El Señor nos ama a
todos
El libro de Números narra la travesía del desierto del Sinaí,
después del cruce del Mar Rojo. Los profetas interpretan este periodo como el
tiempo del noviazgo entre el Señor y su pueblo (Jer 2, 2). Siempre el Señor
tuvo nostalgia de ese momento que no fue sólo un periodo de idilio, sino
también de discusiones. El futuro se construye sobre buenos fundamentos. Se
había armado un cierto batifondo entre Moisés y el Señor. Acorralado entre el
continuo descontento de su pueblo y el enojo recurrente de Dios, Moisés se
había sentido agotado, y perdió la calma. No se la agarró con su pueblo, sino
que se la agarró con el Señor, y lo reprochó. Se dijeron palabras fuertes (Núm
11, 10-14), pero al final Dios le dio la razón a su profeta. Parecería algo
extraño ¿no? Impactado, el autor del libro desliza una justificación: “Moisés
era un hombre muy humilde, más humilde que cualquier hombre sobre la tierra”
(Núm 12, 3). Bueno, esto era exactamente lo que no había entendido Juan, cuando
se quejó con Jesús, como leemos en el evangelio de hoy. Si Pedro armaba
alboroto por su presunción, Juan se sentía distinto de los demás, un elegido
perteneciente a una compañía especial, la única que tenía el derecho de hablar
en nombre de Jesús. La respuesta de Jesús no se hizo esperar. Una de las
experiencias más lindas de la estadía en Palestina es encontrarse con hombres y
mujeres maravillosamente buenos y piadosos, que pertenecen a otras religiones.
El Espíritu del Señor llena la tierra, y es cierto que “Dios no hace acepción
de personas” (Gál 2, 6). Todos estamos llamados a hacer el bien, más allá de
los credos religiosos y políticos.
P. Aldo Ranieri
PRIMERA
LECTURA
Núm 11, 16-17a. 24-29
Lectura del libro de
los Números.
El Señor dijo a Moisés:
"Reúneme a setenta de los ancianos de Israel -deberás estar seguro de que
son realmente ancianos y escribas del pueblo- llévalos a la Carpa del
Encuentro, y que permanezcan allí junto contigo. Yo bajaré hasta allí, te
hablaré, y tomaré algo del espíritu que tú posees, para comunicárselo a ellos".
Moisés salió a comunicar al pueblo las palabras del Señor. Luego reunió a
setenta hombres entre los ancianos del pueblo, y los hizo poner de pie
alrededor de la Carpa. Entonces el Señor descendió en la nube y le habló a
Moisés. Después tomó algo del espíritu que estaba sobre él y lo infundió a los
setenta ancianos. Y apenas el espíritu se posó sobre ellos, comenzaron a hablar
en éxtasis; pero después no volvieron a hacerlo. Dos hombres -uno llamado Eldad
y el otro Medad- se habían quedado en el campamento; y como figuraban entre los
inscritos, el espíritu se posó sobre ellos, a pesar de que no habían ido a la
Carpa. Y también ellos se pusieron a hablar en éxtasis. Un muchacho vino
corriendo y comunicó la noticia a Moisés, con estas palabras: "Eldad y
Medad están profetizando en el campamento". Josué, hijo de Nun, que desde
su juventud era ayudante de Moisés, intervino diciendo: "Moisés, señor
mío, no se lo permitas". Pero Moisés le respondió: "¿Acaso estás
celoso a causa de mí? ¡Ojalá todos fueran profetas en el pueblo del Señor,
porque él les infunde su espíritu!".
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 18, 8. 10. 12-14
Los preceptos del Señor alegran el
corazón
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da
sabiduría al simple.
La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente
justos.
También a mí me instruyen:
observarlos es muy provechoso.
Pero ¿quién advierte sus propios errores?
Purifícame de las faltas ocultas.
Presérvame, además, del
orgullo,
para que no me domine:
entonces seré irreprochable
y me veré libre de
ese gran pecado.
SEGUNDA LECTURA
Sant 5, 1-6
Lectura de la carta de
Santiago.
