Hoy es el día en que conmemoramos la
muerte del Señor. En esta jornada no
celebramos la Misa,
sino que nos reunimos para orar, escuchar la Palabra de Dios y recibir la
eucaristía, que se ha reservado el día anterior.
Oración
Acuérdate, Señor, de tu gran
misericordia y santifica con tu eterna protección a esta familia tuya por la
que Cristo, tu Hijo, instituyó, por medio de su Sangre, el misterio pascual.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén
O
bien:
Señor Dios, que por la Pasión de tu
Hijo, nuestro Señor Jesucristo, nos libraste de la muerte heredada de nuestros
padres; concédenos que nosotros, que somos imagen del primer hombre, recibamos
de tu gracia la imagen celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Primera parte: LITURGIA
DE LA PALABRA
1ª
Lectura Is 52, 13—53, 12
Lectura del libro de Isaías.
Sí, mi Servidor triunfará: Será exaltado y elevado a una altura muy
grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan
desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la
de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los
reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y
comprenderán algo que nunca habían oído. ¿Quién creyó lo que nosotros hemos
oído y a quién se le reveló el brazo del Señor? Él creció como un retoño en su
presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura
que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradamos.
Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al
sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que
lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras
dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado.
Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades.
El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.
Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el
Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser
maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: Como un cordero llevado
al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca.
Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque
fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi
pueblo. Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos,
aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca. El Señor quiso
aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación,
verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá
por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo,
quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las
faltas de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes y él repartirá el
botín junto con los poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado
entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en
favor de los culpables.
Palabra de Dios.
Comentario
Hoy también nosotros, con nuestras
entregas y renuncias, damos vida. Porque ningún sacrificio es inútil a los ojos
de Dios; porque cada entrega es dar vida; porque, al romper el círculo del
individualismo y del confort personal, nos abrimos a las necesidades de otros.
Salmo 30, 2. 6.
12-13. 15-17. 25
R. Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu.
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Yo pongo mi vida en tus manos:
Tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Soy la burla de todos mis enemigos
y la irrisión de mis propios vecinos;
para mis amigos soy motivo de espanto,
los que me ven por la calle huyen de mí.
Como un muerto, he caído en el olvido,
me he convertido en una cosa inútil.
Pero yo confío en ti, Señor, y te digo:
“Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos”.
Líbrame del poder de mis enemigos,
y de aquéllos que me persiguen.
Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor.
2ª
Lectura Heb 4, 14-16; 5, 7-9
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote
insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de
nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de
nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que
nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de
la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio
oportuno. Él dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes
gritos y lágrimas, a Aquél que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por
su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió, por medio de sus
propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la
perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le
obedecen.
Palabra de Dios.
Comentario
El dolor es un gran maestro. Pero
prestemos atención: No buscamos el dolor a propósito, sino que, al vivirlo y
enfrentarlo, crecemos y encontramos un nuevo sentido a nuestra vida. Eso es
aprender a vivir.
Aclamación
Flp 2, 8-9
Cristo se humilló por nosotros hasta
aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y
le dio el Nombre que está sobre todo nombre.
Evangelio
Jn 18, 1—19, 42
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
¿A quién buscan?
C. Jesús
fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar un
huerto y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar
porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas,
al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los
Sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó:
J. “¿A
quién buscan?”.
C. Le
respondieron:
S. “A
Jesús, el Nazareno”.
C. Él
les dijo:
J. “Soy
yo”.
C. Judas,
el que lo entregaba estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: “Soy yo”, ellos
retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente:
J. “¿A
quién buscan?”.
C. Le
dijeron:
S. “A
Jesús, el Nazareno”.
C. Jesús
repitió:
J. “Ya
les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que éstos se vayan”.
C. Así
debía cumplirse la palabra que él había dicho: “No he perdido a ninguno de los
que me confiaste”. Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e
hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor
se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro:
J. “Envaina
tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?”.
Se apoderaron de Jesús y lo ataron
C. El
destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron
de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de
Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los
judíos: “Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo”.
¿No eres tú también uno de los
discípulos de ese hombre?
