendrán a postrarse delante de ti 
y glorificarán tu Nombre, Señor,
porque tú eres grande, Dios mío, 
y eres el único que hace maravillas.

Pero tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso, 
lento para enojarte, rico en amor y fidelidad,
vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí; 
fortalece a tu servidor, salva al hijo de tu servidora.

Carta de San Pablo a los Romanos 8,26-27. 

Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.
Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.

Evangelio según San Mateo 13,24-43. 

        Y les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
         Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
         Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'.
        El les respondió: 'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.
        Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'".
     También les propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
        En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas".
     Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa".
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
        Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".
         El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
         Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
      El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
        Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!

Reflexión.

Fuente: La hojita del domingo. Editorial San Pablo

La buena semilla y sus frutos 

         Si Jesús ha venido a traernos el Reino de Dios, si ha sembrado la buena semilla,¿por qué en el mundo hay maldad, corrupción, injusticia?¿Significa que es muy débil la potencia del Reino, la fuerza de la buena semilla?
         En la parábola del sembrador, en el mismo capítulo 13, Jesús ha explicado que la semilla tiene poder, pero que su acción es mayor o menor de acuerdo a las disposiciones del que la recibe.
         Eso significa que normalmente el Señor respeta la libertad del hombre, que puede rechazar su Palabra o encerrarse en sus proyectos.
         Pero en esta parábola del trigo y de la mala hierba Jesús agrega algo más. Hay hombres, tomados por las fuerzas del mal, enfermos por la maldad, el egoísmo, el odio, que están sembrando mala semilla en el mundo. Quiere decir que, además de nuestra debilidad, nuestras inclinaciones y nuestras costumbres, hay personas interesadas en sembrar el mal, y a veces se produce un contagio dañino.
         Así, el Señor nos invita a ser realistas y astutos, a estar atentos para reconocer cuando en medio de la buena semilla de Dios se hace presente la mala semilla de los que no quieren el reinado de Cristo y de su Palabra. Jesús pide a sus discípulos que tengan paciencia con los que están tomados por la mala semilla, porque el discernimiento no es fácil, y queriendo arrancar las cosas malas se corre el riesgo de arrancar también lo bueno. No todo es completamente negro o blanco, muchas veces podemos encontrarnos con una mezcla donde no podemos distinguir con claridad.
         Jesús prefiere la tolerancia. Nos enseña que en lugar de empeñarnos en arrancar de golpe todo lo malo, es mejor seguir sembrando el bien, porque la semilla de Dios es poderosa. Aunque parezca pequeña, poco a poco puede convertirse en algo grande, como la pequeña cantidad de levadura que termina fermentando toda la masa.


P. Víctor M. Fernández

domingo, 10 de julio de 2011

Domingo 15° Tiempo Ordinario Ciclo A 10-07-11

Libro de Isaías 55,10-11.

       Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.

Salmo 65(64),10abcd.10e-11.12-13.14.

Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas; 
los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales:
Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas;
los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales:
Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas; 
los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales:
Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas; 
los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales:

Visitas la tierra, la haces fértil y la colmas de riquezas;
los canales de Dios desbordan de agua, y así preparas sus trigales:
riegas los surcos de la tierra, emparejas sus terrones;
la ablandas con aguaceros y bendices sus brotes.
Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia;
rebosan los pastos del desierto y las colinas se ciñen de alegría.

Las praderas se cubren de rebaños y los valles se revisten de trigo: 
todos ellos aclaman y cantan.

Carta de San Pablo a los Romanos 8,18-23.

        Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros.
        En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios.
        Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza.
        Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
        Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto.
        Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo.

Evangelio según San Mateo 13,1-23.

        Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar.
        Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa.
        Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: "El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron.
        Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda;
pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
        Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
        Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡El que tenga oídos, que oiga!".
        Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?".
El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
        Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
        Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.
Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,
        Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
        Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
        Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
        Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
        El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
        El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
        Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno".

Reflexión del Papa luego del Ángelus hoy:

Queridos hermanos y hermanas!

