lunes, 17 de diciembre de 2012

Domingo 3° de Adviento Ciclo C 16-12-12


¡El Señor está cerca, preparémonos!
      La idea que Juan el Bautista tenía del desierto no estaba muy equivocada; para él no era ciertamente el lugar del desposorio de Israel con su Dios, sino tierra de escorpiones y serpientes. No era, en efecto, Juan un místico ajeno al ajetreo del mundo, porque cuando se le acer caron la clase de gente que enumera el evangelio de hoy, sabía muy bien con quienes tenía que ver. Pero eso sí, Juan tenía fe de que el ser humano podía ser mejor: alguien, con el poder del Espíritu y del fuego purificador, estaba por venir. Hay diferencias entre los que se le acercan. Al primer grupo, "la gente", las personas del quehacer cotidiano de la casa, el trabajo, la familia y los hijos, los anima a que sean solidarias con las necesidades básicas de sus vecinos: el vestido y el alimento. Con los otros dos grupos, "publicanos y soldados", la cosa cambia. Los publicanos eran ladrones de guantes blancos.   Adelantaban, de su propio capital, la suma de los impuestos anuales que los súbditos debían al emperador de Roma, y después, al amparo de los soldados del procura dor romano, recuperaban lo que habían adelantado sobre los artesanos y campesinos, pero con creces. Zaqueo, cuando se convirtió, dijo que iba a devolver cuatro veces tanto (Lc 19, 8). Los soldados eran mercenarios del emperador, provenían de diferentes regiones extranjeras y eran gente desarraigada, sin hogar ni familia. Aprovechando el amparo del imperio, la violencia era su costumbre y el dinero su meta. Dentro de su miseria humana, Juan los comprende, no los rechaza, pero los invita a convertirse. Esa misma invitación llega hoy a las puertas de nuestro corazón. Practicar la justicia y la verdad porque el Señor está cerca.
P. Aldo Ranieri
PRIMERA LECTURA
Sof 3, 14-18ª

Lectura de la profecía de Sofonías.

      ¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal. Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos! ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! Él exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta.

Palabra de Dios.

SALMO
[Sal] Is 12, 2-6

¡Aclamemos al Señor con alegría!

Éste es el Dios de mi salvación: 
yo tengo confianza y no temo, 
porque el Señor es mi fuerza y mi protección; 
él fue mi salvación. 

Ustedes sacarán agua con alegría 
de las fuentes de la salvación. 
Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
 anuncien entre los pueblos sus proezas, 
proclamen qué sublime es su Nombre. 

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: 
¡que sea conocido en toda la tierra! 
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, 
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! 


SEGUNDA LECTURA
Flp 4, 4-7

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos.

      Hermanos: Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada y, en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lc 3, 2b-3. 10-18

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

      Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". Él les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". Él les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo a todos: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Palabra del Señor.


 Alocución de Benedicto XVI para el Ángelus del domingo 3 Adviento (16-12-2012)

       El Evangelio de este tercer Domingo de Adviento presenta nuevamente la figura de Juan el Bautista, y lo representa mientras habla a la gente que se dirige hacia él en el río Jordán para hacerse bautizar. Dado que Juan, con palabras penetrantes, exhorta a todos a prepararse a la venida del Mesías, algunos se preguntan: “¿Qué debemos hacer?” (Lc 3, 10.12.14). Estos diálogos son muy interesantes y se revelan de gran actualidad.
      La primera respuesta está dirigida a la muchedumbre en general. El Bautista dice: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo” (v. 11). Aquí podemos ver un criterio de justicia, animado por la caridad. La justicia pide que se supere el desequilibrio entre quien tiene lo superfluo y a quien le falta lo necesario; la caridad impulsa a estar atento al otro y a salir al encuentro de su necesidad, en lugar de encontrar justificaciones para defender los propios intereses. Justicia y caridad no se oponen, sino que ambas son necesarias y se completan recíprocamente. “El amor siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa”, porque “siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo” (Encíclica Deus caritas est, 28).

       Y después vemos la segunda respuesta a algunos “publicanos”, es decir, recaudadores de impuestos por cuenta de los romanos. Ya por esto los publicanos eran despreciados, y también porque con frecuencia se aprovechaban de su posición para robar. A ellos el Bautista no les dice que cambien de oficio, sino que exijan sólo cuanto ha sido fijado (Cfr. v. 13). El profeta, en nombre de Dios, no pide gestos excepcionales sino, ante todo, el cumplimiento honrado de su propio deber. El primer paso hacia la vida eterna es siempre la observancia de los mandamientos; en este caso el séptimo: “No robar” (Cfr. Es 20, 15).
      La tercera respuesta se refiere a los soldados, otra categoría dotada de cierto poder y, por tanto, tentada de abusar de él. A los soldados Juan les dice: “No hagan extorsión a nadie (…), y conténtense con su salario” (v. 14). También aquí, la conversión comienza con la honradez y el respeto de los demás: una indicación que vale para todos, especialmente para quien tiene mayores responsabilidades.
      Considerando en su conjunto estos diálogos, llama la atención lo concreto de las palabras de Juan: desde el momento en que Dios nos juzgará según nuestras obras es allí, en los comportamientos, donde es necesario demostrar que se sigue su voluntad. Y precisamente por esto las indicaciones del Bautista son siempre actuales: también en nuestro mundo tan complejo, las cosas irían mucho mejor si cada uno observara estas reglas de conducta. Oremos entonces al Señor, por intercesión de María Santísima, a fin de que nos ayude a prepararnos a la Navidad dando buenos frutos de conversión (Cfr. Lc 3, 8).
Fuente: 
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital.


No hay comentarios :

Publicar un comentario