jueves, 24 de marzo de 2016

La Amarga Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. (Ana Catalina Emmerich). Del cáliz y de la Santa Cena

El Cáliz que los Apóstoles llevaron a la casa de Verónica es un vaso maravilloso y misterioso. Había estado mucho tiempo en el Templo entre otros objetos preciosos y era de una gran antigüedad, cuyo origen y cuyo uso se había olvidado. Una cosa igual ha sucedido en la Iglesia Cristiana, en donde muchas joyas antiguas consagradas se han dejado en el olvido con el tiempo. Muchas veces se han desenterrado, vendido o compuesto vasos viejos y otras joyas, enterradas en el polvo del Templo. Así es que, con el permiso de Dios, este vaso santo que nunca se había podido fundir a causa de su naturaleza no conocida, fué hallado por los sacerdotes modernos en el tesoro del Templo, entre otros objetos que no se usaban, y habían sido vendidos a un aficionado de antigüedades. El Cáliz, comprado por Serafia, había servido ya muchas veces a Jesús para la celebración de las Fiestas, y desde este día fueron propiedad constante de la Santa Comunidad Cristiana. Este vaso no había estado siempre en su estado actual; quizá con ocasión de la cena del Señor habían juntado las diferentes piezas de que se componía. El gran Cáliz estaba puesto en un azafate y alrededor había seis copas. Dentro del cáliz había otro vaso pequeño y encima un plato con una tapadera redonda. En el pie del Cáliz estaba embutida una cuchara que se sacaba con facilidad. Todas estas piezas estaban envueltas en paños y puestas en una bolsa de cuero, si no me equivoco. El gran Cáliz se compone de la copa y del pie, que debe haber sido añadido después pues estas dos partes son de distinta materia. La copa presenta una masa morena y bruñida en forma de pera, está revestida de oro y tiene dos asas para poderla coger. El pie es de oro puro divinamente trabajado. Está adornado con una serpiente y un racimo de uva y enriquecido con piedras preciosas.

El gran Cáliz se ha quedado en la iglesia de Jerusalén, cerca de Santiago el Menor, y lo veo conservado en esta ciudad; aparecerá un día, como ha aparecido esta vez. Otras iglesias se han repartido las copas que lo rodeaban; una de ellas está en Antioquía, otra en Éfeso, pertenecían a los Patriarcas, que bebían en ellas una bebida misteriosa, cuando recibían y daban la bendición, como lo he visto muchas veces. 
El gran Cáliz estaba en la casa de Abraham; Melquisedech lo trajo consigo al país de Semíramis a la tierra de Canaán, cuando empezó a fundar algunos establecimientos en el mismo sitio donde se edificó después Jerusalén. Él lo usó en el sacrificio, cuando ofreció el pan y el vino en presencia de Abraham y se lo dejó a ese Patriarca. Este vaso había estado también en el arca de Noé.
Se refiere la monja a una gra parábola simbólica de la reparación del género humano que desgraciadamente no contó por completo. "Ved aquí hombres hermosos que vienen de una ciudad opulenta, está edificada a la antigua, se adora en ella lo que se quiere, se adoran hasta los peces. El viejo Noé, con el palo al hombro, está al lado del arca; la madera de construcción está puesta a su lado. No, no son hombres: deben ser algo más elevado según su belleza y su serenidad; traen a Noé el Cáliz que sin duda se ha perdido; no sé como se llama este sitio. Hay en el Cáliz una especie de grano de trigo, pero más grande que los nuestros, es como un grano de mirasol y hay también un pequeño sarmiento. Dicen a Noé que hay en él un misterio y que debe llevarlo consigo. Mirad, él pone el grano de trigo y el sarmiento en una manzana amarilla y la coloca en la copa. El Cáliz está hecho sobre un modelo maravilloso. Hay un misterio que yo no sé bien. Veo a Noé y creía que llegaban las grandes aguas. Los que trajeron el Cáliz a Noé llevaban un vestido largo y blanco. Me pareció que sacaron de la ciudad una cosa santa que no debía perecer con ella, y la daban a Noé. El Cáliz estuvo en Babilonia, en casa de los descendientes de Noé que se habían mantenido fieles al verdadero Dios. Estaban tenidos en esclavitud por Semíramis. Melquisedech los condujo a la tierra de Canaán y llevó el Cáliz. Yo vi que  tenía una tienda cerca de Babilonia y que antes de conducirlos bendijo en ella el pan y se lo distribuyó. Esta gente tenía un nombre como Samaneos. Él se sirvió de ellos cuando comenzó a edificar sobre los montes donde estuvo después Jerusalén. Hizo cimientos profundos en el sitio donde estaba después el Cenáculo y el Templo y también hacia el Calvario. Después del sacrificio de Melquisedech, el Cáliz se quedó en casa de Abraham. Estaba hecho de un modo singular, muy compacto, y no parecía trabajado como los metales, pero parecía el producto de un vegetal. Sólo Jesús sabía lo que era.

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