domingo, 30 de septiembre de 2012

Corona al Sagrado Corazón de Jesús. (Rezada por San Pío de Pietrelcina)


      La presente corona la rezaba todos los días el Padre Pío de Pietrelcina al Sagrado Corazón de Jesús por todos aquellos que se encomendaban a sus oraciones. Los fieles, por consiguiente, están invitados a recitarla para unirse espiritualmente a la oración del Padre Pío.

1.- ¡Oh Jesús mío! Tú que dijiste “En verdad os digo: pedid y obtendréis, buscad y encontraréis, golpead y se os abrirá”, he aquí que yo golpeo, yo busco, yo pido la gracia de …..

PadreNuestro, AveMaría, Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío y espero.

2.- ¡Oh Jesús mío!Tú que dijiste “En verdad os digo: cualquier cosa que pidáis a Mi Padre, en Mi Nombre, Él  os lo concederá”, he aquí que a Tu Padre, en Tu Nombre, yo pido la gracia de …..

PadreNuestro, AveMaría, Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío y espero.

3.- ¡Oh Jesús mío! Tú que dijiste “En verdad os digo: pasarán el cielo y la tierra pero mis palabras no morirán“, he aquí que apoyado en la infabilidad de Tus santas palabras, yo pido la gracia de …..
PadreNuestro, AveMaría, Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío y espero.

Oh Sagrado Corazón de Jesús, a quien es imposible no tener compasión de los infelices, ten piedad de nosotros miserables pecadores y concédenos las gracias que te pedimos por medio del Inmaculado Corazón de María, tuya y nuestra tierna Madre.

San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

Rezar una Salve.


Quien quiera bajarse esta oración puede hacerlo desde aquí



No teman por el mañana. Padre Pío


      Les recomiendo que tengan un firme propósito general que los ayudará a servir a Dios siempre y con todo el corazón: no teman por el mañana. Piensen en hacer el bien hoy. Y cuando llegue el mañana, será el hoy y entonces podrán pensar en él. Confíen en la Providencia. Es necesario guardar el maná solamente para un día y nada más. Acuérdense del pueblo de Israel en el desierto.


Carta a los seminaristas capuchinos del 4 de julio de 1917


Fuente: Padre Pío. Su testamento espiritual

Mensaje de la Reina de la Paz 25-09-12

     
      ¡Queridos hijos! Mientras miran en la naturaleza la riqueza de colores que el Altísimo les da, abran el corazón y oren con agradecimiento por todo el bien que tienen, y digan: he sido creado aquí para la eternidad, y anhelen las cosas celestiales, porque Dios los ama con un amor infinito. Por eso, Él también me dio a ustedes para decirles: solamente en Dios está vuestra paz y esperanza, queridos hijos.¡Gracias por haber respondido a mi llamado!

Fuente: Mensajeros de la Reina de la paz

reinadelapaz@mensajerosdelareinadelapaz.org

Publicado con el permiso de Mensajeros de la Reina de la Paz

domingo, 23 de septiembre de 2012

Domingo 25° del Tiempo Ordinario Ciclo B 23-09-12

Recibamos a Jesús en los pequeños

      Cuando Jesús bajó del monte, vio mucha gente alborotada que discutía con sus discípulos. La dificultad de entendimiento de sus discípulos le era muy conocida y, hasta ahí, la aceptaba aunque de mala gana. No podía aceptar ese deseo de sobresalir a toda costa. Pedro era el que había arrimado la bocha más cerca del bochín cuando le dijo que él era el Mesías, pero andaba muy presumido por su éxito y los demás estaban sumamente disconformes con él. Todo esto era causa de acaloradas discusiones. Jesús entonces se fue por su camino. Marcos une a menudo dos verbos: caminar y enseñar. En realidad son la misma cosa: la enseñanza de Jesús era un camino hacia el Padre (Hech 9, 2), mientras el de sus discípulos andaba por direcciones opuestas. La cosa había entrado en un callejón sin salida y Jesús toma entonces la iniciativa. Sin perder tiempo en reproches, tomó a un niño y, dice Marcos, que “lo estrechó entre sus brazos”. El gesto fue bellísimo: Jesús pasó al niño su propia experiencia, la de cuando se sentía estrechado en los brazos de su Padre (Jn 1, 18), pero al mismo tiempo puso una condición muy clara: no hay lugar entorno a Jesús, es decir, en la comunidad cristiana, para el engreimiento. ahora se podría entende lo que les enseñaba acerca del Mesías: no era, como lo entendían ellos, un rey que aparecería al frente de su pueblo, lleno de gloria sino un rey que viene a servir y salvar a la humanidad. 
P. Aldo Ranieri
PRIMERA LECTURA
Sab 2, 12. 17-20

Lectura del libro de la Sabiduría.

