sábado, 31 de diciembre de 2011

Los cinco minutos de la Madre Teresa. Diciembre 26


       El tiempo de Navidad nos muestra qué pequeño se hace Dios. Vayan a la cuna y verán cuán pequeño se ha hecho, cómo vivió hasta el extremo ese total abandono.
      Debemos aprender a ser como ese niño viviendo nosotros también en completo abandono, confianza y alegría.
      ¡Vean la alegría del Niño Jesús y la alegría de la Navidad! Nunca estén tristes, nunca dejen que algo les quite la alegría. La Navidad nos muestra cuánto el cielo aprecia la humildad, el abandono, la pobreza, porque el mismo Dios, que nos ha creado a todos nosotros, se hizo tan pequeño, tan pobre, tan humilde.



Mensaje de María Reina de la Paz 25-12-11



¡Queridos hijos! Hoy también les traigo entre mis brazos a mi Hijo Jesús para que les dé su paz. Oren hijitos y den testimonio para que en cada corazón prevalezca no la paz humana sino la paz divina, que nadie puede destruir. Ésta es aquella paz del corazón que Dios da a los que ama. Por el bautismo todos ustedes son especialmente llamados y amados, por ello den testimonio y oren para ser mis manos extendidas en este mundo que anhela a Dios y a la paz. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!


Comentario

     
En el quieto silencio que todo lo envuelve, mientras la noche alcanzaba la mitad de su curso, tu Verbo Omnipotente, Oh Señor, ha descendido del Cielo, del trono real (Cfr. Sab 18:14-15).

Un ángel anuncia a los pastores que el Mesías acaba de nacer en la ciudad de David. Al primer ángel se une un ejército celestial que alaba a Dios con jubiloso canto, diciendo: “Gloria a Dios en el Cielo y paz a los hombres que ama el Señor”. Los pastores, que al principio han sentido un gran temor, de pronto se ven abarcados por una paz desconocida, sobrenatural y una gran alegría los inunda. La noche es iluminada por la gloria del Señor. Es Navidad. Llega la paz a la tierra en el corazón de los hombres amados por Dios.

 ¡Queridos hijos! También hoy les traigo entre mis brazos a mi Hijo Jesús para que Él les dé su Paz

En esta Navidad, la Virgen no viene simplemente a transmitirnos un deseo o recordar el acontecimiento de infinita grandeza, sino a traer a su Hijo, Niño en sus brazos, para que recibamos su paz. Ese Niño es nuestra paz.

Solemnidad de la Natividad del Señor. Ciclo B. 25-12-11


      Antes de la era cristiana, muchos pueblos de Europa celebraban en esta fecha una fiesta de la luz. En el hemisferio norte, a partir de esta noche comienza a extenderse la cantidad de horas de luz natural. Los antiguos romanos festejaban en esta noche el nacimiento del Sol invictus. Los cristianos comenzaron a utilizar esta fecha para celebrar el nacimiento de Jesús alrededor del año 350.

PRIMERA LECTURA
Is 9, 1-6

Lectura del libro de Isaías.

      El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz.  Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 95, 1-3. 11-13

Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre. 

Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos. 

Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque. 

Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad. 

EVANGELIO
Lc 2, 1-14

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

      Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el ?Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el ?Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre?. Y junto con el ?Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!?".

Palabra del Señor.



Bendición Urbi et Orbi 2011 del Papa Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero:

       Cristo nos ha nacido. Gloria a Dios en el cielo, y paz a los hombres que él ama. Que llegue a todos el eco del anuncio de Belén, que la Iglesia católica hace resonar en todos los continentes, más allá de todo confín de nacionalidad, lengua y cultura. El Hijo de la Virgen María ha nacido para todos, es el Salvador de todos.

    Así lo invoca una antigua antífona litúrgica: «Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro». Veni ad salvandum nos. Este es el clamor del hombre de todos los tiempos, que siente no saber superar por sí solo las dificultades y peligros. Que necesita poner su mano en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacia él desde lo alto. Queridos hermanos y hermanas, esta mano es Cristo, nacido en Belén de la Virgen María. Él es la mano que Dios ha tendido a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y ponerla en pie sobre la roca, la roca firme de su verdad y de su amor (cf. Sal 40,3).

