lunes, 29 de agosto de 2011

Domingo 22º Tiempo ordinario Ciclo A 28-08-11


PRIMERA LECTURA

Jer 20, 7-9

Lectura del libro de Jeremías.

      ¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí. Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: "¡Violencia, devastación!". Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día. Entonces dije: "No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su nombre". Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.

Palabra de Dios.

SALMO

Sal 62, 2-6. 8-9

Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, 
yo te busco ardientemente; 
mi alma tiene sed de ti, 
por ti suspira mi carne como tierra sedienta, 
reseca y sin agua. 

Sí, yo te contemplé en el santuario
para ver tu poder y tu gloria. 
Porque tu amor vale más que la vida, 
mis labios te alabarán. 

Así te bendecirá mientras viva 
y alzaré mis manos en tu nombre. 
Mi alma quedará saciada 
como con un manjar delicioso, 
y mi boca te alabará con júbilo en los labios.
Veo que has sido mi ayuda 
y soy feliz a la sombra de tus alas. 
Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene.

SEGUNDA LECTURA

Rom 12, 1-2

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

      Hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Mt 16, 21-27

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

      Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".   Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.  ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras".

Palabra del Señor.

Alocución de S.S. Benedicto XVI previo al rezo del Angelus.

Queridos hermanos y hermanas
      En el Evangelio de hoy, Jesús explica a sus discípulos que tendrá que “ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día” (Mt 16,21) Todo parece darse vuelta en el corazón de los discípulos! ¿Cómo es posible que “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” pueda sufrir hasta la muerte?  El apóstol Pedro se rebela, no acepta este camino, toma la palabra y dice al maestro: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá” (v. 22).

      Es evidente la divergencia ente el designio del amor del Padre, que llega hasta el don del Hijo Unigénito sobre la cruz para salvar la humanidad, y las expectativas, deseos y proyectos de los discípulos. Y este contraste se repite también hoy, cuando la realización de la propia vida está orientada solamente al suceso social, al bienestar físico y económico y no se razona más según la voluntad de Dios sino según los hombres (v.23).

      Pensar según el mundo es poner a un lado a Dios, no aceptar su designio de amor, es casi impedirle que cumpla su sabia voluntad. Por esto Jesús dice a Pedro una palabra particularmente dura: “Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo” (ibid). El Señor enseña que “el camino de los discípulos es seguirlo, seguir la cruz. Los tres evangelios, sin embargo, explican el seguirlo en el signo de la cruz… como el camino del “perder a sí mismo”, que es necesario para el hombre y sin el cual no le es posible encontrar a sí mismo” (Jesús de Nazaret, Milán 2007, 333).

      Así como lo hizo a los discípulos, Jesús nos invita a nosotros: “El que quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame.” El cristiano sigue al Señor cuando acepta con amor la propia cruz, a pesar de que a los ojos del mundo aparece como un fracaso y una “pérdida de la vida”, el cristiano sabe que no la lleva él solo, sino que la lleva con Jesús, compartiendo su mismo camino de donación. Escribe el Siervo de Dios Pablo VI: “Misteriosamente, el mismo Cristo, para erradicar del corazón del hombre el pecado de presunción y manifestar al Padre una obediencia íntegra y filial, acepta… morir en una cruz”. Aceptando voluntariamente la muerte, Jesús lleva la cruz de todos los hombres y se convierte en fuente de salvación para toda la humanidad. San Cirilo de Jerusalén comenta: “La cruz victoriosa ha iluminado a quien estaba ciego por la ignorancia, ha liberado a quien era prisionero del pecado, ha llevado la redención a toda la humanidad.”

      Confiamos nuestra oración ala Virgen María y a San Agustín, de quien hoy se celebra la memoria litúrgica, para que cada uno de nosotros sepa seguir al Señor en el camino de la cruz y nos dejemos transformar por la gracia divina, renovando el modo de pensar “para poder discernir la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” (Rom.12, 2).


Fuente: Ecclesia Digital

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