lunes, 5 de septiembre de 2011

Mensaje de María Reina de la Paz 2-09-11


Cada día 2 del mes, nuestra Madre, la Virgen María, da un mensaje especial al mundo para los que ella llama "mis hijos que no conocen el amor de Dios". Concretamente para todos aquellos que no creen en Dios ni aceptan a Cristo como su Salvador. 


          "Queridos hijos, con todo mi corazón y con el alma plena de fe y de amor en el Padre Celestial, les he dado a mi Hijo y nuevamente se los doy. Mi Hijo les hizo conocer a ustedes -pueblo del mundo entero- al único Dios verdadero y a su Amor. Los condujo por el camino de la verdad y los ha hecho hermanos y hermanas. Por ello, hijos míos, no vayan sin rumbo inútilmente, no cierren el corazón frente a la verdad, a la esperanza y al amor. Todo lo que los rodea es pasajero y todo se derrumba, sólo permanece la gloria de Dios. Por ello, renuncien a todo lo que los aleja del Señor. Adórenlo sólo a Él, porque Él es el único verdadero Dios. Estoy con ustedes y permaneceré junto a ustedes. Oro especialmente por los pastores para que sean dignos representantes de mi Hijo y para que los conduzcan con amor en el camino de la verdad. Gracias. "


Comentario
         

Este importante mensaje consta de distintas partes que finalmente se entrelazan.

...con todo mi corazón y con el alma plena de fe y de amor en el Padre Celestial, les he dado a mi Hijo...

         ¿Qué está evocando la Santísima Virgen? El sacrificio de la entrega de su Hijo, Jesucristo, en la cruz. Ese es el momento culminante de su fe en Dios. Es el más doloroso y último sí de la Madre de Cristo al Padre Celestial, sí que manifiesta la plenitud de su fe y de su amor. En aquella desolada tarde sobre el Gólgota, María entrega a Jesús al Padre y -a través del Padre- nos lo da a todos nosotros.
         El ofrecimiento de Jesús en la cruz es la unión perfecta de tres voluntades. El Padre ofrece a su Hijo; el Hijo se ofrece a sí mismo para la salvación de todos los hombres, y la Virgen acompaña el sacrificio con su propia aceptación del sufrimiento ofrecido.
         Si Jesús muriendo nos dice, a través de Juan, “He aquí a tu Madre”. Ella, en y desde aquel momento nos dice a nosotros, sus hijos, “He aquí a tu Dios, a tu Salvador”.

… y nuevamente se los doy.

         Quiere decir que con igual medida de entrega, con todo su corazón pletórico de amor, con toda la fuerza de su ser, hace dos mil años como hoy, nos está volviendo a dar a Jesús.

Mi Hijo les hizo conocer a ustedes -pueblos del mundo entero- al único Dios verdadero y a su Amor.

         Hay que tener en cuenta que en todo el mensaje se repiten las palabras verdad y amor, y se repiten porque hoy como nunca se atenta contra el amor y contra la verdad, porque hoy como nunca el rechazo de Dios, la apostasía, todo lo invade.
         San Pablo en sus cartas a los romanos y a los colosenses dice que “el misterio oculto durante siglos y generaciones es ahora revelado” y se refiere a la persona de Jesucristo (Cf. Col 1:26 y Rom 16:25). Es Él, Jesucristo, quien nos revela cómo es Dios, la verdad sobre Dios.
         Jesucristo es la imagen perfecta del Padre y en su persona nos lo muestra. “¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre ¿cómo dices tú “muéstranos al Padre”?” (Jn14:9).
         Jesús muriendo en la cruz revela a todo el mundo cuánto nos ama Dios. Ante la sordera del alma, la cruz del Señor clama: “¡Este es tu Dios. Así te ama!”.

Los condujo por el camino de la verdad y los ha hecho hermanos y hermanas.

         Nos enseñó que la Verdad es su misma persona. Jesucristo es la Verdad y es el Camino. Como Buen y Bello Pastor, nos conduce por el camino de la verdad que lleva al Cielo.
         El Señor nos mostró cómo se ama. Nos enseñó que debemos amarnos porque somos hijos de un mismo Padre y también de una misma Madre, por tanto hermanos. Nos enseñó a orar diciendo “Padre nuestro”. Derribó el muro que nos separaba (Cf. Ef 2:14; Gal 3:28) y lo sigue derribando en cada Eucaristía.
         El precio del vínculo de unidad, de hacernos hermanos unos a otros, ha sido la sangre del Señor con que selló la Nueva y eterna Alianza.

Por ello, hijos míos, no vayan sin rumbo inútilmente, no cierren el corazón frente a la verdad, a la esperanza y al amor.