C. Entre
tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este
discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del
Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo,
el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar
a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S. “¿No
eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?”.
C. Él
le respondió:
S. “No
lo soy”.
C. Los
servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido
porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. El Sumo
Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús
le respondió:
J. “He
hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo,
donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me
interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben
bien lo que he dicho”.
C. Apenas
Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada,
diciéndole:
S. “¿Así
respondes al Sumo Sacerdote?”.
C. Jesús
le respondió:
J. “Si
he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me
pegas?”.
C. Entonces
Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás. Simón Pedro permanecía junto
al fuego. Los que estaban con él le dijeron:
S. “¿No
eres tú también uno de sus discípulos?”.
C. Él
lo negó y dijo:
S. “No
lo soy”.
C. Uno
de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquél al que Pedro había
cortado la oreja, insistió:
S. “¿Acaso
no te vi con él en la huerta?”.
C. Pedro
volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.
Mi realeza no es de este mundo
C. Desde
la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no
entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la
comida de Pascua. Pilato salió adonde estaban ellos y les preguntó:
S. “¿Qué
acusación traen contra este hombre?”.
C. Ellos
respondieron:
S. “Si
no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado”.
C. Pilato
les dijo:
S. “Tómenlo
y júzguenlo ustedes mismos, según la ley que tienen”.
C. Los
judíos le dijeron:
S.“A nosotros no nos
está permitido dar muerte a nadie”.
C. Así
debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato
volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó:
S. “¿Eres
tú el rey de los judíos?”.
C. Jesús
le respondió:
J. “¿Dices
esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”.
C. Pilato
replicó:
S. “¿Acaso
yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis
manos. ¿Qué es lo que has hecho?”.
C. Jesús
respondió:
J. “Mi
realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a
mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero
mi realeza no es de aquí”.
C. Pilato
le dijo:
S. “¿Entonces
tú eres rey?”.
C. Jesús
respondió:
J. “Tú
lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: Para dar
testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.
C. Pilato
le preguntó:
S. “¿Qué
es la verdad?”.
C. Al
decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo:
S. “Yo
no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la
costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren
que suelte al rey de los judíos?”.
C. Ellos
comenzaron a gritar, diciendo:
S. “¡A
él no, a Barrabás!”.
C. Barrabás
era un bandido.
¡Salud, rey de los judíos!
C. Entonces
Pilato tomó a Jesús y lo azotó. Los soldados tejieron una corona de espinas y
se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto púrpura, y
acercándose, le decían:
S. “¡Salud,
rey de los judíos!”.
C. Y
lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo:
S. “Miren,
lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de
condena”.
C. Jesús
salió, llevando la corona de espinas y el manto púrpura. Pilato les dijo:
S. “¡Aquí tienen al
hombre!”.
C. Cuando
los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron:
S. “¡Crucifícalo!
¡Crucifícalo!”.
C. Pilato
les dijo:
S. “Tómenlo
ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo”.
C. Los
judíos respondieron:
S. “Nosotros
tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de
Dios”.
C. Al
oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el
pretorio y preguntó a Jesús:
S. “¿De
dónde eres tú?”.
C. Pero
Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo:
S. “¿No
quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para
crucificarte?”.
C. Jesús
le respondió:
J. “Tú
no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si esta ocasión no la hubieras recibido
de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más
grave”.
¡Sácalo! ¡Sácalo! ¡Crucifícalo!
C. Desde
ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban:
S. “Si
lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al
César”.
C. Al
oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el
lugar llamado “el Empedrado”, en hebreo, “Gábata”. Era el día de la Preparación
de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos:
S. “Aquí
tienen a su rey”.
C. Ellos
vociferaban:
S. “¡Sácalo!
¡Sácalo! ¡Crucifícalo!”.
C. Pilato
les dijo:
S. “¿Voy
a crucificar a su rey?”.
C. Los
sumos sacerdotes respondieron:
S. “No
tenemos otro rey que el César”.
