Comentario:
“Queridos hijos, con amor materno les ruego: entréguenme sus corazones para poder ofrecerlos a mi Hijo y liberarlos, liberarlos de todo aquel mal que, cada vez más, los aprisiona y los aleja del único bien, de mi Hijo, liberarlos de todo lo que los lleva por el camino equivocado y les quita la paz.”
Solemos olvidar que la clave de los mensajes de Medjugorje es el corazón. Cuando pide ayuno, lo pide del corazón; cuando llama a la oración es la del corazón. Es el corazón el que debe cambiar y convertirse a Dios “porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas esas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre" (Mc 7:21-23).
Estos corazones nuestros deben ser purificados, liberados del mal que aprisiona e impide ser feliz. La libertad usada contra Dios es siempre esclavitud de la voluntad, prisión del alma, sometimiento al demonio, príncipe de este mundo.
El mundo, dominado por el demonio, desde hace por lo menos tres generaciones -un poco a la vez al principio y luego más rápido hasta alcanzar el acelerado ritmo actual- ha descendido de una decadencia en las costumbres a la perversión generalizada y convalidada ahora por leyes. Se ha pasado dramáticamente de la infiltración de corrientes neo-modernistas en el ámbito religioso a la actual pérdida de la fe en el mismo seno de la Iglesia. El mundo anda agitado, de crisis en crisis, sin rumbo alguno. Las mayores víctimas son los jóvenes presas de modas y comportamientos destructivos. El mundo no conoce la paz porque desconoce y rechaza al Salvador y su cruz. Por eso, la Santísima Virgen pide, a todos los que movidos por la gracia escuchen su llamado, a que le entreguen el corazón enfermo, herido, contaminado para que Jesucristo los libere de todo mal.
“Yo deseo conducirlos a la libertad prometida por mi Hijo, porque quiero que aquí se cumpla plenamente la voluntad de Dios”.
La Madre de Dios conduce a sus hijos a su Hijo que es la Verdad, la Verdad que nos hace libres, que nos descubre la mentira en la que estamos sumergidos. Su Hijo que es el Camino, el único camino de salida del mal y de ingreso a la salvación. Su Hijo que es la Vida, la vida plena, la vida bella y verdadera que no tiene fin. María Santísima quiere que en el “aquí” de Medjugorje y desde ese lugar elegido, se cumpla totalmente la voluntad de Dios, que es la voluntad de salvación de la humanidad perdida. La voluntad de Dios que no cambia con el mundo ni con el tiempo, la voluntad de la Ley de amor que Jesús vino a enseñar y llevar a su perfecto cumplimiento. Una ley que no admite descuentos ni adaptaciones a ninguna época, porque es Ley eterna.
“Para que por medio de la reconciliación con el Padre Celestial, a través del ayuno y la oración, nazcan apóstoles del amor de Dios…”
Nuevamente, en el camino de conversión aparecen en primer lugar la reconciliación con Dios –como lo hizo presente en el primer mensaje que dio al mundo- junto al ayuno y la oración. Oración y ayuno como medios indispensables, insoslayables de conversión. Oración y ayuno para volver a Dios. Oración y ayuno para que Dios haga, de esos nuevos hijos, enviados al mundo para dar testimonio de su amor.
La misión de los nuevos apóstoles, de esta Nueva Evangelización que quiere el Padre, está resumida en el siguiente párrafo del mensaje.
“…apóstoles que, libremente y con amor, difundirán el amor de Dios a mis hijos, apóstoles que difundirán el amor de la confianza en el Padre Celestial, y abrirán las puertas del Paraíso.”
Podríamos resumir la misión de los nuevos apóstoles como la misión de la Santísima Virgen para estos tiempos. Ella viene para llevarnos al nuevo Cielo y la nueva tierra prometidos. La voluntad del Padre es que ese plan no sea llevado a cabo sólo por la Santísima Virgen sino por Ella en unión con sus hijos que hayan cabal y plenamente respondido al llamado, y por tanto llenos de Dios, de su amor y de la fe en Él, en su misericordia, la transmitan a todos los demás, los contagien de amor, de fervor y de confianza.
Probablemente éste haya sido uno de los mensajes más reveladores de la misión de la Santísima Virgen en Medjugorje.
En todo el mensaje hay un punto: la exhortación a la oración y el ayuno que, pese a conocido y tantas veces reiterado –y comentado desde ángulos diversos- es necesario volver a comentarlo por un motivo circunstancial, pero de suma importancia. Se trata nada menos que de la homilía del Papa Francisco en la Casa Santa Marta, el 3 de julio pasado. Dijo entonces el Papa: “En la historia de la Iglesia hubo algunas equivocaciones en el camino hacia Dios. Algunos creyeron que al Dios vivo, al Dios de los cristianos nosotros lo podemos encontrar por el camino de la meditación, e ir más arriba en la meditación. Eso es peligroso. ¡Cuántos se pierden en ese camino y no llegan! Llegan sí, quizá, al conocimiento de Dios, pero no de Jesucristo, Hijo de Dios, segunda Persona de la Trinidad. A esto no llegan. Es el camino de los gnósticos... Otros pensaron que para llegar a Dios debemos mortificarnos, ser austeros, y eligieron el camino de la penitencia, el ayuno. Y ni siquiera estos llegaron al Dios vivo, a Jesucristo Dios vivo. Son los pelagianos, que creen que con su esfuerzo pueden llegar”. Y luego explicaba que el camino para encontrarlo es el de encontrar las llagas en el hermano llagado, que no tiene qué comer, que está desnudo, humillado, que está en la cárcel, en el hospital.
