Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.
Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?
Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios".
Salmo 104(103),1ab.24ac.29bc-30.31.34.
Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
Bendice al Señor, alma mía:
Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas!
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas!
Si escondes tu rostro, se espantan;
Si escondes tu rostro, se espantan;
si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo.
Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra.
¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!
que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor.
Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra.
¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!
que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor.
Carta I de San Pablo a los Corintios 12,3b-7.12-13.
Por eso les aseguro que nadie, movido por el Espíritu de Dios, puede decir: "Maldito sea Jesús". Y nadie puede decir: "Jesús es el Señor", si no está impulsado por el Espíritu Santo.
Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu.
Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor.
Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos.
En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo.
Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Evangelio según San Juan 20,19-23.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Reflexión por S. Santidad Benedicto XVI
Benedicto XVI ha presidido esta mañana en la basílica de san Pedro la Santa Misa en la solemnidad de Pentecostés.
En su homilía el Santo Padre ha dicho que si bien todas las solemnidades litúrgicas de la Iglesia son grandes, esta de Pentecostés lo es de una manera singular, porque indica, llegado el día cincuenta, el cumplimiento del evento de la Pascua, de la muerte y resurrección del Señor Jesús a través del don del Espíritu del Resucitado.
En Pentecostés la Iglesia se prepara con la oración, la invocación repetida e intensa a Dios para obtener una renovada efusión del Espíritu Santo sobre nosotros.
La Iglesia revive así cuanto sucedió en sus orígenes a los Apóstoles, reunidos en el Cenáculo de Jerusalén. Estaban reunidos en humilde y confiada espera de que se cumpliese la promesa del Padre que les comunicó Jesús: "En pocos días, vais a ser bautizados en Espíritu Santo... recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros."
“Lo que la Iglesia quiere decirnos es esto: el Espíritu creador de todas las cosas, y el Espíritu Santo que Cristo ha hecho descender del Padre sobre la comunidad de los discípulos, son uno y el mismo: creación y redención se pertenecen recíprocamente y constituyen, en profundidad, un único misterio de amor y salvación. El Espíritu Santo es ante todo Espíritu Creador y entonces Pentecostés es la fiesta de la creación. Para nosotros los cristianos, el mundo es fruto de un acto de amor de Dios, que ha hecho todas las cosas y de lo cual Él se alegra porque es "algo bueno", "algo muy bueno". La fe en el Espíritu Creador y la fe en el Espíritu que Cristo resucitado ha donado a los Apóstoles, y nos dona a cada uno de nosotros, están ahora inseparablemente unidas".
El Santo Padre ha explicado que la segunda Lectura y el Evangelio de hoy nos muestran esta conexión. “El Credo de la Iglesia -ha dicho-, no es otra cosa de lo que se dice en esta simple afirmación: "Jesús es Señor". De esta profesión de fe san Pablo nos dice que se trata propiamente de la palabra y de la obra del Espíritu Santo. Si queremos estar en el Espíritu Santo, debemos adherir a este Credo. Haciéndolo nuestro, accedemos a la obra del Espíritu Santo.
“La expresión "Jesús es el Señor" se puede leer en dos sentidos. Significa: Jesús es Dios, y contemporáneamente: Dios es Jesús. El Espíritu Santo ilumina esta reciprocidad: Jesús tiene dignidad divina, y Dios tiene el rostro humano de Jesús. Dios se muestra en Jesús y con esto nos dona la verdad sobre nosotros mismos. Dejarse iluminar en lo profundo por esta verdad es el evento de Pentecostés. Recitando el Credo, nosotros entramos en el misterio del primer Pentecostés”.
Y en el Credo, ha subrayado el Pontífice, “que nos une desde todos los ángulos de la tierra, que, mediante el Espíritu Santo, hace de modo que nos comprendamos también en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor; se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios. El Espíritu Santo está representado, en el evangelista Juan, como el soplo de Jesucristo resucitado. “El Señor sopla en nuestra alma el nuevo aliento de vida, el Espíritu Santo, su más íntima esencia, y de este modo nos recibe en la familia de Dios.
Y en el Credo, ha subrayado el Pontífice, “que nos une desde todos los ángulos de la tierra, que, mediante el Espíritu Santo, hace de modo que nos comprendamos también en la diversidad de las lenguas, a través de la fe, la esperanza y el amor; se forma la nueva comunidad de la Iglesia de Dios. El Espíritu Santo está representado, en el evangelista Juan, como el soplo de Jesucristo resucitado. “El Señor sopla en nuestra alma el nuevo aliento de vida, el Espíritu Santo, su más íntima esencia, y de este modo nos recibe en la familia de Dios.
“Con el Bautismo y la Confirmación nos es dado este don específico, y con los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia esto se repita continuamente: el Señor sopla en nuestra alma un aliento de vida. Todos los sacramentos, cada uno de manera propia, comunican al hombre la vida divina, gracias al Espíritu Santo que obra en ellos”.
“En la liturgia de hoy recogemos todavía una ulterior conexión, -afirma Benedicto XVI: El Espíritu Santo es Creador, es al mismo tiempo Espíritu de Jesucristo, pero en modo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo y único Dios”.
"El Espíritu Santo anima a la Iglesia. Ella no deriva de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, porque si fuera así se habría extinguido hace tiempo, así como pasan las cosas humanas. La Iglesia, en cambio, es el Cuerpo de Cristo animado por el Espíritu Santo".
Luego, reflexionando sobre “las imágenes del viento y del fuego, usadas por san Lucas para representar la venida del Espíritu Santo”, dice que recuerdan al Sinaí, “donde Dios se había revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza. Cuando Lucas habla de lenguas de fuego para representar el Espíritu Santo, viene evocado aquel antiguo Pacto”.
Luego, reflexionando sobre “las imágenes del viento y del fuego, usadas por san Lucas para representar la venida del Espíritu Santo”, dice que recuerdan al Sinaí, “donde Dios se había revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza. Cuando Lucas habla de lenguas de fuego para representar el Espíritu Santo, viene evocado aquel antiguo Pacto”.
“Así el evento de Pentecostés -señala el Papa- viene representado como un nuevo Sinaí, como el don de un nuevo Pacto en el que la alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la tierra, en los que caen todos las empalizadas de la vieja Ley y aparece su corazón mas santo e inmutable, esto es el amor, que el Espíritu Santo comunica y difunde.
“Con esto se nos dice una cosa muy importante: que la Iglesia es católica desde el primer momento, que su universalidad no es el fruto de la inclusión sucesiva de diversas comunidades. Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la ha creado como la Iglesia de todos los pueblos; ella abraza el mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino. Desde el inicio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida. Ella es santa, no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea y la santifica siempre”.
Finalmente, el Santo Padre comentando de nuevo, el Evangelio recuerda que "Los discípulos se alegraron al ver al Señor", pero indica que “el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; y ¡Él la ha atravesado! Jesús no es uno cualquiera, sino que es el Amigo y junto a Aquel que es la Verdad que hace vivir a los hombres; y lo que dona no es una alegría cualquiera, sino la alegría misma, don del Espíritu Santo.
Finalmente, el Santo Padre comentando de nuevo, el Evangelio recuerda que "Los discípulos se alegraron al ver al Señor", pero indica que “el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; y ¡Él la ha atravesado! Jesús no es uno cualquiera, sino que es el Amigo y junto a Aquel que es la Verdad que hace vivir a los hombres; y lo que dona no es una alegría cualquiera, sino la alegría misma, don del Espíritu Santo.
Fuente: Ecclesia Digital
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