domingo, 8 de enero de 2012

Solemnidad del Bautismo del Señor 8-01-12


PRIMERA LECTURA

Vengan a tomar agua; escuchen y vivirán

Lectura del libro de Isaías

¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos,
y el que no tenga dinero, venga también!
Coman gratuitamente su ración de trigo,
y sin pagar, tomen vino y leche.
¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta
y sus ganancias, en algo que no sacia?
Háganme caso, y comerán buena comida,
se deleitarán con sabrosos manjares.
Presten atención y vengan a mí,
escuchen bien y vivirán.
Yo haré con ustedes una alianza eterna,
obra de mi inquebrantable amor a David.
Yo lo he puesto como testigo para los pueblos,
jefe y soberano de naciones.
 Tú llamarás a una nación que no conocías,
y una nación que no te conocía correrá hacia ti,
a causa del Señor, tu Dios,
y por el Santo de Israel, que te glorifica.
¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar,
llámenlo mientras está cerca!
Que el malvado abandone su camino
y el hombre perverso, sus pensamientos;
que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión,
a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
Porque los pensamientos de ustedes no son los míos,
ni los caminos de ustedes son mis caminos
- oráculo del Señor - .
Como el cielo se alza por encima de la tierra,
así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos
a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca:
ella no vuelve a mí estéril,
sino que realiza todo lo que yo quiero
y cumple la misión que yo le encomendé.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL

Sacarán agua con alegría de las fuentes de la Salvación

Este es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Ustedes sacarán agua con alegría
de las fuentes de la salvación.
Y dirán en aquel día:
Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.
Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti
el Santo de Israel!

SEGUNDA LECTURA

El Espítitu, el agua y la sangre

Lectura de primera la carta del Apóstol san Juan

El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios;
y el que ama al Padre
ama también al que ha nacido de él.
La señal de que amamos a los hijos de Dios
es que amamos a Dios
y cumplimos sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos,
y sus mandamientos no son una carga,
porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo.
Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo,
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Jesucristo vino por el agua y por la sangre;
no solamente con el agua,
sino con el agua y con la sangre.
Y el Espíritu da testimonio
porque el Espíritu es la verdad.
Son tres los que dan testimonio:
el Espíritu, el agua y la sangre;
y los tres están de acuerdo.
Si damos fe al testimonio de los hombres,
con mayor razón
tenemos que aceptar el testimonio de Dios.
Y Dios ha dado testimonio de su Hijo.

Palabra de Dios.

ALELUIA

¡Aleluia!
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. ¡Aleluia!

 EVANGELIO

Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos

      “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.
      En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”. 

Palabra del Señor.

Alocución de S. S. Benedicto XVI antes del Angelus.

      Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Esta mañana he administrado el Sacramento del Bautismo a dieciséis niños, y por esto deseo proponer una breve reflexión sobre nuestro ser hijos de Dios.

    Pero, ante todo, partamos de nuestro ser sencillamente hijos: ésta es la condición fundamental que nos une a todos. No todos somos padres, pero todos seguramente somos hijos. Venir al mundo jamás es una elección, no se nos pide antes si queremos nacer. Pero durante la vida, podemos madurar una actitud libre con respecto a la misma vida: podemos acogerla como un don y, en cierto sentido, “llegar a ser” lo que ya somos: convertirnos en hijos. 

     Este pasaje marca un cambio de madurez en nuestro ser y en la relación con nuestros padres, que se llena de reconocimiento. Es un pasaje que también nos hace capaces de ser, a nuestra vez, padres, no biológicamente, sino moralmente.

      También con respecto a Dios todos somos hijos. Dios está en el origen de la existencia de toda criatura, y es Padre de modo singular de cada ser humano: tiene con él o con ella una relación única, personal. Cada uno de nosotros es querido, es amado por Dios. Y también en esta relación con Dios nosotros podemos, por decirlo de alguna manera, “renacer”, es decir, convertirnos en lo que somos.

     Esto sucede mediante la fe, mediante un “sí” profundo y personal a Dios como origen y fundamento de nuestra existencia. Con este “sí” yo acojo la vida como don del Padre que está en los Cielos, un Padre que no veo pero en el que creo y que siento en lo profundo del corazón que es mi Padre y el de todos mis hermanos en la humanidad, un Padre inmensamente bueno y fiel.

     ¿Sobre qué se basa esta fe en Dios Padre? Se basa en Jesucristo: su persona y su historia nos revelan al Padre, nos lo dan a conocer, en la medida de lo posible en este mundo. Creer que Jesús es Cristo, el Hijo de Dios, permite “renacer desde lo alto”, es decir de Dios, que es Amor (Cfr. Jn 3, 3). Tengamos una vez más presente que ninguno se hace hombre, hemos nacido sin nuestra propia intervención, el pasivo de ser nacidos precede el activo de nuestro obrar, lo mismo también en el nivel del ser cristianos, nadie puede hacerse cristiano sólo por su propia voluntad, si bien ser cristiano es un don que precede nuestro obrar, debemos ser renacidos en un nuevo nacimiento.

      San Juan dice: “A todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios” (Jn 1, 12). Éste es el sentido del sacramento del Bautismo, el Bautismo es este nuevo nacimiento que precede nuestro obrar, con nuestra fe podemos salir al encuentro de Cristo, pero sólo Él puede hacernos cristianos y dar a nuestra voluntad, a nuestro deseo, la respuesta, la dignidad, el poder de llegar a ser hijos de Dios que por nuestra parte no tenemos.

      Queridos amigos, este domingo del Bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad. Demos gracias a Dios por este gran misterio, que es fuente de regeneración para la Iglesia y para el mundo entero. Dios se ha hecho hijo del hombre, para que el hombre llegue a ser hijos de Dios. 


      Renovemos por tanto la alegría de ser hijos: como hombres y como cristianos. Nacidos y renacidos a una nueva existencia divina. Nacidos del amor de un padre y de una madre, y renacidos del amor de Dios, mediante el Bautismo. A la Virgen María, Madre de Cristo y de todos aquellos que creen en Él, pidámosle que nos ayude a vivir realmente como hijos de Dios, no con las palabras, no sólo con palabras, sino con los hechos. Escribe también san Juan: “Éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó” (1 Jn 3, 23).


Fuente: 

  • Nuestra Biblia Abierta. El Libro del Pueblo de Dios. (Editorial San Pablo - CD)
  • Ecclesia Digital

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