domingo, 8 de julio de 2012

Domingo 14° del Tiempo Ordinario Ciclo B 8-07-12


La familia de Jesús
      Jesús, a pesar del revés de Nazaret, sigue enseñando. Es la actividad propia sólo de él; en efecto, ahora envía a sus discípulos, pero no a enseñar, sino a invitar a la conversión, lo mismo que había hecho Juan el Bautista. Para escuchar las enseñanzas de Jesús, antes debemos convertirnos, so pena de que pase lo de Nazaret. Sus conciudadanos no se habían convertido a él, es decir, no lo habían aceptado por lo que era en realidad, el Hijo de Dios. A sus discípulos los envía de a dos, como una pequeña comunidad. Nadie puede predicar la conversión si antes no es capaz de convivir en paz con los hermanos en la fe, sean ellos familiares o los de la propia comunidad. El poder que Jesús da a los discípulos sobre los espíritus malos es la capacidad de aceptarse y comprenderse, dominando el gusto de tener la primacía. No los envía a las sinagogas, sino a las calles, a las familias, para que den testimonio de amor fraternal. Entonces la gente que los ve, se divide en dos bandos. Los que aceptan esta manera de vivir y los reciben; y los que no la aceptan, y los rechazan. Los primeros compartirán con ellos lo que tienen, los segundos recibirán un signo de desaprobación, porque el Reino, guste o no, será compartir como hermanos la vida eterna. No tendrán que impactar con un look de moda ni con lo que tienen, porque su riqueza verdadera, la única que ostentarán, será la capacidad de convivir en paz entre ellos. Parece que la cosa les salió bien, pero alguien poderoso y ladino empezaba a preocuparse. Les estaban revolucionando el reino con una conducta inaceptable para él. Era el rey Herodes, hijo del Herodes de la matanza de los niños de Belén, que había crecido en otra escuela, la de su padre (Mc 6, 14).

P. Aldo Ranieri


PRIMERA LECTURA
Ez 2, 2-5

Lectura de la profecía de Ezequiel.

Un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba. Él me dijo: Hijo de hombre, Yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy. Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: "Así habla el Señor". Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo ?porque son un pueblo rebelde? sabrán que hay un profeta en medio de ellos.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 122, 1-4

Nuestros ojos miran al Señor,
hasta que se apiade de nosotros.
Levanto mis ojos hacia ti,
que habitas en el cielo. 

Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor
y los ojos de la servidora en las manos de su dueña:
así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios,
hasta que se apiade de nosotros. 

¡Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros,
porque estamos hartos de desprecios!
Nuestra alma está saturada 
de la burla de los arrogantes,
del desprecio de los orgullosos. 

SEGUNDA LECTURA
2Cor 12, 7-10

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.

      Hermanos: Para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: "Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad". Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Mc 6, 1-6ª

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

      Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.

Palabra del Señor.


En español, el Angelus del Papa Benedicto XVI en el domingo 8 de julio de 2012
      Quisiera detenerme brevemente en la narración del Evangelio de este domingo, un texto del cual está tomado el célebre dicho «Nemo propheta in patria», es decir ningún profeta es bien aceptado entre su gente, que lo ha visto crecer (cfr. Mc 6,4). En efecto, después de que Jesús, a casi 30 años, había dejado Nazaret y ya desde antes había ido predicando y obrando curaciones en otros sitios, regresó una vez a su aldea poniéndose a enseñar en la sinagoga.

      Sus conciudadanos «quedaban sorprendidos» por su sabiduría y, conociéndolo como el «hijo de María», el «carpintero» que había vivido entre ellos, en lugar de recibirlo con fe se escandalizaban de Él (cfr Mc 6,2-3). Éste hecho es comprensible, porque la familiaridad en el plano humano hace difícil ir más allá y abrirse a la dimensión divina. Jesús mismo lleva como ejemplo la experiencia de los profetas de Israel, que precisamente en su patria habían sido objeto de desprecio, y se identifica con ellos. A causa de esta cerrazón espiritual, Jesús no pudo cumplir en Nazaret « ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos» (Mc 6,5). En efecto los milagros de Cristo no son una exhibición de potencia, sino signos del amor de Dios, que se actúan ahí en donde encuentra la fe del hombre. Escribe Orígenes: «Del mismo modo que para los cuerpos existe una atracción natural de parte de unos hacia los otros, como entre el imán hacia el fierro… así tal fe ejerce una atracción sobre la potencia divina» (Comentario al Evangelio de Mateo 10, 19).

      Tal parece que Jesús dé a sí mismo –como se dice- una explicación de la mala recepción que encuentra en Nazaret. En cambio, al final de la narración, encontramos una observación que enseña justo el contrario. Escribe el Evangelista que Jesús «se asombraba de su falta de fe» (Mc 6,6). A la sorpresa de los conciudadanos, que se escandalizan, corresponde la maravilla de Jesús. También Él, en un cierto sentido, se escandaliza. A pesar de que sabe que ningún profeta es bien recibido en su patria, la cerrazón del corazón de su gente permanece para Él oscura, impenetrable: ¿Cómo es posible que no reconozcan la luz de la Verdad? ¿Porque no se abren a la bondad de Dios, que ha querido compartir nuestra humanidad? En efecto, el hombre Jesús de Nazaret es la transparencia de Dios, en Él Dios habita plenamente. Y mientras nosotros buscamos siempre otros signos, otros prodigios, no nos percatamos de que el verdadero signo es Él, Dios hecho carne, es Él el más grande milagro del universo: todo el amor de Dios contenido en el corazón humano, en un rostro de hombre.

      Aquella que ha comprendido verdaderamente esta realidad es la Virgen María, beata porque ha creído (cfr Lc 1,45). María no se escandalizó de su Hijo: su maravilla por Él está colmada de fe, plena de amor y de gozo al verlo así humano y, al mismo tiempo, así divino. Aprendamos de ella, nuestra Madre en la fe, a reconocer en la humanidad de Cristo la perfecta revelación de Dios.

Fuente: 
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital

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