       Sí, esto significa el nombre de aquel niño, el nombre que, por voluntad de Dios, le dieron María y José: se llama Jesús, que significa «Salvador» (cf. Mt 1,21; Lc 1,31). Él fue enviado por Dios Padre para salvarnos sobre todo del mal profundo arraigado en el hombre y en la historia: ese mal de la separación de Dios, del orgullo presuntuoso de actuar por sí solo, del ponerse en concurrencia con Dios y ocupar su puesto, del decidir lo que es bueno y es malo, del ser el dueño de la vida y de la muerte (cf. Gn 3,1-7). Este es el gran mal, el gran pecado, del cual nosotros los hombres no podemos salvarnos si no es encomendándonos a la ayuda de Dios, si no es implorándole: «Veni ad salvandum nos - Ven a salvarnos».

      Ya el mero hecho de esta súplica al cielo nos pone en la posición justa, nos adentra en la verdad de nosotros mismos: nosotros, en efecto, somos los que clamaron a Dios y han sido salvados (cf. Est 10,3f [griego]). Dios es el Salvador, nosotros, los que estamos en peligro. Él es el médico, nosotros, los enfermos. Reconocerlo es el primer paso hacia la salvación, hacia la salida del laberinto en el que nosotros mismos nos encerramos con nuestro orgullo. Levantar los ojos al cielo, extender las manos e invocar ayuda, es la vía de salida, siempre y cuando haya Alguien que escucha, y que pueda venir en nuestro auxilio.

      Jesucristo es la prueba de que Dios ha escuchado nuestro clamor. Y, no sólo. Dios tiene un amor tan fuerte por nosotros, que no puede permanecer en sí mismo, que sale de sí mismo y viene entre nosotros, compartiendo nuestra condición hasta el final (cf. Ex 3,7-12). La respuesta que Dios ha dado en Jesús al clamor del hombre supera infinitamente nuestras expectativas, llegando a una solidaridad tal, que no puede ser sólo humana, sino divina. Sólo el Dios que es amor y el amor que es Dios podía optar por salvarnos por esta vía, que es sin duda la más larga, pero es la que respeta su verdad y la nuestra: la vía de la reconciliación, el diálogo y la colaboración.


      Por tanto, queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo, dirijámonos en esta Navidad 2011 al Niño de Belén, al Hijo de la Virgen María, y digamos: «Ven a salvarnos». Lo reiteramos unidos espiritualmente tantas personas que viven situaciones difíciles, y haciéndonos voz de los que no tienen voz.

     Invoquemos juntos el auxilio divino para los pueblos del Cuerno de África, que sufren a causa del hambre y la carestía, a veces agravada por un persistente estado de inseguridad. Que la comunidad internacional no haga faltar su ayuda a los muchos prófugos de esta región, duramente probados en su dignidad.
     
      Que el Señor conceda consuelo a la población del sureste asiático, especialmente de Tailandia y Filipinas, que se encuentran aún en grave situación de dificultad a causa de las recientes inundaciones.
      
       Y que socorra a la humanidad afligida por tantos conflictos que todavía hoy ensangrientan el planeta. Él, que es el Príncipe de la paz, conceda la paz y la estabilidad a la Tierra en la que ha decidido entrar en el mundo, alentando a la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos. Que haga cesar la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre. Que favorezca la plena reconciliación y la estabilidad en Irak y Afganistán. Que dé un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio.

      Que el nacimiento del Salvador afiance las perspectivas de diálogo y la colaboración en Myanmar, en la búsqueda de soluciones compartidas. Que nacimiento del Redentor asegure estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos y fortaleza el compromiso de los habitantes de Sudán del Sur para proteger los derechos de todos los ciudadanos

    Queridos hermanos y hermanas, volvamos la vista a la gruta de Belén: el niño que contemplamos es nuestra salvación. Él ha traído al mundo un mensaje universal de reconciliación y de paz. Abrámosle nuestros corazones, démosle la bienvenida en nuestras vidas. Repitámosle con confianza y esperanza: «Veni ad salvandum nos».

Fuente: 

Solemnidad de la Natividad del Señor. Misa de Nochebuena. Ciclo B. 24-12-11



PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías.
Isaías 9,1-6. 
      
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. 
      Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia. como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. 
      Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. 
      Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. 
      Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". 
      Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.

SALMO
Salmo 96(95),1-2a.2b-3.11-12.13. 

Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Canten al Señor un canto nuevo, 
cante al Señor toda la tierra; 
canten al Señor, bendigan su Nombre, 
día tras día, proclamen su victoria. 

