miércoles, 31 de agosto de 2011

Mensaje de María Reina de la Paz. Medjugorje 25-08-11



¡Queridos hijos! 
      
      Hoy los invito a orar y a ayunar por mis intenciones, porque Satanás quiere destruir mi plan. Aquí comencé con esta parroquia y he llamado al mundo entero. Muchos han respondido; sin embargo, es enorme el número de aquellos que no desean escuchar ni aceptar mi invitación. Por eso, ustedes que han dicho sí, sean fuertes y decididos. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Comentario

¡Queridos hijos! Hoy los invito a orar y ayunar por mis intenciones porque Satanás quiere destruir mi plan. Aquí comencé con esta parroquia y he llamado al mundo entero.

      La Madre de Dios apela a los hijos, que responden a su llamado y la siguen, para luchar contra Satanás que quiere destruir el plan de salvación que está llevando a cabo  desde hace 30 años en Medjugorje. Allí nos lo recuerda, comenzó a aparecer dando sus mensajes, invitando a seguirla en el camino de conversión. Pronto desde la parroquia, el llamado se fue extendiendo por todo el mundo a través de personas- que por la íntima certeza de la verdad sobre los mensajes y acontecimientos- se adherían y a la vez vivían y difundían los mensajes.

Muchos han respondido; sin embargo es enorme el número de aquellos que no desean escuchar ni aceptar mi invitación.

      En todos estos años, muchas vidas han aceptado la invitación de la Virgen y por ello han sido tocadas por la gracia extraordinaria de Dios, que la Virgen trajo consigo a Medjugorje y se convirtieron a la verdad de la fe. Aquellas personas empezaron a ayunar miércoles y viernes y a tener confesiones mensuales y Eucaristías muy frecuentes cuando no diarias. Las confesiones frecuentes y los exámenes de conciencia que la acompañaban fueron purificando el corazón. De es modo pudieron comprender qué quería decir orar con el corazón. Como lo pedía la Virgen, muchos se iniciaron en la lectura diaria de la Biblia, especialmente el Evangelio, y en la meditación de los pasajes que leían. Y también fueron llevados cada día a rezar el Rosario hasta llegar al Rosario completo (en aquel entonces los tres misterios).   Espontáneamente, se fueron formando grupos de oración en los que, fundamentalmente, se rezaba el Rosario. Algunos de ellos replicaban en la medida de los posible, el programa de la parroquia de Santiago Apóstol de Medjugorje, con sus Rosarios y también con la Misa y adoración al Santísimo guiada y matizada con los cantos como los de allá.
      Aunque el mensaje fue dado una sola vez bastó para que muchos sintieran el llamado a la adoración al Santísimo sin interrupción (adoración eucarística perpetua) y a enamorarse de Jesús en la Eucaristía.
Todo esto que intento resumir y mucho pero mucho más ha sido y es la respuesta al llamado que la Virgen hacía y hace desde Medjogorje.
      Ahora Medjugorje es una realidad dentro de la Iglesia que nadie puede negar, como honestamente tampoco, como tampoco honestamente se puede negar la renovación espiritual que por su causa se ha extendido por todas partes.
      Sin embargo la Santísima Virgen nos dice que si bien muchos respondieron son muchos más los que no lo hicieron. Son todos los que han ignorado la gracia, la han dejado pasar o peor aún, la han menospreciado y hasta combatido.

lunes, 29 de agosto de 2011

Domingo 22º Tiempo ordinario Ciclo A 28-08-11


PRIMERA LECTURA

Jer 20, 7-9

Lectura del libro de Jeremías.

      ¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí. Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: "¡Violencia, devastación!". Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día. Entonces dije: "No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su nombre". Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.

Palabra de Dios.

SALMO

Sal 62, 2-6. 8-9

Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, 
yo te busco ardientemente; 
mi alma tiene sed de ti, 
por ti suspira mi carne como tierra sedienta, 
reseca y sin agua. 

Sí, yo te contemplé en el santuario
para ver tu poder y tu gloria. 
Porque tu amor vale más que la vida, 
mis labios te alabarán. 

Así te bendecirá mientras viva 
y alzaré mis manos en tu nombre. 
Mi alma quedará saciada 
como con un manjar delicioso, 
y mi boca te alabará con júbilo en los labios.
Veo que has sido mi ayuda 
y soy feliz a la sombra de tus alas. 
Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene.