      Dicen los impíos: Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida. Veamos si sus palabras son verdaderas y comprobemos lo que le pasará al final. Porque si el justo es hijo de Dios, él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos. Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 53, 3-6. 8

El Señor es mi apoyo verdadero.

Dios mío, sálvame por tu Nombre, 
defiéndeme con tu poder. Dios mío, 
escucha mi súplica, presta atención 
a las palabras de mi boca. 

Dios mío, sálvame por tu Nombre, 
porque gente soberbia se ha alzado contra mí, 
hombres violentos atentan contra mi vida, 
sin tener presente a Dios.

Pero Dios es mi ayuda, 
el Señor es mi apoyo verdadero: 
Te ofreceré un sacrificio voluntario, 
daré gracias a tu Nombre, porque es bueno. 

SEGUNDA LECTURA
Sant 3, 16?4, 3

Lectura de la carta de Santiago.

      Hermanos: Donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad. En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura; y además, pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es imparcial y sincera. Un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz. ¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mc 9, 30-37

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

      Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a Aquél que me ha enviado".

Palabra del Señor.


Texto íntegro en español de la alocución de Benedicto XVI previa al Ángelus del domingo 23 de septiembre 2012
      Queridos hermanos y hermanas: 

      En nuestro camino con el Evangelio de Marcos, el domingo pasado entramos en la segunda parte, es decir el último viaje hacia Jerusalén y hacia el culmen de la misión de Jesús. Después de que Pedro, en nombre de los discípulos, profesó la fe en Él, reconociéndolo como el Mesías (cfr Mc 8,29).
      Jesús inicia a hablar abiertamente de aquello que le sucederá al final. El Evangelista reporta tres sucesivas predicciones de la muerte y resurrección en los capítulos 8, 9 y 10: en ellas Jesús anuncia en modo siempre más claro el destino que le espera y su intrínseca necesidad. El texto de este domingo contiene el segundo de estos anuncios. Jesús dice: «El Hijo del Hombre –expresión con la que se designa a sí mismo– será entregado en manos de hombres, y lo matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día» (Mc 9,31). Los discípulos «no entendían estas palabras, y tenían miedo de preguntarle» (v. 32).

San Pío de Pietrelcina (Padre Pío) 23 de septiembre

"Entregaría mil veces la vida sin con ello
      lograra que un alma sola alabase 
una vez más al Señor."



La misión que Dios confió al Padre Pío

Infinitas alabanzas y acciones de gracias sean dadas a ti, mi Dios. Me has ocultado a los ojos de todos al llamarme a pertenecer a la orden de los capuchinos; pero al mismo tiempo me has confiado una gran misión. Una misión que sólo tú y yo conocemos…
Señor, muéstrate cada vez más a mi pobre corazón, y completa en mí el trabajo que has comenzado. Siento profundamente dentro de mi corazón una voz que me dice continuamente: santifícate y haz que los demás sean santos.
Carta a una hija espiritual de noviembre de 1922

Mensaje del Padre Pío a un alma.

 El Padre Pío, durante su vida, se aparecía a muchos por bilocación. Después de su muerte continúa manifestándose a ciertas personas.
 Últimamente se ha aparecido a un alma privilegiada.
 El Padre Pío estaba rodeado por una luz maravillosa, en medio de flores y circundado de Ángeles. Sus llagas eran luminosas, pero sobre todo la llaga del costado. Sobre el pecho tenía una Cruz, pero sin Crucificado. El Crucificado era el mismo Padre Pío.
 En seguida, le trasmitió un MENSAJE que dice así:

