Esforcémonos
por hacer todo bien
En el evangelio de
hoy que trata sobre el sordo mudo en la narración, nos muestra un sentido
literal y otro simbólico. Los dos adjetivos que cualifican al enfermo
indicarían, en realidad, una dificultad para la comunicación: “mudo, embotado”,
es decir, que no siente la necesidad de ir hacia nadie,apático; y “tartamudo”:
como que es difícil entenderlo.
Ambos adjetivos indicarían una especie de desinterés para comunicarse, un vivir encerrado en sí mismo. En efecto, no es él el que se acerca a Jesús; son amigos anónimos que tienen compasión de su estado.
Esta situación debe ser muy grave, como aparece de la inusual actividad de Jesús para curarla. No hay, en efecto, otra narrativa en donde aparezca semejante conjunto de acciones y movimientos de Jesús. Esto indicaría la importancia de lo que va a hacer: lo toma a parte, pone su dedo en el oído, con su saliva le toca la lengua, levanta los ojos al cielo, suspira y al final ordena: ¡Effatá! La función terapéutica de la saliva era conocida, pero ¿por qué el suspirar de Jesús? El verbo que usa Marcos tiene tonalidades entre bronca y tristeza (Sant 5, 9). Por eso, Jesús “levantó los ojos al cielo” invocando una fuerza divina (Mt 14, 19). No hay cosa más difícil de superar que la apatía. Ahora, si la narrativa es simbólica, ¿a quién representaría este hombre? Podrían ser los discípulos o la gente (4, 10-12), pero también la gente rica que, en el milagro del endemoniado de Gerasa, lo echaron con desdén. Para Dios todo es posible, y Jesús todo lo hizo bien, hasta oír a los sordos y hablar a los mudos.
Ambos adjetivos indicarían una especie de desinterés para comunicarse, un vivir encerrado en sí mismo. En efecto, no es él el que se acerca a Jesús; son amigos anónimos que tienen compasión de su estado.
Esta situación debe ser muy grave, como aparece de la inusual actividad de Jesús para curarla. No hay, en efecto, otra narrativa en donde aparezca semejante conjunto de acciones y movimientos de Jesús. Esto indicaría la importancia de lo que va a hacer: lo toma a parte, pone su dedo en el oído, con su saliva le toca la lengua, levanta los ojos al cielo, suspira y al final ordena: ¡Effatá! La función terapéutica de la saliva era conocida, pero ¿por qué el suspirar de Jesús? El verbo que usa Marcos tiene tonalidades entre bronca y tristeza (Sant 5, 9). Por eso, Jesús “levantó los ojos al cielo” invocando una fuerza divina (Mt 14, 19). No hay cosa más difícil de superar que la apatía. Ahora, si la narrativa es simbólica, ¿a quién representaría este hombre? Podrían ser los discípulos o la gente (4, 10-12), pero también la gente rica que, en el milagro del endemoniado de Gerasa, lo echaron con desdén. Para Dios todo es posible, y Jesús todo lo hizo bien, hasta oír a los sordos y hablar a los mudos.
P. Aldo Ranieri
PRIMERA
LECTURA
Is 35,
4-7ª
Lectura
del libro de Isaías.
Digan a los que están desalentados:
"¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la
represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos!". Entonces se abrirán los
ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido
saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque
brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá
en un estanque y la tierra sedienta en manantiales.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal
145, 7-10
¡Alaba
al Señor, alma mía! O bien: Aleluya.
El Señor hace justicia a los
oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.
Abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están
encorvados.
El Señor ama a los justos,
el Señor protege a los extranjeros.
Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los
malvados.
El Señor reina eternamente, reina tu
Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.
SEGUNDA
LECTURA
Sant
2, 1-7
Lectura
de la carta de Santiago.
Hermanos, ustedes que creen en
nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas. Supongamos
que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido
elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se
fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: "Siéntate aquí, en el
lugar de honor", y al pobre le dicen: "Quédate allí, de pie", o
bien: "Siéntate a mis pies", ¿no están haciendo acaso distinciones
entre ustedes y actuando como jueces malintencionados? Escuchen, hermanos muy
queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para
enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los
que lo aman? Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los
ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales?
¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan hermoso que ha sido pronunciado
sobre ustedes?
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Mc 7,
31-37
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Cuando Jesús volvía de la región de
Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio
de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le
impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le
puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después,
levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que
significa: "Ábrete". Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó
la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que
no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y,
en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a
los sordos y hablar a los mudos".
Palabra del Señor.
Alocución del
Papa Benedicto XVI previa al rezo del Ángelus del domingo 9 septiembre 2012
En el
centro del Evangelio de hoy (Mc 7,31-37) hay una pequeña palabra, muy importante. Una palabra que – en su
sentido profundo – resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo. El
evangelista Marcos la menciona en la misma lengua en la que Jesús la pronunció,
y de esta manera la sentimos más viva aun. Esta palabra es «efatá», que significa: «ábrete».
Vemos el contexto en el que es colocada. Jesús
estaba atravesando la región llamada «Decápolis», entre el litoral de Tiro y
Sidón y Galilea; una zona por tanto no judaica. Le trajeron un hombre sordo,
para que le impusiera las manos – evidentemente su fama se había difundido
hasta ahí. Jesús, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y le tocó
la lengua, y después, levantando los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Efatá»,
que significa: «Ábrete». Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la
lengua y comenzó a hablar normalmente. (cfr Mc 7,35).
He aquí el significado histórico, literal de esta
palabra: aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, «se abrió»; antes
estaba cerrado, aislado, para él era muy difícil comunicar; la sanación fue
para él una «apertura» hacia los otros y al mundo, una apertura que, partiendo
de los órganos del oído y de la palabra, involucraba toda su persona y su vida:
finalmente podía comunicar y por tanto relacionarse de manera nueva.
Pero todos sabemos que el cerrarse del hombre, su
aislamiento, no depende solo de los órganos sensoriales. Existe una cerrazón
interior, que concierne el núcleo profundo de la persona, aquel que la Biblia
llama el «corazón». Es esto lo que Jesús ha venido a «abrir», a liberar, para
hacernos capaces de vivir en plenitud las relaciones con Dios y con los demás.
He aquí por qué decía que esta pequeña palabra, «efatá – ábrete», resume en sí
toda la misión de Cristo.
Él se ha hecho hombre para que el hombre, vuelto
por el pecado interiormente sordo y mudo, se vuelva capaz de escuchar la voz de
Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y de esta manera aprenda a su vez
a hablar el lenguaje del amor, a comunicar con Dios y con los otros.
Por este motivo la palabra y el gesto del «efatá»
han sido insertados en el Rito del Bautismo, como uno de los signos que nos
explican su significado: el sacerdote, tocando la boca y las orejas del
neo-bautizado dice: «Efatá», orando para que este pueda escuchar la Palabra de
Dios y profesar la fe. Mediante el Bautismo, la persona humana inicia, por
decirlo así, a «respirar» el Espíritu Santo, aquel que Jesús había invocado del
Padre con aquel suspiro, para curar al sordomudo.
Nos dirigimos ahora en oración a María Santísima,
de quien ayer hemos celebrado la Natividad. Por motivo de su singular relación
con el Verbo encarnado, María está plenamente «abierta» al amor del Señor, su
corazón está constantemente en escucha de su Palabra. Que su maternal
intercesión nos obtenga experimentar cada día, en la fe, el milagro del
«efatá», para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera- RV)
Fuente:
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital
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