Esta fiesta fue
instituida por el Papa Urbano IV en el año 1264 "con el fin de tributarle
a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud".
En cada uno de los tres ciclos litúrgicos se destaca algún aspecto de este
sacramento. Las Lecturas de este año giran alrededor de la simbología que tenía
la sangre en el mundo antiguo y su uso en diversos tipos de sacrificios.
LECTURA
Éx
24, 3-8
Lectura
del libro del Éxodo.
En aquellos días:
Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor,
y el pueblo respondió a una sola voz: "Estamos decididos a poner en
práctica todas las palabras que ha dicho el Señor". Moisés consignó por
escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó
un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación de las
doce tribus de Israel. Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y
ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de
comunión. Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y
derramó la otra mitad sobre el altar. Luego tomó el documento de la alianza y
lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: "Estamos resueltos a poner en
práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho". Entonces Moisés tomó
la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: "Ésta es la sangre de la
alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas
cláusulas".
Palabra de Dios.
SALMO
Sal
115, 12-13. 15-18
Alzaré la copa de
la salvación e invocaré el Nombre del Señor.
0 bien: Aleluya.
¿Con qué pagaré al
Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el
Nombre del Señor.
¡Qué penosa es para
el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo
mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un
sacrificio de alabanza,
e invocaré el Nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al
Señor,
en presencia de todo su pueblo.
SEGUNDA
LECTURA
Heb
9, 11-15
Lectura
de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Cristo, a
diferencia de los sacerdotes del culto antiguo, ha venido como Sumo Sacerdote
de los bienes futuros. Él, a través de una Morada más excelente y perfecta que
la antigua no construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado-,
entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y
terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna.
Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía
a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la
pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu
eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras
que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente! Por
eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de
que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera
Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Mc
14, 12-16. 22-26
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
El primer día de la
fiesta de los panes ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los
discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida
pascual?". Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la
ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua.
Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice:
"¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis
discípulos?". Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada
con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario". Los
discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les
había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
"Tomen, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se
la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: "Ésta es mi Sangre, la
Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más
del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de
Dios".
Palabra del Señor.
El Angelus de S. S. Benedicto XVI, 10-6-12 (Corpus Christi)
Hoy, en Italia y en muchos otros Países, se celebra el Corpus Domini, o
sea la fiesta solemne del Cuerpo y Sangre del Señor, la Eucaristía. Es una
tradición siempre viva, en este día, realizar solemnes procesiones con el
Santísimo Sacramento, por las calles y plazas.
En Roma esta procesión se ha ya llevado a cabo a nivel diocesano
el pasado jueves, día preciso de esta conmemoración, que cada año renueva en
los cristianos el gozo y la gratitud por la presencia eucarística de Jesús en
medio de nosotros.
La fiesta del Corpus Domini es un gran acto de culto público de la
Eucaristía, Sacramento en el cual el Señor permanece presente también más allá
del tiempo de la celebración, para estar siempre con nosotros, a lo largo del
transcurrir de las horas y de los días. Ya san Justino, que nos ha dejado uno
de los testimonios más antiguos sobre la liturgia eucarística, afirma que,
después de la distribución de la comunión a los presentes, el pan consagrado
venía llevado por los diáconos también a los ausentes (cfr Apología, 1, 65).
Por ello en las iglesias el lugar más sagrado es justamente aquel
en el que se custodia la Eucaristía. Con este motivo no puedo dejar de pensar
con conmoción en las numerosas iglesias que han sido gravemente dañadas por el
reciente terremoto en Emilia Romagna, en el hecho que también el Cuerpo
eucarístico de Cristo, en el tabernáculo, ha permanecido en algunos casos bajo
los escombros.
Con afecto rezo por las comunidades, que con sus sacerdotes deben
reunirse para la Santa Misa al abierto o en grandes carpas; les agradezco por
su testimonio y por cuanto están haciendo a favor de la entera población. Es
una situación que hace resaltar una vez más la importancia de estar unidos en
el nombre del Señor, y la fuerza que proviene del Pan eucarístico, llamado
también «pan de los peregrinos». Del compartir este Pan nace y se renueva la
capacidad de compartir también la vida y los bienes, de cargar con los pesos de
los otros, de ser hospitalarios y acogedores.
La solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor nos vuelve a proponer también el valor de la adoración eucarística. El Siervo de Dios Pablo VI recordaba que la Iglesia católica profesa el culto de la Eucaristía cito «no sólo durante la Misa, sino también fuera de su celebración, conservando con la máxima diligencia las hostias consagradas, presentándolas a la solemne veneración de los fieles cristianos, llevándolas en procesión con gozo de la multitud cristiana» (Enc. Mysterium fidei, 57). La oración de adoración se puede cumplir ya sea personalmente, permaneciendo en recogimiento ante el tabernáculo, o de forma comunitaria, también con salmos y cantos, pero siempre privilegiando el silencio, para escuchar interiormente al Señor vivo y presente en el Sacramento.
La solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor nos vuelve a proponer también el valor de la adoración eucarística. El Siervo de Dios Pablo VI recordaba que la Iglesia católica profesa el culto de la Eucaristía cito «no sólo durante la Misa, sino también fuera de su celebración, conservando con la máxima diligencia las hostias consagradas, presentándolas a la solemne veneración de los fieles cristianos, llevándolas en procesión con gozo de la multitud cristiana» (Enc. Mysterium fidei, 57). La oración de adoración se puede cumplir ya sea personalmente, permaneciendo en recogimiento ante el tabernáculo, o de forma comunitaria, también con salmos y cantos, pero siempre privilegiando el silencio, para escuchar interiormente al Señor vivo y presente en el Sacramento.
La Virgen María es maestra también de esta oración, porque nadie
mejor que ella ha sabido contemplar a Jesús con una mirada de fe y acoger en el
corazón las intimas resonancias de su presencia humana y divina. Que por su
intercesión se difunda y crezca en cada comunidad eclesial una autentica y
profunda fe en el Misterio eucarístico.
Fuente:
(Publicado con el permiso de San Pablo y Ecclesia Digital)
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