        Les agradezco por haber venido para la cita del Ángelus aquí a Castelgandolfo, a donde he llegado hace pocos días. Con gusto tomo esta oportunidad para dirigir mi saludo cordial también a todos los habitantes de esta querida ciudad, con el deseo de una buena estación estival.

        En el Evangelio de este Domingo (Mt 13,1-23), Jesús se dirige a la multitud con la celebre parábola del sembrador. Es una pagina en alguna manera “autobiográfica”, porque refleja la experiencia misma de Jesús, de su predicación: El se identifica con el sembrador, que esparce la buena semilla de la Palabra de Dios, y percibe los diversos efectos que obtiene, según el tipo de acogida reservada al anuncio. Hay quien escucha superficialmente la Palabra pero no la acoge; hay quien la acoge en el momento pero no tiene constancia y pierde todo; hay quien es abrumado por las preocupaciones y seducciones del mundo; y hay quien escucha de manera receptiva como la tierra buena: aquí la Palabra da fruto en abundancia.

        Pero este Evangelio insiste además en el “método” de la predicación de Jesús, o sea, justamente, en el uso de las parábolas. ¿“Por qué a ellos hablas con parábolas?” – le preguntan los discípulos (Mt 13,10). Y Jesús responde colocando una distinción entre ellos y la multitud:a los discípulos, o sea a aquellos que ya se han decidido por El, les puede hablar del Reino de Dios abiertamente, en cambio a los demás debe anunciarlo en parábolas, para justamente estimular la decisión, la conversión del corazón; las parábolas, de hecho, por su naturaleza requieren un esfuerzo de interpretación, interpelan a la inteligencia pero también a la libertad. San Juan Crisóstomo explica: “Jesús ha pronunciado estas palabras con la intención de atraer a si a sus escuchas y solicitarlos asegurando que, si se dirigirán a El, El los sanará” (Comentario al Evangelio de Mat. 45,1-2). En el fondo, la verdadera “Parábola” de Dios es el mismo Jesús, su Persona que, en el signo de la humanidad, esconde y al mismo tiempo revela la divinidad. De esta manera Dios no nos obliga a creer en El, sino que nos atrae a Si con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado: el amor, de hecho, respeta siempre la libertad.

        Queridos amigos, mañana celebraremos la fiesta de San Benito, Abad y Patrono de Europa. A la luz de este Evangelio, mirémoslo como maestro de la escucha de la Palabra de Dios, una escucha profunda y perseverante. Debemos siempre aprender del gran Patriarca del monaquismo occidental a dar a Dios el lugar que le corresponde, el primer lugar, ofreciéndole, con la oración de la mañana y de la tarde, las actividades cotidianas. Que sobre su modelo la Virgen María nos ayude a ser “tierra buena” donde la semilla de la Palabra pueda producir mucho fruto.

Fuente: Ecclesia Digital

domingo, 3 de julio de 2011

Devoción al Sagrado Corazón, unión de corazones


        El Culto al Sagrado Corazón de Jesús es una devoción muy antigua entre los cristianos y simboliza primordialmente la unión entre el corazón del hombre que se transfigura en el Corazón de Cristo.
        Jesús nos muestra la naturaleza y esencia de su Corazón en la cruz, al entregar, por amor, su vida. "No hay amor más grande que éste, dar la vida por sus amigos" (Jn. 15,13)
        Esto nos llama y nos invita a abrir nuestro corazón a los demás como Él nos enseña y, por amor a Jesús no podemos dejar de amar y servir a nuestros hermanos. Si queremos y decimos ser seguidores de Cristo, nos cabe tener los mismos sentimientos de Cristo: el despojo, el servicio, la entrega, la obediencia a la voluntad del Padre, el amor por los necesitados, la solidaridad con los oprimidos, la defensa de la justicia, la humildad, el ferviente impulso y defensa de los valores de la vida.
        La oración y el culto al Sagrado Corazón de Jesús logran hacer en nosotros una transformación tal, que hará en los demás reconocer en nuestros actos y en nuestra propia vida la cercanía de Cristo, y nos obligará con alegría a invitar a los demás a compartir ese sentimiento y a practicar esta devoción.
        Esta devoción tiene tres pilares que se destacan fundamentalmente:

Amor:  Si verdaderamente amamos a Jesús no podemos dejar en nuestra vida de amar a nuestros hermanos.
 
