jueves, 13 de diciembre de 2012

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María . 8 de diciembre

El 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX proclamó la fiesta de la Inmaculada Concepción con el siguiente discurso: "Declaramos que la doctrina que dice que María fue concebida sin pecado original, es doctrina revelada por Dios y que a todos obliga a creerla como dogma de fe". Para significar que María no fue alcanzada por el pecado, se la representa con un pie sobre una serpiente.
LECTURA
Gn 3, 9-15. 20

Lectura del libro del Génesis.

      Después que el hombre y la mujer comieron del árbol que Dios les habría prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: "¿Dónde estás?". "Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí". Él replicó: "¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?". El hombre respondió: "La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él". El Señor Dios dijo a la mujer: "¿Cómo hiciste semejante cosa?". La mujer respondió: "La serpiente me sedujo y comí". Y el Señor Dios dijo a la serpiente: "Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón". El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes.

Palabra de Dios.

Comentario

      "Dios no deja de buscar al hombre, y busca justamente al hombre que ha pecado. No porque Dios no lo encuentre, sino para que sea el hombre quien se deje encontrar por Dios que ha dado el paso de buscarlo y llamarlo. En Dios está siempre la iniciativa, desde la creación hasta la reconciliación. El pecado tiene ese efecto. Pensamos que Dios nos castigará y de ese modo, nuestra 'culpa' o 'sentimiento de culpa' nos aleja de él. ¡Si justamente Dios busca lo contrario!" (comentario del Aula Virtual del Centro Bíblico Nuestra Señora de Sion: http://virtualaula.wordpress.com/2011/04/25/origen-y-proyecto-de-la-creacion-lectura-de-los-once-primeros-capitulos-del-genesis-clase-6/)

SALMO
Sal 97, 1-4

¡Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas!

Canten al Señor un canto nuevo, 
porque él hizo maravillas: 
su mano derecha y su santo brazo 
le obtuvieron la victoria.

El Señor manifestó su victoria, 
reveló su justicia a los ojos de las naciones: 
se acordó de su amor y su fidelidad 
en favor del pueblo de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado 
el triunfo de nuestro Dios. 
Aclame al Señor toda la tierra, 
prorrumpan en cantos jubilosos. 

SEGUNDA LECTURA
Éf 1, 3-6. 11-12.


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.

      Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. En él, hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano para ser alabanza de su gloria, según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad.

Palabra de Dios.

Comentario

      El proyecto ("destino", según este himno) de Dios es que vivamos como sus hijos. De esta manera nuestra condición supera ampliamente la de cualquier otra creatura. Ser hijos de Dios nos habilita para considerar a Dios como Padre y entregarnos en sus brazos.

EVANGELIO
Lc 1, 26-38

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

      El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra". Y el Ángel se alejó.

Palabra del Señor.

Comentario

      "¿De dónde, repito, te ha llegado tan gran bien? Eres virgen, eres santa, has hecho un voto; pero es muy grande lo que has merecido; mejor, lo que has recibido. ¿Cómo lo has merecido? Se forma en ti quien te hizo a ti; se hace en ti aquel por quien fuiste hecha tú; más aún, aquel por quien fue hecho el cielo y la tierra, por quien fueron hechas todas las cosas; en ti la Palabra se hace carne recibiendo la carne, sin perder la divinidad. Hasta la Palabra se junta y une con la carne, y tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio; vuelvo a repetirlo: tu seno es el tálamo de tan gran matrimonio, es decir, de la unión de la Palabra y de la carne" (San Agustín, Sermón 291).  

    Alocución del Santo Padre Benedicto XVI a los pies de la estatua de la Inmaculada Concepción en la plaza de España de Roma.

      Siempre es un placer especial para reunirnos aquí, en la Piazza de España, en la fiesta de María Inmaculada. Reunirnos juntos – romanos, peregrinos y visitantes – a los pies de la estatua de nuestra Madre espiritual, nos hace sentir unidos en el signo de la fe. Me gusta subrayarlo en este Año de la fe que toda la Iglesia está viviendo. Os saludo con afecto y me gustaría compartir con ustedes algunos simples pensamientos, sugeridos por el Evangelio de esta solemnidad: el Evangelio de la Anunciación.

      En primer lugar, nos sorprendente siempre, y nos hace reflexionar, el hecho de que el momento decisivo para el futuro de la humanidad, el momento en que Dios se hizo hombre, está rodeado de un gran silencio. El encuentro entre el mensajero divino y la Virgen Inmaculada pasa totalmente desapercibido: nadie sabe, nadie habla de ello. Es un acontecimiento que, si hubiera sucedido en nuestro tiempo, no dejaría huella en los periódicos y en las revistas, porque es un misterio que sucede en el silencio. Lo que es realmente grande a menudo pasa desapercibido y el silencio apacible se revela más fructífero que la frenética agitación que caracteriza nuestras ciudades, pero que – con las debidas proporciones – se vivía ya en las grandes ciudades de entonces, como Jerusalén. Aquel activismo que nos impide detenernos, estar tranquilos, escuchar el silencio en el que el Señor hace oír su voz discreta.