Anuncien su gloria entre las naciones, 
y sus maravillas entre los pueblos. 
Alégrese el cielo y exulte la tierra, 
resuene el mar y todo lo que hay en él; 

regocíjese el campo con todos sus frutos, 
griten de gozo los árboles del bosque. 
Griten de gozo delante del Señor, 
porque él viene a gobernar la tierra: 
él gobernará al mundo con justicia, 
y a los pueblos con su verdad. 

SEGUNDA LECTURA

Carta de San Pablo a Tito 2,11-14. 

      Porque la gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. 
      Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. 
      El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. 

Aleluya. Les traigo una buena noticia, una gran alegría: hoy les ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Evangelio  de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Lc 2,1-14.

      En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. 
      Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. 
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. 
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. 
      Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; 
y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. 
      En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. 
      De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: 
      Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. 
      Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". 
      Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: 
      "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".

HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


Basílica Vaticana
24 de diciembre de 2011
 



Queridos hermanos y hermanas

      La lectura que acabamos de escuchar, tomada de la Carta de san Pablo Apóstol a Tito, comienza solemnemente con la palabra apparuit, que también encontramos en la lectura de la Misa de la aurora: apparuit – ha aparecido. Esta es una palabra programática, con la cual la Iglesia quiere expresar de manera sintética la esencia de la Navidad. Antes, los hombres habían hablado y creado imágenes humanas de Dios de muchas maneras. Dios mismo había hablado a los hombres de diferentes modos (cf. Hb 1,1: Lectura de la Misa del día). Pero ahora ha sucedido algo más: Él ha aparecido. Se ha mostrado. Ha salido de la luz inaccesible en la que habita. Él mismo ha venido entre nosotros. Para la Iglesia antigua, esta era la gran alegría de la Navidad: Dios se ha manifestado. Ya no es sólo una idea, algo que se ha de intuir a partir de las palabras. Él «ha aparecido». Pero ahora nos preguntamos: ¿Cómo ha aparecido? ¿Quién es él realmente? La lectura de la Misa de la aurora dice a este respecto:   «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre» (Tt 3,4). Para los hombres de la época precristiana, que ante los horrores y las contradicciones del mundo temían que Dios no fuera bueno del todo, sino que podría ser sin duda también cruel y arbitrario, esto era una verdadera «epifanía», la gran luz que se nos ha aparecido: Dios es pura bondad. Y también hoy, quienes ya no son capaces de reconocer a Dios en la fe se preguntan si el último poder que funda y sostiene el mundo es verdaderamente bueno, o si acaso el mal es tan potente y originario como el bien y lo bello, que en algunos momentos luminosos encontramos en nuestro cosmos. «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre»: ésta es una nueva y consoladora certidumbre que se nos da en Navidad.

      En las tres misas de Navidad, la liturgia cita un pasaje del libro del profeta Isaías, que describe más concretamente aún la epifanía que se produjo en Navidad: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva al hombro el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Para dilatar el principado con una paz sin límites» (Is 9,5s). No sabemos si el profeta pensaba con esta palabra en algún niño nacido en su época. Pero parece imposible. Este es el único texto en el Antiguo Testamento en el que se dice de un niño, de un ser humano, que su nombre será Dios fuerte, Padre para siempre. Nos encontramos ante una visión que va, mucho más allá del momento histórico, hacia algo misterioso que pertenece al futuro. Un niño, en toda su debilidad, es Dios poderoso. Un niño, en toda su indigencia y dependencia, es Padre perpetuo. Y la paz será «sin límites». El profeta se había referido antes a esto hablando de «una luz grande» y, a propósito de la paz venidera, había dicho que la vara del opresor, la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serían pasto del fuego (cf. Is 9,1.3-4).

      Dios se ha manifestado. Lo ha hecho como niño. Precisamente así se contrapone a toda violencia y lleva un mensaje que es paz. En este momento en que el mundo está constantemente amenazado por la violencia en muchos lugares y de diversas maneras; en el que siempre hay de nuevo varas del opresor y túnicas ensangrentadas, clamemos al Señor: Tú, el Dios poderoso, has venido como niño y te has mostrado a nosotros como el que nos ama y mediante el cual el amor vencerá. Y nos has hecho comprender que, junto a ti, debemos ser constructores de paz. Amamos tu ser niño, tu no-violencia, pero sufrimos porque la violencia continúa en el mundo, y por eso también te rogamos: Demuestra tu poder, ¡oh Dios! En este nuestro tiempo, en este mundo nuestro, haz que las varas del opresor, las túnicas llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al fuego, de manera que tu paz venza en este mundo nuestro.

