miércoles, 5 de marzo de 2014

Miércoles de Ceniza 5-03-14


Con el Miércoles de Ceniza se inaugura el tiempo de Cuaresma, días de hacer camino hacia nuestro interior, dejando de lado, dentro de lo posible, el ruido en que nos vemos envueltos a diario, producto del bombardeo mediático, la confusión y la violencia que se vive a nuestro alrededor y a nivel global.
No hay más que leer el diario, poner la televisión, leer en los portales de noticias en Internet o simplemente enterarnos, mediante la cotidiana interacción en las redes sociales, del estado del mundo, del mal reinante y de la imperiosa necesidad de que se restablezca la paz en los corazones de todos más que nunca.

Si queremos llegar verdaderamente a la paz, esta debe nacer del corazón reconciliado con Dios y con los demás. Para eso se hace necesaria una firme disposición para dejar los viejos hábitos de lado, la costumbre que nace de la rutina, el hacerse violencia a sí mismo y proponerse un cambio radical, examen de conciencia mediante, serio y valiente para hacer en uno mismo una verdadera metanoia.
La palabra compromiso es un término que en la actualidad parece difícil tanto en lo que implica asumir lo que esto significa como en el esfuerzo diario que requiere cumplir con el compromiso asumido. Sin embargo, se hace necesario asumirlo y esforzarse, tal como a veces lo hacemos en pos de lograr nuestras metas en lo que concierne a otras cosas menos trascendentes y mundanas.
La vida del espíritu crece en la medida que la nutrimos de aquello que es ajeno a lo que podemos lograr con el sólo esfuerzo propio y que sólo puede darnos el mismo Cristo.
Se hace necesaria nuestra relación con Cristo mediante la oración diaria, la reconciliación, donde reconocemos con sinceridad aquello que sabemos que no le agrada y nos aparta de Él porque, aunque nos ama, odia el pecado y desea que seamos limpios de corazón, reconociendo con humildad nuestras faltas y errores.
Podremos lograrlo en la medida que nos propongamos no tanto hacer nuestra voluntad sino que, a imitación del mismo Jesús, quien pasó su vida siendo obediente a la voluntad de su Padre, hagamos nosotros lo mismo con humildad.
Si leemos en el Evangelio lo referente al inicio de la vida pública de Jesús, él, aún siendo el Hijo de Dios, pasa 40 días en el desierto preparándose con el ayuno para asumir su propio compromiso y su misión: la de reconciliarnos con Dios mediante el sacrificio de su vida y glorificarlo con su Muerte y Resurrección, pagando por nuestros pecados, restaurando en nosotros la vida y liberándonos de la muerte eterna.
Este es el centro del Misterio Pascual y la verdadera razón de vivir nuestra fe cristiana. Nosotros también nos ponemos en marcha para vivir nuestra Pascua, nuestro paso de la muerte a la vida de la gracia pero antes también debemos hacer nuestro propio “Via Crucis”.

 Para recordar:

“ La razón de ser del tiempo de Cuaresma es la preparación para la celebración de la Pascua: la liturgia cuaresmal prepara a celebrar el misterio pascual, tanto a los catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los fieles que rememoran el bautismo y hacen penitencia.”
El Misterio pascual es el centro de nuestra fe. Su celebración está “preparada” por la Cuaresma y “prolongada” en el Tiempo Pascual. Celebramos esto en un solo tiempo fuerte de noventa días: Cuarenta de preparación y cincuenta de celebración, almacenando energías para aprovechar el impulso el resto del año.

·        La Cuaresma nos “entrena” para comprender y vivir la PASCUA, el “paso” de la muerte a la vida.

·        El Triduo Pascual celebra ese “paso”. El Señor pasa de la muerte a la vida; nosotros, del pecado a la gracia.


  • El Tiempo pascual prolonga la fiesta a lo largo de cincuenta días.


  • Recordemos guardar ayuno y abstinencia: estos expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación con los demás.
  • Ayuno: hacer una sola comida fuerte durante el día.
  • Abstinencia: de carne, también puede ser de otra cosa. Es un modo de ejercitar la pobreza, la humildad, conocer el valor de la renuncia y del sacrificio.



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