domingo, 7 de abril de 2013

La Hora de la Misericordia: las tres de la tarde


          «La humanidad no tendrá paz mientras no se dirija con confianza a mi Misericordia.».
          «Dile a la humanidad doliente que se refugie en mi Corazón Misericordioso y Yo la colmaré de paz...»

           Con estas frases Jesús inicia sus apariciones, el 22 de febrero de 1931 a Sor María Faustina Kowalska, humilde religiosa de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, en Plock, Polonia.

          Le dijo Jesús: «Cuantas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en mi Misericordia, adorándola y glorificándola: suplica su Omnipotencia para el mundo entero y, especialmente, para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma». (1572).
«Esta es la hora de la Gran Misericordia para el mundo entero». (1320).

          Jesús desea que en esa hora sea contemplada su dolorosa Pasión, que sea adorada y alabada la Divina Misericordia, que por los méritos de su dolorosa pasión supliquemos las gracias necesarias para el mundo entero y en especial para los pecadores.

     Acto de Consagración a Jesús Misericordioso


Oh, Jesús misericordiosísimo, tu bondad es infinita y el tesoro de tus gracias incalculable. Confío sin límites en tu misericordia que está por encima de todos tus actos. Me abandono en ti enteramente y sin reparos para, de este modo, poder vivir y caminar hacia la perfección cristiana.
Deseo propagar tu misericordia mediante obras de misericordia corporales y espirituales, procurando especialmente la conversión de los pecadores, consolando y asistiendo a los que necesitan ayuda, a enfermos y aflijidos.
Protégeme, oh Jesús, como tu propiedad y tu gloria. A veces tiemblo al darme cuenta de mi debilidad, pero a la vez tengo una confianza infinita en tu misericordia. ¡Que toda la gente conozca, con tiempo, la insondable profundidad de tu misericordia, tenga confianza en ella y la glorifique por siempre! Amén.

Oraciones en la Hora de la Misericordia.


«Expiraste, Jesús, pero tu muerte hizo brotar un manantial de vida para las almas y el océano de tu Misericordia inundó todo el mundo. ¡Oh Fuente de Vida, insondable Misericordia Divina, inunda al mundo entero derramando sobre nosotros hasta tu última gota de sangre» (1319).

«Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío» (187).


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