martes, 3 de enero de 2012

En el Año de la Fe, renovemos nuestro compromiso de seguir al Señor.


      Apenas comenzado el Año Nuevo consideramos aquello que dejamos atrás en este 2011 para hacer nuestra evaluación en distintos aspectos, en lo laboral, en lo personal y también en lo espiritual. Ninguna de estas cosas van por distintos caminos, ya que el vivir de forma coherente supone que todo esta relacionado en nuestra vida como cristianos, somos siempre los mismos al relacionarnos con los demás en los diversos ámbitos en los que nos desempeñamos a diario. Una vez terminado el año nos proponemos que aquello que nos quedó pendiente en el año que termina lo consideraremos para este 2012 que recién inicia. 

      Algo que escuché en la homilía en la misa del domingo 1° de enero, me hizo reflexionar un poco sobre esto: nos decía el padre Pablo que no podemos seguir haciendo y siendo en nuestra vida lo mismo que hicimos y fuimos en el 2011. Dios nos regala un nuevo año, el tiempo en sí es un regalo de Dios y nos lo da para que en nuestra marcha por esta vida dejemos atrás aquello que no nos deja levantar la vista e ir hacia Él. 


         El mundo está lleno de distracciones, ruidos, tentaciones y cosas a las que solemos prestar más atención y nos desvían del verdadero objetivo a alcanzar: la unión espiritual con Dios. ¿Y como se alcanza esto? Sabemos que a Dios lo encontramos en el silencio, pues Él está vivo en nosotros, necesitamos descubrirlo en ese silencio interior para no quedarnos en la periferia, siguiendo el ritmo vertiginoso que nos impone el mundo que no da descanso y que no da cabida a lo espiritual. 

      Es necesario hacer cada día una pausa para dedicárselo a Él y, en la oración confiada, dejar de lado aquello que nos apremia, para vivir ese momento de encuentro personal con Dios en paz y serenidad, hablándole desde nuestro corazón, con sinceridad y verdadera apertura, poniendo en sus manos toda nuestra vida. Recordemos que vivimos entre tinieblas y es preciso pedirle a Él, que es luz eterna, que nos ayude a discernir lo que es mejor para nosotros, pidiéndole que nos ayude a hacer su voluntad, siendo capaces de dar nuestro sí, tal como lo expresó nuestra Madre, la Virgen María a Dios al responder aquel "Hágase en mí según tu palabra", al anuncio del arcángel Gabriel, cuando éste declaraba que sería la Madre del Salvador.

     Hagamos ese movimiento de lo exterior hacia lo interior, tomando nuevo impulso para luego poder ser verdaderos evangelizadores y llevar a Dios a los demás. Recordemos que el tiempo transcurrido en oración es siempre tiempo ganado. Dios siempre tiene tiempo para nosotros y pacientemente nos espera desde toda la eternidad. La reconciliación y frecuente recepción de la Eucaristía también nos es necesaria.

    En un libro encontré ayer una pequeña tarjeta que trae un versículo de la carta a los Romanos y que me inspiró para hacer esta pequeña reflexión de hoy: 
"...y ustedes no se conformen con el mundo actual, sean personas nuevas, diferentes, en cuanto a conducta y pensamiento. Así aprenderán por experiencia la satisfacción que se disfruta al seguir al Señor." (Romanos 12,2)

     Les dejo a continuación el texto completo del capítulo 12 de la Carta a los Romanos (con la introducción que encontramos en El Libro del Pueblo de Dios) que, como todo lo escrito por san Pablo es de mucha utilidad para exhortarnos a nosotros mismos a hacer un cambio, dejando el año viejo y poniéndonos en camino de este Año Nuevo, el cuál no es un año cualquiera, ya que Su Santidad Benedicto XVI lo ha declarado "Año de la Fe", el cuál comenzaremos a vivir desde el mes de octubre de 2012, hasta la fiesta de Cristo Rey de 2013 en la cuál tendrá su culmen. 

      Este principio de año y los meses subsiguientes nos serán propicios para prepararnos a este acontecimiento, para ser activos partícipes de la Nueva Evangelización de la que nos habla el Papa en este tiempo de incertidumbre, de falta de valores y de olvido de Dios.

      Les dejo el link para acceder a la homilía que diera el Papa en ocasión de celebrar la misa por la Nueva Evangelización.



Carta a los Romanos


LAS EXIGENCIAS PRÁCTICAS DE LA FE
La fe no consiste en una actitud meramente intelectual, sino que entraña un compromiso de vida. Es necesario encarnarla en la realidad cotidiana. En otras palabras, debemos vivir de acuerdo con lo que creemos. Si creemos que hemos sido salvados por «la Buena Noticia de la gracia de Dios» (Hech. 20. 24), nuestra conducta tiene que ser la de quienes estamos «salvados». Más aún, la fe que salva es «la que obra por medio del amor» (Gál. 5. 6). Esta es la idea subyacente en la segunda parte de la Carta a los Romanos.
El Apóstol enumera una serie de exigencias prácticas de la fe. La primera de todas es el amor, en el que se resume toda la Ley (13. 10). El amor debe llevarnos a poner todas nuestras aptitudes al servicio de los demás e, incluso, a perdonar a los mismos enemigos. Sobre todo, debe manifestarse hacia los débiles en la fe (14. 1 - 15. 6), a imitación de Cristo, que murió por todos. Para poder glorificar a Dios «con un solo corazón y una sola voz», es necesario «tener los mismos sentimientos» y ser «mutuamente acogedores» (15. 5-7).
El culto espiritual
12
1 Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. 2 No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
Los carismas al servicio de la comunidad
3 En virtud de la gracia que me fue dada, le digo a cada uno de ustedes: no se estimen más de lo que conviene; pero tengan por ustedes una estima razonable, según la medida de la fe que Dios repartió a cada uno. 4 Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros con diversas funciones, 5 también todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros. 6 Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. 7 El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. 8 El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría.
El amor fraterno
9 Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien. 10 Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos. 11 Con solicitud incansable y fervor de espíritu, sirvan al Señor. 12 Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. 13 Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad.
El amor a los enemigos
14 Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca. 15 Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. 16 Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. No presuman de sabios. 17 No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. 18 En cuanto dependa de ustedes, traten de vivir en paz con todos. 19 Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios. Porque está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor. 20 Y en otra parte está escrito: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Haciendo esto, amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza. 21 No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien.



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