martes, 17 de mayo de 2011

Domingo 4° de Pascua. Dmgo. del Buen Pastor 15-05-11



Primera lectura. Hech 2, 14. 36-41

El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías". Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?". Pedro les respondió: "Que cada uno se convierta y se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar". Y con muchos otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo de esta generación perversa. Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil.
Palabra de Dios.

Salmo

Sal 22, 1-6
R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor de su nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

Segunda lectura. 1Ped 2, 20-25

 Queridos hermanos: Si a pesar de hacer el bien, ustedes soportan el sufrimiento, esto sí es una gracia delante de Dios. A esto han sido llamados, porque también Cristo padeció por ustedes, y les dejó un ejemplo a fin de que sigan sus huellas. Él no cometió pecado y nadie pudo encontrar una mentira en su boca. Cuando era insultado, no devolvía el insulto, y mientras padecía no profería amenazas; al contrario, confiaba su causa al que juzga rectamente. Él llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron sanados. Porque antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y Guardián de ustedes.
Palabra de Dios.

Evangelio. Jn 10, 1-10

 Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz". Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan vida, y la tengan en abundancia".
Palabra del Señor.

Reflexión tomada de "La Hojita del Domingo"

En el evangelio de hoy, Jesús se presenta con dos imágenes que se mezclan: En los versículos 1 y 2, aparece como la puerta, y del 3 al 5, como el pastor. Pero los oyentes no comprendían estos ejemplos (v.6), explica separadamente las parábolas.
Del versículo 7 al 10, se presenta como la puerta, que nos indica simplemente un lugar por donde se pasa, un lugar que se atraviesa y se abandona. 

Para los antiguos, la puerta de una ciudad era un lugar importantísimo, un lugar de reunión, de encuentro, de compra y venta, de mucha vida. Estar en la puerta era una verdadera fiesta, y ya era estar en la ciudad. Por eso, decir que Jesús es la puerta indica que en él, en su persona,hallamos los bienes de la salvación, la luz, el alimento y la vida abundante.

Es como el abrazo de un amigo que, mediante sus brazos, nos comunica toda la riqueza de su amor, y no sólo sus brazos. Por eso Jesús no dice dónde vamos a parar cuando pasamos por él, ya que entramos en él mismo, y en él encontramos al Padre. De hecho, Jesús concluye estas palabras sobre la puerta diciendo que él vino para darnos vida en abundancia (v. 10). Nosotros muchas veces estamos buscando un lugar acogedor, un espacio donde podamos sentirnos cómodos, contenidos. Pero nunca vamos a encontrar un espacio físico o un grupo de amigos que nos deje del todo satisfechos. Necesitamos otro espacio de amor que sólo podemos encontrar en el Señor. Ese espacio son sus brazos, ese espacio es él mismo. Y a él lo encontramos en cualquier parte, porque podemos vivir en su presencia. En medio del trabajo, de la actividad más intensa, en medio de las preocupaciones y de la lucha de cada día, podemos estar en su presencia, sumergidos en él; y así todo se hace más fácil, más llevadero.

P. Víctor M. Fernández

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