martes, 6 de agosto de 2013

Domingo 15° del Tiempo Ordinario Ciclo C 14-07-13

De la ciudad de Dios a la de los hombres 

            Un hombre bajaba de la ciudad de Dios –Jerusalén, que estaba en lo alto– a la ciudad de los hombres –Jericó, una de las ciudades más bajas del planeta– 253 metros bajo el nivel del mar. Pero no sólo por eso, Jerusalén era el centro del judaísmo puro reconstituido después del exilio; y Jericó el de la mezcla del judaísmo con otros pueblos después de las invasiones y exilio a Asiria. Unos pretendían hijos de Abraham; y los otros también, pero querían adorar a Dios sobre el monte Garizim. El desprecio era mutuo y arraigado en siglos de historia de recíproco rencor. Se supone que quien bajaba era judío... La razón principal para ir a Jerusalén era religiosa. Y atravesaba la región enemiga de los samaritanos. La parábola no nos da detalles, pero muestra diferentes actitudes frente a un peregrino asaltado y abandonado, herido en el camino: Para los asaltantes, el viajero era alguien a quien se podía robar sin correr muchos riesgos. Para el fariseo, experto en la ley, el hombre herido era un tema para discutir y ver a quién correspondía hacer algo. Para el sacerdote y el levita, ese hombre era un problema que había que evitar para no meterse en conflictos religiosos y legales. Para el hotelero, el herido era un cliente a quien cobrar por la consumición y alguien tenía que pagar por los servicios prestados. Para el samaritano, el herido era un ser humano al que había que cuidar y amar. Cada uno de estos personajes se decía pertenecer a la ciudad de Dios o a la de los hombres. El Señor no hace esas distinciones. Nos mide por nuestro amor. En eso radica la diferencia y no en las creencias y pertenencias a una religión u otra.

P. Aderico Dolzani, ssp.

PRIMERA LECTURA
Deut 30, 9-14

             Moisés habló al pueblo, diciendo: El Señor, tu Dios, te dará abundante prosperidad en todas tus empresas, en el fruto de tus entrañas, en las crías de tu ganado y en los productos de tu suelo. Porque el Señor volverá a complacerse en tu prosperidad, como antes se había complacido en la prosperidad de tus padres. Todo esto te sucederá porque habrás escuchado la voz del Señor, tu Dios, y observado sus mandamientos y sus leyes, que están escritas en este libro de la Ley, después de haberte convertido al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, para que digas: "¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?". Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: "¿Quién cruzará por nosotros a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica?". No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques.

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 68, 14. 17. 30-31. 36-37

Busquen al Señor, y vivirán.

Mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: 
respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, 
sálvame, por tu fidelidad. 

Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor, 
por tu gran compasión vuélvete a mí; 
yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: 
así alabaré con cantos el nombre de Dios, 
y proclamaré su grandeza dando gracias. 

Porque el Señor salvará a Sión 
y volverá a edificar las ciudades de Judá: 
el linaje de sus servidores la tendrá como herencia, 
y los que aman su Nombre morarán en ella. 

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón.
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; 
el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. 

Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; 
los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. 

La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; 
los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. 

Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; 
más dulces que la miel, más que el jugo del panal.

SEGUNDA LECTURA
Col 1, 15-20

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas.

         Cristo Jesús es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo, porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lc 10, 25-37

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

            Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?". Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, ?le dijo Jesús?; obra así y alcanzarás la vida". Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver". ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".

Palabra del Señor.

Ángelus del Papa Francisco en Castelgandolfo (14-7-2013): El Buen Samaritano

              Hoy, nuestra cita dominical del Ángelus lo vivimos aquí en Castel Gandolfo. Saludo a los habitantes de esta bella ciudad! Quiero agradecerles sobre todo por sus oraciones y lo mismo lo hago con todos ustedes peregrinos que vinieron aquí numerosos.
           El Evangelio de hoy –estamos en el capítulo 10 de Lucas- es la famosa parábola del buen samaritano. ¿Quién era este hombre? Era uno cualquiera, que descendía de Jerusalén hacia Jericó por el camino que cruzaba el desierto de Judea. Hacía poco, por ese camino, un hombre había sido asaltado por los delincuentes, robado, pegado y abandonado casi muerto. Antes del samaritano pasan un sacerdote y un levita, es decir, dos personas responsables del culto en el Templo del Señor. Ven aquel pobrecito, pero pasan más allá sin detenerse. En cambio, el samaritano, cuando vio aquel hombre, «tuvo compasión» (Lc 10,33). Se acercó, le vendó las heridas, cubriéndolas con aceite y vino; luego lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y pagó por él. Es definitiva, se hizo cargo de él: es el ejemplo del amor por el prójimo.     Pero ¿Porqué Jesús elije un samaritano como protagonista de esta parábola? Porque los samaritanos eran despreciados por los Judíos, a causa de diversas tradiciones religiosas; y sin embargo Jesús hace ver que el corazón de aquel samaritano es bueno y generoso y que – a diferencia del sacerdote y del levita- él pone en práctica la voluntad de Dios , que quiere misericordia y no sacrificios (cfr Mc 12,33).

           Un hombre que ha vivido plenamente este evangelio del buen samaritano es el Santo que hoy recordamos: san Camilo de Lelis, fundador de los Hermanos de los Ministros de los Enfermos, patrón de los enfermos y de los agente sanitarios. San Camilio muere el 14 de julio de 1614: justamente hoy se abre su cuarto centenario, que terminará dentro de un año. Saludo con gran afecto a todos los hijos e hijas espirituales de san Camilo, que viven con su carisma de caridad en contacto cotidiano con los enfermos. Sean como él buenos samaritanos!. Y también a los médicos, a los enfermeros y a aquellos que trabajan en los hospitales y en las casas de cura, les deseo de estar movidos por el mismo espíritu. Confiamos esta intención a la intercesión de María Santísima.
           Y quisiera confiar otra intención a la Virgen. A esta altura, ya está cerca la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro. Yo partiré dentro de ocho días, pero muchos jóvenes partirán para Brasil incluso antes. Oremos entonces por esta gran peregrinación que comienza, para que Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil, guíe los pasos de los participantes, y abra sus corazones para acoger la misión que Cristo les dará (Traducción del italiano CA-jesuita Guillermo Ortiz)

Fuente:
Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital

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