         Es como decirnos: “no hagan inútil la enseñanza y el sacrificio de mi Hijo. No busquen otros caminos. No crean a la mentira de que no hay verdad absoluta. Jamás desesperen porque Dios los ama. Déjense amar por Dios”.
         Sabemos que nuestro camino es el Señor y que debemos seguirlo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Sabemos que quien lo sigue llega y quien va perdido por la vida es porque aún no se ha encontrado con Cristo. Para encontrarse con Él basta abrir una hendija en la oscuridad de la vida para que el Señor la llene de luz. La mínima esperanza es el comienzo de una actitud positiva ante la salvación. Es como decirse “sí la salvación es posible” y a partir de allí dejarse amar por el Señor, dejar que Él haga su obra en uno.

Todo lo que los rodea es pasajero y todo se derrumba, sólo permanece la gloria de Dios. Por ello, renuncien a todo lo que los aleja del Señor.

         Cuando nos adentramos en el camino de fe se nos vuelve evidente lo efímero de este mundo con sus glorias vanas y pasajeras. Nada de lo humano se tiene en pie, nada perdura, todo se esfuma, todo perece, sólo Dios permanece. Por eso, debemos rechazar lo que lleva en sí la marca de muerte y decidirnos siempre por Dios, que es la Vida.
         San Pablo exhorta a los cristianos de Colosas a dejar la impureza, los malos deseos, la pasión culpable, la avidez por el dinero que es idolatría y agrega que deben rechazar la ira, el arrebato, los ultrajes, las malas palabras porque todo eso aleja de Dios y atrae su ira.
         Por cierto que este elenco de lo que debemos deshacernos no es exhaustivo. De lo que se trata, en definitiva, es de despojarnos del hombre viejo para revestirnos de Cristo, del hombre nuevo que nace no de la carne con sus malos deseos sino del Espíritu.

Adórenlo sólo a Él, porque Él es el único verdadero Dios.

         Decidirse por Dios es acercarse a Él, y acercarse supone siempre la adoración. La supone puesto que la adoración es la respuesta inmediata, connatural a nuestra condición de creaturas inteligentes, ante la presencia de nuestro Creador y Salvador. Si Dios está en nuestras vidas nuestra respuesta de fe y de amor será siempre la adoración. Adorándolo damos tributo a su gloria y majestad, sometiéndonos a Él que es Amor. Adorándolo penetramos el misterio de su amor y dejamos que su amor nos abarque y nos abrace. Adorando permanecemos en Aquél que siempre permanece y que nos ama con amor eterno.

         “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él rendirás culto”, es la respuesta de Jesús a Satanás en el desierto cuando, en su absurdo e inconmensurable orgullo y en su loca necedad, pretende para sí la adoración que sólo se le debe a Dios. ¡Cuántos hoy en rebelión con Dios, negándose a adorarlo, están, aún sin saberlo, adorando al demonio! Lo adoran por sus ansias de poder, por la ambición por el dinero, en toda clase de idolatría y de superstición, en el sexo desordenado y desenfrenado y en la misma rebeldía que en el origen es diabólica.

         Nuestra adoración no es un culto abstracto sino concreto ante la presencia sacramental de Jesucristo en la Eucaristía. Jesucristo es verdadero hombre y verdadero Dios, y a través de Él y por obra del Espíritu Santo tenemos acceso a Dios en su Santísima Trinidad. Adorando al Santísimo Sacramento que vemos, estamos adorando a Dios a quien no vemos, con la certeza absoluta e inefable de su presencia en la sagrada Hostia.

Estoy con ustedes y permaneceré junto a ustedes.

         Al decir “estoy con ustedes” nos reasegura, una vez más, su cercanía. Sin embargo, ahora agrega “y permaneceré junto a ustedes”. Me parece lícito interpretarlo como que, ocurra lo que ocurra, Ella estará siempre junto a nosotros.

         En este punto es necesario recordar los dos últimos mensajes. El 25 de agosto descubría el propósito y la acción de Satanás para destruir el plan de salvación que la Santísima Virgen lleva a cabo desde Medjugorje, mientras nos pedía oración y ayuno para evitarlo. Destrucción de su plan en Medjugorje quiere decir, en buen romance, que algunos personajes, seguramente influyentes, quieren dar como inauténticas las apariciones desconociendo los frutos, destacando –imaginamos- malos frutos (que se mostró los hubo y también, seguramente, los habrá) y sembrar así el escepticismo y el desaliento entre los fieles. Es decir metiendo a la luz algunos defectos y dejando en la sombra toda la gracia extraordinaria y todo lo de sobrenatural -con los enormes frutos espirituales para la Iglesia universal- que viene de la presencia de la Madre de Dios en ese bendito lugar que visita desde hace treinta años.
         También esa acción diabólica se va desarrollando por medio de las falsas apariciones, que pululan, y de los falsos videntes, algunos de los cuales parecen haber cobrado nueva fuerza. La confusión es otro de los modos del Enemigo para destruir.

