PRUDENCIA EN
LAS ACCIONES
1. No hay que prestar fe a todo lo que oímos o a toda
sugerencia. Al contrario: cada cosa debe ser examinada ante Dios con prudencia
y magnanimidad de alma.
Muy a menudo pensamos y hablamos mal del prójimo, en
vez de pensar y hablar bien. Así es nuestra miseria. Pero los varones perfectos
no creen a la ligera todo lo que se les dice porque conocen la debilidad
humana, propensa a la maledicencia y aficionada a la murmuración.
2. Gran sabiduría es no ser precipitado en el obrar, ni
tercamente agarrado a las propias impresiones. Gran sabiduría es, además, no
creer todo lo que cuenta la gente y, en seguida, relatar a los demás cuanto
hemos oído y creído.
Prefiere
hacerte guiar por un hombre mejor que tú y no caminar en pos de tu parecer.
Antes de obrar toma consejo de persona prudente y de recta conciencia. La vida
virtuosa hace al hombre sabio según el espíritu de Dios y experimentado en
muchos asuntos. Cuánto más intimamente humilde y obediente a Dios sea uno, tanto
más será prudente y medido en todos sus actos.
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