lunes, 20 de agosto de 2012

Domingo 20° del Tiempo Ordinario Ciclo B 19-08-12


Comida y bebida que sacian el deseo de vivir
      La lectura del evangelio nos presenta la segunda parte del discurso del Pan de Vida. Ahora cambian los verbos que lo tienen como referente. Aparece, en efecto, el verbo “comer” y la palabra “carne” (v 51). Aquí se habla de la Eucaristía. La celebración de la Misa tiene entonces las dos formas del “pan de vida eterna”: la Palabra y la Eucaristía. Si ésta no siempre es posible para todos, la primera sí lo es. Todos van a Jesús y él no rechaza a nadie (vv 37). Resuena aquí una frase de la segunda carta a Timoteo: “Dios quiere que todos los hombres se salven.” (1, 4). Esta vez la audiencia de Jesús no murmura, sino que “se pelea”. Están horrorizados frente a un absurdo, pero Jesús no se desdice, al contrario insiste. “Carne y Sangre” son dos palabras que indican el cuerpo físico de Jesús, el que será “dado”, entregado en la muerte real del Calvario para la vida del mundo (v 51). “Comer y beber”, son dos verbos unidos en una expresión que indica “participar de la intimidad de una persona” (Hch 10, 40-41); aquí, sin embargo, el sentido que les da Juan es el de la experiencia de un auténtico acto físico del comer (v 54), como aparece también en una expresión de la narración de la última cena (Jn 13, 18). El contexto de este pasaje es el de la Pascua y ésta es muerte y resurrección. La idea que domina es la de la Vida. La pregunta no es la que se hacían los judíos discutiendo entre sí escandalizados: ¿qué sentido tiene lo que dice?, sino la que hace Pedro: ¿A quién vamos a ir? Sólo en el sacramento de la Eucaristía encontramos el “Cuerpo y Sangre” de Jesús, humanidad ofrecida al Padre y, resucitada, distribuida a los creyentes, los que han aceptado la Palabra del Padre, como ulterior sacramento de vida eterna.
P. Aldo  Ranieri


PRIMERA LECTURA
Prov 9, 1-6

Lectura del libro de los Proverbios.

      La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: "El que sea incauto, que venga aquí". Y al falto de entendimiento, le dice: "Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia".

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 33, 2-3. 10-15

¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, 
su alabanza estará siempre en mis labios. 
Mi alma se gloría en el Señor; 
que lo oigan los humildes y se alegren. 

Teman al Señor, todos sus santos, 
porque nada faltará a los que lo temen. 
Los ricos se empobrecen y sufren hambre, 
pero los que buscan al Señor no carecen de nada. 

Vengan, hijos, escuchen: 
voy a enseñarles el temor del Señor. 
¿Quién es el hombre que ama la vida 
y desea gozar de días felices? 

Guarda tu lengua del mal, 
y tus labios de palabras mentirosas. 
Apártate del mal y practica el bien, 
busca la paz y sigue tras ella. 

SEGUNDA LECTURA
Ef 5, 15-20

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.

      Hermanos: Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo. Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Palabra de Dios.

Aleluya. "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él", dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO
Jn 6, 51-59

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

      Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.

Palabra del Señor.

En español, la alocución del Papa Benedicto XVI para el Ángelus del domingo 19 agosto 2012
      Queridos hermanos y hermanas: El Evangelio de este domingo (cfr. Jn 6,51-58) es la parte final y culminante del discurso hecho por Jesús en la sinagoga de Cafarnaum, después de que el día anterior había dado de comer a miles de personas con solo cinco panes y dos peces.
      Jesús revela el sentido de aquel milagro, es decir que el tiempo de las promesas se ha cumplido: Dios Padre, que con el maná había saciado el hambre de los israelitas en el desierto, ahora lo ha mandado a Él, el Hijo, como verdadero Pan de vida eterna, y este pan es su carne, su vida, ofrecida en sacrificio por nosotros. Se trata por lo tanto de acogerlo con fe, no escandalizándose de su humanidad; y se trata de «comer su carne y beber su sangre» (cfr. Jn 6,54), para tener en sí mismos la plenitud de la vida. Es evidente que este discurso no está hecho para obtener consensos.

      Jesús lo sabe y lo pronuncia intencionalmente; y en efecto aquel fue un momento crítico, un vuelco en su misión pública. La gente, y los mismos discípulos, eran entusiastas de Él cuando realizaba signos prodigiosos; y también la multiplicación de los panes y de los peces era una clara revelación del Mesías, tanto es así que inmediatamente después la multitud habría querido llevar a Jesús en triunfo y proclamarlo rey de Israel. Pero ciertamente no era ésta la voluntad de Jesús, que con aquel extenso discurso corta con los entusiasmos y provoca muchos desacuerdos. Él, en efecto, explicando la imagen del pan, afirma de haber sido mandado para ofrecer la propia vida, y que, quien quiere seguirlo debe unirse a Él en modo personal y profundo, participando en su sacrificio de amor. Por esto Jesús instituirá en la última Cena el Sacramento de la Eucaristía: para que sus discípulos puedan tener en sí mismos su caridad –esto es decisivo- y, como un único cuerpo unido a Él, prolongar en el mundo su misterio de salvación.
      Escuchando este discurso la gente comprendió que Jesús no era un Mesías como lo querían, que aspiraba a un trono terrenal. No buscaba consensos para conquistar Jerusalén; es más, quería ir a la Ciudad santa para compartir la suerte de los profetas: dar la vida por Dios y por el pueblo. Aquellos panes, partidos para miles de personas, no querían provocar una marcha triunfal, sino preanunciar el sacrificio de la Cruz, en la que Jesús se hace Pan, cuerpo y sangre ofrecidos en expiación por la vida del mundo. Jesús por lo tanto pronunció aquel discurso para desilusionar a las multitudes y, sobre todo, para provocar una decisión en sus discípulos. En efecto, muchos entre estos, a partir de entonces, ya no lo seguirán.
      Queridos amigos, dejémonos, también nosotros, nuevamente sorprender por las palabras de Cristo: Él, semilla de trigo lanzado en los surcos de la historia, es la primicia de la humanidad nueva, liberada de la corrupción del pecado y de la muerte. Y redescubramos la belleza del Sacramento de la Eucaristía, que expresa toda la humildad y la santidad de Dios: su hacerse pequeño –Dios se hace pequeño- fragmento del universo para reconciliar a todos en su amor. Que la Virgen María, que ha dado al mundo el Pan de la vida, nos enseñe a vivir siempre en profunda unión con Él.
Fuente: 


Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital


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