Juan Pablo II visita a Nuestra Señora de Luján
En
1982, a raíz del conflicto armado ocurrido entre nuestro país y Gran Bretaña,
que desencadenara la guerra de Malvinas en el Atlántico Sur, Su Santidad Juan
Pablo II realiza la primera visita a nuestro país durante los días 11 y 12 de
junio de ese mismo año.
Con estas
palabras expresaba la razón por la cual hacía este viaje pastoral a nuestro
país: " Vengo a orar por todos aquellos que han perdido la vida: por las
víctimas de ambas partes; por las familias que sufren como lo hice igualmente en
Gran Bretaña. Vengo a orar por la paz, por una digna y justa solución del
conflicto armado."
Así
fue como visitó, en dicha oportunidad, la Basílica de Nuestra Señora de Luján,
oró por nuestro pueblo argentino y lo consagró a nuestra Madre de Luján.
Fue emocionante esa visita y sobre todo
necesaria, para restablecer la paz y para sostén de nuestra patria en ese
momento tan difícil que estábamos atravesando como nación.
Nos
sentimos acogidos como un padre lo hace con sus hijos cuando estos pasan por
momentos de dolor y desconsuelo ante lo inevitable: las pérdidas de tantas
vidas jóvenes a causa de la muerte provocada por la falta de entendimiento de
los pueblos cuando la conciliación, que evita el derramamiento de sangre, no es
la primera estrategia a considerar desde ambas partes.
Era
ese también el último año en que nos encontraríamos bajo el gobierno de la
Junta Militar, que bajo la excusa de la Reorganización Nacional provocara la
muerte de miles de personas en el período más triste y vergonzoso de nuestra
historia nacional, conocido como "proceso militar". Gracias a Dios en
1983 se produciría el retorno de la Democracia.
Durante la misa, en la
homilía, el Papa nos decía:
"Amadísimos hermanos y hermanas, ante la hermosa basílica de la “Pura
y Limpia Concepción” de Luján nos congregamos esta tarde para orar junto al
altar del Señor. A la Madre de Cristo y Madre de cada uno de nosotros queremos
pedir que presente a su Hijo el ansia actual de nuestros corazones doloridos y
sedientos de paz. A Ella que, desde los años de 1630,
acompaña aquí maternalmente a cuantos se la acercan para implorar su
protección, queremos suplicar hoy aliento, esperanza, fraternidad. Ante
esta bendita imagen de María, a la que mostraron su devoción mis predecesores
Urbano VIII, Clemente XI, León XIII, Pío XI y Pío XII, viene también a
postrarse, en comunión de amor filial con vosotros, el Sucesor de Pedro en la
cátedra de Roma."
"Sabed
ser también hijos e hijas de esta Madre, que Dios en su amor ha dado al propio
hijo como Madre."
"Aprended a mirar de esta
manera, particularmente en los momentos difíciles y en las circunstancias de
mayor responsabilidad; hacedlo así en este instante en que el Obispo de Roma
quiere estar entre vosotros como peregrino, rezando a los pies de la Madre de
Dios en Luján, santuario de la nación argentina."
CONSAGRACIÓN DEL PUEBLO ARGENTINO A LA VIRGEN DE LUJÁN
"¡Hijos e hijas de la tierra argentina, que os encontráis reunidos en este santuario de Luján! ¡Dad gracias al Dios de vuestros padres por la elevación de cada hombre en Cristo, Hijo de Dios! Desde este lugar en que mi predecesor Pío XII creyó llegar 'al fondo del alma del gran pueblo argentino' (12-10-1947) seguid creciendo en la fe y en el amor al hombre. Y Tú, Madre, escucha a tus hijos e
hijas de la nación argentina, que acogen como dirigidas a ellos las palabras
pronunciadas desde la cruz: ¡He ahí a tu hijo! ¡He ahí a tu Madre! En el
misterio de la redención, Cristo mismo nos confió a Ti, a todos y cada uno.
Al santuario de Luján hemos
venido hoy en el espíritu de esa entrega. Y yo - Obispo de Roma - vengo también
para pronunciar este acto de ofrecimiento a Ti de todos y cada uno. De
manera especial te confío todos aquellos que, a causa de los recientes
acontecimientos, han perdido la vida: encomiendo sus almas al eterno reposo en
el Señor. Te confío asimismo los que han perdido la salud y se hallan en los
hospitales, para que en la prueba y el dolor sus ánimos se sientan confortados. Te encomiendo todas las familias y
la nación. Que todos sean partícipes de esta elevación del hombre en Cristo
proclamada por la liturgia de hoy. Que vivan la plenitud de la fe, la esperanza
y la caridad como hijos e hijas adoptivos del Padre Eterno en el Hijo de Dios. Que por tu intercesión, oh Reina de
la paz, se encuentren las vías para la solución del actual conflicto, en la
paz, en la justicia y en el respeto de la dignidad propia de cada
nación. Nuestra Señora de Luján, escucha a tus hijos, muéstrales a Jesús, el Salvador, como camino,
verdad, vida y esperanza. Así sea."
