lunes, 5 de agosto de 2013

Domingo 10° del  Tiempo Ordinario Ciclo C 9-06-13
Qué difícil es creer en un solo Dios
           Jesús ordenó a un muerto: “¡Levántate!”. El difunto se incorporó y comenzó a hablar. Nadie había pedido ese milagro al Maestro, sino que fue fruto de su mirada cariñosa a la madre, que, viuda, quedaba en una penosa situación, en este mundo. Con tanta gente en busca de sanaciones, imaginemos a un religioso de hoy de cualquier rito, que simule milagros de este calibre… Arrasaría a nivel mundial.Bien nos cabe una definición de Jesús sobre la sociedad de su tiempo: “generación incrédula”. No obstante, nos vemos tan necesitados de magia y profecías apocalípticas... “No creo que lleguen los tres días de tinieblas, pero, por las dudas, me compro las velas bendecidas… y pido en la parroquia un litro de agua bendita”. “No creo que el santo o la santa me castigue si no paro en su santuario… pero, por las dudas, paro y dejo mi ofrenda…”. “No creo que otros tengan poder para hacerme el mal,pero, por las dudas, que no falten agua debajo de la cama, velas, oraciones y aceites para alejar todo daño…”. “No creo en las cadenas de milagros y amenazas, pero, por las dudas, las difundo…”. Tal vez, a veces pensamos todo eso… Qué difícil es creer en un solo Dios. Creemos, pero, “por las dudas”, le ponemos también una ficha a las otras creencias. El Evangelio nos muestra, en muchas ocasiones, que la fe es la que obra milagros y que los milagros no hacen la fe. A Jesús lo veían realizar milagros, pero no creían, y lo liquidaron porque molestaba. También hoy lo que molesta no son los milagros, las apariciones, las visiones… sino la fe centrada en el Señor Jesús resucitado y presente en este mundo en nuestros hermanos, a quienes tenemos que tratar como a él mismo. Sobre esto seremos juzgados, y no en si hemos creído o no en otras cosas.
P. Aderico Dolzani, ssp.
PRIMERA LECTURA
1Rey 17, 17-24

Lectura del primer libro de los Reyes.

          En aquellos días, cayó enfermo el hijo de la viuda que había socorrido al profeta Elías, y su enfermedad se agravó tanto que no quedó en él aliento de vida. Entonces la mujer dijo a Elías: "¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de Dios? ¡Has venido a mi casa para recordar mi culpa y hacer morir a mi hijo!". "Dame a tu hijo", respondió Elías. Luego lo tomó del regazo de su madre, lo subió a la habitación alta donde se alojaba y lo acostó sobre su lecho. E invocó al Señor, diciendo: "Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me ha dado albergue la vas a afligir, haciendo morir a su hijo?". Después se tendió tres veces sobre el niño, invocó al Señor y dijo: "¡Señor, Dios mío, que vuelva la vida a este niño!". El Señor escuchó el clamor de Elías: el aliento vital volvió al niño, y éste revivió. Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación alta de la casa y se lo entregó a su madre. Luego dijo: "Mira, tu hijo vive". La mujer dijo entonces a Elías: "Ahora sí reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor está verdaderamente en tu boca".

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste 
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. 
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, 
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. 

Canten al Señor, sus fieles; 
den gracias a su santo Nombre, 
porque su enojo dura un instante, 
y su bondad, toda la vida: 
si por la noche se derraman lágrimas, 
por la mañana renace la alegría. 

"Escucha, Señor, ten piedad de mí; 
ven a ayudarme, Señor". 
Tú convertiste mi lamento en júbilo: 
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! 

SEGUNDA LECTURA
Gál 1, 11-19

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia.

           Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo: cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba, y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas. Pero cuando Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por medio de su gracia, se complació en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de inmediato, sin consultar a ningún hombre y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me fui a Arabia y después regresé a Damasco. Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y estuve con él quince días. No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del Señor.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lc 7, 11-17

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

          Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate". El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo". El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

Palabra del Señor.


PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 9 de junio de 2013

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

          El mes de junio está tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, máxima expresión humana del amor divino. Precisamente el viernes pasado, en efecto, hemos celebrado la solemnidad del Corazón de Cristo, y esta fiesta da el tono a todo el mes. La piedad popular valora mucho los símbolos, y el Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que brotó la salvación para toda la humanidad.
          En los Evangelios encontramos diversas referencias al Corazón de Jesús, por ejemplo en el pasaje donde Cristo mismo dice: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 28-29). Es fundamental, luego, el relato de la muerte de Cristo según san Juan. Este evangelista, en efecto, testimonia lo que vio en el Calvario, es decir, que un soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le atravesó el costado con la lanza y de la herida brotaron sangre y agua (cf. Jn 19, 33-34). Juan reconoce en ese signo, aparentemente casual, el cumplimiento de las profecías: del corazón de Jesús, Cordero inmolado en la cruz, brota el perdón y la vida para todos los hombres.
          Pero la misericordia de Jesús no es sólo un sentimiento, ¡es una fuerza que da vida, que resucita al hombre! Nos lo dice también el Evangelio de hoy, en el episodio de la viuda de Naín (Lc 7, 11-17). Jesús, con sus discípulos, está llegando precisamente a Naín, un poblado de Galilea, justo en el momento que tiene lugar un funeral: llevan a sepultar a un joven, hijo único de una mujer viuda. La mirada de Jesús se fija inmediatamente en la madre que llora. Dice el evangelista Lucas: «Al verla el Señor, se compadeció de ella» (v. 13). Esta «compasión» es el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, es decir, la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia. El término bíblico «compasión» remite a las entrañas maternas: la madre, en efecto, experimenta una reacción que le es propia ante el dolor de los hijos. Así nos ama Dios, dice la Escritura.
          Y ¿cuál es el fruto de este amor, de esta misericordia? ¡Es la vida! Jesús dijo a la viuda de Naín: «No llores», y luego llamó al muchacho muerto y le despertó como de un sueño (cf. vv. 13-15). Pensemos esto, es hermoso: la misericordia de Dios da vida al hombre, le resucita de la muerte. El Señor nos mira siempre con misericordia; no lo olvidemos, nos mira siempre con misericordia, nos espera con misericordia. No tengamos miedo de acercarnos a Él. Tiene un corazón misericordioso. Si le mostramos nuestras heridas interiores, nuestros pecados, Él siempre nos perdona. ¡Es todo misericordia! Vayamos a Jesús.
           Dirijámonos a la Virgen María: su corazón inmaculado, corazón de madre, compartió al máximo la «compasión» de Dios, especialmente en la hora de la pasión y de la muerte de Jesús. Que María nos ayude a ser mansos, humildes y misericordiosos con nuestros hermanos.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

          Hoy en Cracovia se proclaman beatas a dos religiosas polacas: Sofía Czeska Maciejowska, que en la primera mitad del siglo XVII fundó la congregación de las Vírgenes de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María; y Margarita Lucía Szewczyk, que en el siglo XIX fundó la congregación de las Hijas de la Bienaventurada Virgen María Dolorosa. Demos gracias al Señor con la Iglesia que está en Cracovia.
No olvidemos hoy el amor de Dios, el amor de Jesús: Él nos mira, nos ama y nos espera. Es todo corazón y todo misericordia. Vayamos con confianza a Jesús, Él nos perdona siempre.
         ¡Feliz domingo y buen almuerzo!

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