Hubo quienes leyendo la homilía pensaron que entraba en abierta oposición con el pedido de la Virgen, porque interpretaron que niega la ascética, la mortificación, el ayuno, la penitencia, y la Santísima Virgen en Medjugorje siempre pide, como lo hace ahora, el ayuno. El ayuno acompañado y sostenido por la oración.
La Santísima Madre no quiere de nosotros meras prácticas exteriores vacías de fe y de amor sino el corazón. Pide poner el corazón en el ayuno para que sea un verdadero sacrificio ofrecido a Dios, así como también pide que la oración, para que sea verdadera y eficaz, parta del corazón.
Si bien se mira se verá que no hay contradicción ni contraste alguno entre lo dicho por el Papa y lo pedido por la Virgen, porque el Santo Padre se refiere al mero voluntarismo y a prácticas exteriores. Por otra parte, es impensable que el Papa vaya contra una práctica de la Iglesia, de siempre, uno de los tres pilares de la piedad cristiana. Impensable incluso sabiendo de su vida personal de oración y austeridad.
El peliagianismo (del siglo IV y V) y el semipeligianismo posterior (siglos V y VI), toman el nombre del monje Pelagio y son herejías que desconocen la gracia -que sólo viene de Cristo- como necesaria para la salvación. Estas herejías, condenadas por la Iglesia reiteradas veces, sostienen que la justificación no necesita de ayuda alguna sobrenatural, que el hombre puede llegar a ser totalmente impecable por sus propios esfuerzos y méritos. Por medio de prácticas ascéticas, y del ejercicio de virtudes morales se podría, según los pelagianos, alcanzar la vida eterna. Por tanto, la salvación está ya en el mismo hombre. En cuyo caso Jesucristo no es el Salvador sino un modelo a seguir.
La Iglesia –en cambio- enseña que la gracia, gratuitamente dada por Dios, es necesaria siempre y no hay nada que la preceda, y que la salvación no se alcanza por propios esfuerzos sino por Jesucristo.
Por eso, cuando el Papa Francisco critica a los que creen que se salvarán por ayunos y los llama pelagianos a esto se refiere, a esa actitud que el bien se lo alcanza sólo por el propio mérito, al voluntarismo en la vida espiritual que termina por negar esa vida. Es esa actitud interior de quien se dirige a Dios en aparente oración cuando en el fondo le está diciendo que no lo necesita. Es lo de los fariseos. Cumplo con todo lo que se me dice que debo cumplir y alcanzo la perfección y la justificación (1).
“Queridos hijos, ofrezcan a sus pastores la alegría del amor y del apoyo, que mi Hijo ha pedido a ellos dárselos a ustedes”.
El Señor ha pedido a sus pastores, a sacerdotes, obispos, ser el sostén del rebaño cuidándolo con amor, como lo hizo Cristo, hasta llegar a dar la vida por él si fuera necesario. La Santísima Virgen está ahora diciendo “no juzguen a sus sacerdotes, a sus obispos, aunque ellos no les dieren o demostraren amor y sostén cuando lo necesitan, aunque estén tristes o no tenga la felicidad de saberse por ellos protegidos, ustedes sí dénles amor y sean motivo de alegría por el apoyo que le ofrecen”. No entra en detalles ni en acerbas críticas sino que como Madre de Cristo sabe que es el amor, el amor auténtico, el del Señor, el suyo propio, el que triunfa. Como Madre de los sacerdotes sabe también cuán solos e incomprendidos y criticados suelen ellos estar y cuántos de ellos han caído en depresión.
San Juan de la Cruz decía: “donde no hay amor pon amor y sacarás amor”.
A todos, pastores y rebaño, nos llama a darle el corazón. Que así sea.
P. Justo Antonio Lofeudo
Mensajeros de la Reina de la Paz
---------------------------------------(1) Por otra parte, muchas son y han sido las corrientes gnósticas pero todas tienen en común el acceder a esferas superiores de orden espiritual, ocultas al común de los mortales, por medio del conocimiento. Ese conocimiento o gnosis es el que trae la salvación y no la fe en Jesucristo, y el perdón de los pecados gracias a su sacrificio redentor. Dicen los gnósticos que hay un conocimiento exotérico, dado a todos, y uno esotérico sólo para iniciados que persiguen la iluminación. La Nueva Era o New Age tiene mucho de gnosticismo. Para los gnósticos hay dos principios de fuerzas opuestas e iguales, el del mundo espiritual creado por Dios, o el Ser Supremo inaccesible a los que no son iniciados y el de la materia que se corrompe. Por tanto, para ellos, la fuerza del mal fue la que creó el universo material. El maniqueismo, los cátaros participaban de esas ideas. El llamado gnosticismo cristiano hace de Jesucristo un ser espiritual que no es ni Dios ni hombre, una emanación del Ser Supremo, que por otra parte no era el Dios Creador de la materia, y su pasión es aparente no real. Vino para darnos conocimientos y escapar de la prisión del cuerpo. Por tanto, para ellos no hubo muerte redentora sino fuente de conocimiento para alcanzar la salvación. El gnosticismo fue la primera herejía que surgió y también la primera en ser condenada. Basta leer a san Juan con la condena a los nicolaítas o los docetistas denunciados por san Juan en sus cartas. Aunque no los llame por nombre a ellos se refiere, a los que niegan la encarnación del Verbo de Dios.
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