      La Navidad es Epifanía: la manifestación de Dios y de su gran luz en un niño que ha nacido para nosotros. Nacido en un establo en Belén, no en los palacios de los reyes. Cuando Francisco de Asís celebró la Navidad en Greccio, en 1223, con un buey y una mula y un pesebre con paja, se hizo visible una nueva dimensión del misterio de la Navidad. Francisco de Asís llamó a la Navidad «la fiesta de las fiestas» – más que todas las demás solemnidades – y la celebró con «inefable fervor» (2 Celano, 199: Fonti Francescane, 787).  Besaba con gran devoción las imágenes del Niño Jesús y balbuceaba palabras de dulzura como hacen los niños, nos dice Tomás de Celano (ibíd.). Para la Iglesia antigua, la fiesta de las fiestas era la Pascua: en la resurrección, Cristo había abatido las puertas de la muerte y, de este modo, había cambiado radicalmente el mundo: había creado para el hombre un lugar en Dios mismo. Pues bien, Francisco no ha cambiado, no ha querido cambiar esta jerarquía objetiva de las fiestas, la estructura interna de la fe con su centro en el misterio pascual. Sin embargo, por él y por su manera de creer, ha sucedido algo nuevo: Francisco ha descubierto la humanidad de Jesús con una profundidad completamente nueva. Este ser hombre por parte de Dios se le hizo del todo evidente en el momento en que el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, fue envuelto en pañales y acostado en un pesebre. La resurrección presupone la encarnación. El Hijo de Dios como niño, como un verdadero hijo de hombre, es lo que conmovió profundamente el corazón del Santo de Asís, transformando la fe en amor. «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre»: esta frase de san Pablo adquiría así una hondura del todo nueva. En el niño en el establo de Belén, se puede, por decirlo así, tocar a Dios y acariciarlo. De este modo, el año litúrgico ha recibido un segundo centro en una fiesta que es, ante todo, una fiesta del corazón.

      Todo eso no tiene nada de sensiblería. Precisamente en la nueva experiencia de la realidad de la humanidad de Jesús se revela el gran misterio de la fe. Francisco amaba a Jesús, al niño, porque en este ser niño se le hizo clara la humildad de Dios. Dios se ha hecho pobre. Su Hijo ha nacido en la pobreza del establo. En el niño Jesús, Dios se ha hecho dependiente, necesitado del amor de personas humanas, a las que ahora puede pedir su amor, nuestro amor. La Navidad se ha convertido hoy en una fiesta de los comercios, cuyas luces destellantes esconden el misterio de la humildad de Dios, que nos invita a la humildad y a la sencillez. Roguemos al Señor que nos ayude a atravesar con la mirada las fachadas deslumbrantes de este tiempo hasta encontrar detrás de ellas al niño en el establo de Belén, para descubrir así la verdadera alegría y la verdadera luz.

      Francisco hacía celebrar la santa Eucaristía sobre el pesebre que estaba entre el buey y la mula (cf.1 Celano, 85: Fonti, 469). Posteriormente, sobre este pesebre se construyó un altar para que, allí dónde un tiempo los animales comían paja, los hombres pudieran ahora recibir, para la salvación del alma y del cuerpo, la carne del Cordero inmaculado, Jesucristo, como relata Celano (cf. 1 Celano, 87: Fonti, 471). En la Noche santa de Greccio, Francisco cantaba personalmente en cuanto diácono con voz sonora el Evangelio de Navidad. Gracias a los espléndidos cantos navideños de los frailes, la celebración parecía toda una explosión de alegría (cf. 1 Celano, 85 y 86: Fonti, 469 y 470). Precisamente el encuentro con la humildad de Dios se transformaba en alegría: su bondad crea la verdadera fiesta.

      Quien quiere entrar hoy en la iglesia de la Natividad de Jesús, en Belén, descubre que el portal, que un tiempo tenía cinco metros y medio de altura, y por el que los emperadores y los califas entraban al edificio, ha sido en gran parte tapiado. Ha quedado solamente una pequeña abertura de un metro y medio. La intención fue probablemente proteger mejor la iglesia contra eventuales asaltos pero, sobre todo, evitar que se entrara a caballo en la casa de Dios. Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de Jesús, tiene que inclinarse. Me parece que en eso se manifiesta una cercanía más profunda, de la cual queremos dejarnos conmover en esta Noche santa: si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón «ilustrada». Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios.  

