martes, 6 de noviembre de 2012

Domingo 31° del Tiempo Ordinario Ciclo B 4-11-12


LECTURA
Deut 6, 1-6

Lectura del libro del Deuteronomio.

       Moisés habló al pueblo diciendo: Éste es el mandamiento, y éstos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión, a fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto. Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido. Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 17, 2-4. 47. 51ab

Yo te amo, Señor, mi fortaleza.

Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor,
mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. 

Mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos. 

¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación!
Él concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido. 

PRIMERA LECTURA
Heb 7, 23-28

Lectura de la carta a los Hebreos.

      Hermanos: En la antigua Alianza los sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer; pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable. De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos. Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento ?que es posterior a la Ley? establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mc 12, 28b-34

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

      Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". Jesús respondió: "El primero es: 'Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas'. El segundo es: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. No hay otro mandamiento más grande que éstos". El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

En español, la alocución de Benedicto XVI para el Ángelus del domingo 4 noviembre 2012
      El Evangelio de este domingo, (Mc 12,28-34) nos vuelve a proponer las enseñanzas de Jesús, sobre el más grande mandamiento: el mandamiento del amor, que es doble: amar a Dios y amar al prójimo.
      Los Santos, que hemos celebrado todos recientemente en una única fiesta solemne, son propiamente aquellos, que, confiando en la gracia de Dios, buscan vivir según esta ley fundamental.
      En efecto, el mandamiento del amor lo puede poner plenamente en práctica quien vive una relación profunda con Dios, así como el niño aprende a amar a partir de una buena relación con la madre y el padre.
      San Juan de Ávila, que proclamé hace poco Doctor de la Iglesia, escribe así al inicio de su Tratado sobre el amor de Dios: «La causa que más empuja nuestro corazón al amor de Dios es considerar profundamente el amor que Él ha tenido por nosotros… Esto más que los mismos beneficios, empuja el corazón a amar; porque aquel que ofrece a otro un beneficio, le da algo que posee; pero aquel que ama se da así mismo con todo lo que tiene, sin que le queda nada más que dar» (n. 1). Antes de ser un mandato, el amor es un don, una realidad que Dios nos hace conocer, experimentar, de manera que como una semilla, que pueda germinar incluso dentro de nosotros y desarrollarse en nuestra vida.

      Si el amor de Dios ha metido raíces profundas en una persona, ésta esta en grado de amar incluso a quien no lo merece, como justamente hace Dios hacia nosotros. El padre y la madre no aman a sus hijos sólo cuando lo merecen: los aman siempre, aunque si naturalmente les hacen entender cuando se equivocan. De Dios aprendemos a querer siempre y nada más que el bien y nunca el mal.
      Aprendemos a mirar al otro no sólo con nuestros ojos, sino con la mirada de Dios, que es la mirada de Jesucristo. Una mirada que parte del corazón y no se detiene en la superficie, va más allá de las apariencias y logra acoger las expectativas profundas del otro: ser escuchado, tener una atención gratuita, en una palabra: ser amado.
       Pero se verifica también el recorrido inverso: que abriéndome al otro así como es, yendo a buscarlo, haciéndome disponible, me abro también al conocer a Dios, a sentir que Él existe y es bueno. Amor de Dios y amor del prójimo son inseparables y tiene una relación recíproca. Jesús no ha inventado ni uno ni otro, sino que ha revelado que son en fondo, un único mandamiento, y lo ha hecho no solamente con la palabra, sino sobre todo con su testimonio: la misma Persona de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor de Dios y del prójimo, como dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía, Él nos dona este doble amor, donándose a sí mismo, porque nutridos de este Pan, nos amamos los unos a los otros como Él nos ha amado.
      Queridos amigos, por intercesión de la Virgen María, oremos para que todo cristiano sepa mostrar su fe en el único verdadero Dios con un límpido testimonio de amor hacia el prójimo. Traducción del original italiano: Patricia Ynestroza – RV
Fuente: 
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital

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