sábado, 30 de junio de 2012

Santos Pedro y Pablo 29-06-12

      

       Jesús pregunta: "Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?". En realidad esta es la misma pregunta que vuelve a dirigir el Señor a cada uno de nosotros, para que revisemos qué lugar está ocupando él en este momento de nuestras vidas. Pedro toma la iniciativa, y es lo que Jesús estaba esperando. Y Pedro, iluminado por el Padre Celestial, responde con una clara confesión de fe: "Tú eres el  Mesías, el Hijo de Dios vivo".
     
      Jesús elogia a Pedro por haberse dejado iluminar de esa manera y le hace notar que su respuesta no viene de su inteligencia humana o de sus luces naturales. Su respuesta viene de Dios que lo ha iluminado. Pero al mismo tiempo, el Señor anuncia el lugar particular que ocupará Pedro  en su Iglesia para mantenerla en la verdadera fe. De ahí que Jesús le diga en otro momento: "Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca. Y tú, por tu parte, confirma a tus hermanos. " (Lc. 22,32).
     
      Pablo, por otra parte, ha sido el gran evangelizador de la Iglesia primitiva; incansable e infatigable viajero, fundador de comunidades en el mundo pagano. Gracias a él, la Iglesia no quedó encerrada en las comunidades de Jerusalén, sino que pudo abrirse al mundo. 
Pedro y Pablo juntos nos recuerdan el llamado a comunicar a los hermanos la fe que hemos recibido, sabiendo que el mundo necesita de ese anuncio. Creemos que la fe puede hacer nacer un mundo nuevo. De hecho, Pedro y Pablo, con su misión, ayudaron a cambiar la sociedad pagana de aquella época.
     
      Ellos nos enseñan a alimentar una esperanza comunitaria, porque no esperamos sólo para nosotros, sino para el mundo y la historia donde estamos insertos. En realidad esta es la dinámica propia del amor, por el cual se hace particularmente presente en la historia el dinamismo del Espíritu Santo, que nos arroja a lo insospechado. Estamos llamados a vivir el gozo de cooperar con la novedad del Espíritu. Pero hay que dejar la cómoda orilla y arrojarse "mar adentro" (Lc 5, 1-11), venciendo los miedos (Mc 4, 35-41) con la mirada puesta en Cristo (Mt. 14, 22-33). Es el gozo de decir a los demás que "hemos encontrado al Mesias." (Jn. 1, 41-45).
Cuando dejamos que el Espíritu Santo -que brota del corazón del Resucitado- nos impulse en esta tarea, seguramente experimentamos las maravillas que él puede hacer en los corazones, y nos admiramos viendo lo que puede lograr su gracia.
     
       Eso es lo que vivió intensamente san Pablo, que predicaba el Evangelio "no sólo con palabras, sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión" (1 Tes. 1, 5). También san Pedro hablaba de este precioso Evangelio predicado "en el Espíritu Santo" (1Ped 1, 12).
     
      Es el mismo gozo de los discípulos de Emaus que sintieron "arder su corazón" junto a cristo y por eso salieron a comunicarlo a los demás: " ¡Es verdad, el Señor ha resucitado!" (Lc 24, 34).

Oración: 

      Señor, derrama sobre nosotros la esperanza activa, la confianza de que el mundo puede ser mejor si en él penetran tu luz, tu verdad, tu amor, tu vida. Danos la certeza de que comunicando tu Evangelio podremos cambiar el mundo, y derrama tu espíritu para que podamos hacerlo.

Fuente: El Evangelio de cada día

Película El libro de los Hechos

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