sábado, 30 de junio de 2012

María nos sigue llamando. 31° aniversario de las apariciones de nuestra Madre en Medjugorje.

   

      El domingo 24 de junio, Fiesta de San Juan Bautista, el precursor del Señor, se cumplieron 31 años de la primera visita de nuestra Madre, la Virgen María, al pueblo de MedjugorjeNo es casualidad la fecha y el lugar que eligió la Virgen para comenzar a dar sus mensajes al mundo a través de 6 jóvenes (Vicka, Mirjana, Ivan, Marija, Ivanka y Jakov), hoy ya adultos pero que aún siguen teniendo visitas y recibiendo los mensajes dirigidos al mundo cada día 25, los días 2 para llamar a la conversión a los que nuestra Madre llama, "aquellos que no conocen el amor de Dios" y mensajes particulares que los videntes comparten también con el mundo.

      Si leemos el Evangelio, vemos que San Juan Bautista se preparó toda su vida para llevar a cabo una misión: preparar el camino del Señor, su Venida al mundo y al pueblo de Israel para que este lo recibiera como Mesías. Dios mismo le habló en el desierto y Juan deja ese lugar y comienza a recorrer la zona del río Jordán y a predicar, y nunca habló al pueblo con palabras suaves sino duras, para que la gente tomara conciencia de la vida que llevaba:

      «Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:

Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados,
las montañas y las colinas serán aplanadas.
Serán enderezados los senderos sinuosos
y nivelados los caminos desparejos.
Entonces, todos los hombres
verán la Salvación de Dios.

Juan decía a la multitud que venía a hacerse bautizar por él: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan los frutos de una sincera conversión, y no piensen: “Tenemos por padre a Abraham”. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego». (Evangelio de San Lucas)



      Juan predicaba al pueblo exhortándolo a un verdadero cambio y bautizaba a la gente con un bautismo de conversión. Decía que él bautizaba con agua pero aquel que venía detrás de él los bautizaría en el Espíritu Santo y en el fuego.

      Recuerdan lo que le preguntaba la gente del pueblo y los soldados romanos sobre aquello que debían hacer y él les respondía:

     «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto». Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado». A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo».

      Nuestra Madre, la Virgen María, la Reina de la Paz, como ocurrió con Juan, también es enviada por Dios al mundo con una misión: la de llamarnos a todos, a quienes no conocen a Dios y a quienes nos llamamos seguidores de su Hijo, a la conversión definitiva. Sus actuales apariciones tienen como fin despertarnos del letargo en el que estamos sumidos debido a las características del tiempo que nos toca vivir: el ritmo de trabajo incesante, la panacea de los adelantos científicos y técnicos que nos lleva a un interminable consumismo, la luchas por la defensa de los derechos del hombre y por el poder político y económico, lucha por el propio poder adquisitivo, siempre en demanda de más comodidades y confort. El bombardeo constante de los medio de comunicación con noticias de todo tipo y con el mundo farandulesco y que no pocas veces nos distrae de lo realmente importante: vivir nuestra vida para Dios y para el servicio de nuestros hermanos. 
      
      Estamos en el "fin de los tiempos" y es urgente que respondamos al llamado de nuestra Madre. En 1982 decía a los videntes de Medjugorje:
«He venido por última vez a llamar al mundo a la conversión. Luego no apareceré más en esta tierra... Éstas son las últimas apariciones en el mundo (Según el Padre Tomislav Vlasic, la respuesta no se refiere únicamente a Medjugorje sino en general a todas las reales apariciones que acontecen en el mundo). 

      La preocupación por la comunicación mediante las redes sociales acaparan nuestra atención de modo que cada vez más nos vemos inmersos en un mundo que prima lo tecnológico y virtual, pero que olvida algo muy importante: no sólo tenemos una dimensión corporal (algo a lo que en este tiempo también se le da demasiada importancia) sino que también tenemos una dimensión espiritual que sostiene nuestra misma existencia.