SEGUNDA LECTURA

Rom 12, 1-2

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

      Hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Mt 16, 21-27

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

      Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".   Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.  ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras".

Palabra del Señor.

Alocución de S.S. Benedicto XVI previo al rezo del Angelus.

Queridos hermanos y hermanas
      En el Evangelio de hoy, Jesús explica a sus discípulos que tendrá que “ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día” (Mt 16,21) Todo parece darse vuelta en el corazón de los discípulos! ¿Cómo es posible que “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” pueda sufrir hasta la muerte?  El apóstol Pedro se rebela, no acepta este camino, toma la palabra y dice al maestro: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá” (v. 22).

      Es evidente la divergencia ente el designio del amor del Padre, que llega hasta el don del Hijo Unigénito sobre la cruz para salvar la humanidad, y las expectativas, deseos y proyectos de los discípulos. Y este contraste se repite también hoy, cuando la realización de la propia vida está orientada solamente al suceso social, al bienestar físico y económico y no se razona más según la voluntad de Dios sino según los hombres (v.23).

      Pensar según el mundo es poner a un lado a Dios, no aceptar su designio de amor, es casi impedirle que cumpla su sabia voluntad. Por esto Jesús dice a Pedro una palabra particularmente dura: “Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo” (ibid). El Señor enseña que “el camino de los discípulos es seguirlo, seguir la cruz. Los tres evangelios, sin embargo, explican el seguirlo en el signo de la cruz… como el camino del “perder a sí mismo”, que es necesario para el hombre y sin el cual no le es posible encontrar a sí mismo” (Jesús de Nazaret, Milán 2007, 333).

      Así como lo hizo a los discípulos, Jesús nos invita a nosotros: “El que quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame.” El cristiano sigue al Señor cuando acepta con amor la propia cruz, a pesar de que a los ojos del mundo aparece como un fracaso y una “pérdida de la vida”, el cristiano sabe que no la lleva él solo, sino que la lleva con Jesús, compartiendo su mismo camino de donación. Escribe el Siervo de Dios Pablo VI: “Misteriosamente, el mismo Cristo, para erradicar del corazón del hombre el pecado de presunción y manifestar al Padre una obediencia íntegra y filial, acepta… morir en una cruz”. Aceptando voluntariamente la muerte, Jesús lleva la cruz de todos los hombres y se convierte en fuente de salvación para toda la humanidad. San Cirilo de Jerusalén comenta: “La cruz victoriosa ha iluminado a quien estaba ciego por la ignorancia, ha liberado a quien era prisionero del pecado, ha llevado la redención a toda la humanidad.”

      Confiamos nuestra oración ala Virgen María y a San Agustín, de quien hoy se celebra la memoria litúrgica, para que cada uno de nosotros sepa seguir al Señor en el camino de la cruz y nos dejemos transformar por la gracia divina, renovando el modo de pensar “para poder discernir la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” (Rom.12, 2).


Fuente: Ecclesia Digital

martes, 23 de agosto de 2011

Santa María Reina. 22-08-11



1° Lectura.  Isaías 9, 1-6    


      El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado.    La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz». Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.

Salmo 112, 1-8

¡Aleluya! Alaben, servidores del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
desde ahora y para siempre.

Desde la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre del Señor.
El Señor está sobre todas las naciones,
su gloria se eleva sobre el cielo,

¿Quién es como el Señor, nuestro Dios,
que tiene su morada en las alturas,
y se inclina para contemplar
el cielo y la tierra?

El levanta del polvo al desvalido,
alza al pobre de su miseria,
para hacerlo sentar entre los nobles,
entre los nobles y su pueblo.


Evangelio. San Lucas 1, 26-38

      En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
      Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Angel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
      María dijo al Angel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?».  El Angel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.  También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
      María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».Y el Angel se alejó.


Reflexión

      Se llama Reina a la Virgen María, nació Reina. 
Así lo quiso Dios desde el principio del mundo. 
En el capítulo 12 del Apocalipsis san Juan la vio 
"revestida de sol, con la luna bajo sus pies 
y una corona de doce estrellas en su cabeza". 
La belleza y pureza de su alma, 
la hicieron Madre de un Hijo Rey,
la proclamaron Reina del Cielo y de la Tierra. 

