martes, 20 de diciembre de 2011

Abrid las puertas a Cristo.


   Nuestra Madre, la Virgen María dio al Padre Stefano Gobbi numerosos mensajes por medio de locuciones interiores entre los años 1973 y 1997, con la misión de fundar el Movimiento Sacerdotal Mariano, movimiento que llevó por todo el mundo para reunir a los sacerdotes invitados por él a consagrarse al Corazón Inmaculado de María y que, unidos fuertemente al Papa y a la Iglesia a él unida, llevaran a los fieles al refugio seguro de su Corazón maternal. Estos mensajes están contenidos en el libro llamado "A los sacerdotes hijos predilectos de la Santísima Virgen María".


      Nuestra Madre santísima nos pide ella misma, como lo hace desde hace años, que abramos nuestro corazón a Aquél que da sentido a nuestra vida. 
      ¿Realmente lo hacemos?


Vacallo (Suiza), 8 de diciembre de 1997.
Fiesta de la Inmaculada Concepción.


Abrid las puertas a Cristo.
      «Contemplad hoy el resplandor celestial de vuestra Madre Inmaculada y dejaos atraer todos tras la onda de mi suave perfume.
      Soy la Inmaculada Concepción.
      Soy toda bella : tota pulchra.
      Soy el tabernáculo viviente de la Santísima Trinidad, donde el padre es perennemente glorificado, el Hijo perfectamente amado y el Espíritu Santo plenamente poseído.
      Soy la puerta que se abre para vuestra salvación. 
      Mi misión materna es la de prepararos a recibir a mi Hijo que viene.
-Abrid las puertas a Cristo.
      Jesús vino a vosotros el día de su nacimiento terreno, por medio de Mí su Madre virginal, para ser vuestro Salvador y vuestro único Redentor.
      Contempladlo con pureza de corazón y con una mirada de amor en el momento en que nace de Mí, es depositado en un pesebre, experimenta el rigor del frío y del hielo de un mundo que lo ignora y lo rechaza.
      Este pequeño niño que llora es Dios con nosotros, es el redentor del mundo, es el único Salvador.
      Sin Él es imposible para el hombre encontrar la salvación.
-Abrid las puertas a Cristo.
      Abrid las puertas de vuestra mente, para acoger con humildad y con docilidad su divina Palabra.
      En la tiniebla profunda que envuelve las mentes de una humanidad inmersa en el error, sólo su Palabra os atrae la luz de la Verdad.
      Haced resplandecer en el mundo el anuncio de su Evangelio.
Cumplid la misión que os ha sido confiada de una nueva evangelización.
      LLevad también hoy su Palabra a los pobres, a los pecadores, a los enfermos, a los presos para que puedan caminar todos en la luz de la Verdad.
-Abrid las puertas a Cristo.
      Abrid las puertas de vuestra alma, para acogerlo de una manera digna, en el momento en que se os comunica bajo las especies de la Eucaristía.
      Es Jesús en su Persona divina, con su Cuerpo glorioso y su divinidad, a quien recibís, cuando os acercáis a la Santa Comunión.
      Debéis preparar en vuestras almas una morada que sea digna de Él.
      Por esto os invito a huir del pecado, a no dejaros poser por el pecado, para vivir siempre en la gracia y en el amor de Dios.
      Si alguna vez os ocurriese la desgracia de caer en el pecado mortal, es necesaria la confesión sacramental antes de recibir la Comunión Eucarística.
      Hoy mi corazón sangra al ver como se difunden cada vez más las comuniones sacrílegas a causa de muchos que se acercan a recibir a Jesús en la Eucaristía en estado de pecado mortal, sin confesarse.
      Por lo tanto, que vuestras almas estén llenas de gracia y de santidad, de tal manera que recibáis a Jesús de modo digno cuando se da a vosotros en el sacramento de su Amor.
-Abrid las puertas a Cristo. 
      Abrid las puertas de vuestro corazón, para que podáis acogerlo con la fuerza de vuestro amor.
      Jesús os lleva a la perfección del amor.
      Él ama en vosotros, por medio de vosotros su amor se derrama a todos.
      Él quiere amar a cada persona que encontráis en vuestro camino.
      Por medio vuestro su caridad divina se dilata y así oc convertís en instrumentos del triunfo de su Amor Misericordioso.
-Abrid las puertas a Cristo.
      Abrid las puertas de vuestra vida a Cristo cuando volverá en el esplendor de su gloria.
      La vida cristiana debe estar siempre orientada a esta espera.
      Por eso os invito a vivir en la confianza y en una gran esperanza.
      Dejaos llevar entre los brazos de vuestro Padre Celestial con abandono filial.
      Entonces cada día de este tiempo doloroso será vivido por vosotros en la serenidad y en la alegría.
      Porque los sufrimientos del mundo presente no son comparables a la gloria que os espera, cuando Cristo se manifestará y vosotros lo veréis tal como es, en el fulgor de su divino esplendor».


Fuente:

  •  A los sacerdotes hijos predilectos de la Santísima Virgen María (págs. 1230 a 1233)




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