Consagración: Consagrarse es dedicarse en exclusividad a algo o a alguien. Aquí nos consagramos al Divino Corazón de Jesús. Es responder a su amor. Es un estado de permanente entrega a todo lo que Él hizo y hace por nosotros. Es responder al llamado que desde el Bautismo se completa en la Eucaristía, que es el sacramento del Amor.

Reparación: En esta devoción adquiere un significado particular la actitud de restaurar el mal causado por el pecado del mundo en sus múltiples manifestaciones hacia la figura de Cristo directamente o en los actos de injusticia, corrupción, violencia, desprecio por la vida, etc., que a diario soporta tristemente. Si el pecado es decirle NO al amor de Dios, la reparación está vinculada a esa actitud. De tal manera que teniendo constancia y sentido del pecado, busquemos con nuestros actos y nuestra oración reparar este mal y comenzar a caminar en sentido de la conversión.

       En el documento Gaudium et spes (N° 11) del Concilio Vaticano II leemos: "Los valores del hombre a causa de la corrupción del corazón humano, sufren con frecuencia desviaciones contrarias a su debido orden, por eso necesitan purificación". Nos unimos entonces a Cristo agonizante, siendo solidarios con Él, que se solidariza con la humanidad toda.
        La devoción al Sagrado Corazón es devolver a Jesús todo lo que Él nos ha dado con su entrega sin condicionamientos y sin especulaciones. Es decirle a Jesús que somos sus amigos y jamás volverá a estar abandonado como en el calvario y que por Él seremos capaces de dar nuestra vida; y al igual que la canción popular podremos decir: "El amigo verdadero, ha de ser como la sangre: que siempre acude a la herida, sin esperar que la llamen.


Fuente: Meditaciones al Sagrado Corazón

Domingo 14° Tiempo Ordinario Ciclo A 3-07-11

Libro de Zacarías 9,9-10. 

        ¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno, sobre la cría de un asna.
        El suprimirá los carros de Efraím y los caballos de Jerusalén; el arco de guerra será suprimido y proclamará la paz a las naciones. Su dominio se extenderá de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.

Salmo 145(144),1-2.8-9.10-11.13cd-14.

Himno de David. 

Te alabaré, Dios mío, a ti, 
el único Rey, y bendeciré tu Nombre eternamente
Día tras día te bendeciré, 
y alabaré tu Nombre sin cesar.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos 
y tiene compasión de todas sus criaturas.

Que todas tus obras te den gracias, 
Señor, y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino 
y proclamen tu poder.
tu reino es un reino eterno, 
y tu dominio permanece para siempre. 
El Señor es fiel en todas sus palabras 
y bondadoso en todas sus acciones.
tu reino es un reino eterno, 
y tu dominio permanece para siempre. 
El Señor es fiel en todas sus palabras 
y bondadoso en todas sus acciones.

El Señor sostiene a los que caen 
y endereza a los que están encorvados.

Carta de San Pablo a los Romanos 8,9.11-13.
 
         Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo.
       Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.
        Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal.
        Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.

Evangelio según San Mateo 11,25-30.  

         En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
        Sí, Padre, porque así lo has querido.
        Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al   Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
        Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
        Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
        Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". 

Reflexión.


Fuente: La hojita del Domingo. Editorial San Pablo.


Jesús ofrece descanso y alivio

        Jesús invita con ternura y compasión, con respeto y con fuerza: “Vengan a mí”.Pero su invitación se dirige sobre todo a los cansados y agobiados, a los que ya no saben qué hacer con el tremendo peso de sus vidas, a los que no pueden encontarle el sabor a la existencia cotidiana porque tienen demasiadas preocupaciones, muchas dificultades que enfrentar.