Estas fueron las palabras que el Papa en
esa oportunidad expresara especialmente a los jóvenes argentinos, palabras que
también fueron dichas como una oración:
Queridos amigos:
Ustedes han estado constantemente en mi ánimo durante estos
días.
He apreciado de manera particular su
acogida y actitud. He visto en sus ojos la ardiente imploración de paz que
brota de su espíritu.
Únanse también a los jóvenes de Gran Bretaña, que en los pasados días
han aplaudido y sido igualmente sensibles a toda invocación de paz y concordia.
A este propósito, muy gustoso les transmito un encargo recibido. Ya que ellos
mismos me lo pidieron, sobre todo en el encuentro de Cardiff, que hiciera
llegar a ustedes un sentido deseo de paz.
No dejen que el odio marchite las energías generosas y la capacidad de
entendimiento que todos llevan dentro. hagan con sus manos unidas _ junto con
la juventud latinoamericana, que en Puebla confié de modo particular al cuidado
de la Iglesia _ una cadena de unión más fuerte que las cadenas de la guerra.
Así serán jóvenes y preparadores de un futuro mejor; así serán cristianos.
Y que desde este lugar, donde con el
himno del gran Congreso Eucarístico suplicasteis al Dios de los corazones que
enseñara su amor a las naciones, se irradie también ahora, a cada corazón
argentino y a toda la sociedad, el amor, el respeto a cada apersona, la
comprensión y la paz. Así sea.
En 1987 realizaba su segunda visita bajo otra circunstancia más feliz, la realización de la II Jornada Mundial de la Juventud, en la que muchos jóvenes venidos de todo el mundo se congregaban ante el llamado del Papa. El lema ese año era: "Hemos conocido y hemos creido en el amor que Dios nos tiene".
En la Avenida 9 de Julio - Buenos Aires (Argentina)
¡Dios te salve, María, llena de gracia, Madre del Redentor!
Ante tu imagen de la Pura y Limpia Concepción, Virgen de Luján, Patrona de Argentina, me postro en este día aquí, en Buenos Aires, con todos los hijos de esta patria querida, cuyas miradas y cuyos corazones convergen hacia Ti; con todos los jóvenes de Latinoamérica que agradecen tus desvelos maternales, prodigados sin cesar en la evangelización del continente en su pasado, presente y futuro; con todos los jóvenes del mundo, congregados espiritualmente aquí, por un compromiso de fe y de amor; para ser testigos de Cristo tu Hijo en el tercer milenio de la historia cristiana, iluminados por tu ejemplo, joven Virgen de Nazaret, que abriste las puertas de la historia al Redentor del hombre, con tu fe en la Palabra, con tu cooperación maternal.
Todos los jóvenes que participamos en esa ocasión (me incluyo, yo tenía en ese entonces 17 años) aguardamos con entusiamo la llegada del Papa y pasamos la noche en la Avenida 9 de julio (la más ancha del mundo) para participar de la misa que celebraría Juan Pablo II en horas del mediodía de ese Domingo de Ramos tan particular.
En su Mensaje para la Jornada Mundial de 1987 el Papa nuevamente se dirigía a los jóvenes argentinos y entre otras cosas les decía:
"La construcción de una civilización del amor requiere temples recios y perseverantes, dispuestos al sacrificio e ilusionados en abrir nuevos caminos de convivencia humana, superando divisiones y materialismos opuestos. Es ésta una responsabilidad de los jóvenes de hoy que serán los hombres y mujeres del mañana, en los albores ya del tercer milenio cristiano."
Recordando ahora la letra de la canción lema de esa Jornada Mundial, la que había sido cantada en 1985 en el Encuentro Nacional de Juventud en la provincia de Córdoba (al que asistí), en sus palabras puede encontrarse tal vez, la respuesta que dieran los jóvenes al pedido del Papa en 1982:
Oración de Juan Pablo IIEn su Mensaje para la Jornada Mundial de 1987 el Papa nuevamente se dirigía a los jóvenes argentinos y entre otras cosas les decía:
"La construcción de una civilización del amor requiere temples recios y perseverantes, dispuestos al sacrificio e ilusionados en abrir nuevos caminos de convivencia humana, superando divisiones y materialismos opuestos. Es ésta una responsabilidad de los jóvenes de hoy que serán los hombres y mujeres del mañana, en los albores ya del tercer milenio cristiano."
