Dice Santa Faustina en su
diario:
"Oh Dios mío, estoy consciente de mi
misión en la santa Iglesia. Mi
empeño continuo es impetrar la misericordia para el mundo. Me uno estrechamente a Jesús y me
presento como victima que implora por el mundo. Dios no me rehusará nada cuando le
suplico con la voz de Su Hijo. Mi
sacrificio es nada por si mismo, pero cuando lo uno al sacrificio de Jesús, se
hace omnipotente y tiene la fuerza para aplacar la ira divina. Dios nos ama en Su Hijo, la dolorosa
Pasión del Hijo de Dios es un continuo aplacamiento de la ira de Dios."
(N° 402)
El modo de rezar la coronilla fue
manifestado por Jesús a Santa Faustina de la siguiente manera:
402. El día siguiente, viernes 13 XI
1935.
Por la tarde, estando yo en mi celda, vi
al ángel, ejecutor de la ira de Dios. Tenía una túnica clara, el rostro
resplandeciente; una nube debajo de sus pies, de la nube salían rayos y
relámpagos e iban a las manos y de su mano salían y alcanzaban la tierra.
Al ver esta señal de la ira divina que iba a castigar la tierra y especialmente
cierto lugar, por justos motivos que no puedo nombrar, empecé a pedir al ángel
que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia. Pero mi
suplica era nada comparada con la ira de Dios. En aquel momento vi a la
Santísima Trinidad. La grandeza de su Majestad me penetró profundamente y
no me atreví a repetir la plegaria. En aquel mismo instante sentí en mi
alma la fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme cuenta de
esta gracia, en el mismo momento fui raptada delante del trono de Dios.
Oh, que grande es el Señor y Dios nuestro e inconcebible su santidad. No
trataré de describir esta grandeza porque dentro de poco la veremos todos, tal
como es. Me puse a rogar (197) a Dios por el mundo con las palabras que
oí dentro de mi.
403.
Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no
podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados. Nunca
antes había rogado con tal potencia interior como entonces. Las palabras
con las cuales suplicaba a Dios son las siguientes: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo
y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, por nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa
Pasión, ten misericordia de nosotros.
404.
A la mañana siguiente, cuando entré en nuestra
capilla, oí esta voz interior: Cuantas
veces entres en la capilla reza en seguida esta oración que te enseñé
ayer. Cuando recé esta
plegaria, oí en el alma estas palabras: Esta
oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario
común, de modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro y el
Ave Maria y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre
nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el
Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en
las cuentas del Ave Maria, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa
Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar,
dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo
Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero [181].
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