jueves, 13 de diciembre de 2012

Domingo 2° de Adviento Ciclo C 9-12-12


PRIMERA LECTURA
Bar 5, 1-9

Lectura del libro de Baruc.

       Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el esplendor de la gloria de Dios, cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo. Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: "Paz en la justicia" y "Gloria en la piedad". Levántate, Jerusalén, sube a lo alto y dirige tu mirada hacia el Oriente: mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos. Ellos salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve, traídos gloriosamente como en un trono real. Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares, y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios. También los bosques y todas las plantas aromáticas darán sombra a Israel por orden de Dios, porque Dios conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 125, 1-6

¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros! O bien: El Señor hizo maravillas. ¡Aleluya!

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones. 

Hasta los mismos paganos decían:
"¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!".
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría! 

¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones.

El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas. 

SEGUNDA LECTURA
Flp 1, 4-11

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos.

       Hermanos: Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora. Estoy firmemente convencido de que Aquél que comenzó en ustedes la buena obra la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús. Y es justo que tenga estos sentimientos hacia todos ustedes, porque los llevo en mi corazón, ya que ustedes, sea cuando estoy prisionero, sea cuando trabajo en la defensa y en la confirmación del Evangelio, participan de la gracia que he recibido. Dios es testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús. Y en mi oración pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables en el Día de Cristo, llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lc 3, 1-6

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

       El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios".

Palabra del Señor.


Alocución del Papa Benedicto XVI para el Ángelus del domingo 9 diciembre 2012

      En el Tiempo de Adviento la liturgia pone en relieve, de manera particular, dos figuras que preparan la venida del Mesías: la Virgen María y Juan Bautista. Hoy san Lucas nos presenta a este ultimo, y lo hace con características diversas de los otros Evangelistas. «Todos los cuatro Evangelios colocan al inicio de la actividad de Jesús la figura de Juan Bautista y lo presentan como su precursor. San Lucas ha llevado hacia atrás la conexión entre las dos figuras y sus respectivas misiones … Ya en la concepción y en el nacimiento, Jesús y Juan son colocados en relación entre ellos» (La infancia de Jesús, 23).
      Esta impostación ayuda a comprender que Juan, en cuanto hijo de Zacarías e Isabel, ambos de familias sacerdotales, no solo es el ultimo de los profetas, sino que representa también al entero sacerdocio de la Antigua Alianza y por lo tanto prepara a los hombres al culto espiritual de la Nueva Alianza, inaugurado por Jesús (cfr ibid. 27-28). Lucas además deshace toda lectura mítica que a menudo se hace de los Evangelios y coloca históricamente la vida del Bautista: «En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, mientras Poncio Pilato era gobernador … bajo los sumos sacerdotes Ana y Caifás» (Lc 3,1-2). Al interior de este cuadro histórico se coloca el verdadero gran acontecimiento, el nacimiento de Cristo, que los contemporáneos ni siquiera notarán. Para Dios los grandes de la historia ¡hacen de marco a los pequeños!

      Juan Bautista se define como la «voz de uno que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos» (Lc 3,4). La voz proclama la palabra, pero en este caso la Palabra de Dios precede, en cuanto es ella misma a bajar sobre Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto (cfr Lc 3,2). Él por tanto tiene un gran rol, pero siempre en función de Cristo. San Agustín comenta : «Juan es la voz. Del Señor en cambio se dice: “Al principio existía la Palabra” (Jn 1,1). Juan es la voz que pasa, Cristo es el Verbo eterno que era en un principio. Si a la voz se quita la palabra, ¿que cosa queda? Un sonido vago. La voz sin palabra resuena en el oído, pero no edifica el corazón» (Discurso 293, 3). A nosotros hoy espera la tarea de dar escucha a aquella voz para conceder espacio y acogida a Jesús en el corazón, Palabra que nos salva.
      En este Tiempo de Adviento, preparémonos a ver, con los ojos de la fe, en la humilde Gruta de Belén, la salvación de Dios (cfr Lc 3,6). En la sociedad de consumo, en la que se está tentado de buscar la felicidad en la cosas, el Bautista nos enseña a vivir de manera esencial, para que la Navidad sea vivida no solo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios que ha venido a traer a los hombres la paz, la vida y la verdadera felicidad.
      A la maternal intercesión de María, Virgen del Adviento, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, para estar listos a acoger, en el corazón y en toda la vida, al Emanuel, el Dios-con-nosotros. (Traducción del italiano: Raúl Cabrera-RV)
Fuente: 
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital

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