domingo, 25 de agosto de 2013

Domingo 16° del Tiempo Ordinario Ciclo C 21-07-13

Es divino ser diferentes 
             Jesús va a un pueblo para visitar a dos hermanas, al parecer amigas de familia, que lo reciben y lo tratan como a un huésped importante y apreciado. Las dos se dedican totalmente a él. Cada una a su manera. El Señor, contrariamente a su costumbre, llega solo y el evangelio nos relata el encuentro íntimo de los tres, sin milagros ni enseñanzas de por medio, con diálogos que manifiestan confianza y libertadfamiliar para expresarse hasta el reproche. Marta, quien hace las veces de dueña de casa, está muy atareada en agasajar al huésped. María está embelesada escuchándolo. El reproche entre las hermanas nos muestra el grado de cercanía que tienen con Jesús. No se habla de esa manera frente a un extraño. Jesús acepta la hospitalidad activa de Marta y la actitud de escucha de María. No le reprocha a Marta por las tareas que está haciendo, sino por su pretensión de que María también sea como ella. tampoco dice que lo que hace es malo o no es necesario. al contrario, podemos imaginar que la escena termina con la comida familiar y los sabrosos comentarios de los tres. El Señor las quiere a las dos, pero no iguales, sino diferentes, a cada una tal como es. Sucede en nuestros días que hay grupos que pretenden que todos los católicos o cristianos seamos iguales... otros que afirman tener la mejor espiritualidad y quieren imponerla, comunidades que aspiran a aplicar su modo de ver y pensar la vida cristiana... Que las celebraciones sean todas de un cierto modo... Que no se lean libros de ciertos autores y espiritualidades... Hay demasiados celos que no vienen de Dios. Con este evangelio aprendemos que el Señor no hace distinción de grupos, culturas, sexo, maneras de ver e inter- pretar las situaciones... Pero sí queda claro que lo que debe distinguir a los que quieren seguirlo es la escucha y práctica de su Palabra sin comparaciones con los hermanos.
P. Aderico Dolzani, ssp.
PRIMERA LECTURA
Gn 18, 1-10ª

Lectura del libro del Génesis.

            El Señor se apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, mientras él estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora de más calor. Alzando los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados cerca de él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la carpa y se inclinó hasta el suelo, diciendo: "Señor mío, si quieres hacerme un favor, te ruego que no pases de largo delante de tu servidor. Yo haré que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y descansen a la sombra del árbol. Mientras tanto, iré a buscar un trozo de pan, para que ustedes reparen sus fuerzas antes de seguir adelante. ¡Por algo han pasado junto a su servidor!".              Ellos respondieron: "Está bien. Puedes hacer lo que dijiste". Abraham fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara y le dijo: "¡Pronto! Toma tres medidas de la mejor harina, amásalas y prepara unas tortas". Después fue corriendo hasta el corral, eligió un ternero tierno y bien cebado, y lo entregó a su sirviente, que de inmediato se puso a prepararlo. Luego tomó cuajada, leche y el ternero ya preparado, y se los sirvió. Mientras comían, él se quedó de pie al lado de ellos, debajo del árbol. Ellos le preguntaron: "¿Dónde está Sara, tu mujer?". "Ahí en la carpa", les respondió. Entonces uno de ellos le dijo: "Volveré a verte sin falta en el año entrante, y para ese entonces Sara habrá tenido un hijo".

Palabra de Dios.

SALMO
Sal 14, 2-5

Señor, ¿quién entrará en tu Casa?

El que procede rectamente 
y practica la justicia; 
el que dice la verdad de corazón 
y no calumnia con su lengua. 

El que no hace mal a su prójimo 
ni agravia a su vecino, 
el que no estima a quien Dios reprueba 
y honra a los que temen al Señor. 

El que no se retracta de lo que juró 
aunque salga perjudicado. 
El que no presta su dinero a usura 
ni acepta soborno contra el inocente. 
El que procede así, nunca vacilará. 

SEGUNDA LECTURA
Col 1, 24-28

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas.

           Hermanos: Me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia. En efecto, yo fui constituido ministro de la Iglesia, porque, de acuerdo con el plan divino, he sido encargado de llevar a su plenitud entre ustedes la Palabra de Dios, el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus santos. A ellos les ha revelado cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio, que es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lc 10, 38-42

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

           Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude". Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".

Palabra del Señor.


PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 21 de julio de 2013

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

             También este domingo continúa la lectura del décimo capítulo del evangelista Lucas. El pasaje de hoy es el de Marta y María. ¿Quiénes son estas dos mujeres? Marta y María, hermanas de Lázaro, son parientes y fieles discípulas del Señor, que vivían en Betania. San Lucas las describe de este modo: María, a los pies de Jesús, «escuchaba su palabra», mientras que Marta estaba ocupada en muchos servicios (cf. Lc 10, 39-40). Ambas ofrecen acogida al Señor que está de paso, pero lo hacen de modo diverso. María se pone a los pies de Jesús, en escucha, Marta en cambio se deja absorber por las cosas que hay que preparar, y está tan ocupada que se dirige a Jesús diciendo:        «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano» (v. 40). Y Jesús le responde reprendiéndola con dulzura: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria» (v. 41).
             ¿Qué quiere decir Jesús? ¿Cuál es esa cosa sola que necesitamos? Ante todo es importante comprender que no se trata de la contraposición entre dos actitudes: la escucha de la Palabra del Señor, la contemplación, y el servicio concreto al prójimo. No son dos actitudes contrapuestas, sino, al contrario, son dos aspectos, ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que nunca se han de separar, sino vivir en profunda unidad y armonía. Pero entonces, ¿por qué Marta recibe la reprensión, si bien hecha con dulzura? Porque consideró esencial sólo lo que estaba haciendo, es decir, estaba demasiado absorbida y preocupada por las cosas que había que «hacer». En un cristiano, las obras de servicio y de caridad nunca están separadas de la fuente principal de cada acción nuestra: es decir, la escucha de la Palabra del Señor, el estar —como María— a los pies de Jesús, con la actitud del discípulo. Y por esto es que se reprende a Marta.
            Que también en nuestra vida cristiana oración y acción estén siempre profundamente unidas. Una oración que no conduce a la acción concreta hacia el hermano pobre, enfermo, necesitado de ayuda, el hermano en dificultad, es una oración estéril e incompleta. Pero, del mismo modo, cuando en el servicio eclesial se está atento sólo al hacer, se da más peso a las cosas, a las funciones, a las estructuras, y se olvida la centralidad de Cristo, no se reserva tiempo para el diálogo con Él en la oración, se corre el riesgo de servirse a sí mismo y no a Dios presente en el hermano necesitado. San Benito resumía el estilo de vida que indicaba a sus monjes en dos palabras: «ora et labora», reza y trabaja. Es de la contemplación, de una fuerte relación de amistad con el Señor donde nace en nosotros la capacidad de vivir y llevar el amor de Dios, su misericordia, su ternura hacia los demás. Y también nuestro trabajo con el hermano necesitado, nuestro trabajo de caridad en las obras de misericordia, nos lleva al Señor, porque nosotros vemos precisamente al Señor en el hermano y en la hermana necesitados.
Pidamos a la Virgen María, Madre de la escucha y del servicio, que nos enseñe a meditar en nuestro corazón la Palabra de su Hijo, a rezar con fidelidad, para estar, cada vez más atentos, concretamente, a las necesidades de los hermanos.

Después del Ángelus

             Veo escrito, allí en fondo: «¡Buen viaje!». ¡Gracias! ¡Gracias! Os pido que me acompañéis espiritualmente con la oración en el viaje que realizaré a partir de mañana. Como sabéis, iré a Río de Janeiro, Brasil, con ocasión de la 28ª Jornada mundial de la juventud. Habrá muchos jóvenes allí, de todas las partes del mundo. Y pienso que se puede llamar Semana de la juventud: esto, precisamente la ¡Semana de la juventud! Los protagonistas en esta semana serán los jóvenes. Todos aquellos que vengan a Río quieren escuchar la voz de Jesús, escuchar a Jesús: «Señor, ¿qué debo hacer con mi vida? ¿Cuál es el camino para mí?». También vosotros —no sé si hay jóvenes, hoy, aquí, en la plaza. ¿Hay jóvenes? Aquí están: también vosotros, jóvenes que estáis en la plaza, hacedle la misma pregunta al Señor: «Señor Jesús, ¿qué debo hacer con mi vida? ¿Cuál es el camino para mí?». Confiemos a la intercesión de bienaventurada Virgen María, tan querida y venerada en Brasil, estas preguntas: la que harán los jóvenes en aquél país, y esta que haréis vosotros, hoy. Que la Virgen nos ayude en esta nueva etapa de la peregrinación.
A todos vosotros os deseo un feliz domingo. ¡Buen almuerzo! ¡Hasta pronto!

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