miércoles, 22 de febrero de 2012

Conversión, un cambio de actitud.

       Si leemos con atención las oraciones que integran el texto litúrgico de la celebración del Miércoles de Ceniza veremos que la Oración Colecta resume en cierto modo el sentido de este tiempo fuerte llamado Cuaresma: 
"Señor nuestro, concédenos iniciar con el santo ayuno cuaresmal un camino de verdadera conversión y de afrontar con la penitencia la lucha contra el espíritu del mal."
      El proceso de conversión es algo que nunca cesa. Si queremos vivir una vida verdaderamente cristiana, esta lucha ha de ser diaria y durará toda nuestra vida. 
Incluso teniendo la impresión de que frente a nuestros pecados somos incapaces de cambiar, si verdaderamente nos abandonamos en manos de Dios con confianza y una firme resolución de enmendarnos, la gracia de Dios actua en nosotros, pues es Él quien obra la conversión en nuestro corazón, a través de nuestra voluntad, de nuestra disposición a dejarnos moldear por Él, tal como nos lo recuerda este versículo de un pasaje de Jeremías (18, 6): "¿No puedo yo tratarlos a ustedes, casa de Israel, como ese alfarero? –oráculo del Señor–. Sí, como la arcilla en la mano del alfarero, así están ustedes en mi mano, casa de Israel." 



      Es, en pocas palabras, un cambio de actitud: de querer vivir nuestra vida según nuestros propios criterios humanos, preocupándonos únicamente por nosotros mismos, dejando de lado esa concepción egoísta de la vida para transformarnos en auténtico testimonio de vida en Cristo, siguiendo los criterios del Evangelio y la actitud misericordiosa de Cristo, quien no vivió para sí, sino que toda su vida fue una entrega al Padre, haciendo su voluntad y entregando su propia vida para rescatar a su Pueblo, que somos cada uno de aquellos que creemos en Él y lo amamos.


      El amor y la misericordia de Dios siempre espera nuestro regreso, pues Él desea nuestra conversión sin la cual la salvación no es posible. Dispuesto a perdonar la peor de nuestras faltas, nos da la posibilidad de comenzar de nuevo cada vez que caemos. Nos busca con amor, movilizándonos con su Espíritu y sale a nuestro encuentro para despertar nuestra conciencia y movernos al arrepentimiento. Está en nosotros responder con humildad a ese llamado interno para levantarnos y dejarnos curar por el Médico que sana el cuerpo y el alma. 
      Este tiempo de Cuaresma, de preparación en la oración, en el silencio interior, la mortificación mediante el ayuno, la práctica de la caridad y la renuncia a nosotros mismos, tiene como fin celebrar la Pascua con un corazón renovado y reconciliado.
      Naturalmente estamos inclinados a pecar y a dejarnos llevar por nuestros sentidos y nuestra debilidad, por lo tanto se hace necesario la lucha contra nuestras malas inclinaciones. Una vez recuperada la gracia, habiéndonos acercado al sacramento de la reconciliación, es preciso la guarda de nuestros sentidos. A través de ellos y de nuestra voluntad somos vencidos por el maligno. Decía el Padre Pío de Pietrelcina: "El demonio tiene solamente una puerta para entrar en nuestra alma: la voluntad. No hay puertas secretas. No hay pecado si no ha sido cometido con toda la voluntad. Cuando la voluntad no consiente, no hay pecado, sino solamente debilidad humana."
      ¿Cuál ha de ser nuestra defensa? Evitar las ocasiones de pecado, dejar de lado aquello que sabemos que nos lleva a obrar el mal, contra nosotros o hacia otros, y que nos quita la gracia divina y la paz de nuestra alma.
       Sabemos que a diario nos enfrentamos a nuestro Goliat. Nuestra Madre del Cielo nos recuerda que tenemos las armas para combatirlo, las llama "Las 5 piedritas": 

  • La Oración del Rosario con el corazón.
  • La Eucaristía.
  • La Biblia.
  • El ayuno
  • La confesión mensual.
       Todos sabemos que es aquello que necesitamos "cortar y apartar" para poder iniciar y continuar este camino hacia la Pascua.
Jesús ya nos mostró con su propia vida, lo que debemos hacer para llevar una vida agradable a Dios. Es preciso que hagamos un esfuerzo por imitarlo.

No hay comentarios :

Publicar un comentario