El célebre doctor mariano san Alfonso María de Ligorio 
al hablar sobre María Reina, se inspiró en esta frase 
"Reina por su Hijo, con su Hijo y como su Hijo". 
Es Reina y Madre de misericordia", 
"De los mártires", "de los confesores", 
"de Todos los Santos". 
Bendita por siempre "Madre de todos".



domingo, 21 de agosto de 2011

Domingo 21° Tiempo ordinario Ciclo A 21-08-11



Libro de Isaías 22,19-23.

      Yo te derribaré de tu sitial y te destituiré de tu cargo.
      Y aquel día, llamaré a mi servidor Eliaquím, hijo de Jilquías; lo vestiré con tu túnica, lo ceñiré con tu faja, pondré tus poderes en su mano, y él será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.
       Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá.
       Lo clavaré como una estaca en un sitio firme, y será un trono de gloria para la casa de su padre.

Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.6.8bc. 


Tu amor es eterno, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, 
te cantaré en presencia de los ángeles. 
Me postraré ante tu santo templo 
y daré gracias a tu nombre.

Daré gracias a tu nombre por tu amor y tu fidelidad, 
porque tu promesa ha superado tu renombre. 
Me respondiste cada vez que te invoqué 
y aumentaste la fuerza de mi alma.

El Señor está en las alturas, pero se fija en el humilde 
y reconoce al orgulloso desde lejos. 
Tu amor es eterno, Señor, 
¡no abandones la obra de tus manos!


Carta de San Pablo a los Romanos 11,33-36.

      ¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!
      ¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero?
      ¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido?
      Porque todo viene de él, ha sido hecho por él, y es para él. ¡A él sea la gloria eternamente! Amén.

Evangelio según San Mateo 16,13-20.

       Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
       Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
       "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
       Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
       Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
       Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
       Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
       Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.


 Reflexión: Les dejo la homilía que S.S.Benedicto XVI dirigió a los jóvenes hoy 21/8 en la misa de cierre de la Jornada Mundial de la Juventud 2011.




PALABRAS DEL SANTO PADRE
AL INICIO DE LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

Aeropuerto Cuatro Vientos de Madrid
Domingo 21 de agosto de 2011

Queridos jóvenes:

      He pensado mucho en vosotros en estas horas que no nos hemos visto. Espero que hayáis podido dormir un poco, a pesar de las inclemencias del tiempo. Seguro que en esta madrugada habréis levantado los ojos al cielo más de una vez, y no sólo los ojos, también el corazón, y esto os habrá permitido rezar. Dios saca bienes de todo. Con esta confianza, y sabiendo que el Señor nunca nos abandona, comenzamos nuestra celebración eucarística llenos de entusiasmo y firmes en la fe.

HOMILÍA
 
Queridos jóvenes:

      Con la celebración de la Eucaristía llegamos al momento culminante de esta Jornada Mundial de la Juventud. Al veros aquí, venidos en gran número de todas partes, mi corazón se llena de gozo pensando en el afecto especial con el que Jesús os mira. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos suyos (cf. Jn 15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino, para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con el Padre. Nosotros, por nuestra parte, conscientes de la grandeza de su amor, deseamos corresponder con toda generosidad a esta muestra de predilección con el propósito de compartir también con los demás la alegría que hemos recibido. Ciertamente, son muchos en la actualidad los que se sienten atraídos por la figura de Cristo y desean conocerlo mejor. Perciben que Él es la respuesta a muchas de sus inquietudes personales. Pero, ¿quién es Él realmente? ¿Cómo es posible que alguien que ha vivido sobre la tierra hace tantos años tenga algo que ver conmigo hoy?
      En el evangelio que hemos escuchado (cf. Mt 16, 13-20), vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. A la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», los discípulos responden: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Es decir, se considera a Cristo como un personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose personalmente a los discípulos,    Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad.
      Pero la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena.
      Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.
      En su respuesta a la confesión de Pedro, Jesús habla de la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12).  La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.
      Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.
      Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor.    Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.
      De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.
      Queridos jóvenes, rezo por vosotros con todo el afecto de mi corazón. Os encomiendo a la Virgen María, para que ella os acompañe siempre con su intercesión maternal y os enseñe la fidelidad a la Palabra de Dios. Os pido también que recéis por el Papa, para que, como Sucesor de Pedro, pueda seguir confirmando a sus hermanos en la fe. Que todos en la Iglesia, pastores y fieles, nos acerquemos cada día más al Señor, para que crezcamos en santidad de vida y demos así un testimonio eficaz de que Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres y la fuente viva de su esperanza. Amén.