C. Entonces
Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
Lo crucificaron, y con él a otros dos
C. Jesús,
cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado
“del Cráneo”, en hebreo “Gólgota”. Allí lo crucificaron; y con él a otros dos,
uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía:
“Jesús el Nazareno, rey de los judíos”, y la colocó sobre la cruz.
Muchos judíos leyeron esta inscripción,
porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la
inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los
judíos dijeron a Pilato:
S. “No
escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Este ha dicho: Yo soy el rey de los
judíos’”.
C. Pilato
respondió:
S. “Lo
escrito, escrito está”.
Se repartieron mis vestiduras
C. Después
que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron
en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía
costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron
entre sí:
S. “No
la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca”.
C. Así se cumplió
la Escritura que dice: “Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica”.
Esto fue lo que hicieron los soldados.
¡Aquí tienes a tu hijo! ¡Aquí tienes a
tu madre!
C. Junto
a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a
quien él amaba, Jesús le dijo:
J. “Mujer,
aquí tienes a tu hijo”.
C. Luego
dijo al discípulo:
J. “Aquí
tienes a tu madre”.
C. Y
desde aquella Hora, el discípulo la recibió como suya.
Todo se ha cumplido
C. Después,
sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera
hasta el final, Jesús dijo:
J. “Tengo
sed”.
C. Había
allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a
una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre,
dijo Jesús:
J. “Todo
se ha cumplido”.
C. E
inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
(Aquí todos se arrodillan, y se hace un
breve silencio de adoración)
En seguida brotó sangre y agua
C. Era
el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera
quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que
no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido
crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no
le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado
con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. El que vio esto lo atestigua:
Su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también
ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: “No le
quebrarán ninguno de sus huesos”. Y otro pasaje de la Escritura, dice: “Verán
al que ellos mismos traspasaron”.
Envolvieron con vendas el cuerpo de
Jesús y le agregaron la mezcla de perfumes
C. Después
de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús –pero secretamente, por
temor a los judíos– pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de
Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también Nicodemo, el
mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra
y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo
envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre
de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde lo crucificaron, había una
huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido
sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro
estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Palabra del Señor.
Comentario
Tal como la describe san Juan, la Pasión
muestra que Jesús nunca ha perdido el control de la situación. Es capaz de
enfrentar a sus oponentes, incluso a su mismo verdugo. Tiene la fuerza de Dios,
que lo sostiene y lo hace triunfar.
Oración universal
I. Por la santa Iglesia
Oremos, queridos hermanos, por la santa
Iglesia de Dios, para que nuestro Dios y Señor le conceda la paz y la unidad,
se digne protegerla en toda la tierra y nos conceda glorificarlo con una vida
calma y serena.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que en
Cristo has revelado tu gloria a todas las naciones: protege la obra de tu
misericordia, para que la Iglesia, extendida por toda la tierra, persevere con
fe inquebrantable en la confesión de tu Nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
II. Por el Papa
Oremos también por nuestro santo Padre,
el Papa N., para que Dios nuestro Señor, que lo llamó al orden episcopal, lo
asista y proteja en bien de su Iglesia, para gobernar al pueblo santo de Dios.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, con tu
sabiduría ordenas todas las cosas; escucha nuestra oración y protege con amor
al Papa que nos diste, para que el pueblo cristiano que tú gobiernas progrese
siempre en la fe, guiado por su pastor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
III. Por el pueblo de Dios y sus
ministros
Oremos también por nuestro obispo N. *,
por todos los obispos, presbíteros y diáconos de la Iglesia, y por todo el
pueblo santo de Dios.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
* En este lugar se puede hacer mención
del obispo coadjutor o auxiliar.
