PRIMERA LECTURA
Si tú no hablas para advertir al malvado, te pediré
cuenta de su sangre
Lectura del libro de Ezequiel
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
R. Ojalá hoy escuchen la voz del
Señor
Señor, Dios justiciero, manifiéstate! ¡Levántate, Juez de la tierra,
dales su merecido a los soberbios! matan a la viuda y al extranjero,
asesinan a los huérfanos; y exclaman: “El Señor no lo ve,
no se da cuenta el Dios de Jacob”. ¡Entiendan, los más necios del pueblo!
y ustedes, insensatos, ¿cuándo recapacitarán? El que hizo el oído, ¿no va a escuchar?
El que formó los ojos, ¿será incapaz de ver?
SEGUNDA LECTURA
El amor es la plenitud de la Ley
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma
Palabra de Dios.
ALELUIA
¡Aleluia!
Porque es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación. ¡Aleluia!
EVANGELIO
Si te escucha, habrás ganado a tu hermano
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.
Palabra del Señor.
Alocución de S.S. Benedicto XVI antes del Ángelus de este domingo
El texto del Evangelio,
tomado del capítulo 18 de Mateo, dedicado al a vida de la comunidad cristiana,
nos dice que el amor fraterno comporta también un sentido de responsabilidad
recíproca, por lo que, si mi hermano comete una culpa contra mí, yo debo ser
caritativo con él y, ante todo, hablarle personalmente, haciéndole presente que
lo que ha dicho o hecho no es bueno. Este modo de actuar se llama corrección
fraterna: no es una reacción a la ofensa sufrida, sino que es movida por el
amor por el hermano. Comenta San Agustín: “Aquel que te ha ofendido,
ofendiéndote, se ha inferido a sí mismo una grave herida, y tú ¿no te preocupas
por la herida de un hermano tuyo? ... Tú debes olvidar la ofensa que has
recibido, no la herida de tu hermano” (Discursos 82, 7).
¿Y si el hermano no me escucha? Jesús en
el Evangelio de hoy indica una gradualidad: primero ir a hablarle con otras dos
o tres personas, para ayudarlo mejor a darse cuenta de lo que ha hecho; si a
pesar de esto, él rechaza aún la observación, es necesario decirlo a la
comunidad; y si no escucha ni siquiera a la comunidad, hay que hacerle percibir
la separación que él mismo ha provocado, separándose de la comunión de la
Iglesia. Todo esto indica que hay una corresponsabilidad en el camino de la
vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios límites y defectos, está
llamado a recibir la corrección fraterna y a ayudar a los demás con este
servicio particular.
Otro fruto de la caridad en la comunidad
es la oración concorde. Dice Jesús: “Les aseguro también que si dos de vosotros
se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo
conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos
en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,19-20). La oración
personal ciertamente es importante, es más, indispensable, pero el Señor
asegura su presencia a la comunidad que –aún si es muy pequeña– está unida y
unánime, porque ella refleja la realidad misma de Dios Uno y Trino, perfecta
comunión de amor.
Dice Orígenes que “debemos ejercitarnos
en esta sinfonía” (Comentario al Evangelio de Mateo 14, 1), es decir en esta
concordia al interno de la comunidad cristiana. Debemos ejercitarnos tanto en
la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón,
cuanto en la oración, para que suba a Dios de una comunidad verdaderamente
unida en Cristo. Interroguémonos sobre todo esto por intercesión de María
Santísima, Madre de la Iglesia, y de San Gregorio Magno, Papa y Doctor, a quien
ayer hemos recordado en la liturgia.
Fuente:
- Nuestra Biblia Abierta. El Libro del Pueblo de Dios. Editorial San Pablo (CD)
- Ecclesia Digital
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