domingo, 4 de septiembre de 2011

Domingo 23° Tiempo Ordinario Ciclo A 4-09-11

PRIMERA LECTURA

Si tú no hablas para advertir al malvado, te pediré cuenta de su sangre

Lectura del libro de Ezequiel


      También a ti, hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: “Vas a morir”, si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL

R. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor


¡Dios vengador de las injusticias,
Señor, Dios justiciero, manifiéstate!
¡Levántate, Juez de la tierra,
dales su merecido a los soberbios!
matan a la viuda y al extranjero,
asesinan a los huérfanos;
y exclaman: “El Señor no lo ve,
no se da cuenta el Dios de Jacob”.
¡Entiendan, los más necios del pueblo!
y ustedes, insensatos, ¿cuándo recapacitarán?
El que hizo el oído, ¿no va a escuchar?
El que formó los ojos, ¿será incapaz de ver?

 

SEGUNDA LECTURA

El amor es la plenitud de la Ley

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma


      Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.

Palabra de Dios.

 

ALELUIA


¡Aleluia!

Porque es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación. ¡Aleluia!

 

EVANGELIO

Si te escucha, habrás ganado a tu hermano

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo


      Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
      También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”.

Palabra del Señor.

 

Alocución de S.S. Benedicto XVI antes del Ángelus de este domingo 

 

      El texto del Evangelio, tomado del capítulo 18 de Mateo, dedicado al a vida de la comunidad cristiana, nos dice que el amor fraterno comporta también un sentido de responsabilidad recíproca, por lo que, si mi hermano comete una culpa contra mí, yo debo ser caritativo con él y, ante todo, hablarle personalmente, haciéndole presente que lo que ha dicho o hecho no es bueno. Este modo de actuar se llama corrección fraterna: no es una reacción a la ofensa sufrida, sino que es movida por el amor por el hermano. Comenta San Agustín: “Aquel que te ha ofendido, ofendiéndote, se ha inferido a sí mismo una grave herida, y tú ¿no te preocupas por la herida de un hermano tuyo? ... Tú debes olvidar la ofensa que has recibido, no la herida de tu hermano” (Discursos 82, 7).

      ¿Y si el hermano no me escucha? Jesús en el Evangelio de hoy indica una gradualidad: primero ir a hablarle con otras dos o tres personas, para ayudarlo mejor a darse cuenta de lo que ha hecho; si a pesar de esto, él rechaza aún la observación, es necesario decirlo a la comunidad; y si no escucha ni siquiera a la comunidad, hay que hacerle percibir la separación que él mismo ha provocado, separándose de la comunión de la Iglesia. Todo esto indica que hay una corresponsabilidad en el camino de la vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios límites y defectos, está llamado a recibir la corrección fraterna y a ayudar a los demás con este servicio particular.

      Otro fruto de la caridad en la comunidad es la oración concorde. Dice Jesús: “Les aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,19-20). La oración personal ciertamente es importante, es más, indispensable, pero el Señor asegura su presencia a la comunidad que –aún si es muy pequeña– está unida y unánime, porque ella refleja la realidad misma de Dios Uno y Trino, perfecta comunión de amor. 

      Dice Orígenes que “debemos ejercitarnos en esta sinfonía” (Comentario al Evangelio de Mateo 14, 1), es decir en esta concordia al interno de la comunidad cristiana. Debemos ejercitarnos tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, cuanto en la oración, para que suba a Dios de una comunidad verdaderamente unida en Cristo. Interroguémonos sobre todo esto por intercesión de María Santísima, Madre de la Iglesia, y de San Gregorio Magno, Papa y Doctor, a quien ayer hemos recordado en la liturgia.

Traducción de María Fernanda Bernasconi - RV

Fuente: 
  •  Nuestra Biblia Abierta. El Libro del Pueblo de Dios. Editorial San Pablo (CD)
  • Ecclesia Digital

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