      María, el día que recibió el anuncio del Ángel, estaba recogida y al mismo tiempo abierta a la escucha de Dios. En ella no había obstáculo alguno, ninguna pantalla, nada que la separa de Dios. Este es el significado de su ser sin pecado original: su relación con Dios está libre de la más mínima imperfección, no hay separación, no hay sombra de egoísmo, sino una sintonía perfecta: su pequeño corazón humano está perfectamente “centrado” en el gran corazón de Dios. Así que, queridos hermanos y hermanas, venir aquí ante este monumento a María, en el centro de Roma, nos recuerda en primer lugar, que la voz de Dios no se reconoce en el ruido y la agitación; su diseño en nuestra vida personal y social no se percibe quedándose en la superficie, sino yendo a un nivel más profundo, donde las fuerzas no son de índole económica o política, sino morales y espirituales. Es allí, donde María nos invita a ir y a sintonizar con la acción de Dios.

      Hay una segunda cosa, aún más importante, que la Inmaculada nos dice cuando estamos aquí, y es que la salvación del mundo no es obra del hombre – de la ciencia, de la tecnología, de la ideología -, sino es por la gracia. ¿Qué significa esta palabra? Gracia significa el Amor en su pureza y belleza, es Dios tal como se revela en la historia de la salvación narrada en la Biblia y cumplida en Jesucristo. María es llamada la “llena de gracia” (Lc 1:28) y esta identidad nos recuerda el primado de Dios en nuestra vida y en la historia del mundo, nos recuerda que el poder del amor de Dios es más fuerte que el mal, puede llenar los vacíos que el egoísmo provoca en la historia de las personas, de las familias, naciones y el mundo. Estos vacíos pueden convertirse en infiernos, donde la vida humana es como si se tirara hacia abajo y hacia la nada, perdiendo el sentido y la luz.

      Las falsas soluciones que ofrece el mundo para llenar esos vacíos – emblemática es la droga – de hecho ensanchan el abismo. Sólo el amor nos puede salvar de esta caída, pero no un amor cualquiera: un amor que tenga en él la pureza de Gracia – de Dios que transforma y renueva – y que pueda poner en los pulmones intoxicados nuevo oxígeno, aire limpio, energía nueva de vida. María nos dice que, por mucho que pueda caer el hombre, nunca es demasiado bajo para Dios, que descendió hasta los infiernos; por mucho que nuestro corazón ande por mal camino, Dios es siempre “más grande que nuestro corazón” (1 Juan 3:20). El soplo suave de la Gracia puede dispersar las nubes más negras, puede hacer la vida más hermosa y llena de significado incluso en las situaciones más inhumanas.
       Y aquí viene la tercera cosa que nos dice María Inmaculada: nos habla de la alegría, la verdadera alegría que se extiende en el corazón liberado del pecado. El pecado trae consigo una tristeza negativa, que nos induce a encerrarnos en sí mismos.  La Gracia trae la verdadera alegría que no depende de la posesión de las cosas, sino que tiene sus raíces en lo más íntimo, en lo más profundo de la persona, y que nada ni nadie puede quitar. El cristianismo es esencialmente un “evangelio”, una “buena noticia”, mientras que algunos piensan que es un obstáculo a la alegría, ya que lo ven en él una serie de prohibiciones y reglas. En realidad, el cristianismo es el anuncio de la victoria de la Gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte. Y si implica algunos sacrificios y disciplina de la mente, del corazón y del comportamiento, es precisamente porque en el hombre hay la raíz venenosa del egoísmo, que perjudica a sí mismos y a los demás. Por tanto, debemos aprender a decir no a la voz del egoísmo y a decir sí a la del amor auténtico. La alegría de María está plena, porque en su corazón no hay sombra de pecado. Esta alegría coincide con la presencia de Jesús en su vida: Jesús concebido y llevado en el vientre, después niño confiado a sus cuidados maternos, adolescente y joven y hombre maduro. Jesús que parte de casa, seguido a distancia con la fe hasta la Cruz y la Resurrección: Jesús es la alegría de María y la alegría de la Iglesia.
       Que en este tiempo de Adviento, María Inmaculada nos enseñe a escuchar la voz de Dios que habla en el silencio para recibir su Gracia, que nos libera del pecado y del egoísmo, para gozar así la verdadera alegría. María, llena de gracia, ruega por nosotros!
(Traducción del italiano: Eduardo Rubió- RV)

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