 “Querido hermano… escribe
 ¡No tengas miedo! ¡Soy el Padre Pío!
 ¡Viva eternamente Cristo, Rey y Señor de todo el universo!
   Desde el trono de mi gloria, te hago llegar mi palabra, mientras estás en el mar tempestuoso de la vida humana, que se debate y nada en el estiércol de toda clase de inmundicias.
      Yo, Padre Pío, amante de Jesús Crucificado, copia viviente de su vida crucificada, tengo el permiso de comunicarte todo lo que me sucedió apenas expirado.
      El Omnipotente Dios; justísimo y amabilísimo, permitió que mi alma permaneciese todavía tres días en el globo terráqueo, a los píes del Tabernáculo, para reparar todas las irreverencias que se habían cometido en el lugar santo de Dios, a causa de mi presencia atendiendo la gente.
      El haber quedado tres días a los pies del Tabernáculo no significa pérdida de la santidad que la infinita bondad de Dios tuvo a bien concederme.
    En el momento de mi tránsito, comprendí a la luz de Dios, la necesidad de un acto completo de reparación por todas las almas que, durante tantos años, cometieron por mi causa muchas faltas de reverencia delante del Santísimo Sacramento.
      El alma enamorada de Dios, conociendo a la luz del Sol Eterno que se aproxima la belleza de Dios, se precipita por si misma a dar al Señor el último testimonio de amor y reparación. Por lo tanto no hay que maravillarse por aquellos tres días de reparación. Al mismo tiempo fui hallado digno de ser semejante a Cristo hasta en el ingreso en la fulgente gloria que me esperaba.  ¿No permaneció Cristo tres días y tres noches en el sepulcro? El cuerpo virginal de nuestra dulcísima Madre Inmaculada, ¿acaso no quedó en la tierra tres días y tres noches?  Inescrutables designios de Dios que la razón humana no puede comprender!
    Durante ese tiempo, el alma Santísima de Jesús gozaba de la gloria beatífica de la Divinidad en el seno de su Padre Celestial; en cambio para mí, los tres días pasados al pie del Tabernáculo fueron bastante penosos.
       Después, el alma emprendió su vuelo, deteniéndose en las mansiones de la gloria para contemplar toda la grandeza de un Dios Omnipotente. Luego franqueé el último umbral donde el alma abismada, contempla todos los arcanos que se gozan en el Paraíso.
  No hablo del gran premio que he merecido por tantos sufrimientos soportados en la tierra, pues, si me fuera posible, hubiera preferido quedarme en la tierra para sufrir hasta el fin del mundo para reparar por la gran Majestad de Dios tan ultrajada y para poder salvar todavía más almas.
  ¡Oh almas negligentes...valorad vuestra existencia! ¡Haced de ella un gran tesoro para la vida eterna!
 Pero mi misión continuará todavía... No permaneceré inactivo. Acompañaré a las almas que me fueron queridas y vigilaré a las que vacilen en la Fe. Estaré con vosotros mientras así lo disponga la Divina Voluntad.
   ¡Invocadme en vuestros momentos penosos, en el tempestuoso valle de lágrimas! Os ayudaré y os asistiré para que no vacile vuestra Fe y deis gloria al Señor que os ha creado de la nada.
    En el Cielo estoy en constante coloquio con Dios para salvar las almas, pero especialmente recurro a la Reina del Cielo y de la tierra, junto a Nuestra Señora, desempeño mi misión… Es tiempo de gran corrupción en el mundo, pero es también tiempo de gran Misericordia por parte de Dios, que sigue esperando que sean utilizados sus méritos infinitos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Domingo 24° del Tiempo Ordinario Ciclo B 16-09-12


Jesús es la Buena Noticia
La antigua ciudad de Cesárea de Filipo, estaba situada en lo que hoy es el parque nacional del Hermán en el actual Israel. El lugar es hermoso y está? justo en los manantiales del Jordán en el extremo norte de la Galilea, al límite con el Líbano. Tres siglos antes de Jesús habían construido allí un templete a Pan, el dios griego de la naturaleza. Filipo era un hijo del Herodes de la matanza de los niños de Belén. Dos de sus hermanos se habían dividido las mejores provincias del reino del padre. Filipo, hijo de otra esposa de Herodes, fue entonces nombrado tetrarca de la alta Galilea, tierra pagana y pobre. Últimamente, se hicieron excavaciones en la zona y se encontraron restos de palacios y templos de la antigua ciudad de Cesarea, dedicada por Filipo al emperador César Augusto en el año 14 d.C. El Evangelio alude a esta zona hermosa, rica de aguas y de arboledas. Es un pequeño paraíso, bien lejos de la aridez de Jerusalén, donde Jesús era severamente controlado. Jesús sube hasta allí, pero no entra en la ciudad, queda en las afueras. El lugar es simbólico. Jesús ha santificado las aguas del río Jordán, pero ahora el verdadero manantial de agua viva es él mismo (Jn 7, 37-39). Creo que Jesús eligió de propósito esta tierra pagana, porque la pregunta que les plante? a sus discípulos necesitaba reflexión y paz, sin las presiones acostumbradas de volubilidad de las multitudes o de las ideólogas obstinadas de las autoridades. Jesús quiere saber con claridad qué habían entendido con relación a su persona, por eso primero pregunta por la gente y después los interpela directamente. Pedro responde que Jesús es el Mesías. Y el Maestro revela que sufrir, morir y resucitar se invita a todos a seguirlo.
P. Aldo Ranieri
PRIMERA LECTURA
Is 50, 5-9ª

Lectura del libro de Isaías.

