jueves, 20 de septiembre de 2012

Domingo 24° del Tiempo Ordinario Ciclo B 16-09-12


Jesús es la Buena Noticia
La antigua ciudad de Cesárea de Filipo, estaba situada en lo que hoy es el parque nacional del Hermán en el actual Israel. El lugar es hermoso y está? justo en los manantiales del Jordán en el extremo norte de la Galilea, al límite con el Líbano. Tres siglos antes de Jesús habían construido allí un templete a Pan, el dios griego de la naturaleza. Filipo era un hijo del Herodes de la matanza de los niños de Belén. Dos de sus hermanos se habían dividido las mejores provincias del reino del padre. Filipo, hijo de otra esposa de Herodes, fue entonces nombrado tetrarca de la alta Galilea, tierra pagana y pobre. Últimamente, se hicieron excavaciones en la zona y se encontraron restos de palacios y templos de la antigua ciudad de Cesarea, dedicada por Filipo al emperador César Augusto en el año 14 d.C. El Evangelio alude a esta zona hermosa, rica de aguas y de arboledas. Es un pequeño paraíso, bien lejos de la aridez de Jerusalén, donde Jesús era severamente controlado. Jesús sube hasta allí, pero no entra en la ciudad, queda en las afueras. El lugar es simbólico. Jesús ha santificado las aguas del río Jordán, pero ahora el verdadero manantial de agua viva es él mismo (Jn 7, 37-39). Creo que Jesús eligió de propósito esta tierra pagana, porque la pregunta que les plante? a sus discípulos necesitaba reflexión y paz, sin las presiones acostumbradas de volubilidad de las multitudes o de las ideólogas obstinadas de las autoridades. Jesús quiere saber con claridad qué habían entendido con relación a su persona, por eso primero pregunta por la gente y después los interpela directamente. Pedro responde que Jesús es el Mesías. Y el Maestro revela que sufrir, morir y resucitar se invita a todos a seguirlo.
P. Aldo Ranieri
PRIMERA LECTURA
Is 50, 5-9ª

Lectura del libro de Isaías.

El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 114, 1-6. 8-9

Caminaré en la presencia del Señor. O bien: Aleluya.

Amo al Señor,
porque él escucha el clamor de mi súplica,
porque inclina su oído hacia mí,
cuando yo lo invoco. 

Los lazos de la muerte me envolvieron,
me alcanzaron las redes del Abismo,
caí en la angustia y la tristeza;
entonces invoqué al Señor:
"¡Por favor, sálvamela vida!". 

El Señor es justo y bondadoso,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor protege a los sencillos:
yo estaba en la miseria y me salvó. 

Él libró mi vida de la muerte,
mis ojos de las lágrimas
y mis pies de la caída.
Yo caminaré en la presencia del Señor,
en la tierra de los vivientes. 

SEGUNDA LECTURA
Sant 2, 14-18

Lectura de la carta de Santiago.

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman", y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: "Uno tiene la fe y otro, las obras". A éste habría que responderle: "Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe".

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mc 8, 27-35

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará".

Palabra del Señor.

Alocución del Papa Benedicto XVI previa al rezo del Ángelus del domingo 9 septiembre 2012
En el centro del Evangelio de hoy (Mc 7,31-37) hay una pequeña palabra, muy importante. Una palabra que – en su sentido profundo – resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo. El evangelista Marcos la menciona en la misma lengua en la que Jesús la pronunció, y de esta manera la sentimos más viva aun. Esta palabra es «efatá», que significa: «ábrete».
Vemos el contexto en el que es colocada. Jesús estaba atravesando la región llamada «Decápolis», entre el litoral de Tiro y Sidón y Galilea; una zona por tanto no judaica. Le trajeron un hombre sordo, para que le impusiera las manos – evidentemente su fama se había difundido hasta ahí. Jesús, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y le tocó la lengua, y después, levantando los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. (cfr Mc 7,35).
He aquí el significado histórico, literal de esta palabra: aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, «se abrió»; antes estaba cerrado, aislado, para él era muy difícil comunicar; la sanación fue para él una «apertura» hacia los otros y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos del oído y de la palabra, involucraba toda su persona y su vida: finalmente podía comunicar y por tanto relacionarse de manera nueva.
Pero todos sabemos que el cerrarse del hombre, su aislamiento, no depende solo de los órganos sensoriales. Existe una cerrazón interior, que concierne el núcleo profundo de la persona, aquel que la Biblia llama el «corazón». Es esto lo que Jesús ha venido a «abrir», a liberar, para hacernos capaces de vivir en plenitud las relaciones con Dios y con los demás. He aquí por qué decía que esta pequeña palabra, «efatá – ábrete», resume en sí toda la misión de Cristo.
Él se ha hecho hombre para que el hombre, vuelto por el pecado interiormente sordo y mudo, se vuelva capaz de escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y de esta manera aprenda a su vez a hablar el lenguaje del amor, a comunicar con Dios y con los otros.
Por este motivo la palabra y el gesto del «efatá» han sido insertados en el Rito del Bautismo, como uno de los signos que nos explican su significado: el sacerdote, tocando la boca y las orejas del neo-bautizado dice: «Efatá», orando para que este pueda escuchar la Palabra de Dios y profesar la fe. Mediante el Bautismo, la persona humana inicia, por decirlo así, a «respirar» el Espíritu Santo, aquel que Jesús había invocado del Padre con aquel suspiro, para curar al sordomudo.
Nos dirigimos ahora en oración a María Santísima, de quien ayer hemos celebrado la Natividad. Por motivo de su singular relación con el Verbo encarnado, María está plenamente «abierta» al amor del Señor, su corazón está constantemente en escucha de su Palabra. Que su maternal intercesión nos obtenga experimentar cada día, en la fe, el milagro del «efatá», para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera- RV)
Fuente: 
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital

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