Fuente: Vaticano


Mensajes que el Papa dió a los jóvenes en la JMJ en Madrid

Cruz mensaje de solidaridad




Sean faros de libertad y de paz para el mundo.

 


 Mensaje dado a los seminaristas en la catedral 
de Santa María la Real de la Almudena.

Abran vuestras almas a la luz del Señor.


martes, 16 de agosto de 2011

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María. 15-08-11


Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar esta solemnidad 
en honor de la Santísima Virgen María. 
Los ángeles se regocijan por su asunción al cielo 
y alaban al Hijo de Dios.


Apocalipsis 11,19a.12,1-6a.10ab.
 
      En ese momento se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de su Alianza, y hubo rayos, voces, truenos y un temblor de tierra, y cayó una fuerte granizada.
      Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.
Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.
      Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema.
      Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.
      La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono,
y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días.
      Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: "Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.
      Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: "Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.

Salmo 45(44),10bc.11.12ab.16.
 
Una hija de reyes está de pie a tu derecha:
es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir.

¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu hermosura.
El es tu señor: inclínate ante él.

Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían;
con gozo y alegría entran al palacio real.

Carta I de San Pablo a los Corintios 15,20-26.
 
      Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.
Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección.
      En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.
      En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder.
      Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies.
      El último enemigo que será vencido es la muerte,

Evangelio según San Lucas 1,39-56.

      En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
      Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
      María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
      Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
      María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


María, figura personal de la Iglesia 


      Si nos preguntamos por qué María tuvo el privilegio de ser elevada al cielo en cuerpo y alma, respondemos que el motivo fundamental es que, por ser la madre de Dios, el Espíritu Santo la llenó de su gracia de manera que el pecado no tuvo ningún poder sobre ella. Por eso la corrupción de los cuerpos, que es consecuencia del pecado, no se realizó en el cuerpo de la madre del Verbo encarnado. 
      Además, decimos que, por la íntima unión de María con Jesús, lo que sucedió con el cuerpo del Hijo también sucede con su madre: "No dejarás que tu servidor sufra la corrupción" (Cf. sal 16, 8-11; Hech 2, 24-31). De hecho, el texto evangélico que hoy leemos destaca esa unión inseparable entre Jesús y su madre cuando Isabel utiliza el mismo apelativo para referirse a   Jesús: "Bendita tú eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre" (Lc 1, 42). Por esa misma unión inseparable, cuando Isabel se declara indigna de recibir la visita del Mesías, sólo dice: "¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?" (Lc 1,43).
      Pero también podemos preguntarnos de qué manera aparece expresada en el evangelio la santidad de María.
      Y todos nosotros estamos llamados a reconocer esa felicidad propia de la santidad de María. Ella misma aparece anunciándolo en el canto que coloca en sus labios: "Todas las generaciones me llamarán feliz" (Lc 1, 48).
      Pero la felicidad perfecta se alcanza cuando somos plenamente transfigurados en el cielo, y ese es el privilegio de María, que libre del pecado y de sus consecuencias, viviendo una santidad sin manchas, fue elevada al cielo en cuerpo y alma. 
      Pero al celebrar esta solemnidad, no podemos dejar de recordar el texto de Apoc 12, donde esta "Mujer" aparece como un signo en el cielo para alimentar la esperanza de sus hijos. También es ella la que tiene otros hijos, los que "obedecen los mandamientos de Dios" (Apoc 12, 17). Es cierto que esa figura de la mujer se aplica además a la Iglesia perseguida (Apoc 12,6. 14). Pero María es la figura personal donde la Iglesia ve reflejada y simbolizada su propia maternidad espiritual. Por eso, en este texto del Apocalipsis no podemos dejar de reconocer a María, elevada al cielo en cuerpo y alma, plenamente transfigurada, como el gran signo celestial que ilumina la esperanza del pueblo de Dios. Eso es lo que celebramos con mucho gozo.