        Y Jesús ofrece descanso ,ofrece alivio al agobiado. Pero para eso nos indica dos caminos: uno es el de tomar con él el peso, el de compartirlo con él, descubriendo su presencia de amor en medio de nuestros cansancios. Se trata de darle sentido a las preocupaciones y dolores de la vida uniéndonos místicamente a Jesús.

        El segundo camino es el de contemplarlo a él cargan do su propia cruz sin lamentos ni quejas, ofreciendo su propia vida hasta el fin. Si ni siquiera él, siendo el Hijo de Dios, se liberó de los límites y angustias de la vida humana.

        Contemplándolo a él que carga pacientemente su cruz sin odios ni rebeldías, podemos unirnos más íntimamente a él en el dolor, experimentando cómo, místicamente, nuestras propias llagas se unen a las suyas en la cruz. Es lo que experimentaba San Pablo al decir: “estoy crucificado con Cristo, ya no soy yo el que vive” (Gál 2, 19-20), o al decir: “llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús” (Gál 6, 17).

        De esta manera damos un sentido al peso que nos toca llevar cada día, pero ocupándonos de los problemas sin preocuparnos; es decir, haciendo lo que está en nuestras manos para resolverlos, pero no angustiándonos antes de tiempo tratando de preverlo todo. Por eso el evangelio nos exhorta a estar más en el hoy que en el mañana: “No se inquieten por el día de mañana; el mañana tendrá sus propias preocupaciones. A cada día le basta su propia aflicción” (Mt 6, 33). 

P. Víctor M. Fernández

sábado, 2 de julio de 2011

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. 1-07-11

Deuteronomio 7,6-11.
 
        Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras su pueblo y su propiedad exclusiva entre todos los pueblos de la tierra.
        El Señor se prendó de ustedes y los eligió, no porque sean el más numeroso de todos los pueblos. Al contrario, tú eres el más insignificante de todos.
       Pero por el amor que les tiene, y para cumplir el juramento que hizo a tus padres, el Señor los hizo salir de Egipto con mano poderosa, y los libró de la esclavitud y del poder del Faraón, rey de Egipto.
        Reconoce, entonces, que el Señor, tu Dios, es el verdadero Dios, el Dios fiel, que a lo largo de mil generaciones, mantiene su alianza y su fidelidad con aquellos que lo aman y observan sus mandamientos; pero que no tarda en dar su merecido a aquel que lo aborrece, a él mismo en persona, haciéndolo desaparecer.
         Por eso, observa los mandamientos, los preceptos y las leyes que hoy te ordeno poner en práctica.

Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8.10.
 
De David. Bendice al Señor, alma mía, 
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía, 
y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas 
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro, 
te corona de amor y de ternura.

El Señor hace obras de justicia 
y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés 
y sus proezas al pueblo de Israel.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.


Epístola I de San Juan 4,7-16. 
 
        Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.
        Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
       Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu.
       Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo.
          El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.
         Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.

Evangelio según San Mateo 11,25-30.
 
        En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
        Sí, Padre, porque así lo has querido.
       Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
        Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
     Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
        Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".

Reflexión. Fuente: "Encuentro con la Palabra" y "Cristo Hoy"

          El mismo Jesús nos pide que vayamos a Él y seremos nosotros los que aceptemos o no esa invitación. El mundo está lleno de vacío, de caras serias, de vidas aceleradas, de múltiples preocupaciones. Mucha tecnología, mucha superficialidad y poca compasión. Muchos egoísmos y pocos héroes. En circunstancias así no es aconsejable perder la esperanza: eso es lo que los poderosos de este mundo quieren. Pero no aceptemos su juego. Mantengamos viva la fe, vivamos con esperanza activa y acudamos al Corazón de Jesús: allí encontraremos la paz, allí hay amor a raudales, allí somos lo que siempre fuimos: hijos del Padre, amados por Él, por Él comprendidos. Volvamos al Corazón de Jesús. Ahí está nuestro verdadero hogar.