El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 114, 1-6. 8-9

Caminaré en la presencia del Señor. O bien: Aleluya.

Amo al Señor,
porque él escucha el clamor de mi súplica,
porque inclina su oído hacia mí,
cuando yo lo invoco. 

Los lazos de la muerte me envolvieron,
me alcanzaron las redes del Abismo,
caí en la angustia y la tristeza;
entonces invoqué al Señor:
"¡Por favor, sálvamela vida!". 

El Señor es justo y bondadoso,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor protege a los sencillos:
yo estaba en la miseria y me salvó. 

Él libró mi vida de la muerte,
mis ojos de las lágrimas
y mis pies de la caída.
Yo caminaré en la presencia del Señor,
en la tierra de los vivientes. 

SEGUNDA LECTURA
Sant 2, 14-18

Lectura de la carta de Santiago.

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman", y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: "Uno tiene la fe y otro, las obras". A éste habría que responderle: "Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe".

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mc 8, 27-35

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará".

Palabra del Señor.

Alocución del Papa Benedicto XVI previa al rezo del Ángelus del domingo 9 septiembre 2012
En el centro del Evangelio de hoy (Mc 7,31-37) hay una pequeña palabra, muy importante. Una palabra que – en su sentido profundo – resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo. El evangelista Marcos la menciona en la misma lengua en la que Jesús la pronunció, y de esta manera la sentimos más viva aun. Esta palabra es «efatá», que significa: «ábrete».
Vemos el contexto en el que es colocada. Jesús estaba atravesando la región llamada «Decápolis», entre el litoral de Tiro y Sidón y Galilea; una zona por tanto no judaica. Le trajeron un hombre sordo, para que le impusiera las manos – evidentemente su fama se había difundido hasta ahí. Jesús, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y le tocó la lengua, y después, levantando los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. (cfr Mc 7,35).

lunes, 10 de septiembre de 2012

Domingo 23° del Tiempo Ordinario Ciclo B 09-09-12


Esforcémonos por hacer todo bien

      En el evangelio de hoy que trata sobre el sordo mudo en la narración, nos muestra un sentido literal y otro simbólico. Los dos adjetivos que cualifican al enfermo indicarían, en realidad, una dificultad para la comunicación: “mudo, embotado”, es decir, que no siente la necesidad de ir hacia nadie,apático; y “tartamudo”: como que es difícil entenderlo. 

      Ambos adjetivos indicarían una especie de desinterés para comunicarse, un vivir encerrado en sí mismo. En efecto, no es él el que se acerca a Jesús; son amigos anónimos que tienen compasión de su estado. 

      Esta situación debe ser muy grave, como aparece de la inusual actividad de Jesús para curarla. No hay, en efecto, otra narrativa en donde aparezca semejante conjunto de acciones y movimientos de Jesús. Esto indicaría la importancia de lo que va a hacer: lo toma a parte, pone su dedo en el oído, con su saliva le toca la lengua, levanta los ojos al cielo, suspira y al final ordena: ¡Effatá! La función terapéutica de la saliva era conocida, pero ¿por qué el suspirar de Jesús? El verbo que usa Marcos tiene tonalidades entre bronca y tristeza (Sant 5, 9). Por eso, Jesús “levantó los ojos al cielo” invocando una fuerza divina (Mt 14, 19). No hay cosa más difícil de superar que la apatía. Ahora, si la narrativa es simbólica, ¿a quién representaría este hombre? Podrían ser los discípulos o la gente (4, 10-12), pero también la gente rica que, en el milagro del endemoniado de Gerasa, lo echaron con desdén. Para Dios todo es posible, y Jesús todo lo hizo bien, hasta oír a los sordos y hablar a los mudos.

P. Aldo Ranieri

PRIMERA LECTURA
Is 35, 4-7ª

Lectura del libro de Isaías.

      Digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos!". Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 145, 7-10

¡Alaba al Señor, alma mía! O bien: Aleluya.

El Señor hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos. 

Abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor ama a los justos,
el Señor protege a los extranjeros. 

Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones. 