Victor M. Fernández

Fuente: El Domingo. El periódico que nos une como Iglesia.

lunes, 15 de agosto de 2011

Domingo 20° Tiempo Ordinario Ciclo A 14-08-11

Libro de Isaías 56,1.6-7.
 
       Así habla el Señor: Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia.
       Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan firmes en mi alianza, yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos.

Salmo 67(66),2-3.5.6.8.
 
El Señor tenga piedad y nos bendiga, 
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio, 
y su victoria entre las naciones.
Que canten de alegría las naciones, 
porque gobiernas a los pueblos con justicia 
y guías a las naciones de la tierra.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor, 
que todos los pueblos te den gracias!

Que Dios nos bendiga, 
y lo teman todos los confines de la tierra.

Carta de San Pablo a los Romanos 11,13-15.29-32.
  
      A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio provocando los celos de mis hermanos de raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos.
     Porque si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la vida?
      Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables.
      En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia.
    De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia.
       Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos.

Evangelio según San Mateo 15,21-28.
 

       Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
       Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio".
       Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos".
      Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel".
       Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!".
Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros".
     Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!".
       Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.
Reflexión de S.S. Benedicto XVI 14-08-11

      El pasaje evangélico de este domingo inicia con la indicación de la región adonde Jesús se estaba dirigiendo: Tiro y Sidón, en el noroeste de Galilea, tierra pagana. Y es allí donde Él encuentra a una mujer cananea que se dirige a Él pidiéndole que cure a la hija atormentada por un demonio (cfr Mt 15,22).

      Ya en esta petición, podemos vislumbrar un inicio del camino de fe, que en el diálogo con el divino maestro crece y se refuerza. La mujer no tiene temor de gritar a Jesús, “Ten piedad de mi”, una expresión recurrente en los Salmos (cfr 50,1), lo llama “Señor” e “Hijo de David” (cfr Mt 15,22), manifiesta así una firme esperanza de ser escuchada. 
           
       ¿Cuál es la actitud del Señor frente a ese grito de dolor? Puede parecer desconcertante el silencio de Jesús, tanto que suscita la intervención de los discípulos, pero no se trata de insensibilidad al dolor de aquella mujer. San Agustín comenta: “Cristo se mostraba indiferente hacia ella, no para negarle su misericordia, sino para enardecer su deseo” (Sermón 77, 1: PL 38, 483).

      La aparente indiferencia de Jesús, que dice: “No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (v. 24), no desalienta a la cananea que insiste: “Señor, socórreme” (v. 25). Y cuando recibe una respuesta que parece cerrar toda esperanza- “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos” (v. 26)- no desiste. No quiere quitarle nada a nadie: en su sencillez y humildad le basta poco, le bastan las migajas, le basta sólo una mirada, una palabra del Hijo de Dios. Y Jesús queda admirado por una respuesta de fe tan grande y le dice: “que te suceda como deseas” (v. 28)

     Queridos amigos, también nosotros estamos llamados a crecer en la fe, a abrirnos y a acoger con libertad el don de Dios. Es el camino que Jesús ha hecho cumplir a sus discípulos, a la mujer cananea y a los hombres de cada tiempo y pueblo, a cada uno de nosotros.
      La fe nos lleva a conocer y a acoger la real identidad de Jesús, su novedad y unicidad, su Palabra, a vivir una relación personal con Él. El conocimiento de la fe es un don de Dios que se revela a nosotros no como una entidad abstracta sin rostro y sin nombre, sino como una Persona que quiere entrar en una relación de amor profundo con nosotros e involucrar toda nuestra vida.

      Por ello, cada día, nuestro corazón debe vivir la experiencia de la conversión, pasar del hombre replegado en sí mismo al hombre abierto a la acción de Dios, al hombre espiritual (cfr 1Cor 2, 13-14), que se deja interpelar por la Palabra del Señor y abre la propia vida a su Amor.

      Queridos hermanos y hermanas, alimentemos cada día nuestra fe, con la escucha profunda de la Palabra de Dios, con la celebración de los Sacramentos, con la oración personal y con la caridad hacia el prójimo. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, que mañana contemplaremos en su gloriosa asunción al cielo en cuerpo y alma, para que nos ayude a anunciar y testimoniar con la vida, la alegría de haber encontrado al Señor.


