jueves, 2 de enero de 2014

Domingo 4° del Tiempo de Adviento Ciclo A 22-12-13

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (7,10-14):

           
En aquellos días, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»


Palabra de Dios

Salmo
Sal 23,1-2.3-4ab.5-6
Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. 

Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (1,1-7):

         Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Palabra de Dios

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,18-24):

          El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
         Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
         Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Palabra del Señor

Las palabras del Papa antes del rezo del Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas:
         Hoy en este cuarto domingo de Adviento, el Evangelio narra los acontecimientos que se produjeron hasta el nacimiento de Jesús. El evangelista Mateo lo presenta desde el punto de vista de San José, la virgen desposada de José y María que vivía en Nazaret.
         María, después de acoger con satisfacción el anuncio del ángel se quedó embarazada a través del Espíritu Santo. Cuando José se da cuenta de este hecho, no daba crédito. En el Evangelio no se explica cuáles fueron sus pensamientos, pero nos dice la respuesta esencial: que se haga la voluntad de Dios. En lugar de defender y hacer valer sus derechos, José elige una solución que le supone un sacrificio enorme: porque era hombre justo y no quería acusarla públicamente.

        José pretende hacer la voluntad de Dios y decide, con gran tristeza, decir adiós a María en secreto. Nosotros debemos meditar sobre estas palabras. Una prueba similar al sacrificio de Abraham, cuando Dios le pidió a su hijo Isaac dar lo más preciado, la persona más querida.
        Pero, como en el caso de Abraham, el señor interviene, encontró la fe y se abre de una manera diferente, una forma de amor y felicidad. "José – le dice – no tengas miedo de ir con María. El niño que nacerá de ella es del Espíritu Santo "(Mt 1,20).
        Este Evangelio nos muestra toda la grandeza de San José. Estaba siguiendo un plan en su vida, pero Dios le dio otro plan, una misión más grande. José fue un hombre que siempre escuchó la voz de Dios, era un hombre atento a los mensajes que llegaron desde las profundidades del corazón y del cielo. Y así llegó a ser aún más libre y grande, aceptándo el plan del Señor, José es pleno más allá de sí mismo. Esta libertad para renunciar a lo que es suyo, a la posesión de su propia existencia y su disponibilidad total dentro de la voluntad de Dios, nos muestra el camino.
        Tenemos que celebrar la Navidad contemplando a María y José, María, la mujer llena de gracia que tuvo el coraje de confiar totalmente en la palabra de Dios; José, fiel y justo quien prefirió creer al Señor en vez de escuchar las voces de la duda y del orgullo humano. Con ellos, caminamos juntos hacia Belén.

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