SEGUNDA LECTURA
Sant 2, 1-7

Lectura de la carta de Santiago.

      Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas. Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: "Siéntate aquí, en el lugar de honor", y al pobre le dicen: "Quédate allí, de pie", o bien: "Siéntate a mis pies", ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados? Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan hermoso que ha sido pronunciado sobre ustedes?

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mc 7, 31-37

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

      Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Ábrete". Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

Palabra del Señor.


Alocución del Papa Benedicto XVI previa al rezo del Ángelus del domingo 9 septiembre 2012
      En el centro del Evangelio de hoy (Mc 7,31-37) hay una pequeña palabra, muy importante. Una palabra que – en su sentido profundo – resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo. El evangelista Marcos la menciona en la misma lengua en la que Jesús la pronunció, y de esta manera la sentimos más viva aun. Esta palabra es «efatá», que significa: «ábrete».
      Vemos el contexto en el que es colocada. Jesús estaba atravesando la región llamada «Decápolis», entre el litoral de Tiro y Sidón y Galilea; una zona por tanto no judaica. Le trajeron un hombre sordo, para que le impusiera las manos – evidentemente su fama se había difundido hasta ahí. Jesús, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y le tocó la lengua, y después, levantando los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. (cfr Mc 7,35).
      He aquí el significado histórico, literal de esta palabra: aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, «se abrió»; antes estaba cerrado, aislado, para él era muy difícil comunicar; la sanación fue para él una «apertura» hacia los otros y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos del oído y de la palabra, involucraba toda su persona y su vida: finalmente podía comunicar y por tanto relacionarse de manera nueva.
      Pero todos sabemos que el cerrarse del hombre, su aislamiento, no depende solo de los órganos sensoriales. Existe una cerrazón interior, que concierne el núcleo profundo de la persona, aquel que la Biblia llama el «corazón». Es esto lo que Jesús ha venido a «abrir», a liberar, para hacernos capaces de vivir en plenitud las relaciones con Dios y con los demás. He aquí por qué decía que esta pequeña palabra, «efatá – ábrete», resume en sí toda la misión de Cristo.
      Él se ha hecho hombre para que el hombre, vuelto por el pecado interiormente sordo y mudo, se vuelva capaz de escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y de esta manera aprenda a su vez a hablar el lenguaje del amor, a comunicar con Dios y con los otros.
      Por este motivo la palabra y el gesto del «efatá» han sido insertados en el Rito del Bautismo, como uno de los signos que nos explican su significado: el sacerdote, tocando la boca y las orejas del neo-bautizado dice: «Efatá», orando para que este pueda escuchar la Palabra de Dios y profesar la fe. Mediante el Bautismo, la persona humana inicia, por decirlo así, a «respirar» el Espíritu Santo, aquel que Jesús había invocado del Padre con aquel suspiro, para curar al sordomudo.
      Nos dirigimos ahora en oración a María Santísima, de quien ayer hemos celebrado la Natividad. Por motivo de su singular relación con el Verbo encarnado, María está plenamente «abierta» al amor del Señor, su corazón está constantemente en escucha de su Palabra. Que su maternal intercesión nos obtenga experimentar cada día, en la fe, el milagro del «efatá», para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera- RV)
Fuente: 
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital



martes, 4 de septiembre de 2012

Mensaje de la Reina de la Paz 02-09-12



      "Queridos hijos, mientras mis ojos los miran, mi alma busca almas con las cuales desea ser una sola, almas que hayan comprendido la importancia de la oración por aquellos hijos míos que no han conocido el amor del Padre Celestial. Los llamo porque los necesito. Acepten la misión y no teman: los fortaleceré. Los llenaré de mis gracias. Con mi amor los protegeré del espíritu del mal. Estaré con ustedes. Con mi presencia los consolaré en los momentos difíciles. Gracias por sus corazones abiertos. Oren por los sacerdotes. Oren para que la unión entre Mi Hijo y ellos sea la más fuerte posible, para que sean uno. Gracias."


      El mensaje es un nuevo llamado a la oración por los que no han conocido el amor de Dios y por los sacerdotes. La Santísima Virgen le da el nombre de misión porque es la oración que hace salir de uno mismo, de sus propias necesidades para ocuparse del otro y ese otro es quien más lo necesita sea para salvarse como para ser instrumento elegido e imprescindible de salvación.
         
       En el mensaje hay resonancias particulares en las que conviene adentrarse.

