PRIMERA
LECTURA
Palabra del Señor.
Alocución de S. S. Benedicto XVI. Angelus 5-02-12.
Queridos
amigos, el próximo sábado 11 de febrero, memoria de la Bienaventurada Virgen
María de Lourdes, es la Jornada Mundial del Enfermo. Hagamos también nosotros
como la gente de los tiempos de Jesús: espiritualmente presentémosle a Él a
todos los enfermos, confiados en que Él quiere y puede sanarlos. E invoquemos
la intercesión de la Santísima Virgen, especialmente para las situaciones de
mayor sufrimiento y abandono. ¡María Salud de los enfermos, ruega por nosotros!
Fuente:
Jb 7, 1-4. 6-7
Lectura
del libro de Job.
Job habló diciendo: ¿No
es una servidumbre la vida del hombre sobre la tierra? ¿No son sus jornadas las
de un asalariado? Como un esclavo que suspira por la sombra, como un asalariado
que espera su jornal, así me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido
asignadas noches de dolor. Al acostarme, pienso: "¿Cuándo me
levantaré?". Pero la noche se hace muy larga y soy presa de la inquietud
hasta la aurora. Mis días corrieron más veloces que una lanzadera: al
terminarse el hilo, llegaron a su fin. Recuerda que mi vida es un soplo y que
mis ojos no verán más la felicidad.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 146, 1-6
Alaben al Señor, que
sana a los afligidos.
¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios,
qué agradable y merecida
es su alabanza!
El Señor reconstruye a
Jerusalén
y congrega a los
dispersos de Israel.
Sana a los que están afligidos y les venda las heridas.
Él cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por
su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su inteligencia no tiene
medida.
El Señor eleva a los
oprimidos
y humilla a los malvados
hasta el polvo.
SEGUNDA LECTURA
1Cor 9, 16-19. 22-23
Lectura
de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Si anuncio el
Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad
imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! Si yo realizara esta tarea
por iniciativa propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por
necesidad, quiere decir que se me ha confiado una misión. ¿Cuál es, entonces,
mi recompensa? Predicar gratuitamente el Evangelio, renunciando al derecho que
esa Buena Noticia me confiere. En efecto, siendo libre, me hice esclavo de
todos, para ganar al mayor número posible. Y me hice débil con los débiles,
para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a
algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de
poder participar de sus bienes.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Mc 1, 29-39
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús fue con Santiago y
Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y
se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo
levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer,
después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y
la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos,
que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a éstos no los
dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera,
Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón
salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron:
"Todos te andan buscando". Él les respondió: "Vayamos a otra
parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he
salido". Y fue por toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y
expulsando demonios.
Alocución de S. S. Benedicto XVI. Angelus 5-02-12.
El Evangelio de este
domingo nos presenta a Jesús que alivia a los enfermos: primero a la suegra de
Simón Pedro, que estaba en cama con fiebre y Él, tomándola de la mano, la
alivia y la hace levantar; luego todos los enfermos de Cafarnaúm, probados en
el cuerpo, en la mente y en el espíritu, y Él “curó a muchos… y expulsó a
muchos demonios” (Mc 1,34).
Los cuatro Evangelistas están de acuerdo
en testimoniar que la liberación de dolencias y enfermedades de todo género
constituyó, junto con la predicación, la principal actividad de Jesús en su
vida pública.
En efecto, las enfermedades son un signo
de la acción del Mal en el mundo y en el hombre, mientras las sanaciones
demuestran que el Reino de Dios está cerca. Jesucristo ha venido a derrotar el
Mal desde la raíz, y las curaciones son una anticipación de su victoria,
obtenida con su Muerte y Resurrección.
Un día Jesús dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos” (Mc 2,17). En aquella circunstancia se refería a los pecadores, que Él vino a llamar y a salvar. Permanece como verdad que la enfermedad es una condición típicamente humana, en la que experimentamos fuertemente que no somos autosuficientes, sino que tenemos necesidad de los demás. En este sentido paradójicamente podemos decir que ¡la enfermedad puede ser un momento saludable en el cual se puede experimentar la atención de los demás y brindar atención a los demás!
Un día Jesús dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos” (Mc 2,17). En aquella circunstancia se refería a los pecadores, que Él vino a llamar y a salvar. Permanece como verdad que la enfermedad es una condición típicamente humana, en la que experimentamos fuertemente que no somos autosuficientes, sino que tenemos necesidad de los demás. En este sentido paradójicamente podemos decir que ¡la enfermedad puede ser un momento saludable en el cual se puede experimentar la atención de los demás y brindar atención a los demás!
Sin embargo, ésta es siempre una prueba
que puede hacerse larga y difícil. Cuando la sanación no llega y los
sufrimientos se prolongan, podemos permanecer como aplastados, aislados, y
entonces nuestra existencia se deprime y se deshumaniza. ¿Cómo debemos
reaccionar a este ataque del Mal?
Ciertamente con los cuidados apropiados –
la medicina en estas décadas ha cumplido pasos de gigante – pero la Palabra de
Dios nos enseña que existe una actitud decisiva y de fondo con la cual afrontar
la enfermedad y es aquella de la fe. Jesús lo repite siempre a las personas que
alivia: Tu fe te ha salvado (cfr Mc 5,34.36). Inclusive de frente a la muerte,
la fe puede hacer posible aquello que humanamente es imposible. ¿Pero la fe en
qué cosa? En el amor de Dios. Esta es la verdadera respuesta, que derrota
radicalmente el Mal.
Así como Jesús ha afrontado al Maligno
con la fuerza del amor que le venía del Padre, también nosotros podemos
afrontar y vencer la prueba de la enfermedad teniendo el corazón sumergido en
el amor de Dios. Todos conocemos personas que han soportado sufrimientos
terribles porque Dios las proveía de una serenidad profunda.
Pienso en el reciente ejemplo de la Beata
Chiara Badano, truncada en la flor de su juventud por un mal sin tregua:
¡cuantos iban a visitarla, recibían de ella luz y confianza! Sin embargo, en la
enfermedad, todos tenemos necesidad de calor humano: para confortar a una
persona enferma, más que las palabras, cuenta la cercanía sincera.
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