      Así como nos preocupamos por alimentar nuestro cuerpo, este tiempo debiera ser un tiempo en que dejemos de lado tanto tiempo dedicado a las redes (que, si somos honestos con nosotros mismos, lo que hacemos en ellas es estar siempre al corriente de la vida ajena y tal vez descuidando la nuestra, con nuestro deberes y obligaciones) o pendientes de las noticias y de lo que acontece con personajes y artistas del mundo de la tv o el cine, y que dediquemos de verdad y con un verdadero compromiso, un tiempo exclusivo para el encuentro en el silencio con Cristo, por medio de la oración para alimentar nuestro espíritu.

      Si usamos las redes sociales  o los blogs, que sea para difundir el Evangelio, los mensajes de nuestra Madre, nuestra fe, aquello en lo que los cristianos creemos y que instemos a otros a rezar por nuestra Iglesia, los sacerdotes, el Santo Padre y el mundo, que en estos instantes de nuestra historia, está atravesando por lo que nuestra Madre reveló como "la gran tribulación" y el "tiempo de la gran apostasía". 

      Nuestra Madre desde diversos lugares donde ella se ha aparecido a lo largo de los siglos y especialmente durante el siglo XX (La Salette, Lourdes, Fátima, Garabandal, San Nicolás, Conyers, Naju, Akita y otros lugares) por medio de personas comunes y humildes, casi siempre niños y jóvenes como por ejemplo: Bernardette en Lourdes, Lucía, Francisco y Jacinta en Fátima, Mari Loli, Conchita, Mari Cruz y Jacinta en Garabandal y ahora Vicka, Mirjana, Ivan, Marija, Ivanka y Jakov en Medjugorje, por medio de sus mensajes nos llama siempre a lo mismo: a la conversión, a la oración, al ayuno, a la vida sacramental, a la lectura de la Palabra de Dios, que es Palabra de Vida para el cristiano, a la participación de la Misa especialmente el domingo, a rezar por el Santo Padre y por la Iglesia y al rezo del Rosario y la Consagración al Inmaculado Corazón de María.
      
      No estamos solos. María nos acompaña constantemente a nosotros, que somos la Iglesia peregrinante, con su oración, con sus mensajes, así como lo hace la Iglesia Triunfante: los Santos, los Ángeles y los Bienaventurados. Todos oran e interceden por nosotros, que somos la Iglesia que aún peregrina hacia el Cielo. Y no olvidar que por quien se hace todo aquello que pedimos a través de María, de los Ángeles y de los Santos es por medio de Jesús, nuestro único Salvador.

      El cristiano no puede /no debe prescindir de la Eucaristía, que es Jesús mismo que se nos da todo entero: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad para alimento nuestro, ni de la oración, porque solamente Cristo es el sostén de nuestra fe. La Iglesia y su misión no prospera si no se alimenta continuamente de los sacramentos (Bautismo, Confirmación, Reconciliación, Eucaristía, Matrimonio, Unción de los Enfermos, Orden Sagrado) y estos son dispensados por los sacerdotes. No hay Iglesia sin el sostén y alimento de los sacramentos, no hay sacramentos sin los sacerdotes, que son quienes congregan al Pueblo de Dios, lo intruyen y por medio de la consagración del pan y el vino lo alimentan con el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
      
      El ofrecimiento diario de nuestras actividades, alegrías, sufrimientos, sacrificios y oraciones también es importante y que con nuestra oraciones roguemos por otros que pasan por algún momento difícil (falta de fe, de trabajo, una enfermedad, una muerte familiar). También lo es orar por la conversión de los pecadores y por aquellos que no creen, para su conversión. 

      Es fundamental que el cristiano participe en la comunidad parroquial, que participe en sus grupos y misiones, pero que a la vez participe de la liturgia del domingo y rece por los sacerdotes y por su perseverancia, así como por el surgimiento de nuevas vocaciones sacerdotales y religiosas. Todos somos importantes y esto me recuerda lo que decía San Pablo en la Carta a los Corintios (1 Cor, 4 -20):

     «Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu.
Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas.
      Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo –judíos y griegos, esclavos y hombres libres– y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos.
Si el pie dijera: «Como no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: «Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo.»

      No olvidemos que sin la presencia de las tres personas de la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que sin su inspiración y asistencia, la Iglesia sólo queda en un puro activismo. Todo se hace con ellos y para ellos y con la ayuda constante y la intecesión de nuestra Madre la Virgen María.

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