La familia de Jesús
Jesús, a
pesar del revés de Nazaret, sigue enseñando. Es la actividad propia sólo de él;
en efecto, ahora envía a sus discípulos, pero no a enseñar, sino a invitar a la
conversión, lo mismo que había hecho Juan el Bautista. Para escuchar las
enseñanzas de Jesús, antes debemos convertirnos, so pena de que pase lo de
Nazaret. Sus conciudadanos no se habían convertido a él, es decir, no lo habían
aceptado por lo que era en realidad, el Hijo de Dios. A sus discípulos los
envía de a dos, como una pequeña comunidad. Nadie puede predicar la conversión
si antes no es capaz de convivir en paz con los hermanos en la fe, sean ellos
familiares o los de la propia comunidad. El poder que Jesús da a los discípulos
sobre los espíritus malos es la capacidad de aceptarse y comprenderse,
dominando el gusto de tener la primacía. No los envía a las sinagogas, sino a
las calles, a las familias, para que den testimonio de amor fraternal. Entonces
la gente que los ve, se divide en dos bandos. Los que aceptan esta manera de vivir
y los reciben; y los que no la aceptan, y los rechazan. Los primeros
compartirán con ellos lo que tienen, los segundos recibirán un signo de
desaprobación, porque el Reino, guste o no, será compartir como hermanos la
vida eterna. No tendrán que impactar con un look de moda ni con lo que tienen,
porque su riqueza verdadera, la única que ostentarán, será la capacidad de
convivir en paz entre ellos. Parece que la cosa les salió bien, pero alguien
poderoso y ladino empezaba a preocuparse. Les estaban revolucionando el reino
con una conducta inaceptable para él. Era el rey Herodes, hijo del Herodes de
la matanza de los niños de Belén, que había crecido en otra escuela, la de su
padre (Mc 6, 14).
P. Aldo Ranieri
PRIMERA
LECTURA
Ez 2, 2-5
Lectura de
la profecía de Ezequiel.
Un espíritu
entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba. Él me
dijo: Hijo de hombre, Yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que
se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta
el día de hoy. Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los
que yo te envío, para que les digas: "Así habla el Señor". Y sea que
escuchen o se nieguen a hacerlo ?porque son un pueblo rebelde? sabrán que hay
un profeta en medio de ellos.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 122, 1-4
Nuestros
ojos miran al Señor,
hasta que se
apiade de nosotros.
Levanto mis
ojos hacia ti,
que habitas
en el cielo.
Como los
ojos de los servidores
están fijos
en las manos de su señor
y los ojos
de la servidora en las manos de su dueña:
así miran
nuestros ojos al Señor, nuestro Dios,
hasta que se
apiade de nosotros.
¡Ten piedad,
Señor, ten piedad de nosotros,
porque
estamos hartos de desprecios!
Nuestra alma
está saturada
de la burla de los arrogantes,
del
desprecio de los orgullosos.
SEGUNDA
LECTURA
2Cor 12,
7-10
Lectura de
la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Para que la grandeza de las
revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de
Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me
respondió: "Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad".
Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el
poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en
las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de
Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Mc 6, 1-6ª
Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de
sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la
multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo
esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se
realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano
de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre
nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les
dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y
en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos
pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.
Palabra del
Señor.
En español,
el Angelus del Papa Benedicto XVI en el domingo 8 de julio de 2012
Quisiera detenerme
brevemente en la narración del Evangelio de este domingo, un texto del cual
está tomado el célebre dicho «Nemo propheta in patria», es decir ningún profeta
es bien aceptado entre su gente, que lo ha visto crecer (cfr. Mc 6,4). En
efecto, después de que Jesús, a casi 30 años, había dejado Nazaret y ya desde
antes había ido predicando y obrando curaciones en otros sitios, regresó una
vez a su aldea poniéndose a enseñar en la sinagoga.
Sus conciudadanos «quedaban sorprendidos»
por su sabiduría y, conociéndolo como el «hijo de María», el «carpintero» que
había vivido entre ellos, en lugar de recibirlo con fe se escandalizaban de Él
(cfr Mc 6,2-3). Éste hecho es comprensible, porque la familiaridad en el plano
humano hace difícil ir más allá y abrirse a la dimensión divina. Jesús mismo
lleva como ejemplo la experiencia de los profetas de Israel, que precisamente
en su patria habían sido objeto de desprecio, y se identifica con ellos. A
causa de esta cerrazón espiritual, Jesús no pudo cumplir en Nazaret « ningún
milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos» (Mc
6,5). En efecto los milagros de Cristo no son una exhibición de potencia, sino
signos del amor de Dios, que se actúan ahí en donde encuentra la fe del hombre.
Escribe Orígenes: «Del mismo modo que para los cuerpos existe una atracción
natural de parte de unos hacia los otros, como entre el imán hacia el fierro…
así tal fe ejerce una atracción sobre la potencia divina» (Comentario al
Evangelio de Mateo 10, 19).
Tal
parece que Jesús dé a sí mismo –como se dice- una explicación de la mala
recepción que encuentra en Nazaret. En cambio, al final de la narración,
encontramos una observación que enseña justo el contrario. Escribe el
Evangelista que Jesús «se asombraba de su falta de fe» (Mc 6,6). A la sorpresa
de los conciudadanos, que se escandalizan, corresponde la maravilla de Jesús.
También Él, en un cierto sentido, se escandaliza. A pesar de que sabe que
ningún profeta es bien recibido en su patria, la cerrazón del corazón de su
gente permanece para Él oscura, impenetrable: ¿Cómo es posible que no reconozcan
la luz de la Verdad? ¿Porque no se abren a la bondad de Dios, que ha querido
compartir nuestra humanidad? En efecto, el hombre Jesús de Nazaret es la
transparencia de Dios, en Él Dios habita plenamente. Y mientras nosotros
buscamos siempre otros signos, otros prodigios, no nos percatamos de que el
verdadero signo es Él, Dios hecho carne, es Él el más grande milagro del
universo: todo el amor de Dios contenido en el corazón humano, en un rostro de
hombre.
Fuente:
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital
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