miércoles, 30 de noviembre de 2011

Domingo 33° Tiempo ordinario Ciclo A 13-11-11


PRIMERA LECTURA
Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31

Lectura del libro de los Proverbios.

Una buena ama de casa, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas. El corazón de su marido confía en ella y no le faltará compensación. Ella le hace el bien, y nunca el mal, todos los días de su vida. Se procura la lana y el lino, y trabaja de buena gana con sus manos. Aplica sus manos a la rueca y sus dedos manejan el huso. Abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente. Engañoso es el encanto y vana la hermosura: la mujer que teme al Señor merece ser alabada. Entréguenle el fruto de sus manos y que sus obras la alaben públicamente.
Palabra de Dios.

SALMO
Sal 127, 1-5

¡Feliz quien ama al Señor!

¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! 
Comerás del fruto de tu trabajo, 
serás feliz y todo te irá bien.

Tu esposa será como una vid fecunda 
en el seno de tu hogar; tus hijos, 
como retoños de olivo alrededor de tu mesa. 

¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! 
¡Que el Señor te bendiga desde Sión 
todos los días de tu vida: 
que contemples la paz de Jerusalén! 

SEGUNDA LECTURA

1Tes 5, 1-6
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.

Hermanos: En cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar. Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y seamos sobrios.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Mt 25, 14-30
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. "Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido un solo talento. "Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!". Pero el señor le respondió: "Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes".

Palabra del Señor.


Alocución de Su Santidad Benedicto XVI en el Ángelus del Domingo 13-11-11


La palabra de Dios de este domingo – la penúltima del año litúrgico- nos advierte sobre lo provisorio de la existencia terrena y nos invita a vivirla como una peregrinación, teniendo la mirada, dirigida hacia la meta, hacia aquel Dios que nos ha creado y porque nos hizo para sí, es nuestro último destino, y el sentido de nuestro vivir.

Pasaje obligado para alcanzar esta realidad definitiva es la muerte, seguida del juicio final. El Apóstol Pablo recuerda que “el día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche.” (1 Ts 5,2), esto es sin preaviso. La conciencia del regreso glorioso del Señor Jesús nos anima a vivir en una actitud de vigilancia, esperando su manifestación con la constante memoria de su primera venida.
En la célebre parábola de los talentos –que recuerda el evangelista Mateo (cfr 25,14-30) – Jesús habla de los tres servidores a los cuales el patrón, al momento de partir por un largo viaje, confía sus propios bienes. Dos de ellos se comportan bien, porque hacen fructificar el doble de los bienes recibidos. El tercero en cambio, esconde el dinero recibido en un hoyo. Al regresar a su casa el patrón pide la cuenta a sus servidores de cuanto les había confiado y mientras se complace de los dos primeros, queda desilusionado del tercero. En efecto, ese servidor, que ha escondido el talento sin valorizarlo, hizo mal sus cuentas: se comportó como si su patrón no tendría que regresar más, como si no habría venido el día en que le habría pedido cuentas de su obrar. Con esta parábola, Jesús quiere enseñar a los discípulos a usar bien sus dones: Dios llama a cada hombre a la vida y le entrega los talentos, confiándole al mismo tiempo una misión por cumplir.
Sería de necios pensar que estos dones sean debidos, así como renunciar a emplearlos, sería como no responder al objetivo de la propia existencia. Comentando esta página evangélica, san Gregorio Magno, nota que a nadie el Señor le deja sin el don de su caridad, del amor. Él escribe: “es por esto necesario, hermanos míos, que pongan todo cuidado en la custodia de la caridad, en toda acción que tengan que cumplir” (Homilía sobre los Evangelios 9,6). Y tras haber precisado que la verdadera caridad consiste en el amar tanto a los amigos como a los enemigos, agrega: “si a uno le falta esta virtud, pierde todo bien que tiene, y es privado del talento recibido y será expulsado afuera, en las tinieblas”. (ibidem).
Queridos hermanos, ¡recibamos la invitación a la vigilancia, a la que muchas veces nos llaman las escrituras! Esta es la actitud de quien sabe que el Señor regresará y querrá ver en nosotros los frutos de su amor. La caridad es el bien fundamental que nadie debe dejar de hacer fructificar y sin la cual cualquier otro don es vano (cfr 1 Cor 13,3). Si Jesús nos ha amado al punto de dar su vida por nosotros (cfr 1 Gv 3,16), ¿cómo podremos dejar de amar a Dios con todo nuestro amor y amarnos los unos a los otros de verdadero corazón?(cfr 1 Gv 4,11) Solo practicando la caridad, también nosotros podremos tomar parte de la alegría de nuestro Señor. Que la Virgen María sea nuestra maestra de laboriosa y alegre vigilancia en el camino hacia el encuentro con Dios.
(Traducción del italiano Patricia Ynestroza - RV)


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