Ustedes, los ricos, lloren y
giman por las desgracias que les van a sobrevenir. Porque sus riquezas se han
echado a perder y sus vestidos están roídos por la polilla. Su oro y su plata
se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra ustedes y devorará
sus cuerpos como un fuego. ¡Ustedes han amontonado riquezas, ahora que es el
tiempo final! Sepan que el salario que han robado a los que trabajaron en sus
campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos
del Señor del universo. Ustedes llevaron en este mundo una vida de lujo y de
placer, y se han cebado a sí mismos para el día de la matanza. Han condenado y
han matado al Justo, sin que él les opusiera resistencia.
Palabra de Dios.
Aleluya. Tu palabra, Señor,
es verdad; conságranos en la verdad. Aleluya.
EVANGELIO
Mc 9, 38-43. 45. 47-48
Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Marcos.
Juan dijo a Jesús:
"Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y
tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les
dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre
y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de
agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a
escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él
que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano
es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida
manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu
pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en
la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno. Y si tu ojo es para ti
ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el
Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano
no muere y el fuego no se apaga".
Palabra
del Señor.
En español,
las palabras de Benedicto XVI en el ángelus del 30 septiembre 2012: El Papa
alerta contra la envidia
El Evangelio de este domingo presenta uno de los episodios de la vida de
Cristo que, aún considerándolo –por así decir- pasajero- contiene un profundo
significado (Cfr. Mc 9,38-41). Se trata del hecho de que una persona, que no
era de los seguidores de Jesús, había expulsado demonios en su nombre.
El apóstol Juan, joven y diligente,
quisiera impedírselo, pero Jesús no se lo permite, es más, aprovecha de aquella
situación para enseñar a sus discípulos que Dios puede obrar cosas buenas y
hasta prodigiosas también más allá de su propio círculo y que se puede
colaborar a la causa del Reino Dios en distintos modos, aún ofreciendo un
simple vaso de agua a un misionero (v. 41). El apóstol San Agustín a este
propósito escribe: «Como en la Católica –es decir en la Iglesia- se puede
encontrar lo que no es católico, así también fuera de la Católica puede haber
algo de Católico» (Agustín, sobre el bautismo de los herejes PL 43, VII, 39,
77).
Por esto, los miembros de
la Iglesia, no tienen que probar celos, sino más bien alegrarse si alguien
externo a la comunidad obra el bien en el nombre de Cristo, a condición que lo
haga con intención recta y con respeto. También en el interior de la Iglesia
misma, puede suceder, a veces, que cueste valorizar y apreciar, en un espíritu
de profunda comunión, las cosas buenas realizadas por las distintas realidades
eclesiales. En cambio, todos tenemos que ser siempre capaces de apreciar y
estimarnos mutuamente, alabando al Señor por la infinita ‘fantasía’ con la cual
obra en la Iglesia y en el mundo.
En la liturgia de hoy resuena también
la denuncia del apóstol Santiago contra los ricos deshonestos, que ponen sus
seguridades en las riquezas acumuladas a fuerza de violencia (Cfr. Sant 5,1-6).
Al respecto, Cesario de Arlés afirma en su discurso: «La riqueza no puede hacer
el mal a un hombre bueno, porque la dona con misericordia, así como no puede
ayudar a un hombre malo, mientras la conserve con avidez o la derroche
disipándola» (Sermones 35,4). Las palabras del apóstol Santiago, mientras
advierten de la vana codicia de los bienes materiales, constituyen un fuerte
llamamiento a usarlos en la perspectiva de la solidaridad y del bien común,
obrando siempre con equidad y moralidad en todos los niveles.
Queridos amigos, por la intercesión
de María Santísima, oremos para que sepamos gozar por cada gesto e iniciativa
de bien, sin envidias ni celos y usar con sabiduría los bienes terrenos en la
continua búsqueda de los bienes eternos
(RV-Traducción del italiano Claudia
Alberto-Eduardo Rubió)
Fuente:
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital
No hay comentarios :
Publicar un comentario