Mirar al traspasado

        "El culto al Corazón de Jesús exhorta a los creyentes a abrirse al misterio de Dios y de su amor, dejándose transformar por Él [...], para reavivar en sí mismos la fe en el amor salvífico de Dios, acogiéndolo cada vez mejor en su propia vida.

         El costado traspasado del Redentor es el manantial al que nos invita a acudir la encíclica Haurietis aquas: debemos recurrir a este manantial para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo y experimentar más a fondo su amor. De este modo, podremos comprender mejor qué significa "conocer" en Jesucristo el amor de Dios, "experimentarlo" manteniendo fija la mirada en Él, hasta vivir completamente de la experiencia de su amor, para poderlo "testimoniar" a los demás. De hecho, retomando una expresión de mi venerado predecesor, Juan Pablo II, "junto al Corazón de Cristo, el corazón humano aprende a conocer el auténtico y único sentido de la vida y de su propio destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a permanecer alejado de ciertas perversiones del corazón, a unir el amor filial a Dios con el amor al prójimo. De este modo - y ésta es la verdadera reparación exigida por el Corazón del Salvador- sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de Cristo" (Insegnamenti. vol.IX/2 1986, p.843).

Conocer el amor de Dios en Jesucristo.

        En la encíclica Deus caritas est he citado la afirmación de la primera carta de san Juan: "Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él" para subrayar que en el origen de la vida cristiana está el encuentro con una Persona (cf.n.1). Dado que Dios se ha manifestado de la manera más profunda a través de la Encarnación de su Hijo, haciéndose "visible" en Él, en la relación con Cristo podemos reconocer quién es verdaderamente Dios (cf.encíclica Haurietis aquas, 29-41; encíclica Deus caritas est, 12-15). Es más, dado que el amor de Dios ha encontrado su expresión más profunda en la entrega que Cristo hizo de su vida por nosotros en la Cruz, al contemplar su sufrimiento y muerte podemos reconocer de manera cada vez más clara el amor sin límites de Dios por nosotros: «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3, 16).

          Por otro lado, este misterio del amor de Dios por nosotros no constituye sólo el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: es, al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el mismo cristianismo. De hecho sólo se puede ser cristiano dirigiendo la mirada a la Cruz de nuestro Redentor, «a quien traspasaron» (Juan 19, 37; Cf. Zacarías 12, 10). La encíclica «Haurietis aquas» recuerda que la herida del costado y las de los clavos han sido para innumerables almas los signos de un amor que ha transformado cada vez más incisivamente su vida (Cf. número 52). Reconocer el amor de Dios en el Crucificado se ha convertido para ellas en una experiencia interior que les ha llevado a confesar, junto a Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20, 28), permitiéndoles alcanzar una fe más profunda en la acogida sin reservas del amor de Dios (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 49).

        Experimentar el amor de Dios dirigiendo la mirada al Corazón de Jesucristo El significado más profundo de este culto al amor de Dios sólo se manifiesta cuando se considera más atentamente su contribución no sólo al conocimiento sino también y sobre todo a la experiencia personal de ese amor en la entrega confiada a su servicio (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 62). Obviamente, experiencia y conocimiento no pueden separarse: la una hace referencia a la otra. Además, es necesario subrayar que un auténtico conocimiento del amor de Dios sólo es posible en el contexto de una actitud de oración humilde y de generosa disponibilidad. Partiendo de esta actitud interior, la mirada puesta en el costado traspasado de la lanza se transforma en silenciosa adoración. La mirada en el costado traspasado del Señor, del que salen «sangre y agua» (Cf. Gv 19, 34), nos ayuda a reconocer la multitud de dones de gracia que de ahí proceden (Cf. encíclica «Haurietis aquas», 34-41) y nos abre a todas las demás formas de devoción cristiana que están comprendidas en el culto al Corazón de Jesús.


                                                                                                                Benedicto XVI