         En consonancia con el anterior mensaje, el 2 de agosto había dicho que solos no podríamos combatir el mal que se abate sobre el mundo para dominarlo y destruirlo.
         Por tanto, en un caso nos hablaba de la acción dentro de la misma Iglesia y en el otro fuera de ella, donde fuerzas tenebrosas, a través de las crisis y las guerras, siembran el caos para dominar el mundo. Esas fuerzas por ser diabólicas son inspiradas por el espíritu del mal y su fin último es la destrucción a escala universal.

         Para tener idea de cómo el plan de salvación de Dios, que en los últimos tiempos está en manos de la Virgen como ejecutora, viene siendo contrastado por Satanás, baste ver en el curso de la historia cómo primero ha hecho que el falso humanismo, producto del iluminismo, fuera colocando al hombre en el lugar de Dios. Y a la razón humana que es iluminada por la fe le opusiere la diosa razón, enemiga de la fe a la que ridiculizaba.
         En estos tiempos del ataque final de aquel “humanismo”, es decir a la exaltación y endiosamiento del hombre, ahora lo sustituye con el “animalismo” y la ideologías de género, mediante los cuales al hombre lo reduce a una especie más de la evolución, uno igual a los demás animales (a los que se les confiere derechos mientras al hombre le quita el derecho a la vida, léase eutanasia, aborto, descarte de los futuros incapacitados para que no nazcan, experiencias con embriones…) y donde las diferencias propias del sexo no viene de la naturaleza creada sino de la cultura. Eliminado a Dios le toca ahora aniquilar al hombre.

Oro especialmente por los pastores para que sean dignos representantes de mi Hijo y para que los conduzcan con amor en el camino de la verdad.

         Cuando la Santísima Virgen dice “pastores” se refiere principalmente a los obispos y luego por extensión a todos los sacerdotes. Pone de manifiesto su deseo de que sean fieles y buenos pastores, pastores del rebaño de su Hijo, para que como Cristo conduzcan, no por propios intereses de poder y de lucro sino por amor, al pueblo de Dios en y por la verdad.

         En estos momentos se ha hecho pública la rebelión de 300 sacerdotes austríacos a los que, según dicen, se han adherido muchos más. En el manifiesto no sólo piden la eliminación del celibato sino la ordenación de mujeres al sacerdocio, el “matrimonio” de homosexuales, la “celebración” de “la misa” por laicos y otras más cosas descabelladas.

       Akita es una de las últimas apariciones que tuvieron aprobación de la Iglesia. No es anecdótico recordar que fue el entonces Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien en 1988 diera su aprobación a la ya otorgada por el Obispo Mons. Ito, de la diócesis japonesa de Niigata. En esta aparición la Virgen, a través de Sor Inés Sasagawa, advertía que “la obra del Demonio se infiltrará hasta dentro de la Iglesia... iglesias y altares serán saqueados. Dentro de la Iglesia habrá muchos que acepten componendas y el Demonio hará que muchos sacerdotes y consagrados abandonen el servicio al Señor”. A la acción externa de saqueos y profanaciones de iglesias, y todo tipo de persecución, va unida la acción interna para destruir a la única y verdadera Iglesia de Cristo. En el mensaje también agregaba que sólo Ella podría salvarnos de la calamidad que se avecina y pedía que se rezara mucho el Rosario.

         Ahora, en este mes de septiembre, el Santo Padre está a punto de realizar un viaje muy difícil y doloroso para él, puesto que esta rebelión parece abarcar a Alemania y otros países desorientados por la misma influencia cismática. El padre de la mentira inspira la actual confusión teológica y la anarquía litúrgica que está, como en el caso paradigmático de Austria, arrastrando muchas almas.

         Unámonos a la oración de nuestra Madre quien, con toda certeza, está intercediendo en primer lugar por el Papa, por este Papa quien tiene escrito en su escudo el lema “cooperador de la verdad”, es decir aquél que obra con y por la verdad. Oremos por este nuestro Papa que en su primera Misa como Sumo Pontífice pidió que rezáramos por él para que no retrocediese ante los lobos. Lobos que ahora vemos amenazando y destrozando el rebaño.

         Como conclusión de éste y los otros dos mensajes mencionados, es evidente que estamos ante momentos decisivos y terribles. Nuestra Madre y Señora nos advierte acerca de una realidad que en su mayor parte ignoramos, pero que Ella muy bien conoce, mientras nos envía una suerte de parte de guerra para que nos aprestemos al combate aceptando el señorío de Cristo en nuestras vidas, nos revistamos de Él y tomando las armas de la oración (en particular el Rosario), el ayuno, la adoración, podamos, con Ella y junto a Ella, vencer por el amor y en la verdad las fuerzas del Enemigo.

P. Justo Antonio Lofeudo



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