Recordando ahora la letra de la canción lema de esa Jornada Mundial, la que había sido cantada en 1985 en el Encuentro Nacional de Juventud en la provincia de Córdoba (al que asistí), en sus palabras puede encontrarse tal vez, la respuesta que dieran los jóvenes al pedido del Papa en 1982:
UN NUEVO SOL
Una tierra que no tiene fronteras
sino manos que juntas formarán
una cadena más fuerte
que la guerra y que la muerte
lo sabemos el camino es el amor.
UN NUEVO SOL SE LEVANTA
SOBRE LA NUEVA CIVILIZACIÓN QUE NACE HOY.
UNA CADENA MÁS FUERTE
QUE EL ODIO Y QUE LA MUERTE
LO SABEMOS EL CAMINO ES EL AMOR.
Una patria más justa y más
fraterna
donde todos construyamos la
unidad
donde nadie es desplazado
porque todos son llamados
lo sabemos el camino es el amor.
La justicia es la fuerza de la
paz
el amor quien hace perdonar
la verdad, la fuerza
que nos da la liberación
lo sabemos, el camino es el amor.
El que tiene comparte su riqueza
y el que sabe no impone su verdad
el que manda entiende
que el poder es un servicio
lo sabemos el camino es el amor.
El progreso se alcanza con
trabajo
y que el hombre se pueda realizar
que a la casa del pobre
llegue el pan y la alegría
lo sabemos el camino es el amor
Es mi hermano aquél que está a mi
lado
todos hijos del Dios que nos creó
porque El ha venido
a la tierra para unirnos
lo sabemos, el camino es el amor.
Allí Su Santidad elevaría esta oración a nuestra Madre de Luján:
En la Avenida 9 de Julio - Buenos Aires (Argentina)
Domingo 12 de abril de 1987
Dentro del marco de la II Jornada Mundial de la Juventud
Dentro del marco de la II Jornada Mundial de la Juventud
¡Dios te salve, María, llena de gracia, Madre del Redentor!
Ante tu imagen de la Pura y Limpia Concepción, Virgen de Luján, Patrona de Argentina, me postro en este día aquí, en Buenos Aires, con todos los hijos de esta patria querida, cuyas miradas y cuyos corazones convergen hacia Ti; con todos los jóvenes de Latinoamérica que agradecen tus desvelos maternales, prodigados sin cesar en la evangelización del continente en su pasado, presente y futuro; con todos los jóvenes del mundo, congregados espiritualmente aquí, por un compromiso de fe y de amor; para ser testigos de Cristo tu Hijo en el tercer milenio de la historia cristiana, iluminados por tu ejemplo, joven Virgen de Nazaret, que abriste las puertas de la historia al Redentor del hombre, con tu fe en la Palabra, con tu cooperación maternal.
¡Dichosa tú porque has creído!
En el día del triunfo de Jesús, que hace su entrada en Jerusalén manso y humilde, aclamado como Rey por los sencillos, te aclamamos también a Ti, que sobresales entre los humildes y pobres del Señor; son éstos los que confían contigo en sus promesas, y esperan de E1 la salvación. Te invocamos como Virgen fiel y Madre amorosa, Virgen del Calvario y de la Pascua, modelo de la fe y de la caridad de la Iglesia, unida siempre, como Tú, en la cruz y en la gloria, a su Señor.
En el día del triunfo de Jesús, que hace su entrada en Jerusalén manso y humilde, aclamado como Rey por los sencillos, te aclamamos también a Ti, que sobresales entre los humildes y pobres del Señor; son éstos los que confían contigo en sus promesas, y esperan de E1 la salvación. Te invocamos como Virgen fiel y Madre amorosa, Virgen del Calvario y de la Pascua, modelo de la fe y de la caridad de la Iglesia, unida siempre, como Tú, en la cruz y en la gloria, a su Señor.
¡Madre de Cristo y Madre de la Iglesia!
Te acogemos en nuestro corazón, como herencia preciosa que Jesús nos confió desde la cruz. Y en cuanto discípulos de tu Hijo, nos confiamos sin reservas a tu solicitud porque eres la Madre del Redentor y Madre de los redimidos.
