jueves, 8 de diciembre de 2011

Domingo 2° de Adviento Ciclo B 4-12-11


PRIMERA LECTURA
Is 40, 1-5. 9-11

Lectura del libro de Isaías.

¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está pagada, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: " ¡Aquí está tu Dios!. Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 84, 9-14

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Voy a proclamar lo que dice el Señor. 
El Señor promete la paz, 
la paz para su pueblo y sus amigos. 
Su salvación está muy cerca de sus fieles, 
y la Gloria habitará en nuestra tierra. 

El Amor y la Verdad se encontrarán, 
la Justicia y la Paz se abrazarán; 
la Verdad brotará de la tierra 
y la Justicia mirará desde el cielo. 

El mismo Señor nos dará sus bienes 
y nuestra tierra producirá sus frutos. 
La Justicia irá delante de él, 
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. 

SEGUNDA LECTURA
2Ped 3, 8-14

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro.

Queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el Día del Señor llegará como un ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estrepitosamente; los elementos serán desintegrados por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será consumida. Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes, esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego. Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Mc 1, 1-8
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Mira, Yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.

Palabra del Señor.

Alocusión de S. Santidad Benedicto XVI antes del Ángelus de este domingo.

¡Queridos Hermanos y hermanas!: Este domingo marca la segunda etapa del Tiempo de Adviento. Este periodo del año litúrgico pone en evidencia las dos figuras que han tenido un papel preeminente en la preparación de la venida histórica del Señor Jesús: la Virgen María y san Juan el Bautista.
Precisamente sobre este último se concentra el texto de hoy del Evangelio de Marcos. De hecho describe la personalidad y la misión del Precursor de Cristo (cfr Mc 1,2-8). Comenzando por el aspecto externo, Juan es presentado como una figura muy ascética: vestido con una piel de camello, se alimenta con langostas y miel silvestre, que encuentra en el desierto de Judea (cfr Mc 1,6). Una vez, el mismo Jesús lo contrapuso a aquellos que “están en los palacios de los reyes” y que “visten con refinamiento” (Mt 11,8). El estilo de Juan el Bautista debería llamar a todos los cristianos a escoger la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación a la fiesta de la Navidad, en la que el Señor – como diría san Pablo – “ siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9).
Por lo que concierne a la misión de Juan, esa fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo “está ligado a una ardiente invitación a un nuevo modo de pensar y de actuar, está ligado sobre todo al anuncio del juicio de Dios” (Jesús de Nazaret, I, Milán 2007, p. 34) y a la inminente aparición del Mesías, definido como aquel “que es más poderoso que yo” y que “bautizará con el Espíritu Santo”(Mc 1,7.8). El llamado de Juan va por lo tanto más allá y más profundamente con respecto a la sobriedad del estilo de vida: llama a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es importante que volvamos a entrar en nosotros mismos y que hagamos una constatación sincera sobre nuestra vida. Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquel que es “el más Grande” y se ha hecho pequeño, “el más Fuerte” y se ha hecho débil.
Los cuatro Evangelistas describen la predicación de Juan el Bautista haciendo referencia a un pasaje del profeta Isaías: “Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios!” (Is 40,3). Marcos incluye también una citación de otro profeta, Malaquías, que dice: “Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí” (Mc 1,2; cfr Mal 3,1). Estas referencias a las Escrituras del Antiguo Testamento “hablan de la intervención salvífica de Dios, que brota de su inescrutabilidad para juzgar y salvar; a Él es necesario abrir la puerta, preparar el camino” (Jesús de Nazaret, I, p. 35).
A la maternal intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro camino- encuentro hacia el Señor que viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la venida del Emanuel, el Dios-con-nosotros. 
(Raúl Cabrera-RV)

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