      Hemos de seguir el camino interior de san Francisco: el camino hacia esa extrema sencillez exterior e interior que hace al corazón capaz de ver. Debemos bajarnos, ir espiritualmente a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la fe y encontrar a Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras opiniones: el Dios que se oculta en la humildad de un niño recién nacido. Celebremos así la liturgia de esta Noche santa y renunciemos a la obsesión por lo que es material, mensurable y tangible. Dejemos que nos haga sencillos ese Dios que se manifiesta al corazón que se ha hecho sencillo. Y pidamos también en esta hora ante todo por cuantos tienen que vivir la Navidad en la pobreza, en el dolor, en la condición de emigrantes, para que aparezca ante ellos un rayo de la bondad de Dios; para que les llegue a ellos y a nosotros esa bondad que Dios, con el nacimiento de su Hijo en el establo, ha querido traer al mundo. Amén.





Fuente: 


Domingo 4° Tiempo de Adviento Ciclo B 18-12-11


PRIMERA LECTURA
2Sam 7, 1-5. 8-12. 14. 16

Lectura del segundo libro de Samuel.

Cuando David se estableció en su casa y el Señor le dio paz, librándolo de todos sus enemigos de alrededor, el rey dijo al profeta Natán: "Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios está en una tienda de campaña". Natán respondió al rey: "Ve a hacer todo lo que tienes pensado, porque el Señor está contigo. Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: "Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor: ¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que yo la habite? Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y exterminé a todos tus enemigos delante de ti. Yo haré que tu nombre sea tan grande como el de los grandes de la tierra. Fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que tenga allí su morada. Ya no será perturbado, ni los malhechores seguirán oprimiéndolo como lo hacían antes, desde el día en que establecí Jueces sobre mi pueblo Israel. Yo te he dado paz, librándote de todos tus enemigos. Y el Señor te ha anunciado que él mismo te hará una casa. Sí, cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, Yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y tu trono será estable para siempre.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 88, 2-5. 27. 29

Cantaré eternamente el amor del Señor.

Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
"Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo. 

Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
"Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones". 
Él me dirá: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora".
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él. 

SEGUNDA LECTURA
Rom 16, 25-27

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: ¡Gloria a Dios, que tiene el poder de afianzarlos, según la Buena Noticia que yo anuncio, proclamando a Jesucristo, y revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad y que ahora se ha manifestado! Éste es el misterio que, por medio de los escritos proféticos y según el designio del Dios eterno, fue dado a conocer a todas las naciones para llevarlas a la obediencia de la fe. ¡A Dios, el único sabio, por Jesucristo, sea la gloria eternamente! Amén.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lc 1, 26-38

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: " ¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin. María dijo al ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?. El ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios. María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra". Y el ángel se alejó.

Palabra del Señor.


Reflexión de Monseñor Rubén Oscar Frassia. Obispo de la diócesis de Avellaneda-Lanús.


      Estamos ante el relato de la Anunciación que, como vemos, es una maravilla. Aquí podríamos acentuar algunas cosas que nos sirven para nuestra reflexión.

