domingo, 3 de julio de 2011

Domingo 14° Tiempo Ordinario Ciclo A 3-07-11

Libro de Zacarías 9,9-10. 

        ¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno, sobre la cría de un asna.
        El suprimirá los carros de Efraím y los caballos de Jerusalén; el arco de guerra será suprimido y proclamará la paz a las naciones. Su dominio se extenderá de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.

Salmo 145(144),1-2.8-9.10-11.13cd-14.

Himno de David. 

Te alabaré, Dios mío, a ti, 
el único Rey, y bendeciré tu Nombre eternamente
Día tras día te bendeciré, 
y alabaré tu Nombre sin cesar.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos 
y tiene compasión de todas sus criaturas.

Que todas tus obras te den gracias, 
Señor, y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino 
y proclamen tu poder.
tu reino es un reino eterno, 
y tu dominio permanece para siempre. 
El Señor es fiel en todas sus palabras 
y bondadoso en todas sus acciones.
tu reino es un reino eterno, 
y tu dominio permanece para siempre. 
El Señor es fiel en todas sus palabras 
y bondadoso en todas sus acciones.

El Señor sostiene a los que caen 
y endereza a los que están encorvados.

Carta de San Pablo a los Romanos 8,9.11-13.
 
         Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo.
       Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.
        Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal.
        Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.

Evangelio según San Mateo 11,25-30.  

         En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
        Sí, Padre, porque así lo has querido.
        Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al   Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
        Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
        Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
        Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". 

Reflexión.


Fuente: La hojita del Domingo. Editorial San Pablo.


Jesús ofrece descanso y alivio

        Jesús invita con ternura y compasión, con respeto y con fuerza: “Vengan a mí”.Pero su invitación se dirige sobre todo a los cansados y agobiados, a los que ya no saben qué hacer con el tremendo peso de sus vidas, a los que no pueden encontarle el sabor a la existencia cotidiana porque tienen demasiadas preocupaciones, muchas dificultades que enfrentar.

        Y Jesús ofrece descanso ,ofrece alivio al agobiado. Pero para eso nos indica dos caminos: uno es el de tomar con él el peso, el de compartirlo con él, descubriendo su presencia de amor en medio de nuestros cansancios. Se trata de darle sentido a las preocupaciones y dolores de la vida uniéndonos místicamente a Jesús.

        El segundo camino es el de contemplarlo a él cargan do su propia cruz sin lamentos ni quejas, ofreciendo su propia vida hasta el fin. Si ni siquiera él, siendo el Hijo de Dios, se liberó de los límites y angustias de la vida humana.

        Contemplándolo a él que carga pacientemente su cruz sin odios ni rebeldías, podemos unirnos más íntimamente a él en el dolor, experimentando cómo, místicamente, nuestras propias llagas se unen a las suyas en la cruz. Es lo que experimentaba San Pablo al decir: “estoy crucificado con Cristo, ya no soy yo el que vive” (Gál 2, 19-20), o al decir: “llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús” (Gál 6, 17).

        De esta manera damos un sentido al peso que nos toca llevar cada día, pero ocupándonos de los problemas sin preocuparnos; es decir, haciendo lo que está en nuestras manos para resolverlos, pero no angustiándonos antes de tiempo tratando de preverlo todo. Por eso el evangelio nos exhorta a estar más en el hoy que en el mañana: “No se inquieten por el día de mañana; el mañana tendrá sus propias preocupaciones. A cada día le basta su propia aflicción” (Mt 6, 33). 

P. Víctor M. Fernández

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