Entra en lo más profundo de tu alma, aleja de tí todo, excepto a Dios y lo que te pueda ayudar a encontrarlo. Cierra la puerta de tu habitación, y búscalo en el silencio. Di a Dios con todas tus fuerzas, díselo al Señor:
Busco tu rostro. Tu rostro busco, Señor
Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame cómo y en dónde tengo que buscarte, en dónde y cómo te alcanzaré.
Señor, Tú eres mi Dios. Tú eres mi Señor, pero no te conozco. Tú me creaste y me redimiste.
Tú me diste cuanto tengo, pero aún no te conozco.
Fui creado para verte, y, aún no puedo alcanzar el fin para el que fui creado.
Enséñame a buscarte, muéstrame tu Rostro, porque si Tú no me lo enseñas, no te podré encontrar.
No te podré encontrar si Tú no te haces presente. Te buscaré deseándote, te desearé buscándote.
Amándote te encontraré. Encontrándote, te amaré. Amén.
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