Queridos hijos, mientras mis ojos los miran

          Ya al inicio nos está diciendo que sobre nosotros tiene constantemente puesta su mirada. ¿Cómo es su mirada? La del amor que no conoce límites. Es penetrante y dulce al mismo tiempo. Es la mirada maternal de esos ojos suyos misericordiosos, que no acusan y se conmueven. Es la mirada llena de atento amor hacia todos y cada uno de sus hijos, tanto los que están cerca como los que están lejos de Ella y de Dios.

…mi alma busca almas con las cuales desea ser una sola, almas que hayan comprendido la importancia de la oración por aquellos hijos míos que no han conocido el amor del Padre Celestial.

Domingo 22° del Tiempo Ordinario Ciclo B 02-09-12

Hacia una renovación del corazón

      Figuras importantes de la sociedad de aquel tiempo se acercan a Jesús: los escribas y los fariseos. Los primeros eran funcionarios del poder central de Jerusalén que cumplían el rol de custodios de la práctica de las tradiciones religiosas de parte de la gente de las pequeñas aldeas. Por eso hablan de: “…las tradiciones de los antepasados”.Jesús estaba en Galilea, 150 km al norte de Jerusalén, en Genesaret. Era, evidentemente, una visita de control acerca del joven Maestro. 

      Le ponen una cuestión crucial, hoy todavía, para el judaísmo: los discípulos de Jesús no procedían de acuerdo con la tradición de los antepasados por comer con las manos impuras. Marcos añade: “es decir no lavadas”; nosotros hoy diríamos “sucias”. Es un problema de higiene, pero para el AT la “impureza” era cosa seria, como dice Pedro en Hech 10, 9-17. 28. Era una categoría ritual-social más que moral. 

      Su sentido es complejo, pero era común a muchas culturas del entorno geográfico del Antiguo Testamento. Se contraía por contacto con cosas o con alguien “impuros”, en el sentido que llevaban dentro de sí oscuros procesos de corrupción que tarde o temprano procurarían la muerte del contaminado. Un ejemplo muy evidente era la lepra (Lev 13, 9-13), que se consideraba peligrosa, pero se eliminaba lavando lo que había sido contaminado: manos, vestidos, etc. 

      La intervención de Jesús es decisiva. Los procesos mortales vienen del corazón, de la conciencia del ser humano, y los va enumerando. 

      Hablamos a veces de “pecados mortales” porque son dinamismos peligrosos que matan tanto al que los cultiva dentro de sí, como a las personas que lo rodean.
P. Aldo Ranieri
PRIMERA LECTURA
Deut 4, 1-2. 6-8

Lectura del libro del Deuteronomio.

      Moisés habló al pueblo, diciendo: Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: "¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!". ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 14, 2-5

Señor, ¿quién habitará en tu Casa?

El que procede rectamente 
y practica la justicia; 
el que dice la verdad de corazón 
y no calumnia con su lengua. 

El que no hace mal a su prójimo 
ni agravia a su vecino, 
el que no estima a quien Dios reprueba 
y honra a los que temen al Señor. 

El que no se retracta de lo que juró, 
aunque salga perjudicado. 
El que no presta su dinero a usura 
ni acepta soborno contra el inocente. 
El que procede así, nunca vacilará. 

SEGUNDA LECTURA
Sant 1, 17-18. 21b-22. 27

Lectura de la carta de Santiago.

      Queridos hermanos: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

      Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de bronce y de las camas. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". Él les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos'. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".

Palabra del Señor.

Jesús previene de la falsa religiosidad: Angelus de Benedicto XVI Domingo 2 septiembre 2012.

      En la Liturgia de la Palabra de este domingo, emerge el tema de la Ley de Dios, de su mandamiento: un elemento esencial de la religión hebraica y también de la cristiana, donde encuentra su pleno cumplimiento en el amor (Cfr. Rm 13, 10). La Ley de Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo hace salir de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la «tierra» de la verdadera libertad y de la vida.

      Por esto en la Biblia la Ley no es vista como un peso, una limitación oprimente, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con él una historia de amor. Así reza el pío israelita: « En tus preceptos tengo mis delicias, no olvido tu palabra. (…) Llévame por la senda de tus mandamientos, porque mi complacencia tengo en ella» (Sal 119, 16.35).
En el Antiguo Testamento, aquel que en nombre de Dios transmite la Ley al pueblo es Moisés. Él, después del largo camino en el desierto, en el umbral de la tierra prometida, proclama: «Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las normas que yo te enseño para que las pongas en práctica, a fin de que vivas y entres a tomar posesión de la tierra que te da el Señor, Dios de sus padres» (Dt 4, 1).