      En primer lugar, el texto acentúa la pertenencia a la familia de David, la descendencia del Pueblo de Israel.
      En segundo lugar, elige a esta mujer, María, a quien el Ángel saluda diciéndole ¡alégrate!; con esa alegría especial que brota del espíritu, que brota de Dios; una alegría que no tiene ningún vestigio de sombra, de oscuridad, de tibieza; una alegría plena.
      Y cuando Dios se acerca, llega la plenitud. El Ángel le dice “llena de gracia”; el Señor la bendice porque está con Ella y Ella es la Mujer Plena porque todo lo que significa la presencia de Cristo, la presencia del Verbo, la presencia de Dios ¡es alegría, plenitud y se colma del Espíritu Santo! La Virgen se conmueve, se admira por tanta belleza, esplendor y gracia. El
Ángel le dice algo muy  importante: “¡no temas!, porque Dios te ha favorecido, te ha bendecido”. Y le dice todo lo que va a pasar: “concebirás y darás a luz un hijo, le pondrás por nombre Jesús”, pero no temas, no temas y vivirás esto.
      Nosotros, en este mundo que vivimos, tenemos que escuchar muy fuertemente esta palabra: ¡no temas!, ¡no temas, Dios está!, ¡no temas, Dios está dentro!, ¡no temas, Dios está al lado!, ¡no temas, Dios camina a tu lado!
      El creyente, para poder vivir su vida como tal, tiene que darse cuenta y percibir que Dios está siempre al lado, pero no para que uno no haga lo que tiene que hacer, sino que está al lado de todos porque uno es capaz de hacer su voluntad.
      Luego la respuesta a “¿cómo va a suceder esto si yo no tengo relación con ningún hombre?” ¡El Espíritu Santo! ¡Nace el primogénito!, que no significa que luego nacerán otros sino que el Señor eligió a María para hacerla predilecta, privilegiada, preferida; así como Israel fue preferido, predilecto, así es María y Dios le da esa gracia. Y finalmente recuerda que “lo que es imposible para los hombres, es posible con la gracia de Dios”
      Que nos preparemos a conciencia en este tiempo de Adviento, que tomemos conciencia de nuestros pecados y hagamos una buena confesión para recibir a Jesús, como Él lo merece en esta Navidad.
      Que el Señor los bendiga, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Fuente: 
  • San Pablo (Liturgia)
  • Compartiendo el Evangelio. (Reflexiones radiales de Monseñor Rubén Oscar Frassia)

lunes, 26 de diciembre de 2011

Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América y Filipinas. 12-12-11



      Un  sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego,  iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a  asistir a sus clases de catecismo y a oír la Santa Misa. Al llegar junto  al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó una voz que lo llamaba por  su nombre.

      Él subió a la cumbre y vio a una Señora de  sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con  palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis  hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por  quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para  en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a  todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí  confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este  llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo".

      De regresó a su  pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó  lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a  hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo,  luego de oír a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que  le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su  voluntad que se le construyera un templo.

      De regreso, Juan  Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que  volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al  día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan  Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan  Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la  Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a  su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó  lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que  su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la  señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre  del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma,  cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.

      Una vez ante  Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las  rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la  imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen  santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había  señalado el indio.

      Pió X la proclamó como "Patrona de toda la  América Latina", Pió XI de todas las "Américas", Pió XII la llamó  "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del  Nuevo Mundo" y "la Madre de las América".

      La imagen de la Virgen  de Guadalupe se venera en México con grandísima devoción, y los  milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son  extraordinarios.





Oración de Juan Pablo II a la Virgen de Guadalupe

Madre de misericordia,
Maestra del sacrificio escondido y silencioso;
a Tí, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,
te consagramos en este día
todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos,
nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos
bajo tu cuidado,
Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino
de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia:
no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas:
te pedimos por todos los Obispos,
para que conduzcan a sus fieles
por senderos de intensa vida cristiana, de amor
y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies,
e intercede para que el Señor infunda
hambre de santidad en todo el pueblo de Dios,
y otorga abundantes vocaciones de sacerdotes
y religiosos, fuertes en la fe y celosos
dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestro hogares
la gracia de amar y de respetar la vida que comienza,
con el mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida de Dios.

Virgen Santa María, Madre del amor hermoso:
protege a nuestras familias,
para que estén siempre muy unidas,
y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra:
míranos con compasión.
Enséñanos a ir continuamente a Jesús;
y si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a Él
mediante la confesión de nuestras culpas y nuestros pecados
en el sacramento de la penitencia, 
que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande
a todos los santos sacramentos,
que son como las huellas que tu Hijo nos dejó
en la tierra.

¡Oh Virgen Inmaculada,
Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!
Tú que desde este lugar manifiestas tu clemencia
y compasión a todos los que solicitan tu amparo,
escucha la oración que con filial confianza te dirigimos,
y preséntala ante tu Hijo, único Redentor nuestro.

Así, Madre Santísima,
con la paz de Dios en la conciencia,
con nuestros corazones libres de mal y de odios,
podremos llevar a todos la verdadera alegría
y la verdadera paz, que viene de tu Hijo, 
Nuestro Señor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espíritu Santo,
vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.


Pueden leer con más detalle acerca de las apariciones y el significado de lo que se observa en el manto de la Virgen en:




Pueden ver en esta lista de reproducción videos sobre la historia de las apariciones.


Historia de las apariciones.

 


Fuente: 
  • Evangelio del día
  • Nuestra Señora de Guadalupe. Emperatriz de América. (Paula Verónica Reingold. Ed. Santa María)
  • YouTube