lunes, 28 de mayo de 2012

Los cinco minutos de Juan Pablo II



      Después de la resurrección y ascensión de Jesús, los Apóstoles vivieron una profunda experiencia que los transformó: Pentecostés. La venida del Espíritu Santo los convirtió en testigos, infundiéndoles una serena audacia que los impulsó a transmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los animaba. El Espíritu les dio la capacidad de testimoniar a Jesús con toda libertad.


Espíritu de verdad,
que conoces las profundidades de Dios,
memoria y profecía de la Iglesia,
dirige la humanidad para que reconozca
en Jesús de Nazareth el Señor de la gloria,
el Salvador del mundo,
la culminación de la Historia.
¡Ven, Espíritu de amor y de paz!
Amén.


Espíritu de consuelo,
fuente inagotable de gozo y de paz,
suscita solidaridad para con los necesitados,
da a los enfermos el aliento necesario,
infunde confianza y esperanza
en los que sufren,
acrecienta en todos el compromiso
por un mundo mejor.
Amén.


Espíritu de vida,
por el cual el Verbo se hizo carne
en el seno de la Virgen,
mujer del silencio y de la escucha,
haznos dóciles a las muestras de tu amor
y siempre dispuestos a acoger
los signos de los tiempos
que Tú pones en el curso de la historia.


A Tí, Espíritu de amor,
junto con el Padre omnipotente
y el Hijo unigénito, alabanza, honor
y gloria por los siglos de los siglos.
Amén.



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