Te encomiendo y te consagro, Virgen de Luján, la patria argentina, pacificada y reconciliada, las esperanzas y anhelos de este pueblo, la Iglesia con sus Pastores y sus fieles, las familias para que crezcan en santidad,los jóvenes para que encuentren la plenitud de su vocación, humana y cristiana, en una sociedad que cultive sin desfallecimientolos valores del espíritu. Te encomiendo a todos los que sufren, a los pobres, a los enfermos, a los marginados; a los que la violencia separó para siempre de nuestra compañía, pero permanecen presentes ante el Señor de la historia y son hijos tuyos, Virgen de Luján, Madre de la Vida. Haz que Argentina entera sea fiel al Evangelio, y abra de par en par su corazón a Cristo, el Redentor del hombre, la Esperanza de la humanidad.
¡Dios te salve, Virgen de la Esperanza!
Te acogemos en nuestro corazón, como herencia preciosa que Jesús nos confió desde la cruz. Y en cuanto discípulos de tu Hijo, nos confiamos sin reservas a tu solicitud porque eres la Madre del Redentor y Madre de los redimidos.
Te encomiendo y te consagro, Virgen de Luján, la patria argentina, pacificada y reconciliada, las esperanzas y anhelos de este pueblo, la Iglesia con sus Pastores y sus fieles, las familias para que crezcan en santidad,los jóvenes para que encuentren la plenitud de su vocación, humana y cristiana, en una sociedad que cultive sin desfallecimientolos valores del espíritu. Te encomiendo a todos los que sufren, a los pobres, a los enfermos, a los marginados; a los que la violencia separó para siempre de nuestra compañía, pero permanecen presentes ante el Señor de la historia y son hijos tuyos, Virgen de Luján, Madre de la Vida. Haz que Argentina entera sea fiel al Evangelio, y abra de par en par su corazón a Cristo, el Redentor del hombre, la Esperanza de la humanidad.
¡Dios te salve, Virgen de la Esperanza!
Te encomiendo a todos los jóvenes del mundo, esperanza de la Iglesia y de sus Pastores; evangelizadores del tercer milenio, testigos de la fe y del amor de Cristo en nuestra sociedad y entre la juventud. Haz que, con la ayuda de la gracia, sean capaces de responder, como Tú, a las promesas de Cristo, con una entrega generosa y una colaboración fiel. Haz que, como Tú, sepan interpretar los anhelos de la humanidad; para que sean presencia saladora en nuestro mundo Aquel que, por tu amor de Madre, es para siempre el Emmanuel, el Dios con nosotros, y por la victoria de su cruz y de su resurrección está ya para siempre con nosotros, hasta el final de los tiempos.
Amén.
Juan Pablo II ya no se encuentra entre nosotros pero vive en nuestros corazones. Siempre recordaremos su carisma, su amor por la Iglesia, su constante preocupación por los problemas que afrontaban los pueblos durante su pontificado que lo llevó a realizar constantemente viajes pastorales a lo largo y a lo ancho de todos los continentes, dejándonos en claro que la Iglesia es esencialmente misionera.
Su amor por los jóvenes lo llevaría a crear la Jornada Mundial de la juventud, donde convocó a millares de jóvenes, exhortándolos a asumir un compromiso mayor en sus vidas a través de su labor en la Iglesia así como en sus ámbitos de estudio, en el trabajo y en la familia. Pero sobre todo algo destacó a Juan Pablo del resto de los pontífices de su tiempo: su gran amor por nuestra Madre, la Virgen María, tanto que su lema era Totus Tuus: Todo Tuyo, lo que lo llevó a repetir incansablemente la necesidad de consagrarnos a ella, a ofrecerle nuestro corazón y nuestra vida y a tenerle una total confianza. También nos enseñó que necesitamos expresarle nuestra devoción a María mediante el rezo del Rosario, su oración predilecta y el arma que ella nos dio para alcanzar la paz del mundo y derrotar al maligno.
Su beatificación es uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la Iglesia puesto que da testimonio de la santidad de vida de Juan Pablo II
Nos queda aún mucho por hacer. Sabemos que la acción, si primero no está fortalecida por la oración, sólo cae en el activismo. Es muy necesario rogar a María, nuestra Madre para que podamos alcanzar la verdadera conversión de corazón, la unidad pedida por Cristo y sobre todo la paz. Todo eso se logrará si lo pedimos por medio del Rosario.
Pidamos a Juan Pablo II que interceda ante nuestra Madre, para que los jóvenes tengan en sus corazones la inquietud por seguir construyendo la Civilización del Amor, a pesar de todo lo que ocurre a diario en nuestro país y en el mundo. Que todos podamos perseverar en la fe a pesar de todo.
Sabemos que el fruto de nuestros esfuerzos se verán coronados un día, porque este mundo es pasajero y la plenitud de nuestra vida sólo la alcanzaremos en Cristo, sí permanecemos en Él, como leímos en el Evangelio del domingo pasado que Él dijo a los apóstoles:
"Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanecen en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer."
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