Fuente: Ecclesia Digital 




martes, 9 de agosto de 2011

Domingo 19° Tiempo Ordinario.Ciclo A. 7-08-11

Primer Libro de los Reyes 19,9a.11-13a.  

         Allí, entró en la gruta y pasó la noche. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor.
El Señor le dijo: "Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor". Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto.
Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave.
Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz, que decía: "¿Qué haces aquí, Elías?".

Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14.  

Voy a proclamar lo que dice el Señor: 
el Señor promete la paz, 
la paz para su pueblo y sus amigos, 
y para los que se convierten de corazón.
Voy a proclamar lo que dice el Señor: 
el Señor promete la paz, 
la paz para su pueblo y sus amigos, 
y para los que se convierten de corazón.
Su salvación está muy cerca de sus fieles, 
y la Gloria habitará en nuestra tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán, 
la Justicia y la Paz se abrazarán;

la Verdad brotará de la tierra 
y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes 
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él, y la Paz, 
sobre la huella de sus pasos.

Carta de San Pablo a los Romanos 9,1-5.  

        Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo.
Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón.
        Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza.
        Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas.
        A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén.

Evangelio según San Mateo 14,22-33.  

        En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.
        Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
        La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra.
        A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.
        Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
        Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman".
        Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua".
        "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.
        Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame".
        En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".
        En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.
        Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios". 

 Reflexión por S.S.Benedicto XVI. Angelus.

        En el Evangelio de este domingo, encontramos a Jesús que, habiéndose retirado al monte, ora por toda la noche. El Señor, alejado de la gente y de los discípulos, manifiesta su intimidad con el Padre y la necesidad de rezar en soledad, al resguardo de la multitud del mundo. Pero este alejarse, no debe ser entendido como un desinterés hacia las personas o como un abandono de los Apóstoles.
      Por el contrario –narra san Mateo - apremió a sus discípulos a que “subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla” (Mt 14,22), para encontrarlos de nuevo. Mientras tanto, “la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario” (v. 24). Y sucedió que “de madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua” (v. 25). 
       Los discípulos, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma, no lo reconocieron, no comprendieron que se trataba del Señor. Pero Jesús los tranquilizó: “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!” (v. 27).
       Es un episodio, del cual los Padre de la Iglesia han capturado una gran riqueza de significado. El mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica todo tipo de tribulación, de dificultad, que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles. Jesús quiere educar a los discípulos a soportar con valor las adversidades de la vida, confiando en Dios, en Aquel que se ha revelado al profeta Elías sobre el Oreb “en el susurro de una brisa suave” (1 Re 19,12). El versículo continúa después con el gesto del apóstol Pedro, quien, movido por un impulso de amor hacia el Maestro, pide ir a su encuentro, caminando sobre las aguas. “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! (Mt 14,30). 
         San Agustín, imaginando que se dirige al apóstol, comenta: el Señor “se ha inclinado y te ha tomado de la mano. Con tus solas fuerzas no puedes levantarte. Estrecha la mano de Aquel que desciende hasta ti”.
          Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia divina, en la que cree y cuando se ve agobiado por la duda, cuando no fija más la mirada sobre Jesús, porque tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la palabra del Maestro, significa que se está alejando de Él y es entonces cuando peligra de hundirse en el mar de la vida.
         El gran pensador Romano Guardini escribe que el Señor “está siempre cerca, permaneciendo a la raíz de nuestro ser. Sin embargo, debemos experimentar nuestra relación con Dios entre los polos de la lejanía y de la cercanía. Desde la cercanía estamos fortificados, desde la lejanía puestos a la prueba”. 
         Queridos amigos, la experiencia del profeta Elías que escuchó el pasar de Dios y la dificultad de fe del apóstol Pedro, nos hacen comprender que el Señor aún antes de que lo busquemos o lo invoquemos, es Él mismo quien viene a nuestro encuentro, hace descender el cielo para tendernos la mano y conducirnos a su altura; espera solamente que nos confiemos totalmente de Él.
          Invoquemos a la Virgen María, modelo de plena confianza en Dios, para que, en medio de tantas preocupaciones, problemas, dificultades que agitan el mar de nuestra vida, resuene en el corazón la palabra consoladora de Jesús: “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!” y crezca nuestra fe en Él.
       
Fuente: Ecclesia Digital