Dios todopoderoso y eterno, que con tu
Espíritu santificas y gobiernas a la Iglesia, escucha nuestras súplicas por tus
ministros para que, con ayuda de la gracia, todos te sirvan con fidelidad. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
IV. Por los catecúmenos
Oremos también por (nuestros) los
catecúmenos, para que Dios nuestro Señor abra los oídos de sus corazones y les
manifieste su misericordia, de manera que, perdonados sus pecados por medio del
agua bautismal, sean incorporados a Jesucristo.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que fecundas
sin cesar a tu Iglesia con nuevos miembros; acrecienta la fe y la sabiduría de
(nuestros) los catecúmenos, para que, renacidos en la fuente bautismal, sean
contados entre tus hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. Por la unidad de los cristianos
Oremos también por todos nuestros
hermanos que creen en Cristo; para que Dios nuestro Señor reúna y conserve en
su única Iglesia a quienes procuran vivir en la verdad.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que
congregas a quienes están dispersos y conservas en la comunión a quienes ya
están unidos, mira con bondad el rebaño de tu Hijo, para que la integridad de
la fe y el vínculo de la caridad reúnan a los que han sido consagrados por el
único bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
VI. Por los judíos
Oremos también por el pueblo judío, a
quien Dios nuestro Señor habló primero, para que se acreciente en ellos el amor
de su Nombre y la fidelidad a su alianza.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que
confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha con bondad las
súplicas de tu Iglesia, para que el pueblo de la primera Alianza llegue a la plenitud
de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
VII. Por quienes no creen en
Cristo
Oremos igualmente por quienes no creen
en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan también encontrar
el camino de la salvación.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, concede a
quienes no creen en Cristo que, viviendo en tu presencia con sinceridad de
corazón, encuentren la verdad; a nosotros, ayúdanos a progresar en la caridad
fraterna y en el deseo de conocerte mejor, para ser ante el mundo, testigos más
auténticos de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
VIII. Por quienes no creen en Dios
Oremos también por quienes no conocen a
Dios, para que, buscando con sinceridad lo que es recto, puedan llegar hasta
él.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, tú has
creado al hombre para que te buscara con ansia y hallara reposo al encontrarte;
concede que todos, aun en medio de las dificultades, por los signos de tu amor
y el testimonio de los creyentes, se alegren al reconocerte como único Dios
verdadero y Padre de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
IX. Por los gobernantes
Oremos también por los gobernantes de
las naciones, para que Dios nuestro Señor guíe sus mentes y sus corazones,
según su voluntad, hacia la paz verdadera y la libertad de todos.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, en cuyas
manos están los corazones de los hombres y los derechos de las naciones, asiste
con bondad a nuestros gobernantes para que, con tu protección, afiancen en toda
la tierra la prosperidad de los pueblos, la paz duradera y la libertad
religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
X. Por los que sufren
Oremos, hermanos, a Dios Padre
todopoderoso por todos los que sufren las consecuencias del pecado en el mundo,
para que aleje las enfermedades, alimente a los que tienen hambre, redima a los
encarcelados, libere de la injusticia a los oprimidos, dé seguridad a los
viajeros, conceda el regreso a los ausentes, la salud a los enfermos y la
salvación a los moribundos.
Oración en silencio. Prosigue el
sacerdote con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno,
consuelo de los afligidos y fuerza de los atribulados, lleguen hasta ti las
súplicas de los que te invocan en cualquier necesidad, para que puedan
alegrarse al experimentar la cercanía de tu misericordia. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
R. Amén.
Segunda parte: ADORACIÓN DE
LA SANTA CRUZ
- Presentación de la santa Cruz
- Adoración de la santa Cruz
- Memoria de los Dolores de la
Santísima Virgen María
junto a la Cruz
Tercera parte: SAGRADA
COMUNIÓN
Oración después
de la Comunión
Dios todopoderoso y eterno, tú nos has
redimido por la santa muerte y la resurrección de Jesucristo; mantén viva en
nosotros la obra de tu misericordia para que, por la participación en este
santo misterio, permanezcamos dedicados a tu servicio. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.
Oración sobre el
pueblo
Te pedimos, Señor, que descienda una
abundante bendición sobre tu pueblo, que ha recordado la muerte de tu Hijo con
la esperanza de su Resurrección: llegue a él tu perdón, concédele tu consuelo,
acrecienta su fe y asegúrale la eterna salvación. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.
Pueden descargarse de la página de San Pablo la hojita litúrgica con la celebración de Viernes Santo por si quieren releer las lecturas desde aquí.
No hay comentarios :
Publicar un comentario