domingo, 29 de julio de 2012

Domingo 17° del Tiempo Ordinario Ciclo B 29-07-12


La fe salva y cura enfermedades
      La liturgia del evangelio de hoy dice que la gente acudía a Jesús “por las señales que realizaba en los enfermos”. Este tema ya lo vimos, hace unos domingos, con el jefe de la sinagoga Jairo, donde se vio que sólo la fe que salva es también capaz de curar las enfermedades y la muerte. Juan identifica esa fe que salva con la fe no sólo en la Palabra, sino también en la Eucaristía. La lectura del libro de Reyes nos introduce con un milagro del profeta Eliseo. Es un profeta de los años 850 a.C. que no dejó ningún libro. Fue famoso por sus milagros y su figura fue arropada de leyenda. La lectura de hoy parece simplemente una anticipación de la del evangelio, sin embargo, hay un indicio interesante. Un hombre le lleva al profeta no un pan, sino “primicias de pan”. La expresión indica que eran destinadas al culto (Deut 26, 2), y el profeta ordena de dárselas más bien para alimentar a los discípulos. Un cambio atrevido que nadie objetó sólo por la autoridad del profeta. También Jesús en el evangelio hace un cambio atrevido: la gente viene a buscar la salud del cuerpo y Jesús le da de comer un pan que nadie le había pedido. Sin embargo nadie se queja. Juan habla a sus lectores: nadie se queja del cambio, porque ese pan es capaz de salvar el alma y el cuerpo, es decir al ser humano en su integridad. En el Levítico ese pan era un memorial de la comunión entre Dios y su pueblo, una “cosa sacratísima” (Lev 24, 5-9). El pan eucarístico es también un memorial, el de su muerte y su resurrección.
P. Aldo Ranieri

PRIMERA LECTURA
2Rey 4, 42-44

Lectura del segundo libro de los Reyes.

      En aquellos días: Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo pan de los primeros frutos para el profeta Eliseo, veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: "Dáselos a la gente para que coma". Pero su servidor respondió: "¿Cómo voy a servir esto a cien personas?". "Dáselos a la gente para que coma, replicó él, porque así habla el Señor: 'Comerán y sobrará'". El servidor se lo sirvió; todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 144, 10-11. 15-18

Abres tu mano, Señor, y nos colmas con tus bienes.

Que todas tus obras te den gracias, Señor, 
y tus fieles te bendigan; 
que anuncien la gloria de tu reino 
y proclamen tu poder. 

Los ojos de todos esperan en ti, 
y tú les das la comida a su tiempo; 
abres tu mano y colmas de favores 
a todos los vivientes. 

El Señor es justo en todos sus caminos 
y bondadoso en todas sus acciones; 
está cerca de aquéllos que lo invocan, 
de aquéllos que lo invocan de verdad. 

SEGUNDA LECTURA
Ef 4, 1-6

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.

      Hermanos: Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Jn 6, 1-15

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

       Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?". Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

Palabra del Señor.

En español, la alocución del Papa Benedicto XVI previa al rezo del Ángelus del domingo 29 de julio de 2012
      Este domingo hemos iniciado la lectura del capítulo 6° del Evangelio de Juan. El capitulo se abre con la escena de la multiplicación de los panes, que después Jesús comenta en la sinagoga de Cafarnaúm, indicándose a Si mismo el «pan» que da la vida. Las acciones cumplidas por Jesús son paralelas a aquellas de la Ultima Cena: «tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados» (Jn 6,11). La insistencia sobre el tema del «pan», que viene compartido, y sobre el dar gracias (v.11, en griego eucharistesas), recuerdan la Eucaristía, el Sacrificio de Cristo por la salvación del mundo.

     El Evangelista observa que la Pascua estaba cercana (cfr v. 4). La mirada se orienta hacia la Cruz, el don total de amor, y hacia la Eucaristía, el perpetuarse de este don: Cristo se hace pan de vida para los hombres. San Agustín comenta: «¿quién, si no Cristo, es el pan del cielo? Pero para que el hombre pudiese comer el pan de los ángeles, el Señor de los ángeles se ha hecho hombre. Si tal no se hubiese hecho, no tendríamos su cuerpo; no teniendo el cuerpo propiamente suyo, no comeríamos el pan del altar» (Sermón 130,2). La Eucaristía es el permanente gran encuentro del hombre con Dios, en el que el Señor se hace nuestro alimento, se da a Si mismo para transformarnos en El.
     
      En la escena de la multiplicación, es indicada también la presencia de un muchacho, que, frente a la dificultad de saciar a tanta gente, comparte lo poco que tiene: cinco panes y dos pescados (cfr Jn 6,8). El milagro no se produce a partir de nada, sino de un primer modesto compartir de aquello que un simple muchacho llevaba consigo. Jesús no nos pide aquello que no tenemos, pero nos hace ver que si cada uno ofrece lo poco que tiene, el milagro puede cumplirse siempre de nuevo: Dios es capaz de multiplicar cada uno de nuestros pequeños gestos de amor y hacernos partícipes de su don. La multitud permanece atónita ante el prodigio: ve en Jesús el nuevo Moisés, digno del poder, y en el nuevo maná, el futuro asegurado, pero se detiene ante el elemento material, y el Señor, «sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña» (Jn 6,15). Jesús no es un rey terrenal que ejercita el dominio, si no un rey que sirve, que se inclina sobre el hombre para saciar no sólo el hambre material, si no sobretodo aquel más profundo, aquel de Dios.
      Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor hacernos redescubrir la importancia de nutrirnos del cuerpo de Cristo, participando fielmente y con gran consciencia a la Eucaristía, para estar cada vez más íntimamente unidos a El. De hecho «no es el alimento eucarístico que se transforma en nosotros, si no que somos nosotros los misteriosamente transformados. Cristo nos nutre uniéndonos a sí; nos atrae dentro de sí» (Exhort. Apost. Sacramentum caritatis, 70). Al mismo tiempo, oremos para que jamás falte a nadie el pan necesario para una vida digna, y sean derribadas las desigualdades no con las armas de la violencia, si no con el compartir y el amor.
      Nos confiamos a la Virgen María, mientras invocamos sobre nosotros y nuestros seres queridos su maternal intercesión.

Fuente:
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital

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